Soldado Ratzinger, la parte m¨¢s pol¨¦mica de la vida del Papa em¨¦rito
El principal bi¨®grafo de Benedicto XVI cuenta c¨®mo, con 16 a?os, jura fidelidad a Hitler como miembro del Ej¨¦rcito alem¨¢n en la II Guerra Mundial
Joseph Ratzinger nunca visti¨® el uniforme de las Juventudes Hitlerianas, como se ha dicho. La organizaci¨®n juvenil de los nazis en Traunstein, la peque?a ciudad de la Alta Baviera, entre M¨²nich y Salzburgo, donde el futuro Benedicto XVI estudiaba para cura, fue disuelta en 1943 ¡°por insuficiente n¨²mero de miembros¡± en el seminario local. Como alternativa, el soldado Ratzinger, nacido en Marktl am Inn, en Baviera, el 16 de abril de 1927, fue destinado en el Ej¨¦rcito como ayudante en las bater¨ªas antia¨¦reas. Ten¨ªa 16 a?os y hab¨ªa jurado fidelidad a Hitler el d¨ªa de Nochevieja. El estallido de la II Guerra Mundial hab¨ªa cambiado su vida cuando todav¨ªa estaba en el instituto. Fr¨¢gil, casi enclenque, lo que m¨¢s le preocup¨® entonces fue que los nazis hicieran la gimnasia una asignatura obligatoria para acceder a la universidad. ¡°Era una perspectiva fatal, no cab¨ªa descartar la posibilidad de no aprobar¡±, cuenta en Benedicto XVI. Una vida, la monumental biograf¨ªa de 1.150 p¨¢ginas que llega estos d¨ªas a las librer¨ªas espa?olas, editada por Mensajero. La ha escrito Peter Seewald despu¨¦s de reunirse con el Pont¨ªfice em¨¦rito en m¨²ltiples ocasiones durante una d¨¦cada.
Cuando Hitler se suicida el 1 de mayo de 1945, Ratzinger tiene 18 a?os, viste un pesado uniforme de lana gris con el ¨¢guila del Ej¨¦rcito que dejaba ver la esv¨¢stica y decide volver a casa por su cuenta. ¡°La deserci¨®n no es una huida ni una retirada por miedo, sino una decisi¨®n razonada. Ya ha cumplido, en cierto modo, su parte; no le queda nada por hacer¡±, sostiene Seewald. Es, por cierto, la misma actitud que le lleva, muchos a?os m¨¢s tarde, a renunciar al pontificado despu¨¦s de casi ocho a?os al mando de la Iglesia romana. ?Por qu¨¦ abandon¨®? Benedicto XVI dud¨® mucho. La biograf¨ªa repasa algunos de los problemas a los que estaba enfrentado, d¨¦bil ya de salud, rodeado de lobos (la met¨¢fora es de L¡¯Osservatore Romano, el peri¨®dico del Vaticano), abrumado por esc¨¢ndalos que siente que no puede solucionar, sobre todo el de la pederastia, traicionado por algunos colaboradores, harto de chismorreos y sorprendido por las divisiones internas. ¡°Se teme incluso por su vida¡±, oye decir. Cuando decide marcharse, lo hace con dos afirmaciones: ¡°He luchado con el Se?or. No se hable m¨¢s¡±. Seewald saca esta conclusi¨®n: ¡°Ratzinger estaba convencido de que no solo se hallaba en juego la disoluci¨®n de dogmas considerados indisolubles, sino tambi¨¦n un nuevo cisma, esta vez por la izquierda¡±.
Pero est¨¢bamos en que el soldado Ratzinger (¡°no era un tirador especialmente bueno¡±, puede leerse en la p¨¢gina 131) ha desertado con riesgo de su vida, logra llegar a casa y estudia con sus padres c¨®mo prepararse para la llegada de los vencedores. Quienes aparecen son dos miembros de las SS, la criminal polic¨ªa paralela de los nazis. El padre les solt¨® a la cara toda la ira que sent¨ªa contra Hitler. ¡°Normalmente habr¨ªa tenido consecuencias letales, pero parece protegernos un ¨¢ngel especial. Los dos se marcharon al d¨ªa siguiente sin ocasionarnos mal alguno¡±, dice el Papa. Cuando aparecen los estadounidenses el 7 de mayo, un d¨ªa antes del fin oficial de la guerra, un tanque apunta los ca?ones hacia la casa de los Ratzinger. Buscan soldados ocultos. Ven el uniforme del muchacho, le obligan a vestirlo de nuevo y lo llevan a pie, manos sobre la cabeza, al campo para prisioneros de Bad Aibling, donde vive al aire libre por mal tiempo que haga, junto a otros 50.000 cautivos. Permanece all¨ª 40 d¨ªas. Libre por su aspecto casi infantil, un veh¨ªculo militar lo lleva a M¨²nich, donde a?os m¨¢s tarde ser¨¢ profesor de Teolog¨ªa ¨Duna aut¨¦ntica estrella en la materia¨D; arzobispo de la archidi¨®cesis y cardenal, entonces el m¨¢s joven del mundo (50 a?os). Pero ahora tiene que echar a andar hacia casa, a pie, unos 120 kil¨®metros. Un cami¨®n cisterna de leche se detiene a su lado. El conductor lo invita a subir. Es demasiado t¨ªmido para hacer autostop.
¡°Dios estaba absolutamente ausente¡±, concluye el futuro Papa sobre el Reich de Hitler. Uno de cada tres alemanes nacidos entre 1910 y 1925 (Ratzinger es de la quinta del 27) no sobrevivi¨® a la guerra. Gran parte de los soldados supervivientes tardaron a?os en regresar a sus hogares, condenados a trabajos forzados en los pa¨ªses vencedores. A la inversa, Alemania caus¨® da?os inenarrables: 50 millones de muertos, la mitad civiles, de los que unos 10 millones murieron en campos de concentraci¨®n. De los 9,6 millones de jud¨ªos europeos, los nazis asesinaron a unos seis millones. El recuento lo hace Seewald en una biograf¨ªa r¨ªo, definitiva para quien ha sido distinguido por el Papa em¨¦rito con decenas de horas de conversaci¨®n y 2.000 preguntas contestadas con camarader¨ªa. Exdirector de alguno de los grandes medios de comunicaci¨®n en su pa¨ªs, el escritor culmina as¨ª la serie de libros que ha dedicado al Papa alem¨¢n, dos de ellos firmados por el propio Ratzinger.
Se ha reprochado a Benedicto XVI que no haya escrito sobre el per¨ªodo m¨¢s oscuro de Alemania, pese a que fue un joven muy politizado, con un padre dem¨®crata cristiano radicalmente antinazi. ¡°En sus memorias narra los apenas dos a?os que estuvo movilizado como un episodio m¨¢s bien fugaz¡±, dice Seewald (p¨¢gina 115). Hay que acudir al libro Benedicto XVI. ?ltimas conversaciones con Peter Seewald, de 2016, tambi¨¦n de Ediciones Mensajero, para conocer los motivos. Pregunta: ¡°En sus obras rara vez aborda el tema del Tercer Reich y el fascismo de Hitler. ?A qu¨¦ se debe?¡±. Respuesta: ¡°Bueno, uno siempre mira hacia el futuro. Adem¨¢s, ese no era mi tema espec¨ªfico. Hab¨ªamos vivido la experiencia, pero no consider¨¦ tarea m¨ªa reflexionar hist¨®rica o filos¨®ficamente al respecto¡±. Seewald le advierte sobre c¨®mo ¡°la involucraci¨®n de la Iglesia en el sistema nazi estaba en el ambiente¡±. Ratzinger: ¡°Ahora se presentan las cosas como si la Iglesia entera hubiera sido un instrumento de los nazis. Todav¨ªa recuerdo bien c¨®mo despu¨¦s de la guerra de repente nadie quer¨ªa reconocer que hab¨ªa sido nazi, hasta el punto que nuestro p¨¢rroco afirm¨®: 'Como esto siga as¨ª, al final se dir¨¢ que los ¨²nicos nazis ¨¦ramos los curas¡±. Concede, sin embargo, ¡°con esp¨ªritu autocr¨ªtico, que tambi¨¦n el antisemitismo cristiano prepar¨® hasta cierto punto el terreno para el ascenso de los nazis¡± (p¨¢gina 171).
Peter Seewald acude a los soci¨®logos Heinz Bude y Helmut Schelsky para calificar como ¡°generaci¨®n esc¨¦ptica¡± a los adolescentes reclutados por Hitler como soldados de una guerra que ya estaba perdida. Cita, entre otros, a G¨¹nter Grass, Nobel de Literatura y premio Pr¨ªncipe de Asturias en 1999. Tambi¨¦n fue reclutado con 16 a?os, ¨¦l s¨ª, en las Juventudes Hitlerianas; fue herido y capturado en Marienbad el 8 de mayo de 1945, un d¨ªa despu¨¦s del apresamiento de Ratzinger, y estuvo prisionero en el campo de Bad Aibling, como el Pont¨ªfice. Grass, notorio socialdem¨®crata, public¨® en 2007 Pelando la cebolla, donde cuenta su vida como soldado, hasta entonces ocultada. Fue un esc¨¢ndalo descomunal, pero sirvi¨® para hurgar tambi¨¦n en las circunstancias militares de Benedicto XVI. ¡°Su juventud no fue normal. Regresaron traumatizados de la guerra y tuvieron que asimilar el hecho de que en su nombre se hab¨ªan perpetrado los mayores cr¨ªmenes de la historia de la humanidad¡±, concluye Seewald.
El diagn¨®stico no sirve para el politizado Ratzinger, firme en sus ideas conservadoras, alarmado por las revueltas del Mayo de 68, martillo de te¨®logos y contrario a muchas de las reformas del Concilio Vaticano II, donde hab¨ªa destacado, sin embargo, como uno de los te¨®logos m¨¢s reformistas. Presidi¨® con mano de hierro, durante d¨¦cadas, la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe, que es como se llama ahora el Santo Oficio de la Inquisici¨®n. ¡°S¨¦ magn¨¢nimo¡±, sol¨ªa pedirle Juan Pablo II. La aversi¨®n a los cambios se lo impidi¨®. Ya Papa, firm¨® en su enc¨ªclica Caritas in veritate de 2009, una frase que destroza cualquier biograf¨ªa intelectual. ¡°El humanismo que excluye a Dios es un humanismo inhumano¡±, sentenci¨® contra el indiferentismo ateo y el relativismo.
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