Josep Baselga, la ca¨ªda del doctor milagro
Un conflicto de intereses con las farmac¨¦uticas oscurece al prestigioso onc¨®logo
Josep Baselga naci¨® en Barcelona el 3 de julio de 1959. Quiere decirse que su signo del zodiaco es C¨¢ncer. Y que la casualidad o la providencia de semejante advocaci¨®n acaso predispuso la vocaci¨®n y la misi¨®n, m¨¢s all¨¢ de identificarlo con algunos rasgos del signo relacionados con las contradicciones, solitarios y emp¨¢ticos a la vez, sabios, tercos e intuitivos. Y misteriosos respecto al modo en que son y a la forma en que se presentan, aunque puede que este retrato de urgencia le resulte al eminente doctor verborrea esot¨¦rica y supersticiosa, especialmente desde la posici¨®n de autoridad cient¨ªfica que desempe?aba hasta hoy en el Memorial Sloan Kettering de Nueva York.
Es all¨ª donde emprendi¨® la batalla gigantista contra el c¨¢ncer ¡ª¡°la ciencia acabar¨¢ con ¨¦l¡±¡ª y donde ejerc¨ªa el papel de demiurgo. No ya como doctor en jefe de 1.000 m¨¦dicos o como referencia jer¨¢rquica de 14.000 empleados, sino como depositario de la incertidumbre de much¨ªsimos pacientes. Acud¨ªan al ¡°templo de la salud¡± neoyorquino por la notoriedad medi¨¢tica de Baselga, por su carisma de sanador y porque las estad¨ªsticas de supervivencia all¨ª registradas mejoran en un 30% el balance de otros reputados centros occidentales.
Las excusas del cient¨ªfico no le han salvado la cabeza. Reconoc¨ªa haber sido ¡°inconsistente¡± en su obligaci¨®n de revelar sus v¨ªnculos con Roche
El estrellato que disfrutaba y ejerc¨ªa explica su amistad con Barack Obama y justifica la popularidad de sus pacientes, pero tambi¨¦n ha adquirido un papel multiplicador en el esc¨¢ndalo de conflicto de intereses que publicaba The New York Times a prop¨®sito de su relaci¨®n con las multinacionales farmac¨¦uticas. Una de ellas, Roche, le habr¨ªa remunerado con m¨¢s de tres millones de euros. Y por la misma raz¨®n, podr¨ªa haber influido en las conclusiones optimistas de algunos tratamientos destinados a generalizarse terap¨¦uticamente.
Ha impresionado la noticia a la comunidad cient¨ªfica. No solo por la reputaci¨®n universal de Jos¨¦ Baselga, constre?ido a dimitir de su imponente jefatura medica, sino porque la implicaci¨®n del m¨¦dico catal¨¢n estimula las conexiones perversas entre la industria farmac¨¦utica y la profesi¨®n m¨¦dica. Se han extremado los protocolos que identifican y castigan la connivencia, pero el?esc¨¢ndalo Baselga sobrentiende un retroceso en la transparencia y el escr¨²pulo hipocr¨¢tico. De hecho, el art¨ªculo incendiario en The New York Times reprochaba al cient¨ªfico haber ocultado en sus trabajos cient¨ªficos su vinculaci¨®n pecuniaria a las compa?¨ªas y haberse sustra¨ªdo a los criterios deontol¨®gicos elementales, m¨¢s todav¨ªa cuando en algunos estudios se exageraban las cualidades curativas de los f¨¢rmacos anticancer¨ªgenos.
Las excusas del doctor no le han salvado la cabeza. Reconoc¨ªa haber sido ¡°inconsistente¡± en su obligaci¨®n de revelar sus v¨ªnculos con Roche y otras compa?¨ªas concernidas en sus publicaciones ¡ªlos ocult¨® en al menos 17 art¨ªculos comprometedores¡ª, pero subordinaba el desliz a su implicaci¨®n en una causa suprema: ¡°Pas¨¦ mi carrera cuidando pacientes con c¨¢ncer y trayendo nuevas terapias a la cl¨ªnica con el objetivo de salvar vidas, todo lo sucedido est¨¢ muy lejos de comprometer mis responsabilidades como m¨¦dico, cient¨ªfico y l¨ªder cl¨ªnico¡±.
No le corresponde a Baselga proclamar su sentencia absolutoria. Y s¨ª es descriptivo su lenguaje de la megaloman¨ªa que le observan y reprochan sus allegados. Tiene fama de tirano, de egoc¨¦ntrico, de figura mesi¨¢nica, pero tambi¨¦n se le reconoce un¨¢nimemente la brillantez, el carisma, la erudici¨®n y las capacidades comunicativas, tanto para divulgar su mensaje como para recaudar fondos y empatizar con los pacientes en situaci¨®n de congoja. ¡°No quiero a los m¨¦dicos que comuniquen mal, conced¨ªa hace unos meses. ¡°La parte humana es clave. Si t¨² eres bueno pero incapaz de comunicarte con los pacientes, ?qu¨¦ poder tienes?¡±.
Y no es que Jos¨¦ Baselga se exhiba como un cham¨¢n milagrero en la gran tribu urbanita, representa m¨¢s bien la vanguardia de la investigaci¨®n cient¨ªfica en el umbral de los nuevos hallazgos. Muchos de ellos est¨¢n localizados en la decodificaci¨®n del genoma y en los tratamientos que atacan de manera precisa a los genes causantes del c¨¢ncer, pero Baselga tambi¨¦n ha explorado el territorio del big data y las fronteras de la inteligencia artificial, una alianza de humanos y m¨¢quinas que proporciona a los primeros el privilegio de las decisiones y que atribuye a las segundas la capacidad de integrar y relacionar la informaci¨®n como estrategia a una enfermedad expansiva: tanto se ha mejorado la esperanza de vida como la esperanza de vida ha predispuesto la multiplicaci¨®n de m¨¢s casos en la poblaci¨®n.
La paradoja explica que Baselga se relamiera en su papel de ¡°l¨ªder cl¨ªnico¡±. Ha sido tradici¨®n de los hombres suplantar a los dioses y robarles el fuego, pero todo el esfuerzo que el?doctor estrella ha realizado en su lucha contra el mal y las fuerzas tumorales se resiente ahora de un grave problema de credibilidad. El conflicto de intereses amenaza el prestigio del galeno, puede ahuyentar a los mecenas, sobrecoge a la comunidad cient¨ªfica, incluso implica un bald¨®n a una trayectoria apabullante cuyo origen se remonta a su licenciatura en la Aut¨®noma de Barcelona.
Perfecto parec¨ªa Baselga en sus connotaciones de superh¨¦roe: el calor del m¨¦dico de cabecera latino y el sentido de la responsabilidad anglosajona
El cardi¨®logo Valent¨ªn Fuster advirti¨® su talento y le recomend¨® completar los estudios en Nueva York. No sab¨ªa entonces Baselga que iba a desempe?ar un papel trasatl¨¢ntico de ida y vuelta, pues tanto ha desarrollado su carrera en Espa?a (servicio de Oncolog¨ªa del Valle Hebr¨®n) como la ha prolongado en la ¨¦lite de los centros americanos. La Universidad de Harvard lo sedujo en 2013 para dirigir la unidad oncol¨®gica del Massachusetts General Hospital, aunque fue el Memorial Sloan Kettering de Nueva York la cima de su?cursus hon¨®rum, en cuanto a medios, presupuesto (2.200 millones), relevancia, resultados, repercusi¨®n cient¨ªfica y notoriedad medi¨¢tica. Es m¨¢s espartano su despacho en el Instituto Oncol¨®gico que lleva su propio apellido en Barcelona. Identifica al autor y su obra. Est¨¢ empapelado de diplomas y concede un espacio a la intimidad con la foto de su mujer y sus cuatro hijos. Porque tiene una vida privada Baselga.
La aprovecha para jugar el tenis, hacer gimnasia y entregarse cuando puede a los libros de historia. Uno de sus favoritos es la biograf¨ªa que Ron Chernow escribi¨® sobre Alexander Hamilton, padre fundador de Estados Unidos y autor de un aforismo al que Baselga ha puesto el predicado: ¡°No puede esperarse un trabajo perfecto de un hombre imperfecto¡±.
Perfecto parec¨ªa Baselga en sus connotaciones de superh¨¦roe: el calor del m¨¦dico de cabecera latino y el sentido de la responsabilidad anglosajona, pero la f¨®rmula h¨ªbrida se ha resentido de la picaresca y ha precipitado sobre el doctor alado la maldici¨®n de ?caro.
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