La sentencia del aborto en EEUU hace temer por la protecci¨®n del matrimonio gay y otros derechos
La petici¨®n del juez Clarence Thomas de que el Supremo revise precedentes como el de las relaciones entre personas del mismo sexo y el acceso a anticonceptivos genera inquietud en la comunidad LGTBI
Las enmiendas a la Constituci¨®n estadounidense son como las estrellas de cine: su popularidad va y viene. Por algunas, como la Segunda, la que garantiza ¡°el derecho a tener y portar armas¡±, no pasan las modas. Otras tienen sus momentos. Esta ha sido, sin duda, la semana de la Decimocuarta, invocada en dos sentencias hist¨®ricas del Tribunal Supremo: la que el jueves dio la raz¨®n a dos ciudadanos del Estado de Nueva York que quer¨ªan llevar en p¨²blico sus pistolas sin justificaci¨®n previa y la que el viernes derog¨® Roe contra Wade, que en 1973 dio rango constitucional al acceso al aborto ¡°libre de interferencias del Estado¡±. El fallo deshace precisamente eso, al devolver a los Estados la potestad de legislar sobre el tema. Se calcula que 26 de 50 est¨¢n dispuestos a tumbar un precedente de medio siglo. Algunos lo han hecho ya; a otros se les espera en los pr¨®ximos d¨ªas o semanas.
Sobre esa enmienda, de la que, entre otras cosas, se deriva la protecci¨®n del derecho a la privacidad y que fue ratificada en 1868 con la Guerra de Secesi¨®n a¨²n reciente, se construy¨® la argumentaci¨®n de Roe. Ese razonamiento estaba ¡°atrozmente errado desde el principio¡±, seg¨²n escribe el juez Samuel Alito, redactor de la opini¨®n mayoritaria de seis contra tres, en una de las frases de las 213 p¨¢ginas de la sentencia del viernes que m¨¢s fortuna ha hecho. En la protecci¨®n de la intimidad se justificaron tambi¨¦n los fallos Obergefell contra Hodges (2015), que legaliz¨® el matrimonio homosexual, Lawrence contra Texas (2003), que acab¨® con la prohibici¨®n de las relaciones entre personas del mismo sexo (2003) y Griswold contra Connecticut (1965), que permiti¨® a las parejas casadas el uso de anticonceptivos.
La referencia a esos tres procesos no es un capricho: son todos casos citados por el juez Clarence Thomas, que vot¨® con la mayor¨ªa y es uno de los miembros m¨¢s conservadores del tribunal m¨¢s conservador que ha tenido Estados Unidos desde los a?os treinta. En su opini¨®n concurrente, ped¨ªa expresamente la revisi¨®n de esas decisiones: ¡°Tenemos el deber de corregir el error establecido en esos precedentes¡±.
Esas palabras provocaron la reacci¨®n del presidente Joe Biden (porque amenazan ¡°otros derechos que damos por sentados¡±) y Jim Obergefell, el demandante del caso que legaliz¨® el matrimonio entre personas del mismo sexo (¡±Thomas acaba de pintar una diana en la privacidad¡±, dijo al Cincinnatti Enquirer) e hicieron saltar el viernes las alarmas en el seno de la comunidad LGTBI y entre los tres magistrados liberales que se opusieron al fallo. En su voto particular se puede leer que ¡°nadie debe estar seguro de que esta mayor¨ªa haya terminado con su trabajo¡±, en referencia a los pasos, ciertamente impredecibles, que puedan dar despu¨¦s.
En el fondo, consideran, esas tres sentencias est¨¢n directamente relacionadas entre s¨ª. ¡°El derecho a interrumpir un embarazo¡±, escriben Sonia Sotomayor, Elena Kagan y Stephen Breyer, ¡°surgi¨® directamente del derecho a comprar y usar m¨¦todos anticonceptivos. A su vez, esos derechos llevaron, m¨¢s recientemente, a reconocer la intimidad y el matrimonio entre personas del mismo sexo¡±. O la opini¨®n mayoritaria est¨¢ escrita desde la hipocres¨ªa, contin¨²an los magistrados, o los derechos constitucionales adicionales ¡°est¨¢n bajo amenaza¡±. ¡°Una de dos¡±, a?aden.
El debate en el seno del tribunal est¨¢ servido, como demuestra el hecho de que la diferencia sustancial entre el borrador de la sentencia que se filtr¨® a principios de mayo y el texto final conocido este viernes est¨¦ en una justificaci¨®n de Alito en la que subraya que la sentencia del aborto no pone en peligro esos otros precedentes. (Y en derecho, ya se sabe que una excusa no solicitada suele ocultar una acusaci¨®n manifiesta).
¡°Creo absolutamente que el matrimonio entre personas del mismo sexo, el acceso a anticonceptivos y el derecho a tener relaciones sexuales consentidas est¨¢n amenazados con este Supremo¡±, opin¨® este domingo en un correo electr¨®nico Paul Collins, profesor de Derecho de la Universidad de Massachusetts y autor de tres libros sobre la progresiva politizaci¨®n del ¨®rgano judicial. ¡°Si bien la mayor¨ªa indic¨® que la decisi¨®n de Dobbs [contra Women¡¯s Health Organization, que es el nombre completo de la sentencia del viernes] solo ata?¨ªa al aborto, se puede interpretar f¨¢cilmente que anula casi cualquier derecho que no est¨¦ espec¨ªficamente descrito en la constituci¨®n y que no est¨¦ profundamente arraigado en la historia y las tradiciones de la naci¨®n¡±. Ninguno de esos tres derechos lo est¨¢.
Toni Codinas, director de estrategia corporativa de 41 a?os residente en Washington, tampoco se f¨ªa. ¡°Observo un temor real en la comunidad LGTBI. Da la impresi¨®n de que asoma una lluvia de varapalos judiciales¡±. Codinas se cas¨® ¡°en cuanto se pudo¡± con su pareja de a?os, Donald Gatlin. ¡°Es preocupante pensar en un futuro en el que nuestros derechos pueden ser menoscabados en Estados que decidan no reconocer el matrimonio homosexual¡±, explica. ¡°Solo espero que estas amenazas reales movilicen el voto dem¨®crata en las elecciones legislativas del pr¨®ximo mes de noviembre. Y que si se obtiene una mayor¨ªa suficiente, que se act¨²e para codificar esos derechos. [El presidente Barack] Obama la tuvo y no lo hizo, seguramente porque pens¨® que el aborto estaba fuera de peligro. Se equivoc¨®. La oleada conservadora que ha tomado el Supremo como parte de una estrategia calculada lo ha demostrado¡±.
La decisi¨®n de 1973, que sac¨® adelante Roe contra Wade con una mayor¨ªa de 7-2, se basaba en la intimidad que asiste a una mujer que decide interrumpir un embarazo. Y eso la hizo pol¨¦mica desde el mismo d¨ªa que firm¨® el fallo el juez Harry Blackmun, al que hab¨ªa designado un presidente republicano (en su caso, Richard Nixon), como a otros cuatro de los que votaron a favor. As¨ª lo consider¨® la magistrada liberal Ruth Bader Ginsburg, lo m¨¢s parecido a una estrella pop de la judicatura que ha producido este pa¨ªs, en un texto escrito cuando a¨²n no era miembro del Supremo. Su muerte en septiembre de 2020 permiti¨® a Donald Trump nombrar a la carrera a Amy Coney Barrett, su tercer juez para el alto tribunal, lo que descompens¨® su composici¨®n hacia una supermayor¨ªa conservadora de seis contra tres.
¡°Si se hubieran agarrado a cl¨¢usula de igualdad de la Decimocuarta Enmienda, en lugar de en la de la privacidad¡±, argumenta Collins, ¡°se habr¨ªa impuesto la idea de que negarle la libertad reproductiva a una mujer es una forma de discriminaci¨®n de g¨¦nero. Y creo que habr¨ªa sido m¨¢s dif¨ªcil para la mayor¨ªa de Supremo tumbar Roe¡±.
Para eso ya es demasiado tarde. ¡°No lo quisimos ver mientras estaba sucediendo, pero el movimiento conservador en este pa¨ªs nos ha superado estrat¨¦gicamente¡±, se lamentaba el viernes por la noche la productora audiovisual Andrea Fuller, una de las miles de manifestantes que se concentraron ante la sede del Supremo en Washington para protestar por el fallo. No por casualidad, en las protestas que se desarrollaron ese d¨ªa en 568 ciudades de todo el pa¨ªs abundaban, en previsi¨®n de lo que pudiera venir, los carteles y s¨ªmbolos propios del movimiento en defensa de los derechos LGTBI. Y este domingo en Nueva York, invitaron a las representantes de Planned Parenthood, una organizaci¨®n dedicada a la salud reproductiva con cl¨ªnicas en 40 ciudades, a encabezar, con la presencia destacada de su consejera delegada, Alexis McGill Johnson, la marcha del Orgullo, que regresaba a las calles de Manhattan por primera vez desde 2019, tras los dos a?os de ausencia obligada por la pandemia.
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