La lucha de una mujer con discapacidad para romper la exclusi¨®n: ¡°S¨¦ lo que es no tener nada¡±
Tamara Villafranca se qued¨® en silla de ruedas con 20 a?os. Su caso refleja las barreras a las que se enfrenta todo un colectivo
A los 20 a?os, Tamara Villafranca no era consciente de que se multiplicar¨ªan sus dificultades para trabajar, para acceder a una vivienda, para conseguir un buen salario. Entonces, el verano de 2011, comenz¨® a sufrir problemas. Se le nublaba la vista, no le respond¨ªan las piernas... Primero se achac¨® al estr¨¦s, pero se trataba de un problema neurol¨®gico que aquella Navidad la llev¨® al quir¨®fano de urgencia. ¡°Me operaron a vida o muerte¡±, recuerda ahora, con 30 a?os. Desde entonces, por una complicaci¨®n durante la cirug¨ªa, est¨¢ en silla de ruedas. En este tiempo se ha topado con barreras que en su momento ni imagin¨®. Sabe lo que es no poder salir de casa sin ayuda, porque no estaba adaptada; que la rechacen en trabajos por su discapacidad; lo que es contar cada euro para llegar a final de mes con una pensi¨®n no contributiva de 350 euros. ¡°Somos los olvidados¡±, dice.
En Espa?a, m¨¢s de cuatro millones de personas declaraban tener una discapacidad en 2020. No hay un ¨²nico perfil, se trata de una realidad enormemente diversa. ¡°Cada uno llevamos nuestra propia mochila¡±: as¨ª lo define Villafranca. Pero al analizar datos hay una conclusi¨®n indiscutible: existe una brecha social de la discapacidad, lo tienen m¨¢s dif¨ªcil para casi todo. Aparece ¡°de forma transversal en todos ¨¢mbitos de la vida¡±, afirma Enrique Galv¨¢n, director de Plena Inclusi¨®n, asociaci¨®n que agrupa a familias de personas con discapacidad intelectual y del desarrollo. Pilar Villarino, directora del Comit¨¦ Espa?ol de Representantes de Personas con Discapacidad (Cermi), habla de ¡°una clara discriminaci¨®n¡± y de ¡°miles de fracturas¡±.
Esas fracturas se manifiestan en forma de peores datos para el colectivo. La Estrategia Espa?ola sobre Discapacidad 2022-2030, aprobada recientemente por el Consejo de Ministros, da buena cuenta de ello. El documento, que fija la hoja de ruta a seguir en los pr¨®ximos a?os, con un amplio paquete de medidas, recoge metas concretas. Para ello va desglosando las ¨²ltimas cifras disponibles en una serie de indicadores, la mayor¨ªa de 2019 y 2020. Por ejemplo, que en ocho a?os se haya elevado en m¨¢s de 10 puntos el porcentaje de personas de 25 a 44 a?os que alcanzan la educaci¨®n superior (hasta llegar al 31%) y que se reduzca del 34% al 18% la proporci¨®n de personas con discapacidad con problemas de accesibilidad en su vivienda.
As¨ª, con una cifra detr¨¢s de otra, en la estrategia se dibuja esta brecha: entre los parados, aquellos que llevan m¨¢s de 12 meses buscando empleo superan en 20 puntos en este colectivo al de personas sin discapacidad (64,8% frente a 44,2%), la tasa de poblaci¨®n en riesgo de pobreza o exclusi¨®n social es m¨¢s del doble (48,90% frente a 23,60%), el 40,4% de las mujeres con discapacidad ha sufrido alg¨²n tipo de violencia por parte de alguna pareja, frente al 31,9% de las mujeres sin discapacidad.
La lista es larga y Villafranca ha sentido en su piel lo que es formar parte de la estad¨ªstica. Sus ¨²ltimos a?os han sido una carrera de obst¨¢culos que ella cuenta con desparpajo, desahog¨¢ndose, por un lado, y deslizando alguna broma cuando puede. La conversaci¨®n es por videollamada. Atiende desde el centro al que se mud¨® el pasado enero, en C¨¢ceres, gracias a una plaza otorgada a trav¨¦s de la ley de la dependencia, perteneciente a la Confederaci¨®n Espa?ola de Personas con Discapacidad F¨ªsica y Org¨¢nica (Cocemfe). Con 30 a?os, vive en una residencia. Por fin, dice con otras palabras, es due?a de su vida. Hace no tanto, la historia era bien distinta.
A Villafranca la crio su abuela en M¨®stoles. ¡°Era mala estudiante y dej¨¦ los estudios. Estaba en la escuela de adultos para sacarme el graduado escolar [el graduado de la ESO] cuando tuve el primer episodio¡±. As¨ª empez¨® todo. Una operaci¨®n llev¨® a otra, y a otra. Cuenta que su familia ¡°no ha sido buena¡±, a excepci¨®n de su abuela. En la Comunidad de Madrid vivi¨® en un par de centros para personas con discapacidad, mientras hac¨ªa rehabilitaci¨®n, y a trav¨¦s de una trabajadora social logr¨® que el Instituto de la Vivienda le otorgara una casa en alquiler. ¡°Me saqu¨¦ el graduado en uno de los centros, all¨ª nos ayudaban, no hab¨ªa tantas barreras como si sales a la calle. Soy monitora [da charlas con una asociaci¨®n] y, cuando voy a alguna universidad, digo: ¡®No est¨¢ preparada para que venga alguien con discapacidad¡¯. El mundo real, como yo lo llamo, es m¨¢s dif¨ªcil¡±. Los expertos piden mayor inversi¨®n, m¨¢s apoyos, porque muchos alumnos van desistiendo a medida que las cosas se van poniendo dif¨ªciles.
En el mundo real del que habla Villafranca, ella trabaj¨® como teleoperadora para la Direcci¨®n General de Tr¨¢fico en 2015. ¡°Por un problema de salud tuve que coger la baja¡±, explica. Pero desde 2016, nada. ¡°Yo soy consciente de que no podr¨ªa trabajar de barrendera o en limpieza, pero en una recepci¨®n, o de dependienta, s¨ª. T¨² entras a una tienda y te dicen: ¡®Es que, con la silla, la imagen¡¡¯ Te van cerrando puertas y puertas, y no tendr¨ªa que ser una barrera que yo vaya en silla. Los trabajos que nos ofrecen est¨¢n muy limitados¡±, se queja. Tres de cada 10 j¨®venes de 15 a 24 a?os con discapacidad ni estudian ni trabajan (frente al 17,1% sin discapacidad); la tasa de actividad para la poblaci¨®n de 16 a 64 a?os, que agrupa a quienes est¨¢n trabajando o buscando empleo, es del 34,3% frente al 76,1% de personas sin discapacidad.
Pilar Villarino, del Cermi, dice que es vital revertir esta ¨²ltima cifra. Enrique Galv¨¢n, de Plena Inclusi¨®n, habla de falta de motivaci¨®n y de expectativas: ¡°Muchos piensan que no van a conseguir empleo¡±. Ambos lo relacionan con la formaci¨®n y la falta de apoyos. Villafranca quiere ser teleoperadora y actualmente est¨¢ en proceso de apuntarse como demandante de empleo. Se le ilumina la cara al decirlo. ¡°Yo quiero trabajar, al final del mes ver el dinero en la cuenta y decir: ¡®Esto es m¨ªo, me lo he ganado yo¡±.
A estas dificultades se a?ade, adem¨¢s, un sobrecoste ligado a la discapacidad. Seg¨²n Plena Inclusi¨®n, la media anual para familiares de alguien con discapacidad intelectual y del desarrollo es de unos 25.000 euros, para familias que cuidan de personas con grandes necesidades de apoyo asciende a 50.000. Las necesidades se multiplican y el presupuesto de los hogares, tambi¨¦n.
Ahora, Villafranca habla con la tranquilidad de sentirse segura. Pero durante mucho tiempo la situaci¨®n fue bien distinta. ¡°S¨¦ lo que es no tener nada. Que llegue el d¨ªa 15 del mes y no tener dinero, o lo justo para una ¨²ltima compra¡±, dice. Las complicaciones de salud y aquellos primeros a?os de limitaciones, f¨ªsicas y sociales, se le hicieron cuesta arriba. ¡°Intent¨¦ suicidarme¡±. En 2018 se mud¨® a un pueblo de Badajoz, asegura que obligada por sus t¨ªas. ¡°Fue en contra de mi voluntad¡±.
Ah¨ª empeor¨® todo. ¡°Viv¨ªa con mi t¨ªo y con mi abuela. ?l siempre me ha tratado mal, pero a ra¨ªz de mi discapacidad, fue a peor; la usaba para meterse conmigo. Me llamaba puta, gorda, o me dec¨ªa: ¡®Venga, vete andando. Ah, no, que no puedes, qu¨¦ pena¡±. Y sigue: ¡°Ahora estoy morena, pero entonces no me daba el sol; mi t¨ªo solo me sacaba para ir al m¨¦dico y yo depend¨ªa de que colocara una rampa para poder salir. Dorm¨ªa en el sal¨®n porque la casa no estaba adaptada. Un d¨ªa le dije a mi abuela: ¡®O me voy de aqu¨ª o me muero¡±. Cuenta que fue un vecino quien la ayud¨®, que comenz¨® a ir a recogerla para salir a comprar y fue as¨ª que puso hablar con la Polic¨ªa Local sobre lo que ocurr¨ªa. ¡°No llegu¨¦ a poner una denuncia¡±.
¡°Hay muchos factores que influyen en mayores cifras de violencia. Hay situaciones en que se cosifica a las mujeres, se las considera seres asexuados hacia quienes se puede tener una violencia m¨¢s impune. En otros casos, hay poco empoderamiento de las mujeres y los agresores act¨²an con conciencia de que no se van a quejar¡±, apunta Villarino, del Cermi. Esta experta habla de intersecciones. ¡°Si asocias diferentes factores que pueden ser origen de exclusi¨®n, se multiplica la brecha. No es lo mismo la situaci¨®n de un hombre con discapacidad que la de una mujer. En el caso de una mujer mayor migrante con discapacidad que viva en un entorno rural se suman todos esos factores¡±.
Algo en lo que tambi¨¦n insiste Arantzazu Alejos, t¨¦cnica de Igualdad de Cocemfe. Villafranca est¨¢ haciendo un curso de inserci¨®n sociolaboral organizado por ellos, en el que el a?o pasado participaron 568 mujeres. ¡°El objetivo es que cojan las riendas de sus propias vidas¡±. Alejos habla de una concepci¨®n social por la que se ve a las personas con discapacidad ¡°como ciudadanos de segunda¡±. Villarino lo define como ¡°estigma¡± debido a una ¡°concepci¨®n mal entendida de la normalidad¡±.
Villafranca cuenta que ella solo quiere salir adelante, que no la ayuden si ella no lo pide. Que no la limiten. Quiere trabajar, y poder tener una casa, ¡°porque con 350 euros nadie puede pagar una vivienda¡±, vivir con su pareja y, qui¨¦n sabe, quiz¨¢s tener hijos. Pero lo primero que est¨¢ intentando es volver a andar; ya lo logr¨® dos veces hace a?os. Ahora quiere volver a hacerlo. ¡°Con muletas, con andador, lo que sea, pero volver a andar. Me queda poco para conseguirlo. La fisioterapeuta se sorprende de mis avances. Yo he venido aqu¨ª a luchar. La vida es muy bonita y hay que vivirla¡±.
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