El desaf¨ªo de envejecer con VIH: ¡°Las personas de largo recorrido sufrimos depresi¨®n, ansiedad y deterioro cognitivo¡±
Onusida estima que hay m¨¢s de ocho millones de personas en el mundo con VIH mayores de 50 a?os. Las personas infectadas pueden sufrir un envejecimiento prematuro y m¨¢s problemas neurol¨®gicos y de salud mental
La guerra contra el virus de inmunodeficiencia humano (VIH) es una historia de ¨¦xito: todav¨ªa no se ha encontrado una cura, pero los tratamientos antirretrovirales han logrado mantenerlo a raya y que el diagn¨®stico de infecci¨®n por VIH deje de ser esa sentencia de muerte que se firmaba sin remedio en los a?os ochenta. Si se tratan, los pacientes viven. Y aunque el mundo sigue batallando para erradicar el virus y diagnosticar y tratar cuanto antes en todo el planeta, el triunfo parcial contra virus ha abierto tambi¨¦n en los ¨²ltimos a?os un nuevo mel¨®n para m¨¦dicos y pacientes: el envejecimiento de los supervivientes. El peaje de convivir con el VIH puede ser una vejez prematura, avisan los expertos, y mayor riesgo de algunas enfermedades, como tumores o problemas neurol¨®gicos y de salud mental. ¡°Lo que sufrimos las personas de largo recorrido, aparte de depresi¨®n y ansiedad por ese recorrido, es el deterioro cognitivo, como p¨¦rdidas de memoria. Te pasa con 45 a?os lo que te tendr¨ªa que pasar con 65¡±, enumera Carlos L¨®pez, de 57 a?os y 33 con VIH. Los profesionales reclaman m¨¢s recursos psicosociales y los pacientes urgen m¨¢s formaci¨®n a las nuevas generaciones de sanitarios: no solo pesa la carga viral, sino toda la mochila de dolencias asociadas que arrastra el VIH.
L¨®pez conoci¨® su infecci¨®n en 1989, ocho a?os despu¨¦s de que se describiesen los primeros casos en Estados Unidos: ¡°Fue un shock importante. Un diagn¨®stico de VIH entonces significaba que te ibas a morir¡±, recuerda. Eran a?os oscuros, de incertidumbre y estigma. De terror: poco se sab¨ªa y m¨¢s se tem¨ªa. La medicaci¨®n de la ¨¦poca, la azidotimidina, era, adem¨¢s, ¡°muy t¨®xica¡±, rememora L¨®pez: ¡°Ten¨ªa efectos secundarios devastadores. No se sab¨ªa qu¨¦ hac¨ªa m¨¢s da?o, si la medicaci¨®n o el propio virus. Tanto era as¨ª, que mucha gente dejaba de tomarla porque se pon¨ªa muy mal. Te destrozaba el est¨®mago, te provocaba n¨¢useas y efectos a nivel ps¨ªquico, como desorientaci¨®n y p¨¦rdidas de memoria¡±.
En 1996, con una nueva combinaci¨®n de tratamientos antirretrovirales (TAR), m¨¢s eficaces y menos agresivos, la carga viral se negativizaba ¡ªno se pod¨ªa transmitir el virus¡ª y la salud mejoraba. Gracias a estos medicamentos, apunta L¨®pez, ¨¦l y otras personas infectadas en esa ¨¦poca han sobrevivido. Pero la sombra del VIH es m¨¢s larga que la carga viral, advierte.
Onusida estima que el n¨²mero de personas de m¨¢s de 50 a?os con VIH pas¨® de 5,4 millones en 2015 a 8,1 millones en 2020. Envejece la primera generaci¨®n de supervivientes ¡ªaquella que se infect¨® en los a?os ochenta o noventa¡ª, pero tambi¨¦n contin¨²an apareciendo casos nuevos en edades m¨¢s avanzadas. En este ¨²ltimo grupo, lamenta Adri¨¤ Curran, infect¨®logo del Hospital Vall d¡¯Hebron de Barcelona, ¡°no se suele sospechar de VIH, hay un retraso en el diagn¨®stico y llegan con la enfermedad muy avanzada¡±.
Matilde S¨¢nchez Conde, infect¨®loga del Hospital Ram¨®n y Cajal de Madrid y miembro del Grupo de Estudio del Sida (Gesida) de la Sociedad Espa?ola de Enfermedades Infecciosas y Microbiolog¨ªa Cl¨ªnica, fija en los 50 a?os el punto de corte para empezar a considerar que una persona con VIH se hace mayor. Aunque matiza: ¡°El envejecimiento no es siempre igual. No es obligatorio hacerse mayor a los 50, pero a partir de esta edad hay que vigilar y controlar que puedan empezar a aparecer comorbilidades de la edad, como la insuficiencia renal, la hipertensi¨®n, la diabetes¡¡±.
Los expertos coinciden en que se est¨¢ acortando al m¨ªnimo la brecha en la esperanza de vida entre infectados por VIH y la poblaci¨®n general, pero puede haber un envejecimiento prematuro en las personas con VIH a causa del virus y otros factores. Esto es, que se adelanten entre cinco y 10 a?os esos problemas de salud asociados a la edad. La comunidad cient¨ªfica apunta que, de alguna manera, se repiten con el VIH los patrones que se producen en un envejecimiento fisiol¨®gico: con la vejez natural, a causa de las agresiones por el paso del tiempo, hay una especie de inflamaci¨®n persistente en el organismo y una alteraci¨®n del sistema inmune, que envejece y no es capaz de responder con igual eficacia a los ataques externos; con el VIH, cuando el virus est¨¢ circulando, se provoca tambi¨¦n una inflamaci¨®n y, aunque la carga viral se controle, el virus puede seguir activ¨¢ndose en los reservorios y, aunque no infecte la c¨¦lula, puede provocar una inflamaci¨®n que obliga a mantener activo de forma cr¨®nica el sistema inmune. Hay otros procesos, como cambios en las bacterias del intestino o el paso de estas bacterias al torrente sangu¨ªneo, que pueden provocar tambi¨¦n esta inflamaci¨®n persistente.
Un estudio publicado en The Lancet Health Longevity se?alaba que, seg¨²n los Centros de Control de Enfermedades estadounidenses, el 50% de las personas con VIH tienen m¨¢s de 50 a?os y representan el 70% del total de muertes entre las personas con VIH. Las principales causas de decesos entre individuos con VIH que tienen acceso a los tratamientos antirretrovirales son dolencias como ¡°el c¨¢ncer, las enfermedades cardiovasculares y el deterioro cognitivo¡±, apunta la investigaci¨®n, aunque las personas mayores con VIH tambi¨¦n presentan d¨¦ficits en la funci¨®n f¨ªsica, s¨ªndromes relacionados con la fragilidad y otras dolencias que limitan su calidad de vida. Las gu¨ªas cl¨ªnicas ya recomiendan hacer, entre otras cosas, un cribado de fragilidad a partir de los 50 a?os (en la poblaci¨®n general es a partir de los 70).
El estudio de The Lancet Health Longevity recuerda que la prevalencia de enfermedades relacionadas con la edad es mayor en personas con VIH y apunta, como avanzaba S¨¢nchez Conde, que hay caracter¨ªsticas propias del envejecimiento biol¨®gico, como el da?o molecular o la inflamaci¨®n, que pueden estar desreguladas en este colectivo, pero ¡°es necesario definir con precisi¨®n el efecto de la infecci¨®n y la terapia del VIH¡± en estos procesos, admite. Curran agrega que otros factores de riesgo externos, como el tabaquismo o haber consumido t¨®xicos, as¨ª como la posible interacci¨®n entre f¨¢rmacos o los efectos secundarios acumulativos de los primeros tratamientos m¨¢s agresivos, pueden haber impactado en la salud de este colectivo.
Marta Massanella, investigadora de Irsicaixa, se?ala que ¡°hay marcadores asociados a la edad que se encuentran de forma m¨¢s temprana¡± en esta poblaci¨®n, pero apunta tambi¨¦n a las particularidades de esa primera generaci¨®n de infectados que tardaron m¨¢s en tratarse de forma eficaz o que se medicaron con f¨¢rmacos m¨¢s t¨®xicos: ¡°En los primeros, su sistema inmune tambi¨¦n se vio m¨¢s afectado y las secuelas y los da?os eran un poco irreparables¡±, con m¨¢s riesgo de osteoporosis, tumores o enfermedades hep¨¢ticas y renales, se?ala. Y agrega: ¡°Los tratamientos no son inocuos y una parte de los problemas pueden venir asociados por la toxicidad. El tratamiento de ahora no es igual al de los a?os ochenta¡±.
El peso del estigma
Para F¨¢tima Bra?as, geriatra del Hospital Infanta Leonor y miembro tambi¨¦n de Gesida, es ¡°un momento hist¨®rico¡±: ¡°Hasta ahora no hab¨ªa personas mayores con VIH. En los a?os ochenta, el reto era que sobrevivieran; luego hubo una ¨¦poca de vivir con una mochila de efectos secundarios y estigma; y, ahora, es el momento de la integraci¨®n: el reto es que tengan la mayor calidad de vida posible¡±.
La mochila de cada paciente es distinta y el abordaje terap¨¦utico, a?aden, ha de ser multidisciplinar y adaptarse a las necesidades de cada uno. ¡°Hay que tener una visi¨®n global de la persona, no solo de la enfermedad u otras comorbilidades. Hay que integrar la situaci¨®n f¨ªsica del paciente, su funcionalidad y la mochila de algunos que llevan mucha soledad y aislamiento por lo que vivieron esos a?os. Hay m¨¢s prevalencia de s¨ªntomas en la esfera psicosocial¡±, apunta Bra?as.
Carlos L¨®pez tiene un largo historial m¨¦dico y la casa llena de post-its para acordarse, dice, ¡°de lo m¨¢s b¨¢sico¡±. ¡°Lo que m¨¢s me imposibilita son las p¨¦rdidas de memoria y la dificultad de concentraci¨®n¡±, afirma, pero a ello se suma una depresi¨®n mayor de largo recorrido ¡°que se ha agravado con el paso de los a?os¡± y problemas cardiovasculares a ra¨ªz de una cirrosis que desarroll¨® tras contraer una hepatitis. Tambi¨¦n arrastra problemas respiratorios por una tuberculosis que padeci¨® hace un tiempo y sigue vigil¨¢ndose de cerca para evitar reca¨ªdas de un tumor en el ap¨¦ndice que logr¨® extirpar. El estigma tambi¨¦n se ha quedado: ¡°Eso lo ten¨ªamos todos porque el VIH estaba relacionado con la muerte y se juntaba con el miedo a transmitirlo a otros y el temor a sentirte rechazado. Todo eso hace que se nos quede un autoestigma¡±.
Los supervivientes de largo recorrido reclaman una atenci¨®n integral y formaci¨®n a las nuevas generaciones de profesionales que no han vivido la peor parte de la crisis sanitaria del sida. ¡°En 1996, con la llegada de los tratamientos de amplio espectro, la gente dej¨® de preocuparse por el VIH y ahora te encuentras con una serie de m¨¦dicos que no saben sobre nuestros problemas¡±, lamenta L¨®pez. Y critica que ¡°tienden a minimizar¡± sus dolencias: ¡°Te vigilan la carga viral y si est¨¢ bien, pues ya est¨¢. Y te dicen que todo lo dem¨¢s ¡®le pasa a todo el mundo¡¯. ?Pero es que nos pasa lo que nos tendr¨ªa que pasar dentro de 15 a?os!¡±, protesta.
Bra?as asume que hay que ¡°reinventar¡± el abordaje a este colectivo. ¡°Especialmente, en personas que se diagnosticaron en los a?os ochenta, la salud mental habr¨ªa que abordarla de forma sistem¨¢tica en todos ellos¡±, dice. Y afina las diferencias dentro del propio grupo de pacientes: en los diagnosticados antes de 1996, hay m¨¢s riesgo de depresi¨®n, enfermedad pulmonar obstructiva cr¨®nica o trastornos mentales, mientras que hay menos carga de diabetes o hipertensi¨®n, concreta. La fragilidad, en cambio, es m¨¢s frecuente en los que se infectaron tras 1996, apunta. S¨¢nchez Conde lamenta la falta de recursos: ¡°Hay soledad, estigma y se sienten m¨¢s se?alados de lo habitual. Pero en la esfera psicol¨®gica y psiqui¨¢trica estamos limitados porque no tenemos recursos disponibles. Casi no hay psic¨®logos cl¨ªnicos¡±.
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