Facebook por dentro: un d¨ªa en el imperio de Zuckerberg
La tecnol¨®gica invita a un grupo de periodistas internacionales a su sede central para ofrecer una imagen de transparencia en plena crisis de reputaci¨®n
La llegada a Facebook decepciona. Uno espera encontrar un gran edificio con arquitectura eficiente, grandes cristaleras y luz natural. Pero la zona escogida para recibir a una treintena de periodistas de todo el mundo en la primera visita de prensa internacional organizada por la compa?¨ªa a sus cuarteles generales de Menlo Park (California) es la antigua sede: una serie de naves industriales de dos plantas pintadas de colores que recuerdan m¨¢s a un centro comercial que al lugar donde se atesora uno de los algoritmos m¨¢s cotizados del planeta.
¡°No podemos hacer esto solos¡±, explic¨® durante la visita, celebrada hace dos semanas, Sara Su, una de las portavoces de la compa?¨ªa. La red social, dijo, necesita la colaboraci¨®n de organizaciones externas para frenar al monstruo. La falta de control sobre los contenidos que se difunden en la plataforma y la poca atenci¨®n dirigida a la privacidad de los usuarios han llevado a la tecnol¨®gica a sufrir la peor crisis de credibilidad en sus 14 a?os de historia. Desde que el pasado marzo estallara el esc¨¢ndalo de Cambridge Analytica ¡ªla filtraci¨®n masiva de datos personales de 87 millones de usuarios a esa empresa brit¨¢nica¡ª Mark Zuckerberg se ha visto obligado a dar explicaciones de c¨®mo funciona su criatura, un mastodonte con m¨¢s de 2.200 millones de usuarios mensuales.
Y en esa estrategia encajaba el plan de pasar un d¨ªa en el imperio de Facebook. En su esfuerzo por transmitir una imagen de transparencia, la compa?¨ªa invit¨® por primera vez a un grupo de periodistas de medios internacionales a su sede principal, entre ellos EL PA?S. Eso s¨ª, Zuckerberg y su equipo est¨¢n al otro lado de la autov¨ªa, en las nuevas instalaciones estrenadas hace un par de meses. Los invitados no tuvieron ese privilegio.
El secretismo entorno al algoritmo de la tecnol¨®gica se hace extensivo a sus oficinas; los periodistas est¨¢n continuamente controlados y la distancia de apenas unos metros con los trabajadores de la empresa, que se mueven veloces de un lado para otro, se percibe como kilom¨¦trica. El ambiente de campus universitario que desprende la sede, con un patio interior repleto de empleados de diferentes partes del mundo con una media de edad cercana a los 30 a?os, choca con la realidad impuesta desde arriba: la libertad de movimiento no es una opci¨®n.
El momento escogido para abrir sus puertas durante un d¨ªa y poner a los portavoces de diferentes departamentos a responder las preguntas de periodistas llegados de pa¨ªses como Jap¨®n, Polonia, Francia o Argentina - el 87% de los usuarios de la plataforma son de fuera de los Estados Unidos y Canad¨¢- no es casual. Una semana m¨¢s tarde, Facebook registr¨® un desplome pr¨®ximo al 25% en su valoraci¨®n burs¨¢til, justo despu¨¦s de presentar unos resultados econ¨®micos peores de lo esperado y de anticipar que su crecimiento se desacelera. Nunca antes una empresa hab¨ªa ca¨ªdo tanto en un d¨ªa en Wall Street: de una capitalizaci¨®n burs¨¢til pr¨®xima a los 620.000 millones de d¨®lares (unos 531.000 millones de euros) antes de publicar los resultados, se pas¨® a los 470.000 (unos 402.000 en euros).
Aunque sus 2.200 millones de usuarios generaron una cifra de negocio de 13.230 millones en el segundo trimestre de 2018, lo que supone una mejora del 42% con respecto al mismo periodo del a?o anterior, pudieron m¨¢s las dudas sobre las nuevas pol¨ªticas de la compa?¨ªa y los posibles efectos en su rentabilidad. Durante los ¨²ltimos meses, Zuckerberg se ha sometido al escrutinio de los legisladores en Estados Unidos y en la Uni¨®n Europea y se est¨¢ examinando si viol¨® las reglas que protegen la privacidad de los usuarios. Las nuevas inversiones en seguridad podr¨ªan afectar a su margen de beneficio. A esa crisis se suma la reputacional: bajo el nombre #DeleteFacebook, un nuevo movimiento social ha hecho un llamamiento a los usuarios para que abandonen Facebook.
Tomar el pulso del posible malestar o incertidumbre de los empleados de la compa?¨ªa no es f¨¢cil. Desde el momento en el que los periodistas acceden al recinto, levantado junto a una autopista de la Bah¨ªa de San Francisco a unos 47 kil¨®metros de la ciudad, los responsables del evento les acompa?an en todo momento, incluso para salir a fumar un cigarro al exterior. El control de cada uno de los movimientos de los periodistas resulta excesivo; durante la hora de la comida deben permanecer en una zona acotada y controlada por personal de seguridad. En los dos complejos que forman la sede de Facebook hay un total de 14.000 empleados. En todo el mundo suman 30.000.
Durante el tour guiado por las instalaciones, una de las empleadas explica algunas de las an¨¦cdotas relacionadas con la arquitectura del lugar. Se trata de una serie de naves unidas por un gran patio interior con zonas ajardinadas, restaurantes y gimnasios gratuitos para la plantilla y tiendas de venta de bicis o peluquer¨ªa, de pago. Algunos de los edificios est¨¢n conectados por unos puentes rojos que recuerdan al Golden Gate, el puente emblem¨¢tico de San Francisco. "Pasan muchas horas aqu¨ª y queremos que se sientan como en casa", cuenta. "Hay una comunidad de zorros que suelen salir cuando se pone el sol", contin¨²a. Algunos carteles aconsejan no acercarse a ellos ni alimentarlos. El recorrido tiene parada en el taller de carteles, gratuito para los empleados, o la helader¨ªa. ?Cu¨¢l es el perfil mayoritario de los trabajadores? ?La edad media? ?El salario medio? "Facebook no ofrece ese tipo de informaci¨®n", responde la empleada.
El secretismo y el llamado control freak (en espa?ol, obsesi¨®n por controlar) son insignia de las empresas tecnol¨®gicas en Silicon Valley. "En el mundo tecnol¨®gico lo m¨¢s valioso es lo que has inventado. Los fundadores creen que si alguien descubre el modo en el que crean, perder¨¢n su ventaja competitiva", comenta una ex empleada del sector que vive en San Francisco y prefiere no decir su nombre. "Les preocupa que alguno de los empleados revele un detalle o cuente demasiado. Facebook ahora mismo es muy paranoica. Es cierto que muchos de los empleados est¨¢n disgustados con las pol¨ªticas de la empresa, la injerencia en?las elecciones?en 2016 hace que no est¨¦n de acuerdo en c¨®mo est¨¢ gestionando Zuckerberg la compa?¨ªa", a?ade.
En esta ocasi¨®n, el secreto del algoritmo de Facebook estaba a salvo. La parte t¨¦cnica de la compa?¨ªa, los equipos de desarrollo inform¨¢tico, se encuentran en el nuevo edificio, fuera del alcance de los informadores invitados.
En un art¨ªculo publicado en el Columbia Journalism Review, James Ball, periodista brit¨¢nico y autor del libro Post-Truth: How Bullshit Conquered The World ("Posverdad: c¨®mo las sandeces conquistaron el mundo") alerta de la necesidad de un nuevo modelo de periodismo tecnol¨®gico. Ball denuncia la permisividad de los periodistas y el fen¨®meno fan, en el que son los informadores los m¨¢s entusiastas de los nuevos productos tecnol¨®gicos y, en ocasiones, los menos cr¨ªticos. "Los fundadores de las compa?¨ªas controlan el acceso de los medios hasta un punto que empresas de otro sector encontrar¨ªan ins¨®lito. Incluso las visitas a las oficinas -consideradas un privilegio- requieren acuerdos de confidencialidad por parte de los periodistas", detalla Ball.
"Hay un n¨²mero de razones por las que el secretismo se ha convertido en parte esencial de la cultura de Silicon Valley, y no precisamente la necesidad de proteger su propiedad intelectual de los competidores. Se trata de la atm¨®sfera que rodea la prensa especializada en tecnolog¨ªa, que es la que lo hace posible. Gracias a unos medios complacientes e incluso fans, las tecnol¨®gicas pueden controlar f¨¢cilmente sus narrativas y apagar las cr¨ªticas o vetar a los periodistas", opina Ball.
Sandy Parakilas, director de operaciones en el departamento de privacidad de Facebook entre 2011 y 2012, es ahora uno de sus detractores. Pese a ser un cr¨ªtico del modelo, asegura que la compa?¨ªa prioriza el crecimiento econ¨®mico y destina muy pocos recursos a la protecci¨®n de los usuarios, su opini¨®n sobre el secretismo y el control sobre los medios de comunicaci¨®n no es negativa. Cree que es l¨®gico ese comportamiento, que los periodistas s¨ª pueden ser cr¨ªticos y que el temor a ser vetado no tiene sentido.
Esa no es la percepci¨®n de los informadores mientras comen un rollo de verduras en el llamado Zen Garden de Facebook, un espacio sobre una plataforma de madera, con jardines y amplias butacas individuales que los empleados pueden usar como lugar de trabajo. "Si les criticas abiertamente, no te vuelven a invitar", comenta una de las periodistas afincadas en San Francisco.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.