El feminismo contra la prostituci¨®n
El abolicionismo es la ¨²nica v¨ªa para acabar con el sistema prostitucional, que contribuye a crear un imaginario en el que las mujeres somos definidas como sexo
La prostituci¨®n, al fin, ha logrado colocarse en la agenda de los partidos pol¨ªticos tras d¨¦cadas de lucha feminista. Todo ello ha sido a?os despu¨¦s de que la perspectiva cr¨ªtico-abolicionista se haya inscrito en los pliegues m¨¢s profundos del movimiento feminista. La experiencia abolicionista de Suecia en el a?o 2002 y la m¨¢s reciente de Francia, pa¨ªses con estados de bienestar fuertes y con sistemas de derechos sociales m¨¢s amplios y asentados que el de Espa?a, han mostrado el car¨¢cter civilizatorio del modelo abolicionista de la prostituci¨®n. Tambi¨¦n las experiencias regulacionistas de Alemania y Holanda han confirmado el crecimiento de la industria criminal que envuelve la prostituci¨®n y el extremo endurecimiento de las vidas de las mujeres prostituidas cuando se regula este negocio. Detr¨¢s de la idea de que el regulacionismo es sin¨®nimo de derechos laborales se ha descubierto que sus condiciones de vida han empeorado. Como ejemplo, ah¨ª est¨¢n las tarifas planas de 60 euros que incluyen cerveza, salchicha y sexo ilimitado en algunos burdeles de Alemania. Adem¨¢s, la trata de mujeres para la explotaci¨®n sexual ha crecido, al mismo tiempo que lo ha hecho la violencia de los puteros.
En este contexto se puede entender no solo el debate sobre el sistema prostitucional que tiene lugar en la opini¨®n p¨²blica, sino tambi¨¦n la movilizaci¨®n estatal a favor de una ley abolicionista de la prostituci¨®n, similar a la sueca, que se desarrollar¨¢ en Madrid el d¨ªa 28 de mayo y que est¨¢ promovida por el movimiento feminista espa?ol.
Sin embargo, la pregunta de por qu¨¦ el feminismo internacional ha introducido el abolicionismo de la prostituci¨®n en su agenda pol¨ªtica requiere de algunas explicaciones. Para ello tenemos que hacernos una pregunta: ?c¨®mo es posible que el feminismo haya puesto el foco en una instituci¨®n fundacional del patriarcado y que no afecta a todas las mujeres, sino solo a un grupo, mayoritariamente migrante, en situaci¨®n administrativa irregular, marcado en sus pa¨ªses de origen por situaciones de pobreza y falta de recursos y en el nuestro por la exclusi¨®n?
La raz¨®n fundamental se debe a que amplios sectores sociales han concluido que es ¨¦ticamente inadmisible la existencia de formas veladas de esclavitud sexual y econ¨®mica en el siglo XXI, pues esas esclavitudes comprometen la calidad de la democracia y la deval¨²an. Las mujeres que hoy nutren la prostituci¨®n podr¨ªan tambi¨¦n nutrir el trabajo dom¨¦stico ¡ªotra forma velada de esclavitud sin plusval¨ªa sexual en muchos casos¡ª, pero la industria criminal que envuelve la industria de la explotaci¨®n sexual tiene apoyos determinantes en el mercado, en el estado, en las industrias culturales, en la academia y hasta en ONG¡¯s que la defienden como si fuese un nicho laboral. Y no solo eso, pues ocupa el tercer lugar en beneficios a escala global en el marco de las econom¨ªas il¨ªcitas. De hecho, la prostituci¨®n es utilizada como una estrategia de desarrollo por algunos pa¨ªses que necesitan engancharse a la econom¨ªa global. Para decirlo de otra forma: mercantilizar los cuerpos de las mujeres no es el resultado del acto libre de una mujer prostituida, sino una estrategia del capitalismo neoliberal para consolidar un mercado global. Pero tambi¨¦n es una demanda de grupos de varones que no quieren perder el privilegio de acceder sexualmente a cuerpos de mujeres donde quieren y como quieren por un precio irrisorio. Por eso, ning¨²n partido de izquierdas, ni movimiento social, ni teor¨ªa cr¨ªtica de la sociedad, pueden aceptar la existencia de un mercado de cuerpos de mujeres.
Finalmente, la lucha feminista contra la prostituci¨®n da respuesta a una pulsi¨®n civilizatoria que la considera no solo ¨¦ticamente inaceptable porque explota sexualmente a un grupo de mujeres vulnerables, sino tambi¨¦n porque nos convierte a todas en potencialmente prostituibles, pues contribuye a crear un imaginario en el que las mujeres somos definidas como sexo. La hipersexualizaci¨®n de lo femenino es inseparable de la prostituci¨®n y ambas deval¨²an la imagen de todas las mujeres. No est¨¢ bien que j¨®venes varones se socialicen en la idea de que la sexualidad de las mujeres se puede comprar. La sexualidad no debe comprarse ni venderse. Debe basarse en el deseo ¨ªntimo y compartido de ambas partes.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.