Los dos a?os de condena de Ucrania vistos desde la c¨¢rcel
EL PA?S presenta el espect¨¢culo teatral ¡®Historias de una guerra¡¯ ante 190 internos del centro penitenciario de Soto del Real. Una ocasi¨®n para debatir el valor de la informaci¨®n para los presos
Rodeada de cascotes, Natalia, jardinera de Kramatorsk, cuida de sus gladiolos y crisantemos, aunque nadie los vaya a contemplar en la ciudad abandonada por la guerra. Rodeado de altos muros de cemento, al fondo de un m¨®dulo del centro penitenciario Madrid V de Soto del Real (Madrid), Rub¨¦n mima con esmero sus cactus y suculentas. ¡°Como para la jardinera de Ucrania, tambi¨¦n para m¨ª, dentro de mi tristeza, las plantas son mi oasis¡±, dice el interno.
Natalia es una de las protagonistas de Historias de una guerra. Rub¨¦n, uno de los 190 espectadores de un pase muy especial. En el espect¨¢culo, un grupo de periodistas de EL PA?S que ha cubierto el conflicto desde la invasi¨®n rusa del 24 de febrero de 2022 trata de acercar relatos muy personales de quienes conocieron all¨ª. Los enviados especiales llevan m¨¢s de un a?o girando por distintos escenarios, pero este viernes estaban especialmente deseosos de llevar el show a la prisi¨®n. De camino se preguntaban, ?c¨®mo ser¨¢n los presos como p¨²blico?, ?resonar¨¢n los temas de la guerra ¡ªla separaci¨®n de la familia, el miedo, la perdida de la normalidad¡ª con su propia experiencia?, ?estar¨¢n al d¨ªa de la actualidad?
La primera cuesti¨®n la resuelve Luis Carlos Ant¨®n, director de esta prisi¨®n con 1.250 internos de 62 pa¨ªses (un tercio son extranjeros, ning¨²n ruso y siete ucranios en este momento): ¡°Tenemos el p¨²blico m¨¢s agradecido del mundo, con muchas ganas de ver cosas¡ Porque aqu¨ª el tiempo pasa muy despacio¡±.
En el sal¨®n de actos reina un respetuoso silencio mientras los periodistas narran temas que efectivamente tocan de cerca a los presos sobre un escenario desnudo, con la sobria direcci¨®n art¨ªstica del actor Ra¨²l Fern¨¢ndez de Pablo y la m¨²sica tradicional ucrania interpretada al viol¨ªn por Teresa Gamaza Acu?a.
La historia de Boris (narrada por Luis Doncel, jefe de secci¨®n de Internacional), un joven activista LGTBI cuya vida ¡°cambia de un d¨ªa para otro¡± al alistarse como voluntario en el ej¨¦rcito, ha hecho que Jose suelte ¡°una lagrimilla¡±. ¡°Aqu¨ª est¨¢s muy acostumbrado a o¨ªr tragedias y crees que te endureces, pero cuando te lo cuentan de una forma tan personal, uf¡¡±, dice suspirando.
Carlos explica que ¡°dentro¡± se ¡°tiene la sensibilidad a flor de piel¡±: ¡°Cosas a las que fuera no les dabas demasiada importancia, aqu¨ª son un mundo¡±. Por eso se ha emocionado con la historia de Tigram y los otros ni?os que ha narrado el periodista ?scar Guti¨¦rrez. Por eso y porque tiene un cr¨ªo de cinco a?os que cambia cada mes que no lo ve y porque a¨²n le quedan dos a?os de condena. ¡°?D¨®nde est¨¢ pap¨¢?, ?d¨®nde est¨¢ pap¨¢?¡±, repet¨ªa Tigram a su madre en Mikolaiv, y ella le contestaba que trabajando para evitarle pensar que quiz¨¢s no volver¨ªa del frente. ¡°Es lo mismo que pregunta mi hijo¡±, dice Juanma, un transportista con una condena de meses. En casa tambi¨¦n le han dicho a su ni?o de nueve a?os que est¨¢ de viaje. ¡°Esa imagen del padre con el fusil despidi¨¦ndose del cr¨ªo me ha roto¡±, dice el interno. ¡°Yo hablo con el m¨ªo a diario por videoconferencia y s¨¦ que nos vamos a ver pronto y aun as¨ª es muy jodido¡±.
Vidas interrumpidas
Los inocentes que protagonizan los relatos ucranios y los culpables que forman el p¨²blico de Madrid V comparten unas vidas interrumpidas, en pausa por la guerra o por la c¨¢rcel. Hay frases que retumban en ambas. ¡°El valor de lo normal¡±, repite en su relato sobre amores detenidos la periodista M¨®nica Ceberio, directora del proyecto: ¡°El valor, por ejemplo, de ir al mercado, hacer la cena y tomarla junto a las personas que amas¡±. ¡°Uf, qu¨¦ ganas de eso, que antes te pod¨ªa dar hasta pereza¡±, dice un interno.
A Luis de Vega, enviado especial que ahora est¨¢ en Israel, una maleta perdida en pleno conflicto le record¨® ¡°que la inmensa mayor¨ªa de las cosas no son imprescindibles¡±. Otro preso asiente en su butaca, ¡°eso es tan cierto, arrastramos tantas cosas¡±. ¡°En los momentos m¨¢s jodidos queda la dignidad de los peque?os gestos¡±, dice el reportero Jacobo Garc¨ªa cuando recuerda a la jardinera de Kramatorsk, al barrendero o al conductor de autob¨²s que segu¨ªan trabajando a pesar de la destrucci¨®n. Cuando Rub¨¦n, el jardinero de Soto, muestra su ordenad¨ªsima celda en el m¨®dulo de Proyecto Hombre lo hace con el mismo orgullo digno de quien trata de seguir adelante tras el caos.
En el turno de preguntas, la mayor¨ªa de los presos se adentra en cuestiones geopol¨ªticas. ?Es esta guerra que ya cumple dos a?os en realidad un conflicto entre EE UU y Rusia?, ?cu¨¢l es el papel de China en el equilibrio de poderes?, ?por qu¨¦ Europa no ayuda m¨¢s a Ucrania?...
Una ventana
La actualidad importa mucho en la c¨¢rcel porque es una ventana. Por eso mismo a veces duele. ¡°No me gusta ver las noticias que tienen que ver con mi entorno o con mi barrio porque me entra nostalgia¡±, dice Eduardo, que prefiere evadirse con su peque?o transistor del economato en el que se pone al d¨ªa culturalmente con Radio 3. ¡°Yo no aguanto las im¨¢genes de los ni?os en Gaza, me recuerdan demasiado a los m¨ªos¡±, dice Carlos, que es m¨¢s ¡°de papel¡±: los domingos est¨¢ suscrito a El PA?S. Jose, a EL PA?S y El Mundo: ¡°Mi abuela era analfabeta y mi abuelo le le¨ªa EL PA?S, pero lo mandaba a comprar el Abc, diciendo que siempre hay que leer tambi¨¦n a los contrarios¡±. Cuando termina con los peri¨®dicos los deja en la sala com¨²n, ¡°aqu¨ª cada ejemplar se lee muchas veces¡±, dice. ?l es ¡°un zumbado de Twitter con una cuenta muy activa pol¨ªticamente¡± y con miles de seguidores que ahora trata de mantener viva con bots. Porque en la c¨¢rcel no hay internet.
Gregorio, entre los m¨¢s mayores de un grupo de nueve internos, de entre 32 y 60 a?os, que han accedido a charlar con EL PA?S, echa de menos la web ¡°para ahondar¡± en las noticias que le interesan. ?l est¨¢ ¡°¨¢vido de informaci¨®n¡±, su medio para informarse, como el de la mayor¨ªa de presos, que pasan unas 14 horas al d¨ªa en la celda, es la tele. Casi todos tienen una en su habit¨¢culo. Gregorio ve de Telemadrid a La Sexta, ¡°una cosa variada¡±.
Igual que en la calle, entre los presos hay cierto escepticismo sobre el sesgo y la desinformaci¨®n de los medios. ¡°No se cuenta todo lo que hay¡±, dice V¨ªctor, que prefiere no dar su nombre real. Para ?scar, que se hace cargo del economato de su m¨®dulo desde hace cinco a?os, el problema son los vac¨ªos: ¡°Ahora Gaza ha sustituido a Ucrania en las portadas, pero hay muchos conflictos, por ejemplo los africanos, que nunca llegan al primer plano¡±.
La tele de la sala com¨²n se ve sobre todo en ocasiones especiales: la ¨²ltima vez que se comparti¨® masivamente fue durante el mundial de f¨²tbol femenino, que gracias al cambio horario les pill¨® fuera de las celdas. ¡°Aqu¨ª no se discute ni por el f¨²tbol ni desde luego por pol¨ªtica, hay menos polarizaci¨®n que en la calle¡±, dice Jose. ¡°De lo que se habla en los corrillos es de art¨ªculos del c¨®digo penal o del reglamento internos, cosas de las que nunca hablar¨ªas en la calle¡±.
La cuidad¨ªsima revista Ecos de Soto, con una vistosa y moderna maquetaci¨®n a cargo de Daniel Fortesque, lleva muchos temas de este tipo: ¡°Al final aqu¨ª lo que tira son los temas judiciales y penitenciarios¡±, dice este miembro de la redacci¨®n, ¡°a m¨ª me cansan un poco, pero ese es nuestro p¨²blico¡±.
De vuelta al auditorio ¡ªdonde otros presos se encargan de controlar el sonido, la luces o pasar el micro entre el p¨²blico¡ª, se suceden las ¨²ltimas preguntas: hay muchas, se nota el inter¨¦s por participar. Una de las intervenciones regala a los periodistas una poes¨ªa sobre la guerra que acaba con los versos ¡°nadie gana, todos pierden¡±. Y otra es m¨¢s bien una rese?a teatral. Un interno ¡°con m¨¢s de 20 a?os de experiencia en el mundo del espect¨¢culo¡± resume lo que acaba de ver como ¡°un excelente verbatim drama¡± [teatro testimonial] que le ha recordado a Pirandello. ¡°Leyendo las noticias te distraes, pero as¨ª de bien contado te atrapa... Y con nada de producci¨®n, apenas cuatro sillas... Menos es m¨¢s. Me ha conmovido. Pones esto en la Gran V¨ªa y arrasa¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.