¡°Yo no sab¨ªa que si mi marido me obligaba a acostarme con ¨¦l tambi¨¦n era una violaci¨®n¡±
Un grupo de mujeres migrantes aprende c¨®mo sacar a otras de la violencia de g¨¦nero
Las dos parejas que Cristina ha tenido en Espa?a han querido aplastarla. La primera, el padre de su hija mayor, le dejaba marcas por todo el cuerpo. Su segundo marido, con el que acaba de tener un beb¨¦, la tiene atada psicol¨®gica y econ¨®micamente. Al otro lado de la cama tiene un hombre que la desprecia con silencios y que la oblig¨® a ingresar en su cuenta los 500 euros que gana limpiando. Cada gasto ten¨ªa que pasar por ¨¦l. En ambos casos, separados por una d¨¦cada, ha querido huir y no ha sabido d¨®nde acudir. Estaba sola. ¡°Como inmigrante me he sentido muy desprotegida. En lo econ¨®mico nos sentimos perdidas y no tenemos familia. Solo necesitaba a alguien que me escuchase y me creyese¡±, cuenta esta mujer ecuatoriana que prefiere que no se divulgue su verdadero nombre.
Las estad¨ªsticas de violencia de g¨¦nero muestran que las mujeres extranjeras est¨¢n sobrerrepresentadas y fueron el 24% de las v¨ªctimas, seg¨²n datos del Ministerio del Interior de 2010 a 2017. En el caso de los malos tratos, el delito con m¨¢s denuncias, ellas superan el 50%. Los n¨²meros, como tambi¨¦n ocurre con las espa?olas, no reflejan muchas agresiones que ellas silencian: se calcula que hay menos de una denuncia por cada cuatro casos. ¡°Sienten mucha inseguridad, no solo ante el agresor, sino ante la situaci¨®n que enfrentan, en muchas ocasiones, solas, sin nadie que las ayude¡±, explica Elena V¨¢zquez, abogada especialista en la defensa de derechos del colectivo migrante.
Las mujeres migrantes tienen razones particulares para no pedir ayuda. No denuncian porque los papeles que les permiten vivir en Espa?a dependen de sus maridos o porque, sin la documentaci¨®n en regla, temen ser expulsadas si acuden a la polic¨ªa. Se repiten los casos en los que ellas carecen de ingresos, no hablan el idioma o no conf¨ªan en la Administraci¨®n. Y lo que es m¨¢s dif¨ªcil de detectar a¨²n: en algunos hogares, la violencia, la violaci¨®n o hasta la mutilaci¨®n genital no se interpretan como una agresi¨®n contra la mujer.
¡°Yo no sab¨ªa que si mi marido me obligaba a acostarme con ¨¦l tambi¨¦n era una violaci¨®n¡±. Mary Owens, nigeriana de 39 a?os y madre de tres hijos, tiene una historia que relata una y otra vez para ayudar a otras mujeres a salir adelante. ¡°Cuando creen que no podr¨ªa ser peor, llego yo y les cuento todo lo que me pas¨®¡±, dice sarc¨¢stica. Owens sali¨® de Nigeria con su primera pareja en 2001 y se qued¨® embarazada durante su viaje a Marruecos. Pas¨® su embarazo escondida en un bosque. Sin agua potable, sin m¨¦dico y sin un solo paracetamol. ¡°Hubo unos d¨ªas que llovi¨® tanto que pens¨¦ que iba a morirme¡±, recuerda. Dio a luz y cuando el beb¨¦ ten¨ªa un a?o se subi¨® a una patera con ¨¦l en brazos. Su novio, sin dinero para embarcarse, lo intent¨® un a?o despu¨¦s, pero se lo trag¨® el mar. Ese es su peor recuerdo, pero tiene muchos m¨¢s. ¡°Conoc¨ª despu¨¦s al padre de mis otros dos hijos, era tambi¨¦n nigeriano. Nos pegaba al mayor y a m¨ª. Eso era lo que m¨¢s me dol¨ªa, ver a mi ni?o siempre triste¡±, recuerda. ¡°Aguant¨¦ cinco a?os porque no sab¨ªa qu¨¦ hacer. Siempre me amenazaba. Me dec¨ªa que yo ten¨ªa mis papeles gracias a ¨¦l, aunque era mentira¡±. Acab¨® denunci¨¢ndole el d¨ªa en que le dio varios pu?etazos con uno de sus beb¨¦s cargado a la espalda.
Owens tuvo despu¨¦s otro novio, italiano, del que tambi¨¦n tuvo que escapar. Entonces, tom¨® dos decisiones: no someterse nunca m¨¢s y ayudar a otras mujeres como ella. ¡°Muchas africanas sufren malos tratos, pero nuestra cultura dice que tener un marido es tener un tesoro: si no lo tienes no vales nada. Muchas no saben lo es la violencia de g¨¦nero¡±, asegura. ¡°Es importante la informaci¨®n. Yo cuando estaba dentro tampoco sab¨ªa qu¨¦ era el machismo, ni que mi marido estaba viol¨¢ndome¡±, reflexiona. Owens, que ahora sonr¨ªe y celebra haberse sacado el carn¨¦ de conducir, est¨¢ a un paso de convertirse una agente del cambio, una figura que encarnar¨¢ un grupo de mujeres migrantes dispuestas a sacar a otras de la espiral de violencia en sus hogares. El proyecto europeo, liderado en Espa?a por M¨¦dicos del Mundo, se llama ACCESS y ha llegado tambi¨¦n a Reino Unido y B¨¦lgica.
Junto a Owens, otras 15 mujeres asisten ya a las ¨²ltimas sesiones de la formaci¨®n en Pamplona, Zaragoza y Madrid. Ser¨¢n el enlace de las v¨ªctimas con la Administraci¨®n, ese ente abstracto que, en la mayor¨ªa de los casos, las ha asfixiado con requisitos y papeleos. Habr¨¢ ocasiones en las que solo tendr¨¢n que traducir, ofrecer un tel¨¦fono o una direcci¨®n. Otras, detectar¨¢n y explicar¨¢n lo que ellas tardaron a?os en asumir.
Discurso xen¨®fobo
Las mujeres migrantes, sobrerrepresentadas en las estad¨ªsticas como v¨ªctimas, muestran, por otro lado, porcentajes mucho menores cuando aparecen como beneficiarias de las ayudas econ¨®micas disponibles. ¡°La desinformaci¨®n es clave. Piensan que por ser migrantes no tienen acceso a esos recursos y esa creencia se refuerza ahora con este discurso xen¨®fobo de la extrema derecha¡±, explica la antrop¨®loga Silvina Monteros, profesora de la Universidad de Granada. ¡°El sistema de protecci¨®n necesita una perspectiva m¨¢s intercultural que tenga en cuenta las diferencias por etnia, procedencia, clase social, diversidad sexual y el cruce entre ellas¡±, a?ade la antrop¨®loga, miembro de la Red de Mujeres Latinoamericanas y del Caribe. En ocasiones, los profesionales de los servicios p¨²blicos, por m¨¢s buena voluntad que tengan, se acercan a la realidad migratoria con ideas preconcebidas o estereotipos, y esto disuade a muchas mujeres de confiar en ellos¡±, completa.
En las comunidades donde el hombre mantiene el control total sobre su esposa, denunciar supone, adem¨¢s, la exclusi¨®n y el aislamiento del grupo. Las familias, a¨²n a miles de kil¨®metros de distancia, presionan para que ellas no rompan el matrimonio. Cristina, la mujer ecuatoriana con la que arranca este reportaje, acaba de conseguir por fin abrirse su propia cuenta. Ha empezado a ahorrar para poder huir con sus hijas. En su entorno le aconsejan que aguante, que no exagere. Que por lo menos su marido no le pega.
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