Espa?a no era Franco: el documental de TVE sobre la dictadura mira al pueblo
La serie ¡®Espa?a, el siglo XX en color¡¯ no reh¨²ye las atrocidades del r¨¦gimen, pero pone m¨¢s el foco en la sociedad. En las mujeres, los trabajadores o los j¨®venes que no se aten¨ªan al relato oficial
Cuando la televisi¨®n p¨²blica alemana ZDF produjo en 2017 la serie La dura verdad sobre la dictadura de Franco, y cuando Netflix la program¨® en 2021, muchos se preguntaron c¨®mo es que en Espa?a no se hacen documentales as¨ª. Algunos s¨ª se hacen: el ¨²ltimo es una producci¨®n de RTVE con Minor¨ªa Absoluta, se acaba de emitir en La 2 y est¨¢ disponible en RTVE Play. No ha armado tanto ruido porque tiene un nombre muy neutro: Espa?a, el siglo XX en color. Pero recorre, en seis cap¨ªtulos, la historia de este pa¨ªs de los a?os treinta a los setenta. Es decir, repasa el franquismo desde sus precedentes (la dictadura de Primo de Rivera) hasta el desguace del r¨¦gimen en la Transici¨®n.
Las im¨¢genes de archivo de la televisi¨®n p¨²blica, del No-Do y de la Filmoteca han sido seleccionadas con mimo y coloreadas como hoy es frecuente en el g¨¦nero documental: en realidad no hace falta para el relato, pero queda m¨¢s vistoso y quiz¨¢ sirva para atrapar al que zapea. Afirman que el pasado no fue en blanco y negro. Y el guion tampoco lo es: abundan los matices. No se reh¨²yen, no, las atrocidades del franquismo durante la Guerra Civil, en la cruel posguerra y aun en las d¨¦cadas de t¨ªmida apertura que siguieron. Pero acierta esta serie en no situar al dictador y su camarilla como el centro de todo: hay un af¨¢n sociol¨®gico por mirar a los espa?oles. Eso lo diferencia del documental alem¨¢n, muy centrado en la figura del caudillo.
La serie pasa brevemente por las primeras d¨¦cadas del siglo XX, y es ah¨ª donde m¨¢s luce el coloreado, aplicado a los primeros rodajes callejeros en Espa?a. Que era un pa¨ªs en terapia desde la p¨¦rdida de sus colonias, con masas en la miseria y el analfabetismo, con una clase pol¨ªtica disfuncional. Aqu¨ª se pasa r¨¢pido por algunos episodios pol¨ªticos relevantes: por cada minuto dedicado a Alfonso XIII y su err¨¢tico reinado, hay varios dedicados a c¨®mo viv¨ªa el pueblo (mal) en aquel tiempo. Se percibe la ilusi¨®n que despert¨® la Segunda Rep¨²blica, y el avance en las libertades que trajo consigo, pero no se idealiza y quedan claros sus puntos flacos; despu¨¦s, la Guerra Civil se cuenta, sobre todo, desde los ojos de los civiles, en episodios como Gernika o el brutal ataque a la Desband¨¢ que hu¨ªa de M¨¢laga. Sigue una feroz represi¨®n, la humillaci¨®n de los vencidos, la asfixiante autarqu¨ªa, la imposici¨®n del ideario nacionalcat¨®lico. Se pone bien el foco en el papel de la Iglesia cat¨®lica en el r¨¦gimen, cuya represi¨®n bendice; esa fue una particularidad del fascismo espa?ol. Aquello dura un tiempo, porque el papado de Pablo VI implica un distanciamiento entre el Vaticano y El Pardo; despu¨¦s llegar¨¢n a las parroquias curas m¨¢s cercanos al pueblo y a los obispados algunos partidarios de la reconciliaci¨®n.
Se cuenta bien el giro que da el r¨¦gimen en la segunda mitad de los cincuenta, cuando pasa por aqu¨ª Eisenhower, se instala Ava Gadner y los falangistas son relevados por tecn¨®cratas del Opus. Los espa?oles eran muy aficionados al cine, que fue una ventana al mundo, un gran alivio en los peores a?os de la represi¨®n, pese a los esfuerzos de la censura; el doblaje obligatorio fue la forma (a menudo rid¨ªcula) de poder modificar los guiones. La televisi¨®n (se hac¨ªa muy buena televisi¨®n en los sesenta) y la apertura al turismo avanzaron en el cambio de las costumbres. Claro que el af¨¢n por atraer a viajeros extranjeros dio pie a un desarrollo urban¨ªstico desmesurado que afe¨® casi todo el litoral. Ya antes de morir el dictador, surge prensa independiente, circulan libros que antes se habr¨ªan prohibido y asoma el destape, pero hasta finales de 1975 se persigue y tortura a opositores y se firman penas de muerte. El documental se detiene tambi¨¦n en la vida cultural de todo este tiempo, de Concha Piquer a Raimon, pasando por Manolete y el deslucido concierto de los Beatles en Las Ventas; y en el deporte, con el despegue del f¨²tbol como espect¨¢culo de masas, las Copas de Europa del Madrid de Di St¨¦fano o el fen¨®meno de Urtain.
Queda claro el af¨¢n en poner el foco en la gente, en mayor medida en quienes no casaban con el relato oficial. Con especial atenci¨®n a las mujeres, despojadas de sus derechos al caer la Rep¨²blica y a las que quieren encorsetar en el papel de esposas sumisas, madres entregadas y amas de casa; incapaces de sacarse el pasaporte o trabajar sin permiso de su marido (eso que pasa hoy en Afganist¨¢n o Arabia Saud¨ª y nos horroriza). Esas mismas espa?olas fueron derribando las puertas de las universidades y de los centros de trabajo, salieron de guateque y se pusieron el bikini (y muchas accedieron a la p¨ªldora o viajaron a Londres a abortar). Cuando el dictador muere, el feminismo ya es una fuerza social a tener en cuenta, y con muchas batallas por librar.
La serie mira adem¨¢s a la clase trabajadora, que conoce la miseria y el desarrollismo, que llega a acceder a un 600 y que protagoniza las huelgas que fueron la mayor expresi¨®n de resistencia civil en el final de la dictadura. Mira a los barrios, reivindicados por los movimientos vecinales, y al medio rural que se revuelve contra la explotaci¨®n y el abandono. Mira a los exiliados, mira a los emigrantes. Y mira mucho a la juventud, que incluye a los hijos de los vencedores de la guerra que ya no se identifican con los valores de sus mayores. Las universidades empiezan a ser un foco de conflicto, o mejor dicho un espacio de libertad, ya antes de las algaradas de 1968.
Vemos, en definitiva, que la sociedad iba siempre por delante. Franco muri¨® en la cama, s¨ª, pero Espa?a no era, nunca hab¨ªa sido, como ¨¦l la ve¨ªa.
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