La batalla por el relato en la ¡®ley del solo s¨ª es s¨ª'
Lo ocurrido es un buen ejemplo de c¨®mo, cuando un actor pol¨ªtico logra imponer un determinado marco de discusi¨®n, tiene la partida pr¨¢cticamente ganada
La votaci¨®n de la reforma de la ¡®ley del solo s¨ª es s¨ª' termin¨® con una escena ins¨®lita: todos los diputados del PP puestos en pie, obsequi¨¢ndose con un encendido aplauso para celebrar la victoria, mientras los diputados socialistas les observaban con estupor e impotencia. En realidad, lo que el PP celebraba no era la reforma de la ley, sino la divisi¨®n en el seno del Gobierno de coalici¨®n y la derrota de las dos ministras de Unidas Podemos que, vestidas de lila p¨¢lido, escenificaban su martirologio con expresi¨®n pr¨®xima al llanto. Que la pol¨ªtica va cada vez m¨¢s de relatos es algo sabido, pero en este caso, la batalla por el relato ha sido tan feroz que casi nada de lo que se ha dicho se correspond¨ªa con la realidad. Lo ocurrido es un buen ejemplo de c¨®mo, cuando un actor pol¨ªtico logra imponer un determinado marco de discusi¨®n, tiene la partida pr¨¢cticamente ganada.
En la lucha desesperada por el relato, todos han incurrido en hip¨¦rboles y falsedades. El PP ha ganado claramente la batalla y lo ha hecho con la ayuda involuntaria de las ministras de Unidas Podemos. Con su resistencia a reconocer y corregir el error de no haber incluido una disposici¨®n transitoria que evitara la revisi¨®n de condenas, propiciaron una situaci¨®n en la que cada rebaja de penas se convert¨ªa en un ob¨²s contra el Gobierno. Una vez instaurado el marco mental de que la ley favorec¨ªa a los violadores y desproteg¨ªa a las v¨ªctimas, el desgaste pol¨ªtico del Gobierno era tal que el PSOE se ha visto obligado a impulsar una reforma para taponar la hemorragia. Pero a la hora de justificarla no pod¨ªa argumentar que era para detener el desgaste electoral, por lo que ha recurrido al relato de que la modificaci¨®n de la ley era necesaria para detener las rebajas de condena. En realidad, el aumento de penas que introduce la reforma solo regir¨¢ para los futuros violadores. Quienes ya han sido condenados o tienen una causa en curso, podr¨¢n seguir acogi¨¦ndose a la primera versi¨®n de la ley.
El PSOE se ha dejado arrastrar al punitivismo penal que defiende la derecha
En esta escaramuza, el PSOE ha acabado promoviendo un aumento de penas que de no existir la ofensiva del PP hubiera sido innecesaria. Se ha dejado arrastrar al punitivismo penal que defiende la derecha y ni siquiera se ha atrevido a discutir que un aumento de las penas, en un pa¨ªs que ya las tiene muy altas, no comporta una mayor protecci¨®n para las mujeres. Si 10 a?os de c¨¢rcel no disuaden a los violadores, tampoco lo har¨¢n 12.
El PP ha sido tambi¨¦n el principal beneficiario de la controversia entre el PSOE y Unidas Podemos sobre la cuesti¨®n del consentimiento en la que, m¨¢s que una cuesti¨®n jur¨ªdica, se dirim¨ªa una pugna por la representaci¨®n del movimiento feminista. Cada vez que Unidas Podemos, en evidente exageraci¨®n, acusaba al PSOE de retroceso legislativo y de volver al C¨®digo Penal de La Manada, debilitaba al Gobierno y apuntalaba el relato del PP, en esa especie de sinergia colusiva por la que a veces los contrarios se refuerzan mutuamente.
El relato del PP se ha impuesto de forma tan clara que algunos de sus dirigentes, en pleno subid¨®n por la victoria, se permitieron afirmar que hab¨ªan conseguido la derogaci¨®n de la ley, algo que evidentemente tambi¨¦n es falso. Con esta hip¨¦rbole desviaban la atenci¨®n de la manifiesta contradicci¨®n de haber apoyado con entusiasmo una reforma parcial de una ley a cuya totalidad se hab¨ªan opuesto con vehemencia unos meses antes. El resultado de esta guerra por el relato es una gran confusi¨®n general. Lo ocurrido deber¨ªa llevar a la izquierda a reflexionar sobre cu¨¢l es la mejor forma de plantear las guerras culturales cuando son los adversarios quienes llevan la iniciativa.
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