Las aventuras de una astr¨®noma de soporte
El trabajo de las personas que llevan a cabo las observaciones en los telescopios
Ya empezamos mal con el nombre, astr¨®noma de soporte, del ingl¨¦s, support astronomer, que no es el astr¨®nomo que soporta, sino el que da apoyo. Deber¨ªamos en espa?ol llamarnos astr¨®nomos de apoyo. Pero bueno, sutilezas ling¨¹¨ªsticas aparte, ?qu¨¦ es un astr¨®nomo de soporte? Pues ni m¨¢s ni menos que las personas que operan los telescopios. La cosa funciona de la siguiente manera: un astrof¨ªsico necesita tomar ciertos datos para llevar a cabo su investigaci¨®n. Igual que los bioqu¨ªmicos en sus laboratorios o los f¨ªsicos de part¨ªculas en sus aceleradores, los astrof¨ªsicos toman sus datos en los telescopios.
Aunque la comunidad astrof¨ªsica mundial no es muy numerosa, se pueden contar unos pocos miles de astrof¨ªsicos profesionales en el mundo (unos centenares en Espa?a), el n¨²mero de telescopios punteros, competitivos, no es muy grande. As¨ª que hay mucha demanda.
Cada minuto de observaci¨®n de los grandes telescopios es muy preciado por la comunidad astrof¨ªsica
Un investigador procede a presentar una propuesta de observaci¨®n en la que pide el tiempo de telescopio que necesita y justifica por qu¨¦, as¨ª como los resultados cient¨ªficos que va a poder obtener con ello. Compite con otras muchas propuestas, y puede o no obtener el tiempo de observaci¨®n solicitado. As¨ª que cada minuto de observaci¨®n de los grandes telescopios es muy preciado, muy preciado por la comunidad astrof¨ªsica por lo que cuesta conseguirlo, y muy valioso en s¨ª mismo por lo vasto del objetivo.
De lo que vive el astrof¨ªsico
Imag¨ªnense, s¨®lo en nuestra galaxia se estima que viven cientos de miles de millones de estrellas. Pero nuestra galaxia es s¨®lo una, una entre quiz¨¢ cientos de billones de galaxias en todo el universo. Si todav¨ªa no se han mareado con los n¨²meros, traten ahora de multiplicarlos y adem¨¢s consideren que no s¨®lo de estrellas y galaxias vive el astrof¨ªsico, no, tambi¨¦n nos interesan los planetas, las nubes moleculares, las enanas marrones, el medio interestelar, la materia oscura, los agujeros negros, las lentes gravitatorias... vamos, que el objetivo de la Astrof¨ªsica es inmenso, conocer lo que hay ah¨ª fuera es tarea inconmensurable y se hace gotita a gotita cada noche de observaci¨®n.
As¨ª que vean ustedes hasta qu¨¦ punto el trabajo del astr¨®nomo de soporte puede ser estresante. Cada minuto perdido puede provocar no solo la c¨®lera del investigador que lo posee, sino que el avance de la Astrof¨ªsica se retrase.
Cuando las condiciones meteorol¨®gicas no permiten abrir el telescopio, porque llueve o nieva o hay alg¨²n problema t¨¦cnico del que el astr¨®nomo de soporte no es responsable (las cuestiones m¨¢s t¨¦cnicas de los telescopios est¨¢n siempre en manos de los ingenieros y los t¨¦cnicos) uno puede irse tranquilo a la cama a pesar de que esos preciados minutos se hayan perdido. Pero cuando uno no termina de ganarle la batalla al sue?o o a la altura o a la sequedad del ambiente, y el cerebro comienza a ralentizarse y a cometer errores, la tensi¨®n est¨¢ servida.
Ideales para telescopios pero inh¨®spitas
Porque claro, las monta?as altas y secas, sobre todo en islas planas, son ideales para albergar telescopios, pero bastante inh¨®spitas para vivir en ellas. Cuanto m¨¢s alto coloques el telescopio menos atm¨®sfera tiene que atravesar la luz hasta llegar a ¨¦l, y menos luz se pierde en el camino. As¨ª que pocos telescopios se sit¨²an por debajo de los 1.800-2.000 m de altitud. A esas alturas la cantidad de ox¨ªgeno en el aire es considerablemente menor, el nivel de humedad es habitualmente muy bajo, con la consiguiente incomodidad para las v¨ªas respiratorias y la piel, y el cerebro, tan complejo y tan sensible, no funciona igual.
Es cierto que cuando te toca trabajar m¨¢s de 2 o 3 d¨ªas seguidos en estas condiciones notas como te vas aclimatando, el rendimiento mejora y la incomodidad va desapareciendo. Pero la primera noche es mortal.
Uno viene de su despacho o de su casa, donde lleva unos d¨ªas o con suerte unas semanas, haciendo vida diurna normal, despierto de d¨ªa y dormido de noche. As¨ª que a eso de la una o las dos de la madrugada el cuerpo se extra?a no solo de no estar durmiendo, sino de encima estar trabajando, y te manda se?alas que dicen: ?pero qu¨¦ haces? anda, v¨¢monos a dormir... y t¨² le respondes: hoy no podemos ?recuerdas? tenemos noche de servicio y tenemos que pasarla trabajando.
El segundo baj¨®n
As¨ª es, la noche entera trabajando. El segundo baj¨®n viene a eso de las cinco; a esa hora el cerebro ya solo puede llevar a cabo tareas mec¨¢nicas, est¨¢ cansado y s¨®lo da para m¨ªnimos, y el cuerpo, m¨¢s cansado todav¨ªa, comienza a tener ese fr¨ªo intenso que cala hasta los huesos ... Este segundo baj¨®n tarda un poco m¨¢s en irse. Y para cuando sale el sol y terminas de trabajar apenas tienes ganas de bajarte a la residencia a desayunar y meterte en la cama para descansar y rendir la noche siguiente.
Lo que a uno realmente le apetece es celebrar la pelea ganada a la rutina, el trabajo bien hecho a pesar de las dificultades y, sobre todo, disfrutar de la extraordinaria belleza de los amaneceres desde estas privilegiadas aunque inh¨®spitas atalayas del universo.
Charo Villamariz Cid es colaboradora del Instituto de Astrof¨ªsica de Canarias y estudiante del departamento de F¨ªsica Te¨®rica de la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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