?En qu¨¦ condiciones se vuelven violentas las personas con un trastorno mental?
Considerar enfermas mentales a las personas violentas como supone una premisa que condena a inocentes con problemas psicopatol¨®gicos e indulta a culpables que est¨¢n mentalmente sanas
La violencia constituye actualmente un problema de salud p¨²blica y recae adem¨¢s con frecuencia sobre los miembros m¨¢s vulnerables de la comunidad, como los menores y las mujeres. Una sociedad bien organizada otorga a las personas, mediante la socializaci¨®n familiar y escolar y la adquisici¨®n de una conciencia moral, mecanismos de integraci¨®...
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La violencia constituye actualmente un problema de salud p¨²blica y recae adem¨¢s con frecuencia sobre los miembros m¨¢s vulnerables de la comunidad, como los menores y las mujeres. Una sociedad bien organizada otorga a las personas, mediante la socializaci¨®n familiar y escolar y la adquisici¨®n de una conciencia moral, mecanismos de integraci¨®n y lazos afectivos con los dem¨¢s seres humanos que los protegen de implicarse en relaciones destructivas.
La empat¨ªa, a modo de mandamiento biol¨®gico natural, es el inhibidor m¨¢s potente contra la violencia y la crueldad. Por desgracia, hay algunos seres humanos que carecen de esta capacidad emp¨¢tica para reaccionar positivamente ante las expresiones de miedo o de dolor expresadas por otras personas y no cuentan con un freno de mano para regular sus tendencias destructivas, sin que tampoco expresen un malestar emocional (la culpa) por el da?o infligido.
La conducta violenta es el resultado de la interacci¨®n concreta de variables individuales y de factores situacionales. Los autores de comportamientos destructivos tienen habitualmente personalidades antisociales, han sufrido la humillaci¨®n del maltrato f¨ªsico y han estado expuestos a la glorificaci¨®n de la violencia. En concreto, la ausencia de una figura paterna o de unas relaciones de apego seguras propicia la adquisici¨®n de una baja autoestima y dificulta la capacidad de autocontrol para aprender a modular los impulsos agresivos. Las personas que han tenido estos problemas en la infancia no desarrollan una empat¨ªa hacia el sufrimiento humano, pueden mostrarse emocionalmente insensibles con los dem¨¢s y tienden a cometer actos violentos, especialmente si recurren al alcohol y a las drogas.
La influencia de compa?eros violentos o el visionado habitual de videojuegos violentos es importante, sobre todo cuando el nivel intelectual es bajo, los sujetos tienen una personalidad dependiente y han interiorizado deficientemente los valores normativos en la familia y en la escuela. En suma, los j¨®venes violentos han desarrollado a partir de su entorno familiar, o pr¨®ximo, una estrategia de control de la conducta de los dem¨¢s basada en el recurso a la violencia; y han aprendido, tambi¨¦n, a volverse emocionalmente insensibles a sus efectos.
Hay veces en que la conducta violenta se expresa de una forma impulsiva, modulada por la ira, y otras en que esa violencia es planificada con frialdad emocional y obedece a la consecuci¨®n de un objetivo concreto (robo, sexo o venganza). Considerar a las personas violentas como enfermos mentales supone una premisa que condena a inocentes e indulta a culpables, porque se estigmatiza a personas con un trastorno mental que no han hecho, ni har¨¢n, ning¨²n mal; y se considera irresponsables a personas sanas mentalmente que s¨ª lo hicieron. Confundir maldad con enfermedad es un error. La psiquiatrizaci¨®n del mal ni es ni debe ser la respuesta.
A pesar de la alarma social suscitada, la mayor¨ªa de las personas afectadas por un trastorno mental no son violentas. Sin embargo, hay pacientes que no est¨¢n en tratamiento (o lo han abandonado) y que pueden adoptar conductas violentas. Cuando la interpretaci¨®n del entorno es defectuosa como consecuencia de ideas delirantes o de alucinaciones, la realidad externa puede ser percibida como una amenaza y se puede reaccionar de manera desproporcionada, con miedo intenso o con violencia extrema.
Delirios, alucinaciones, alcohol y drogas
Algunas personas con un trastorno psic¨®tico llegan a perder el contacto con la realidad y pueden atribuir a los dem¨¢s actitudes o intenciones hostiles. En estos casos, los pacientes viven bajo el yugo de una realidad imaginaria en la que las ideas delirantes (persecutorias o de celos), o las alucinaciones auditivas amenazantes, dominan la voluntad de quienes las padecen y coartan su libertad. El mayor riesgo, en estas personas, se da en el momento de producirse el episodio psic¨®tico o cuando el trastorno no est¨¢ diagnosticado. Si los pacientes no reconocen el trastorno, abandonan la medicaci¨®n, consumen alcohol o drogas y carecen de un apoyo familiar, social o comunitario (la marginaci¨®n social es un riesgo en s¨ª mismo), la probabilidad de conductas violentas aumenta considerablemente. Pero son estas circunstancias, m¨¢s que el trastorno en s¨ª mismo, las que facilitan su implicaci¨®n en comportamientos destructivos.
Si las personas que padecen un trastorno mental grave se descompensan, pueden recurrir a la violencia cuando se sienten amenazadas f¨ªsicamente (violencia como defensa), despreciadas (violencia como autoafirmaci¨®n) o tratadas de forma injusta (violencia como venganza). En estos casos, la conducta violenta es un intento de regular estados emocionales internos muy negativos (la humillaci¨®n, por ejemplo) y constituye una forma de hacer frente a unas alucinaciones o ideas delirantes que pueden resultar abrumadoras. No obstante, las personas con un trastorno psic¨®tico no son especialmente violentas. En todo caso, es m¨¢s probable que tiendan a hacerse da?o a s¨ª mismas o a suicidarse, sobre todo si abandonan el tratamiento.
A su vez, las adicciones ¡ªespecialmente el abuso y la dependencia de alcohol y de drogas¡ª constituyen un factor de riesgo para la violencia, pero hay muchas circunstancias mediadoras. Ni todos los que beben mucho son violentos, ni la violencia se ejerce de forma indiscriminada, sino solo sobre las v¨ªctimas m¨¢s vulnerables. El abuso de alcohol es peligroso en aquellos sujetos que ya tienen el ¨¢nimo predispuesto para agredir. Las actitudes previas de hostilidad y el efecto predisponente de una personalidad impulsiva o con otro trastorno mental modulan la respuesta violenta inducida por las sustancias psicoactivas, que puede surgir de forma brusca, imprevista y sin relaci¨®n con la v¨ªctima. En realidad, los trastornos mentales y el abuso de drogas constituyen un c¨®ctel explosivo.
Factores de riesgo y anticipaci¨®n
El riesgo se acent¨²a si hay un consumo conjunto de alcohol y drogas estimulantes, como la coca¨ªna, las anfetaminas o el ¨¦xtasis. En estos casos se facilita la implicaci¨®n en conductas violentas porque pueden desencadenarse en los sujetos actitudes de desconfianza extrema, o ideas persecutorias o amenazantes, que generan un profundo malestar emocional contra quienes los rodean.
Muchas personas violentas no presentan un trastorno mental ¡ªes decir, no tienen disfunciones cognitivas ni volitivas relevantes¡ª, pero muestran alteraciones de la personalidad (de tipo psicop¨¢tico, paranoide o narcisista), carecen de empat¨ªa y de tolerancia a la frustraci¨®n, no se sienten valoradas por los dem¨¢s, les fascina la violencia, son impulsivas y necesitan implicarse en experiencias excitantes.
Las conductas violentas, como los cambios atmosf¨¦ricos, no son f¨¢ciles de predecir. Una vez que ha surgido el primer episodio de violencia, la probabilidad de nuevos episodios aumenta considerablemente. Por tanto, cuanto mayor y m¨¢s reciente es el historial de agresiones, mayor es la probabilidad de utilizar la violencia como una forma de relaci¨®n interpersonal. En general, lo que mejor predice la violencia futura es haber desarrollado conductas violentas anteriores, abusar del alcohol o de las drogas, contar con armas y tener problemas psicopatol¨®gicos, como psicopat¨ªa, esquizofrenia o trastorno delirante, sobre todo cuando no se ha establecido (o se ha abandonado) un tratamiento m¨¦dico o psicol¨®gico.
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