Arcos y flechas contra la deforestaci¨®n de la Amazonia
EL PA?S inicia una serie que pone rostro a personas que luchan en todo el mundo por preservar el medio ambiente y mitigar el impacto del cambio clim¨¢tico. Comienza con este agricultor que coordina a 123 miembros de su comunidad que patrullan para proteger un territorio del tama?o de Cabo Verde
Para explicar d¨®nde vive, el brasile?o Olimpio Guajajara, de 44 a?os, echa mano al bolsillo. Saca el m¨®vil, abre una aplicaci¨®n y la pantalla muestra un cuadrado; dentro, unas llamas indican dos incendios activos. Son im¨¢genes obtenidas v¨ªa sat¨¦lite. Monitoreo con tecnolog¨ªa punta. Este agricultor est¨¢ en el frente m¨¢s duro de la batalla contra la deforestaci¨®n porque se encarga de la vigilancia sobre el terreno, que requiere destreza y es mucho m¨¢s peligrosa. Cuida de su tierra como antes hicieron sus padres, abuelos, bisabuelos y dem¨¢s antepasados. Pero adem¨¢s de los incendios de toda la vida, mucho m¨¢s voraces este verano, los enemigos se han multiplicado. Ahora son m¨¢s poderosos. El activista lidera a los guardianes del territorio ind¨ªgena Arariboia, 123 miembros de la tribu de los guajajara organizados para proteger lo que en los mapas es una isla verde de vegetaci¨®n en plena Amazonia rodeada de zonas deforestadas.
La deforestaci¨®n ha aumentado un 222% este agosto respecto al mismo mes de 2018 en la Amazonia brasile?a, seg¨²n el sistema de alertas del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales que alerta a los fiscalizadores. Ese incremento y el discurso del presidente, Jair Bolsonaro, que minusvalora el cambio clim¨¢tico, odia a las ONG y quiere autorizar explotaciones mineras en tierras ind¨ªgenas, han colocado la destrucci¨®n de los bosques en el centro del debate pol¨ªtico local e internacional. Algo que qued¨® claro en el G7 organizado por el presidente Emmanuel Macron en Francia. Para Bolsonaro es pura injerencia porque considera que la Amazonia solo ata?e a los brasile?os.
Los ind¨ªgenas como Guajajara son quienes mejor conocen y hacen un uso m¨¢s sabio, m¨¢s sostenible, de los bosques tropicales, que son una especie de aire acondicionado natural para refrescar un planeta cada vez m¨¢s c¨¢lido. Su presencia es clave para frenar el calentamiento global. ¡°Protegemos el pulm¨®n de la tierra¡±, explica el guardi¨¢n en la sede del Instituto Socioambiental de S?o Paulo, donde a finales de julio estuvo de visita para denunciar las amenazas que acechan. ¡°Antes lo hac¨ªamos a pie, ahora nos han donado varias motos¡±, cuenta. ?Llevan armas? ¡°No, no tenemos armas de guerra, tenemos arcos y flechas¡±. Los sat¨¦lites se complementan con armas ancestrales en esta guerra del siglo XXI contra la crisis clim¨¢tica.
Cuando se le pregunta por la extensi¨®n del territorio, es extremadamente preciso. ¡°Cubre 413.288,47 hect¨¢reas¡±, responde, recalcando hasta el ¨²ltimo n¨²mero. Del tama?o de la isla de Cabo Verde, queda en el rinc¨®n m¨¢s al este de la Amazonia brasile?a, en el estado de Maranh?o. All¨ª vive con su esposa, y seis de sus ocho hijos. Los dos mayores, un militar y una pedagoga, emigraron a la ciudad. La tierra Arariboia es el hogar de unas 5.300 personas, entre la tribu de los guajajara y sus vecinos, los aw¨¢ guaj¨¢, que suman solo unos 60 o 70. Poco se sabe de este otro grupo porque est¨¢n entre los pocos ind¨ªgenas no contactados que quedan en Brasil. Cuando los guajajara revelaron a los blancos que en aquel trocito de tierra hab¨ªa otra tribu, al principio no les creyeron. Pero s¨ª, all¨ª estaban y all¨ª siguen los aw¨¢ guaj¨¢. Han sido filmados por los guajajara pero no muestran ning¨²n inter¨¦s en interactuar con los ajenos a su comunidad. El guardi¨¢n considera que protegerlos a ellos y su modo de vida es tambi¨¦n parte de su misi¨®n. Lo explica de manera pausada en un portugu¨¦s que aprendi¨® despu¨¦s de su lengua materna, el tenetehara.
¡°La tierra est¨¢ siendo invadida por madereros¡±, explica, en busca del preciado material de antiqu¨ªsimos ¨¢rboles. ¡°Pero tambi¨¦n por traficantes de drogas, cazadores, pescadores¡¡±. Su otra gran queja es lo poco que el Estado se deja ver por aquellas tierras para fiscalizar, para asegurarse de que el lugar se protege como la ley exige. Y cuando detectan a un invasor no es f¨¢cil dar la alarma. All¨ª no funcionan los tel¨¦fonos ni Internet. Tampoco las radios.
Cuenta que despu¨¦s de tres a?os de gestiones ¡ªvivir en el bosque requiere enormes dosis de paciencia¡ª, por fin lograron embarcar este julio a un pu?ado de representantes institucionales en una operaci¨®n. Un batall¨®n de ocho polic¨ªas ambientales y tres funcionarios de la Funai (la Fundaci¨®n Nacional del Indio) se unieron a 14 guardianes guajajara en una expedici¨®n en busca de madereros furtivos. ¡°Los llevamos al punto exacto¡±, dice orgulloso de su equipo. En el primer lugar al que fueron los pillaron con las manos en la masa. Revela que eran dos indios y tres blancos. La polic¨ªa confisc¨® el tractor, abri¨® una investigaci¨®n y ya se ver¨¢ porque los delitos ambientales tienen una tasa de impunidad alt¨ªsima en Brasil. Durante la patrulla descubrieron que los furtivos hab¨ªan abierto cien kil¨®metros de carretera con ramales. En el segundo punto, solo quedaban los troncos derribados. Explica con una mezcla de disgusto e indignaci¨®n que al cabo de nueve d¨ªas, polic¨ªas e inspectores se fueron. El Estado, que hab¨ªa prometido 30 d¨ªas de patrullas, se replegaba de nuevo. Los guardianes ten¨ªan localizados nueve potenciales escenarios de delitos. El descomunal tama?o de Brasil y lo remotos que son muchos de los lugares m¨¢s vulnerables dificultan enormemente la fiscalizaci¨®n. Desde que gobierna Bolsonaro las multas ambientales se han desplomado.
Aunque durante la adolescencia vivi¨® con otras comunidades, regres¨® a su tierra. ¡°Es nuestra madre, de ella vivimos, nos da comida, nos da salud¡ por eso estamos empe?ados en defender el bosque para toda la humanidad¡±. El modo de vida en la tierra Arariboia ¡ªoficialmente reconocida como una reserva ind¨ªgena en 1990 tras una batalla legal de dos d¨¦cadas- es distinto del de sus antepasados. Por un lado, tienen escuela, pero por otro aparecieron el c¨¢ncer o la diabetes. Ya no se alimentan solo de caza, tambi¨¦n comen sardinas, pollo o feijoada.
Guajajara recalca que los guardianes de la tierra Arariboia necesitan refuerzos para proteger el bosque frente al presidente Bolsonaro, al que considera ¡°un antiind¨ªgena declarado¡±, a los madereros y a la larga ristra de enemigos que pretenden que desistan de proteger sus 413.288,47 hect¨¢reas de la Amazonia.
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