Cuando el caf¨¦ es s¨ªmbolo de resistencia de la mujer
Una organizaci¨®n de 153 caficultoras del Cauca, en Colombia, exporta su caf¨¦ ecol¨®gico a Espa?a y lo empieza a vender en tiendas de Madrid
Entre la finca de Orfa Orozco, en las monta?as del Cauca, en el suroeste de Colombia, y el Gran Hotel Ingl¨¦s, de Madrid, hay un abismo de 8.400 kil¨®metros. Y sin embargo est¨¢n conectados por una taza humeante y arom¨¢tica de caf¨¦ colombiano. Orfa lo siembra en la finca donde naci¨® y ha pasado toda su vida; lo recolecta; lo seca; lo trilla y lo tuesta. Lo cuida como una obra de arte. En el hotel, catan sus notas a frutas dulces, a cacao, panela y frutos secos, que se cosecha sobre los 1.700 metros.
Cuidarlo como a su hijo en toda la cadena es el estilo de 153 mujeres campesinas de esta regi¨®n que hoy cuentan orgullosas que su caf¨¦ ¡°se vende en Espa?a, se toma en el Foro de la OCDE en Par¨ªs y hasta lo han tomado en la Casa Real¡±.
Orfa Orozco y Fabiola Tumb¨¦, l¨ªderes de la Asociaci¨®n de Mujeres Caficultoras del Cauca (Amucc) lo dicen as¨ª, con la altivez que les otorga haber trabajado durante veinte a?os en una asociaci¨®n ¨²nica para el contexto colombiano. Una organizaci¨®n de mujeres campesinas que se ha mantenido a pesar del conflicto armado que a¨²n hoy afecta al Cauca.
Muchas ¡ªcomo no pod¨ªa ser de otra forma en esa regi¨®n¡ª han sido v¨ªctimas del conflicto: resultaron viudas, sufrieron desplazamiento o evitaron que sus hijos fueran reclutados. Pero poco hablan de eso. Prefieren concentrarse en contar c¨®mo se certificaron en caf¨¦s org¨¢nicos y en Fairtrade International. Les gusta recordar c¨®mo empez¨® todo cuando se unieron varias casualidades: sus deseos de trabajar juntas y la aparici¨®n de Ricardo Oteros, un espa?ol que lleg¨® con una idea de universidad y se convirti¨® en Supracaf¨¦. Esta empresa espa?ola se comprometi¨® a comprarles caf¨¦ a mejor precio y a facilitarles la compra de fertilizantes. As¨ª iniciaron una relaci¨®n que las tiene exportando caf¨¦.
¡°Uno de los momentos m¨¢s satisfactorios fue cuando nos certificamos en FLO y despu¨¦s, cuando nos invitaron a la OCDE y pudimos servir el caf¨¦ nuestro a toda esa gente y estar all¨¢ sentadas en un escenario contando nuestra historia. Parec¨ªa mentira que nuestra organizaci¨®n estuviera en un evento tan importante¡±, cuenta Fabiola a quien le hacen bromas por las fotos que se tom¨® con mandatarios como el franc¨¦s Emmanuel Macr¨®n.
Quieren ser 400 mujeres
No ha sido un camino de rosas. El mundo del caf¨¦ es esencialmente masculino. Por eso su trabajo ha significado tumbar prejuicios. Al principio ¡ªcuenta Orfa entre risas¡ª hab¨ªa hombres muy ¡°entrometidos¡±. Si llamaban a una capacitaci¨®n, aparec¨ªan ellos o incluso intentaban cobrar el trabajo que hac¨ªan sus esposas. ¡®El machismo era una dificultad¡±, secunda Fabiola. ¡°Cuando llegaban a las capacitaciones y les dec¨ªamos: '?Y su se?ora por qu¨¦ no vino? No, es que ella tiene que cuidar los ni?os'. ?Qu¨¦ nos toc¨® hacer?. Contratamos a un psic¨®logo¡±. Hicieron terapia de familia de finca en finca y consiguieron que los hombres entendieran el valor de su trabajo.
¡°Hoy nos acompa?an ah¨ª atrasito y entienden que hacemos un aporte valioso para toda la familia, ?cierto, mijo?¡±, dice Orfa antes de comenzar un recorrido por su finca y tras mirar a su esposo, que asiente en silencio. Ella es la ¡®patrona¡¯.
Tambi¨¦n tuvieron problemas cuando los anteriores directivos cafeteros les dec¨ªan que su caf¨¦ no se vend¨ªa. No entend¨ªan por qu¨¦ si ellas pon¨ªan tanto empe?o. Entonces se organizaron a¨²n m¨¢s y alcanzaron representaci¨®n en las instancias m¨¢s altas de las organizaciones cafeteras de la regi¨®n. Y consiguieron sus propios clientes.
Hoy son socias del Parque Tecnol¨®gico del Caf¨¦ (Tecnicaf¨¦), que es un espacio donde se hace investigaci¨®n e innovaci¨®n. El nombre de Amucc, con la imagen de una mujer campesina con sombrero, aparece al lado de los socios y ahora ellas est¨¢n avocadas a ampliar el n¨²mero de mujeres. ¡°Queremos ser 400 se?oras. El sue?o es que m¨¢s se?oras est¨¦n empoderadas vendiendo caf¨¦ a la organizaci¨®n¡±, dice Fabiola. Lo est¨¢n haciendo de la mano de la Agencia Espa?ola para el Desarrollo (AECID), Fundaci¨®n Codespa, Supracaf¨¦ y Tecnicaf¨¦, que dar¨¢n asistencia t¨¦cnica a caficultoras de varios municipios del Cauca con el objetivo de que accedan a mercados de alto valor.
Las mujeres Amucc no paran. Mientras trabajan en este proyecto con cooperaci¨®n internacional y viajan a buscar a las mujeres en el campo m¨¢s remoto; tambi¨¦n ahorran para comprarse una bodega donde puedan guardar su caf¨¦; avanzan en la georreferenciaci¨®n de sus fincas y participan en Agenda Cafetera, una app que les ayuda a programar las actividades para cultivar caf¨¦ de calidad. Con esta ¨²ltima participan de un concurso de televisi¨®n que las tiene tan emocionadas como vender su caf¨¦ en Espa?a.
¡°Afuera nos conocen m¨¢s que ac¨¢. Entonces, cuando vino el canal de televisi¨®n la gente del pueblo nos felicitaba porque pudimos traerlos por algo bueno, no por lo malo, por el conflicto. Eso me llen¨® de satisfacci¨®n¡±, remata Orfa y luego pregunta: ¡°Bueno, ?y c¨®mo le pareci¨® mi finquita? Muy linda, ?cierto?¡±.
Ind¨ªgenas se grad¨²an de tejedoras
En los territorios ind¨ªgenas del Cauca, las mujeres tejen desde ni?as. Aprenden a hacerlo mientras caminan, trabajan la tierra y ven a sus mayores hilar sus pensamientos que terminan convertidos en mochilas. Pero aunque son unas expertas, no ten¨ªan una certificaci¨®n que las avalara.
Un viernes de septiembre, 120 artesanas les dieron un giro a su trabajo. Muy temprano en la ma?ana salieron del campo para asistir a su graduaci¨®n. Se ataviaron con sus mejores vestidos, tomaron la lana con la que tejen y se subieron a una chiva, esos buses coloridos que son el transporte p¨²blico del campo colombiano. En el resguardo indigena T¨®ez, en Cauca, las esperaba un evento con toda la pompa del caso. Para muchas de ellas era el primer diploma que recib¨ªan en sus vidas.
Estas mujeres hacen parte del programa Enredarte con Identidad, que adelantan la Fundaci¨®n Codespa y la Cooperaci¨®n Espa?ola en Colombia, y las acompa?a para que mejoren su productividad y les ayuda a vender sus artesan¨ªa en mercados nacionales e internacionales. Despu¨¦s de un a?o y medio, ellas han aumentado sus ingresos en 7 por ciento con la venta de sus tejidos y esperan aumentarlos ahora que tienen su certificaci¨®n.
¡°Nuestros tejidos no eran valorados, pero ahora voy a poder venderlos mejor. Este proceso fortalece nuestra cultura¡±, dice la ind¨ªgena Nasa Rosa Elena Campo Aposta. Mientras espera en primera fila para recibir su t¨ªtulo cuenta que cada mochila tiene una identidad particular. ¡±Hay tejidos que son libros abiertos, tejidos de camino, de arado; mochilas donde tejemos nuestra familia y otros que representan el cuello uterino, el poder de las mujeres¡±, dice. Luego, emocionada, les toma fotos a sus amigas y a su hija, tambi¨¦n tejedoras y posa con su diploma.
Otras artesanas van construyendo mochilas mientras las llaman por su nombre y unas m¨¢s suben al escenario con sus hijos peque?os a quienes quieren dejarles la tradici¨®n. El encuentro termina con m¨²sica tradicional Nasa y Misak, pero tambi¨¦n con rap, de las nuevas generaciones ind¨ªgenas de la comunidad.
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