La especie humana no ha evolucionado para soportar el fr¨ªo, pero dominamos los climas m¨¢s g¨¦lidos. Esta es la explicaci¨®n
La capacidad humana de adaptarse a trav¨¦s del comportamiento fue decisiva para nuestro ¨¦xito evolutivo
Los seres humanos somos una especie tropical. Hemos vivido en climas c¨¢lidos durante la mayor parte de nuestra historia evolutiva, lo cual podr¨ªa explicar por qu¨¦ tantos de nosotros pasamos el invierno acurrucados bajo una manta, agarrados a una bolsa de agua caliente y so?ando con el verano.
De hecho, todos los simios que existen viven en los tr¨®picos. Los f¨®siles del linaje humano (hom¨ªnidos) m¨¢s antiguos conocidos proceden de ?frica central y oriental. Los hom¨ªnidos que se dispersaron en direcci¨®n norte, hacia latitudes m¨¢s altas, tuvieron que enfrentarse por primera vez a temperaturas g¨¦lidas, d¨ªas m¨¢s breves que acortaban el tiempo para buscar alimento, nieve que dificultaba la caza y un viento glacial que empeoraba la p¨¦rdida de calor corporal.
Considerando nuestra limitada adaptaci¨®n al fr¨ªo, ?c¨®mo es que nuestra especie ha llegado a dominar no solo las tierras c¨¢lidas ancestrales, sino todas las regiones del planeta? La respuesta est¨¢ en nuestra capacidad de desarrollar complejas soluciones culturales a los retos de la vida.
Los primeros indicios de la presencia de hom¨ªnidos en el norte de Europa proceden de Happisburgh, en el condado de Norfolk, en el este de Inglaterra, donde se han encontrado huellas de pisadas y herramientas de piedra de 900.000 a?os de antig¨¹edad. En aquella ¨¦poca, all¨ª predominaban los bosques de con¨ªferas acompa?ados de inviernos fr¨ªos similares a los del sur de Escandinavia en la actualidad. Los datos no parecen indicar que los hom¨ªnidos permanecieran mucho tiempo en el lugar, lo cual hace pensar que no tuvieron oportunidad de adaptarse f¨ªsicamente.
Sigue siendo un misterio c¨®mo aquellos primates hominoideos sobrevivieron a las duras condiciones tan diferentes de las de sus remotas tierras africanas. En la zona no hay cuevas ni restos de lugares en los que cobijarse. Los artefactos de Happisburgh son simples, lo cual indica la ausencia de una tecnolog¨ªa compleja.
Las pruebas de la existencia de hogueras deliberadas en esa ¨¦poca son pol¨¦micas. Los ¨²tiles para confeccionar prendas adaptadas al cuerpo y resistentes a la intemperie no aparecen en Europa occidental hasta casi 850.000 a?os despu¨¦s. Muchos animales migran para evitar el fr¨ªo estacional, pero los hom¨ªnidos de Happisburgh habr¨ªan tenido que desplazarse unos 800 kil¨®metros hacia el sur para que la diferencia fuera significativa.
Resulta dif¨ªcil imaginar que aquellos seres sobrevivieran a los antiguos inviernos de Norfolk sin fuego ni ropa de abrigo. Sin embargo, el hecho de que hubiera hom¨ªnidos tan al norte significa que tuvieron que encontrar una forma de resistir el fr¨ªo, as¨ª que qui¨¦n sabe lo que los arque¨®logos encontrar¨¢n en el futuro.
Los cazadores de Boxgrove
Los yacimientos correspondientes a asentamientos m¨¢s recientes, como el de Boxgrove, en Sussex Occidental, en el sur de Inglaterra, proporcionan m¨¢s pistas acerca de c¨®mo sobrevivieron los antiguos hom¨ªnidos a los climas septentrionales. El yacimiento de Boxgrove data de hace casi 500.000 a?os, cuando el clima se deterior¨® hasta alcanzar uno de los periodos m¨¢s fr¨ªos de la historia humana.
Tenemos pruebas s¨®lidas de que esos hom¨ªnidos cazaban animales, desde huellas de corte en huesos hasta un om¨®plato de caballo probablemente atravesado por una lanza de madera. Estos hallazgos concuerdan con los estudios de pueblos cazadores-recolectores actuales, que muestran que los que viven en zonas m¨¢s fr¨ªas dependen m¨¢s de los animales que cazan que los que habitan en climas c¨¢lidos. La carne es rica en las calor¨ªas y las grasas necesarias para resistir al fr¨ªo.
La tibia f¨®sil de un hom¨ªnido de Boxgrove resulta robusta en comparaci¨®n con los humanos actuales, lo cual indica que perteneci¨® a un individuo alto y fornido. Los cuerpos m¨¢s grandes con extremidades relativamente cortas disminuyen la p¨¦rdida de calor al reducir al m¨ªnimo la superficie.
La forma ¨®ptima para evitar que se pierda calor es la esfera. Por eso los animales y los seres humanos de climas fr¨ªos se acercna lo m¨¢s posible a ella. Asimismo, para esta ¨¦poca hay pruebas m¨¢s claras de la existencia de hogueras.
Especialistas en climas fr¨ªos
Los neandertales, habitantes de Eurasia hace entre 400.000 y 40.000 a?os aproximadamente, viv¨ªan en climas glaciales. En comparaci¨®n con sus predecesores africanos y con nosotros ten¨ªan extremidades cortas y robustas y torsos anchos y musculosos aptos para producir y retener calor.
Sin embargo, su cara protuberante y su nariz aguile?a son lo contrario de lo que se podr¨ªa considerar adaptativo en una era glaciar. Al igual que los macacos japoneses que viven en zonas fr¨ªas y las ratas de laboratorio criadas a bajas temperaturas, los seres humanos actuales de climas fr¨ªos suelen tener una nariz relativamente alta y estrecha, y p¨®mulos anchos y planos.
Las simulaciones por ordenador de esqueletos antiguos indican que la nariz de los neandertales era m¨¢s eficiente que la de especies anteriores, adaptadas a temperaturas m¨¢s altas, a la hora de conservar el calor y la humedad. Al parecer, la estructura interna es tan importante como el tama?o total del ¨®rgano respiratorio.
Aun con su f¨ªsico adaptado al fr¨ªo, los neandertales segu¨ªan siendo rehenes de su linaje tropical. Por ejemplo, carec¨ªan del espeso pelaje de otros mam¨ªferos de la Europa glaciar, tales como los rinocerontes lanudos o los bueyes almizcleros. En su lugar, desarrollaron una compleja cultura para sobrevivir.
Tenemos pruebas arqueol¨®gicas de que confeccionaban prendas de vestir y constru¨ªan refugios con pieles de animales. Los restos que demuestran que cocinaban y utilizaban el fuego para elaborar una cola a base de brea de abedul para fabricar herramientas evidencian un sofisticado control de esta fuente de calor.
M¨¢s pol¨¦mica es la afirmaci¨®n de algunos arque¨®logos de que los huesos de los primeros neandertales del yacimiento de la Sima de los Huesos, en Atapuerca, de 400.000 a?os de antig¨¹edad, presentan deterioros estacionales debidos a la ralentizaci¨®n del metabolismo para hibernar. Los autores sostienen que los huesos muestran ciclos de crecimiento y curaci¨®n interrumpidos.
Solo unas pocas especies de primates hibernan, como algunos l¨¦mures de Madagascar y el g¨¢lago menor africano, as¨ª como el loris lento pigmeo del norte de Vietnam.
Esto podr¨ªa hacer pensar que los humanos tambi¨¦n pueden hibernar. Pero la mayor¨ªa de las especies que lo hacen tienen el cuerpo peque?o, salvo excepciones como los osos. Los seres humanos seguramente seamos demasiado grandes para ello.
Bueno para todo
Los primeros f¨®siles del linaje Homo sapiens datan de hace 300.000 a?os y proceden de Marruecos, pero hasta hace unos 60.000 a?os no salimos de ?frica para colonizar todos los rincones del planeta. Esto nos convierte en unos relativamente reci¨¦n llegados a la mayor¨ªa de los h¨¢bitats que ocupamos en la actualidad. En los miles de a?os transcurridos desde entonces, los habitantes de lugares g¨¦lidos se han adaptado biol¨®gicamente a su entorno, aunque a peque?a escala. Un ejemplo famoso de esta adaptaci¨®n es que en las zonas con poca insolaci¨®n, el Homo sapiens desarroll¨® tonos de piel claros, mejores para sintetizar la vitamina D. Los genomas de los inuit actuales de Groenlandia demuestran su adaptaci¨®n fisiol¨®gica a una dieta marina rica en grasas, beneficiosa en ambientes fr¨ªos. Una prueba m¨¢s directa es la proporcionada por el ADN de un cabello de 4.000 a?os de antig¨¹edad conservado en el permafrost de Groenlandia. El cabello contiene indicios de cambios gen¨¦ticos que dieron lugar a una forma corporal fornida que maximizaba la producci¨®n y retenci¨®n del calor, igual que pasaba con el hom¨ªnido del yacimiento de Boxgrove del que solo se conserva una tibia.
Nuestra herencia tropical significa que seguir¨ªamos siendo incapaces de vivir en lugares fr¨ªos si no hubi¨¦ramos desarrollado maneras de resistir las temperaturas. Por ejemplo, la tradicional parka inuit, que proporciona un aislamiento mejor que el del moderno uniforme de invierno del ej¨¦rcito canadiense.
La capacidad humana de adaptarse a trav¨¦s del comportamiento fue decisiva para nuestro ¨¦xito evolutivo. Incluso en comparaci¨®n con otros primates, la adaptaci¨®n f¨ªsica de los humanos al clima es m¨¢s lenta. La adaptaci¨®n a trav¨¦s del comportamiento es m¨¢s r¨¢pida y m¨¢s flexible que la biol¨®gica. Los seres humanos somos el summum de la capacidad de adaptaci¨®n, y prosperamos casi en cualquier nicho ecol¨®gico posible.
Laura Buck es profesora ayudante de Antropolog¨ªa Evolutiva de la Universidad John Moores de Liverpool.
Kyoko Yamaguchi es profesora titular de Gen¨¦tica Humana de la Universidad John Moores de Liverpool.
Este art¨ªculo fue originalmente publicado en The Conversation.
Traducci¨®n de NewsClips
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