Tenerife dice basta a los t¨²mulos de piedras levantados en sus playas
Ecologistas voluntarios retiran este s¨¢bado cientos de rocas en Playa Jard¨ªn, una costumbre que est¨¢ destruyendo el medioambiente de estas zonas.
Tenerife se ha hartado de los t¨²mulos que los ba?istas levantan en dos de sus playas, Jard¨ªn y El Beril. La costumbre de hacer estas torres con piedras en equilibrio ha convertido la costa en una postal ins¨®lita, no exenta de cierta belleza, pero maldita la gracia que le hace a los ecologistas esta moda, porque mover esas piedras de su enclave natural no trae m¨¢s que perjuicio a la flora y la fauna de la isla. Este s¨¢bado, un grupo de voluntarios se ha propuesto devolverlas a su sitio y dejar todo como estaba.
Esta plaga no es propia de las Canarias, pero estas dos playas de Tenerife tienen el r¨¦cord de estas esculturas ef¨ªmeras en toda Europa, con una extensi¨®n de 200 metros de largo por 150 de ancho de torretas que se levantan en una de sus explanadas laterales. Aunque en toda la costa espa?ola existen lugares en los que turistas y locales se empe?an en dejar su sello, como otros sepultan los puentes con candados, ¡°para ver algo parecido a lo de Tenerife hay que irse hasta Haw¨¢i, Aruba o las Islas Reuni¨®n¡±, explica Jaime Coello, jurista, divulgador ambiental y director de la Fundaci¨®n Telesforo Bravo-Juan Coello, la entidad que organiza el desmonte de piedras en Playa Jard¨ªn este s¨¢bado en colaboraci¨®n con el Ayuntamiento de Puerto de la Cruz y el Cabildo insular.
Estos t¨²mulos con los que antiguos pueblos remataban sus enterramientos han estado presentes en diferentes culturas y tradiciones espirituales del mundo entero, desde los cairn escoceses, creados para se?alar sus tumbas, a la costumbre zen con la que se simboliza la persona (la torre) y sus experiencias en la vida (las piedras). Pero hubo un hecho en 1987 que hizo que la pr¨¢ctica se popularizara. Fue ese a?o cuando se celebr¨® la llamada Convergencia Arm¨®nica, un evento de meditaci¨®n sincronizada con epicentro en la costa oeste de Estados Unidos que provoc¨® la proliferaci¨®n de torres de piedras entre sus participantes. A partir de ah¨ª se fueron extendiendo por todo el mundo, a lo que se sum¨® la moda de apilarlas sin otro motivo que el de conseguir su equilibrio sin ninguna clase de argamasa.
Las afecciones de estas torres al medio ambiente son m¨²ltiples. El decano del Colegio Oficial de Bi¨®logos de Canarias, Mat¨ªas Fonte, apunta, en primer lugar, la alteraci¨®n paisaj¨ªstica, ¡°una degradaci¨®n¡± que crece con la altura de la torre, por la sombra que produce y el peso que genera sobre el terreno. Pero sobre todo, ocasiona ¡°una p¨¦rdida de h¨¢bitat para animales y plantas, porque debajo de cada piedra hay todo un ecosistema de vertebrados e invertebrados, de bacterias, l¨ªquenes y hongos¡± que se ve perturbado cuando las levantan. Algunas de las especies animales m¨¢s afectadas son los burgados, lapas y cangrejos. En el caso de especies vegetales, las algas y los l¨ªquenes son las m¨¢s perjudicadas, seg¨²n Fonte.
Tambi¨¦n hay consecuencias geol¨®gicas. ¡°Mover las piedras de manera artificial resta informaci¨®n sobre el terreno en el que se asientan, porque las rocas son los libros en los que leemos la historia de la Tierra¡±, indica el catedr¨¢tico de Petrolog¨ªa y Geoqu¨ªmica de la Universidad de La Laguna, Ram¨®n Casillas. ¡°El hombre tiene que dejar huella all¨¢ por donde pasa¡±, se queja.
Llegar a Playa Jard¨ªn y enfrentarse a este paisaje construido produce una sensaci¨®n extra?a, quiz¨¢ como caminar entre cientos de cruces en un cementerio. Hasta esta performance construida con el paso de los a?os por visitantes de la localidad, llegan dos j¨®venes turistas. Uno de ellos, Henrik, de 19 a?os, pertrechado con su c¨¢mara de fotos: ¡°Este es un sitio especial donde se produce un bonito contraste entre las piedras levantadas por el hombre en primera l¨ªnea y el mar al fondo¡±, dice admirado. Descubri¨® el lugar casualmente cuando vino a ba?arse a la zona en d¨ªas anteriores, y ante la belleza que le transmiti¨® ¡ª¡°es arte¡±, afirma¡ª anuncia que ¡°probablemente¡± se anime a construir su propia torre.?
En El Beril, en Adeje, en la otra punta de la isla, Wilson, un joven de 34 a?os, est¨¢ en pleno proceso creativo. Logra concluir una torreta de algo m¨¢s de un metro de alto, haciendo alarde de un equilibro casi m¨¢gico. "Todos los d¨ªas viene gente a hacer torres¡±, dice. Wilson, adem¨¢s, les saca partido: junto a las otras cuatro que ha construido, ha elaborado adem¨¢s con arena de la playa una r¨¦plica de El Teide y un lagarto gigante a sus pies. Y se gana la vida con las monedas que los turistas le dejan al contemplar su creaci¨®n.
¡°Sin traumatismos ni patadas¡±
El trabajo de los voluntarios este s¨¢bado en Playa Jard¨ªn consistir¨¢ en volver a colocar las rocas en su sitio, (¡°sin traumatismos ni patadas¡±, especifica Coello, evitando afectar a la flora y fauna y a las propias piedras. Una vez se concluyan los trabajos esta costa, la idea es continuar m¨¢s adelante con la arena de El Beril, para lo que la Fundaci¨®n Telesforo Bravo est¨¢ recabando la colaboraci¨®n del Ayuntamiento de Adeje. Con el objetivo de impedir que se puedan reproducir los amontonamientos en ambos espacios, la fundaci¨®n solicitar¨¢ a las corporaciones locales la colocaci¨®n de paneles informativos que indiquen que se trata de una pr¨¢ctica prohibida de acuerdo con la Ley de Costas.
Internet y las redes sociales propiciaron, hace aproximadamente una d¨¦cada, un efecto multiplicador nunca visto antes. ¡°En Google Maps hay chinchetas que se?alan estos rincones como un atractivo al que acudir, y hay perfiles de Instagram que invitan a ir a ellos a pedir deseos y hacerse fotos¡±, lamenta Coello, quien resalta que no tienen nada que ver con las islas: ¡°Los turistas no lo saben, pero al ver las torres piensan que es una costumbre local y la imitan¡±.
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