El poderoso potencial de la dieta en el c¨¢ncer: puede alimentarlo, privarlo de nutrientes o modular el sistema inmune para combatirlo
La ciencia estudia el papel de la nutrici¨®n como una herramienta terap¨¦utica para prevenir tumores u optimizar la respuesta a los tratamientos oncol¨®gicos
La alimentaci¨®n puede ser un arma de doble filo que juegue a favor o en contra de la progresi¨®n del c¨¢ncer. Est¨¢ claro, por ejemplo, que las c¨¦lulas tumorales tienen especial apetencia por la glucosa. O que una dieta sana y equilibrada contribuye a prevenir un tercio de los tumores m¨¢s frecuentes. Pero la ciencia todav¨ªa no ha terminado de desenredar esa enrevesada telara?a de encuentros y desencuentros que une la alimentaci¨®n y el c¨¢ncer. Los hallazgos de los ¨²ltimos a?os, eso s¨ª, esbozan cada vez con m¨¢s nitidez el poderoso potencial de la dieta como estrategia para ayudar a combatir los tumores y los cient¨ªficos se afanan en descifrar ese rompecabezas: la nutrici¨®n no va a curar la enfermedad, pero s¨ª puede ayudar a optimizar la respuesta a los tratamientos, auguran los expertos.
La dieta influye en el metabolismo del c¨¢ncer, pero tambi¨¦n impacta en otras ¨¢reas claves para la supervivencia y progresi¨®n del tumor, cuenta Nabil Djouder, director del grupo de Factores de Crecimiento, Nutrientes y C¨¢ncer del Centro Nacional de Investigaciones Oncol¨®gicas (CNIO): ¡°Influye en el metabolismo de las c¨¦lulas tumorales de manera positiva y negativa porque mantener el crecimiento exagerado de la c¨¦lula requiere una gran cantidad de necesidades energ¨¦ticas. Pero tambi¨¦n hay diferentes dietas que pueden influir en otras partes del microambiente tumoral, como la inflamaci¨®n o el sistema inmune¡±. Los investigadores est¨¢n intentando poner orden a todo el puzle metab¨®lico y entender qu¨¦ mol¨¦culas interfieren, positiva o negativamente, en cada caso y c¨®mo lo hacen, para buscar potenciales estrategias que jueguen a favor del paciente.
De entrada, y a prop¨®sito del metabolismo del propio c¨¢ncer, las c¨¦lulas tumorales, como las sanas, necesitan nutrientes para alimentarse y sobrevivir. Miguel Quintela, director del Programa de Investigaci¨®n Cl¨ªnica del CNIO e impulsor de una spin-off de nutrici¨®n oncol¨®gica personalizada, cuenta que ¡°no se ha encontrado ning¨²n nutriente que solo lo consuma el tumor¡±, pero s¨ª es cierto que las c¨¦lulas malas tienen sus particularidades: ¡°Tienen una gran adaptabilidad. Lo que se cre¨ªan desechos para otras c¨¦lulas, a las tumorales les vale. Captan todo, aunque tienen m¨¢s dependencia de glucosa que el tejido sano¡±, apunta.
Una de las l¨ªneas de investigaci¨®n en las que se vuelcan los cient¨ªficos es en intentar entender c¨®mo se alimentan las c¨¦lulas tumorales y de qu¨¦ manera se pueden traducir todos esos procesos metab¨®licos que se ven a escala molecular, en recomendaciones diet¨¦ticas a pie de consulta. Pero no es una tarea sencilla, avanza Gary Patti, investigador experto en metabolismo del c¨¢ncer de la Universidad de Washington en Sant Louis (EE UU): ¡°Los tumores necesitan ciertos nutrientes para crecer. Es interesante imaginar que se podr¨ªa mitigar la progresi¨®n de la enfermedad limitando el acceso del tumor a uno o m¨¢s de ellos y una forma de hacerlo podr¨ªa ser a trav¨¦s de la dieta. La complicaci¨®n es que la conexi¨®n entre la dieta y el c¨¢ncer a¨²n no se entiende bien. Es probable que dependa de una serie de factores complejos, como la gen¨¦tica, el tipo de c¨¢ncer, el tratamiento farmacol¨®gico, etc. Se necesita mucha m¨¢s investigaci¨®n¡±.
Precisamente, este cient¨ªfico acaba de publicar en la revista Nature una investigaci¨®n en la que describe, en modelos animales, c¨®mo el h¨ªgado convierte la fructosa en l¨ªpidos que sirven de combustible a las c¨¦lulas tumorales. Esto revela que, aunque por s¨ª solas las c¨¦lulas malignas no puedan metabolizar bien un nutriente, como les sucede con la fructosa, podr¨ªan acabar aprovech¨¢ndose de ¨¦l igualmente a trav¨¦s de otros mecanismos del cuerpo. ¡°Involucrar un ¨®rgano a millones de c¨¦lulas de distancia de este proceso es llamativo. Un proceso fisiol¨®gico normal del h¨ªgado condiciona el comportamiento del tumor y lo provee de energ¨ªa¡±, valora Alejo Efey¨¢n, jefe del Grupo de Metabolismo y Se?alizaci¨®n Celular del CNIO, que no ha participado en este estudio.
El hallazgo, lejos de tener una traducci¨®n clara en la pr¨¢ctica cl¨ªnica, desvela otro grado m¨¢s de complejidad en los mecanismos de las c¨¦lulas tumorales para alimentarse. ¡°Se puede pensar que las c¨¦lulas tumorales quieren el nutriente x, por lo que un paciente con c¨¢ncer no deber¨ªa comerlo. O que las c¨¦lulas tumorales no pueden utilizar el nutriente y, por lo que est¨¢ bien que los pacientes con c¨¢ncer lo coman. Pero nuestros hallazgos subrayan que esta forma de pensar es demasiado simplista. Las c¨¦lulas tumorales no pueden utilizar la fructosa directamente, pero cuando los ratones la consumen en su dieta, sigue promoviendo el crecimiento del tumor porque el h¨ªgado convierte la fructosa en otros nutrientes que el tumor necesita¡±, explica Patti en una respuesta por correo electr¨®nico.
El cient¨ªfico matiza que sus investigaciones entran dentro de la categor¨ªa de ciencia b¨¢sica. Son estudios en modelos animales y de ah¨ª a los humanos hay un trecho antes de poder hacer recomendaciones definitivas a los pacientes.
Nutrici¨®n de precisi¨®n
La alimentaci¨®n de los humanos es mucho m¨¢s compleja, coincide Quintela: ¡°Lo que se ve en un estudio en ratones no quiere decir que sea exactamente igual en humanos. Y las intervenciones nutricionales, en la vida real, tampoco van a estar nunca aisladas porque el humano toma comida, no nutrientes por separado. Los planes diet¨¦ticos requieren precisi¨®n y deben ser personalizados para cada paciente y su tumor¡±. De hecho, si bien el consumo excesivo de fructosa se ha relacionado con el desarrollo de numerosas enfermedades y los estudios de Patti respaldan que el c¨¢ncer tambi¨¦n es una de ellas, no se puede interpretar de estos datos que haya que eliminar completamente la fructosa de la dieta, apunta el investigador de la Universidad de Washington: ¡°La fructosa est¨¢ presente de forma natural en alimentos como frutas y verduras. Pero es poco probable que esta peque?a cantidad suponga un gran problema. Lo que estudiamos en nuestro trabajo son dietas con cantidades excesivas de fructosa¡±.
La ciencia est¨¢ avanzando, pero la interacci¨®n entre dieta y c¨¢ncer todav¨ªa no se comprende con precisi¨®n, admite Efey¨¢n: ¡°El objetivo es intentar entender las necesidades metab¨®licas de cada tumor para poder intervenir. Son procesos complejos, pero si podemos diseccionar molecularmente qu¨¦ est¨¢ pasando, podemos ir poni¨¦ndole freno¡±. Los investigadores tambi¨¦n saben que, aparte de la nutrici¨®n celular, hay otros mecanismos, como la resistencia a la insulina o la respuesta al estr¨¦s oxidativo, que est¨¢n influenciados por la dieta. Y tambi¨¦n hay v¨ªas vinculadas con el crecimiento del c¨¢ncer que est¨¢n moduladas por hormonas sensibles a determinados nutrientes.
Por lo pronto, en la pr¨¢ctica, de toda esa investigaci¨®n a escala molecular, una evidencia que subyace es que las recomendaciones diet¨¦ticas que se dan en la prevenci¨®n del c¨¢ncer valen tambi¨¦n cuando ya hay un diagn¨®stico de c¨¢ncer, apunta Joan Albanell, jefe de Oncolog¨ªa del Hospital del Mar de Barcelona: ¡°Lo que se recomienda es una dieta lo m¨¢s mediterr¨¢nea posible. En tumores precoces, recomendamos dieta saludable porque podr¨ªa ayudar a reducir el riesgo de reca¨ªda en determinados tumores. Una dieta sana reduce el estr¨¦s metab¨®lico y la producci¨®n de residuos potencialmente t¨®xicos para la c¨¦lula¡±.
Las dietas ricas en grasas pueden promocionar la proliferaci¨®n tumoral¡±Nabil Djouder, director del grupo de Factores de Crecimiento, Nutrientes y C¨¢ncer del Centro Nacional de Investigaciones Oncol¨®gicas
La epidemi¨®loga Marta Crous, de la Unidad de Nutrici¨®n y C¨¢ncer del Instituto Catal¨¢n de Oncolog¨ªa (ICO), coincide en este extremo: ¡°Hay componentes de la dieta que puede mejorar el pron¨®stico, determinados patrones de dieta que mejoran la supervivencia de algunos tumores, por ejemplo, en c¨¢ncer de mama, colon, endometrio o gastrointestinales¡±. De la misma manera, hay otras dietas que son completamente desfavorables, abunda Nabil Djouder, del CNIO: ¡°Las dietas ricas en grasas pueden promocionar la proliferaci¨®n tumoral. Tambi¨¦n hay teor¨ªas que se?alan que una dieta baja en az¨²cares priva a las c¨¦lulas tumorales de energ¨ªa, pero yo no lo creo porque las c¨¦lulas malignas tienen formas de adaptarse y buscar otras maneras de encontrar combustible¡±, ejemplifica.
Djouder destaca que la dieta cetog¨¦nica (baja en carbohidratos, moderada en prote¨ªnas y alta en grasas), el ayuno intermitente (acotar el horario de comida) y la restricci¨®n cal¨®rica (limitar las calor¨ªas que se ingieren) son estrategias que podr¨ªan mediar de forma favorable en la evoluci¨®n del c¨¢ncer, pero admite que los mecanismos de acci¨®n precisos que generan este efecto todav¨ªa no se entienden con claridad. ¡°La inmunoterapia funciona mejor con dieta cetog¨¦nica y el ayuno intermitente protege las c¨¦lulas sanas de la inmunoterapia. Est¨¢ ampliamente estudiado en animales, pero en humanos hay pocos datos¡±, apunta el cient¨ªfico. En este sentido, una revisi¨®n de investigadores espa?oles publicada el pasado abril concluy¨® que el ayuno y estrategias similares ¡°pueden matar c¨¦lulas cancerosas o sensibilizarlas a la actividad antitumoral de los medicamentos est¨¢ndar, al tiempo que protegen a las c¨¦lulas normales contra sus efectos secundarios t¨®xicos¡±.
?Matar el tumor de hambre?
Con algunos tipos de dieta, como el ayuno, pulula la idea te¨®rica de matar de hambre al tumor, pero llevar eso a la pr¨¢ctica es dif¨ªcil, admite Patti: ¡°En primer lugar, tenemos que averiguar c¨®mo matar de hambre al tumor pero no a otros tejidos sanos del cuerpo. En segundo lugar, el hecho de que no consumamos un nutriente no significa que el tumor no tenga acceso a ¨¦l. Como demuestra nuestro estudio, una sustancia qu¨ªmica de la dieta puede ser convertida en otros nutrientes por los tejidos sanos, que posteriormente pueden alimentar a los tumores¡±. Crous defiende que, m¨¢s que matar de hambre al tumor, lo que hay que hacer es ¡°no dar combustible¡± de m¨¢s: ¡°Lo que hay que hacer es darle menos excusas para crecer, que no tenga lo que necesita para crecer¡±.
Una revisi¨®n cient¨ªfica de Djouner y su equipo concluye que algunas intervenciones diet¨¦ticas tienen ¡°una poderosa capacidad para alterar el metabolismo y el crecimiento, desarrollo y respuesta terap¨¦utica del tumor¡±, pero la comprensi¨®n limitada de los mecanismos que explican el efecto de dietas como el ayuno intermitente o la cetog¨¦nica, complican su traslaci¨®n a la vida real. Tampoco ayuda que los estudios, a menudo, incluyan pacientes con perfiles metab¨®licos y tumores heterog¨¦neos, una diversidad que puede ¡°oscurecer¡±, dice la revisi¨®n, la eficacia de las terapias nutricionales.
¡°Estamos estudiando c¨®mo la dieta puede influir en la met¨¢stasis, pero es importante entender los mecanismos de acci¨®n para poder actuar porque decirle a un paciente que haga ayuno o dieta cetog¨¦nica es dif¨ªcil. Yo no creo que [el efecto positivo] sea porque se trate de dietas bajas en az¨²cares o por privaci¨®n de glucosa. Creo que influye el sistema inmune. Hay un denominador com¨²n que act¨²a de forma similar en estas tres dietas y hay metabolitos que est¨¢n influyendo¡±, reflexiona Djouner.
La clave del microbioma
Efey¨¢n coincide en el papel fundamental de la dieta para modular el sistema inmune y agrega un actor m¨¢s en este complejo entramado: el microbioma, que es ese ecosistema de microorganismos que puebla el intestino y ayuda a regular numerosas funciones org¨¢nicas: ¡°La dieta influye de forma determinante sobre el sistema inmune a trav¨¦s de la modulaci¨®n del microbioma y la producci¨®n de determinados metabolitos en bacterias que tienen efectos en el sistema inmune¡±. Ya hay estudios que apuntan a que el microbioma puede, por ejemplo, influir en la eficacia de la inmunoterapia.
Crous pone tambi¨¦n el foco en nuestro universo microbiano y recuerda que ¡°cuanto m¨¢s variado mejor¡±: ¡°La dieta puede ayudarnos a tener esa biodiversidad adecuada. El microbioma puede tener efectos sobre el riesgo, progresi¨®n y respuesta en el c¨¢ncer. Por ejemplo, al absorber carcin¨®genos o al modular reacciones inflamatorias y de estr¨¦s oxidativo¡±. La investigadora del ICO a?ade otra variable m¨¢s a la mara?a de hilos que enlazan dieta y c¨¢ncer: la crononutrici¨®n, el cu¨¢ndo se come. ¡°La dieta baja en calor¨ªas act¨²a de forma diferente por la noche y por el d¨ªa. Hay que entender cu¨¢l es el mejor momento, por ejemplo, para hacer ayuno intermitente. Puede ser m¨¢s eficiente si respetamos los cronotipos¡±.
Si en algo coinciden los cient¨ªficos consultados es en la enorme complejidad de las interacciones entre dieta y c¨¢ncer. Pero tampoco dudan del potencial de la nutrici¨®n como una parte fundamental en el abordaje de los tumores. ¡°Nos falta saber qui¨¦nes son los principales actores y qu¨¦ papel juegan en la progresi¨®n de la enfermedad¡±, asume Crous. Efey¨¢n se?ala los retos: ¡°A nivel terap¨¦utico, estamos lejos de una dieta personalizada para el c¨¢ncer. Tenemos que encontrar f¨¢rmacos selectivos que no da?en las c¨¦lulas normales, pero s¨ª tengan efectos metab¨®licos contundentes contra las c¨¦lulas tumorales. La dieta no va a ser la medicina, pero va a ayudar a la medicina¡±.