Las residencias que vieron venir el virus y lo pararon en la puerta
Dos centros de mayores catalanes que tomaron ya en febrero medidas de protecci¨®n e higiene extremas suman cero contagios
No pide por ella porque le da igual morir o eso dice. Pide por sus compa?eros, por la hija que le queda con vida, por los nietos a los que hace tantos d¨ªas que no ve. Mar¨ªa Ruiz, 83 a?os, ha sido carpintera, alba?il, cuidadora y limpiadora. Ahora es el poder f¨¢ctico de la residencia de ancianos. Junta las manos y mira al cielo: ¡°?Que no nos entre el bicho aqu¨ª, que estamos muy bien!¡±.
El bicho se ha quedado a las puertas de la residencia Gravi, en una urbanizaci¨®n de Poliny¨¤ (Barcelona). Al peque?o jard¨ªn, en la parte trasera, llegan los ladridos de un perro confinado y el olor de los pinos. Ninguno de sus 33 residentes ha sido infectado ni presenta s¨ªntomas de coronavirus. Un oasis en medio de la tragedia que acecha a los centros para mayores. ¡°El huerto lo cultivo yo. Las flores las he plantado yo. Esas, tambi¨¦n¡±, dice Mar¨ªa, y se?ala una peque?a figura de m¨¢rmol de la virgen del Rosario.
¡°?Que no nos entre el bicho aqu¨ª, que estamos muy bien!¡±, explica Mar¨ªa
Tal vez los rezos de Mar¨ªa, granadina emigrada a Catalu?a, han protegido a la residencia frente al virus. Tal vez el m¨¦rito sea de su director, el doctor I?aki Ant¨®n, que vio venir el drama y se anticip¨®. El 25 de febrero, regresaba en AVE de un congreso sobre dependencia en Madrid con Andr¨¦s Rueda, director de otra residencia en Terrassa. En Espa?a los casos se contaban con los dedos de una mano y las alertas, a¨²n tenues, se centraban en Tenerife, donde el positivo de un turista italiano hab¨ªa obligado a confinar el hotel Costa Adeje.
¡°Vimos que esto iba a llegar. Sab¨ªamos, por China, que afectaba m¨¢s a los ancianos. ¡®Esto va a arrasar con nuestros abuelos, hay que bloquear la entrada¡¯, pensamos¡±, explica Ant¨®n, que bromea con Mar¨ªa sobre sus supuestas ganas de dejar este mundo. ¡°Seguro que si te pongo un hacha en la cabeza, no quieres que la suelte¡±. R¨ªe con ganas. ¡°Nos propusimos convertir la residencia en un b¨²nker. Por ahora lo hemos logrado¡±.
Cuando la Generalitat a¨²n no hab¨ªa dado ¡°ninguna instrucci¨®n¡± a las residencias, Ant¨®n ya hab¨ªa redactado su propio protocolo de prevenci¨®n. Se las apa?¨® para conseguir el material de protecci¨®n por su cuenta. ¡°Tuve suerte. El hijo de una de las abuelas es pintor industrial y nos trajo una caja de mascarillas¡±. De las buenas, las FFP2 con filtro, las que el Gobierno ha comprado para los sanitarios. En el bazar chino se hizo con guantes y unos chubasqueros.
El 4 de marzo, un valenciano de 69 a?os inaugur¨® el macabro contador de muertos por Covid-19. Ese d¨ªa tambi¨¦n entr¨® en vigor el protocolo de Ant¨®n. Dos folios con instrucciones concretas y una obsesi¨®n: ¡°Mantener la asepsia¡± en la instalaci¨®n. El b¨²nker, la isla, la fortaleza: que no entre el virus, dejarlo afuera. Los proveedores deben tocar el timbre y dejar en la puerta la mercanc¨ªa; en otro momento seguramente los habr¨ªa atendido Mar¨ªa, recepcionista extraoficial. Los paquetes se desinfectan ¡°pulveriz¨¢ndolos con alcohol de 70 grados¡±.
¡°Ped¨ª material a la Generalitat. A¨²n lo estoy esperando¡±, lamenta un director
Hasta que se prohibieron las visitas, los familiares deb¨ªan entrar con todo el equipo de protecci¨®n recolectado a trav¨¦s de una red informal de amigos y conocidos. ¡°Ped¨ª material a la Generalitat. A¨²n lo estoy esperando¡±, lamenta Ant¨®n, cr¨ªtico con la ceguera de los gobernantes. ¡°No soy epidemi¨®logo, pero esto se ve¨ªa venir y deber¨ªan haberlo parado antes¡±. Nacido en Bilbao, es m¨¦dico geront¨®logo. Rechaza que se carguen las tintas contra las residencias. ¡°Somos un servicio social. Estamos para cuidar a ancianos, no para curarlos¡±. Pero tambi¨¦n critica las bajas del personal. ¡°Ante una dificultad as¨ª, lo siento mucho pero los auxiliares no pueden abandonar el barco¡±, dice Ant¨®n, que lleva 23 a?os al frente de Gravi.
Ni abandonar el barco¡ ni tirar por la borda a los mayores. ¡°Es vergonzoso, si no delictivo, que se deje de dar tratamiento solo por su edad a quienes nos han alimentado y han levantado el pa¨ªs¡±. Asegura Ant¨®n que han recibido instrucciones ¡°verbales¡± de no pedir traslado al hospital para los mayores de 80 a?os.
Mar¨ªa formar¨ªa parte de ese segmento de poblaci¨®n al que, en opini¨®n de Ant¨®n, ya se da por perdido. No parece que eso agite su esp¨ªritu. ¡°Lo que no quisiera yo es coger el virus y peg¨¢rselo a los dem¨¢s¡±. Pero lo que de verdad la inquieta es que ya es mediod¨ªa y su hija a¨²n no ha llamado. Los otros dos, repite en cuanto puede, murieron demasiado j¨®venes. ¡°Aqu¨ª tengo el m¨®vil. Va con tarjeta, si no me ponen dinero no puedo llamar. Es un m¨®vil pobre, como yo¡±.
A 20 kil¨®metros de Mar¨ªa, el centro geri¨¢trico Sant Pere de Les Fonts, una residencia privada en Terrassa, atiende a 66 ancianos, la mayor¨ªa en plazas concertadas. La dirige Andr¨¦s Rueda, el hombre que acompa?aba a Ant¨®n en el AVE. La suerte y una ¡°prevenci¨®n neur¨®tica¡± han alejado por ahora al virus. ?l tambi¨¦n compr¨® material. El 28 de febrero colocaron hidrogeles en las puertas y carteles que prohib¨ªan besos a los familiares. Cuando restringieron las visitas, llegaron las protestas de algunos. ¡°Pero si es como una gripe¡¯, dec¨ªan. Qu¨¦ da?o ha hecho esa comparaci¨®n¡±, reflexiona Rueda, que dirige la residencia, donde su mujer es la coordinadora de enfermer¨ªa, su hija trabaja como psic¨®loga y su hijo, en administraci¨®n.
El control aqu¨ª es escrupuloso. Nadie entra. Solo los 40 empleados que, al llegar, pasan directamente al vestuario. Un felpudo con agua y lej¨ªa para los zapatos, la ropa lavada a alta temperatura y desinfectada con ozono les espera para empezar la faena. Se recogen el pelo. Mascarillas. Guantes. Ahora s¨ª, pasan.
Rueda cree que la clave ha sido ganarle unos d¨ªas al virus. ¡°Si nosotros vimos tan claro que iba a extenderse, ?por qu¨¦ los t¨¦cnicos no?¡±, se pregunta el director, que tiene a cuatro ancianos aislados en sus habitaciones por otros motivos. ¡°Hay que ser precavidos. Se sigue el protocolo. Limpiamos antes de desayunar, comer, merendar y cenar¡±. Las manos de Vanesa Garc¨ªa, auxiliar, sufren esa obsesi¨®n por la limpieza. ¡°Estamos todo el rato desinfectando¡±. Dice que han optado por evitar los informativos en la televisi¨®n. ¡°No queremos que se angustien¡±. Sara Rueda, la psic¨®loga, trata de gestionar las emociones del equipo y de ayudar a los familiares. Tambi¨¦n a los residentes, claro. ¡°Ponemos un rato Skype para que vean a su familia. Y a las seis de la tarde, cada d¨ªa, bailamos el Resistir¨¦¡±.
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