¡®Alef¡¯, el Me Too de Israel antes del Me Too
Una serie de ficci¨®n aborda la condena por violaci¨®n en 2011 al entonces presidente del pa¨ªs, Moshe Katsav. El caso gener¨® tal impacto en el pa¨ªs que solo ahora la televisi¨®n se ha atrevido con ello
Una d¨¦cada antes de que el t¨¦rmino Me Too se popularizase por las denuncias de agresi¨®n sexual contra el poderoso productor de Hollywood Harvey Weinstein, una exempleada del entonces presidente de Israel, Moshe Katsav, rompi¨® otro muro de silencio de d¨¦cadas al contar a la polic¨ªa c¨®mo la viol¨® en el sof¨¢ de la oficina presidencial, en Jerusal¨¦n. Era 2006, la sociedad era m¨¢s complaciente con la violencia sexual y Katsav, un sefard¨ª que ¨Dcomo se encarg¨® de recordar en una rueda de prensa para defender su inocencia¨D casi muere de neumon¨ªa de ni?o por el fr¨ªo en la tienda de campa?a en la que recal¨® su pobre familia al emigrar desde Ir¨¢n. Es decir, un s¨ªmbolo de que la jefatura del Estado no estaba reservada en exclusiva para los m¨¢s privilegiados jud¨ªos de origen europeo.
Pese a lo explosivo de la situaci¨®n, su relato liber¨® la palabra y otras mujeres salieron a la luz con denuncias similares que acabaron en una condena a siete a?os de prisi¨®n que Katsav termin¨® de purgar en 2018. El caso apenas se conoce en el extranjero, pero impact¨® tanto a Israel que la digesti¨®n ha sido larga: solo ahora la televisi¨®n se ha atrevido a ficcionarlo, en la miniserie Alef. Es la primera letra del alfabeto hebreo y la inicial empleada por los medios para ocultar las identidades de las v¨ªctimas.
Cuando muchos dudaban del relato o inquir¨ªan sobre su forma de vestir e intenciones ocultas, una segunda mujer salt¨® a la palestra. Era Odelia Carmon, una de las creadoras de la serie, en la que su vivencia aparece plasmada a trav¨¦s el personaje de Avigail, exasesora de medios de Katsav ¡ªel cargo que Carmon desempe?aba en el momento de los hechos¡ª. ¡°Yo no s¨¦ lo que sinti¨® cada una de las v¨ªctimas, pero introduje lo que he visto e investigado como psicoterapeuta que trabaja con v¨ªctimas de violencia de g¨¦nero, explorando sobre todo las din¨¢micas de poder y control. Creo que por eso tantas mujeres se est¨¢n sintiendo identificadas¡±, asegura a este peri¨®dico por tel¨¦fono. Carmon cree que el Me Too ¡°ha cambiado pocas cosas en la pr¨¢ctica¡±, pero ha hecho posible la serie. ¡°Pasaron a entender de lo que hablo. De repente, estaban preparados para escuchar¡±, se?ala.
La serie ¨Dproducida por Yes, el mismo canal israel¨ª de televisi¨®n por cable responsable de Fauda o Shtisel¨D consta de una ¨²nica temporada con seis episodios de menos de una hora. Cada uno desde un punto de vista: dos v¨ªctimas, el presidente, su esposa y su maquiav¨¦lico asesor, m¨¢s uno final colectivo titulado Todas somos Alef. No es el conocido recurso estil¨ªstico de reflejar la misma situaci¨®n desde distintas perspectivas, sino un cambio de mirada mientras avanza la trama.
No se trata de un documental ni un relato fidedigno de los hechos. Es m¨¢s, el orden y el ritmo de los acontecimientos no se ajusta a la realidad. Tampoco se menciona el nombre de Katsav, interpretado por Yaakov Zada-Daniel (Eli, en Fauda). Siempre es ¡°el presidente¡±. ¡°No hac¨ªa falta para pasar el mensaje¡±, defiende Carmon. ¡°Y el guion requiere recursos dram¨¢ticos y que no est¨¦ todo¡±. Es, como se aclara en los t¨ªtulos de cr¨¦dito finales, una ficci¨®n basada en su historia personal y en su libro La confidente.
Exploraci¨®n
La serie funciona como thriller, pero sobre todo como exploraci¨®n de las dificultades de las mujeres para probar una violaci¨®n. Un problema presente, por ejemplo, en el interrogatorio a la mujer de Katsav, Shula, realizado por la joven polic¨ªa que investiga el caso frente a mil y una trabas. Shula le pregunta qu¨¦ cree que busca Alef. ¡°Tan solo que la crean¡±, responde. O, en el juicio, cuando el abogado del presidente acusa de trepa a Avigail por callar por conveniencia ante los rumores sobre otras mujeres y esta responde: ¡°Quiz¨¢s sea una oportunista interesada, incluso flirteadora, si quieres. Pero, ?en qu¨¦ cambia eso el hecho de que tu cliente sea un agresor sexual en serie que se sac¨® el pene y me pidi¨® que lo tocara, que me tir¨® a la cama en una habitaci¨®n de hotel y trat¨® de violarme?¡±.
Tambi¨¦n est¨¢n muy presentes los mecanismos de la violencia machista. La mezcla de piropos con amenazas, promesas de ascenso con castigos, y disculpas con prop¨®sitos de enmienda. M¨¢s a¨²n cuando el agresor puede destrozar una vida, como hace el presidente con la primera denunciante, Oshrat, obligada a retomar su trabajo de reponedora en un supermercado.
El punto de inflexi¨®n (ficticio) llega cuando la polic¨ªa descubre una caja al registrar la residencia presidencial. Est¨¢ llena de regalos de despedida y cartas de renuncia. Se da cuenta de que todas son de mujeres y, aunque cada una la ha escrito y firmado, el texto es casi id¨¦ntico. Y que los regalos de despedida proceden de la misma tienda. Es la ¡°p¨®liza de seguros¡±, como la llama Avinoam, la mano derecha de Katsav que dictaba el texto a las v¨ªctimas para poder refutar, en caso de problemas, que hubiesen sido violadas porque dejaron el trabajo ¡°llenas de agradecimiento¡±.
Es un elemento clave de la trama: ?por qu¨¦ denuncian ahora? ?Por qu¨¦ siguieron trabajando con el presidente hasta dos a?os despu¨¦s de la violaci¨®n? De hecho, cuando el abogado de Katsav sorprende en el juicio al sacar la petici¨®n de una de las demandantes de recuperar el trabajo, la fiscal¨ªa entiende que el testimonio ha quedado herido de muerte.
Uno de los fondos de la trama es justo la particularidad de las denuncias de agresiones sexuales: las dudas sobre la veracidad, los a?os de silencio, su posible uso pol¨ªtico¡ M¨¢s con un presidente. ¡°Quer¨ªa introducir este asunto porque siempre est¨¢. ?A qui¨¦n se cree? ?Al profesor o a la estudiante? ?Al presidente o a la actriz porno?¡±, explica Carmon en referencia al caso de Donald Trump y Stormy Daniels.
Cuando, en una reuni¨®n, el fiscal general del Estado insiste en la ausencia de pruebas, la investigadora policial le responde: ¡°Comet¨¦is el mismo error todo el tiempo. No entend¨¦is que las v¨ªctimas de violaci¨®n no son mu?ecas que recuerdan lo que vosotros quer¨¦is que recuerden, ni dicen que lo quer¨¦is que digan. Son mujeres que han pasado por un infierno. Disocian, recuerdan, olvidan¡ Si no las escuchamos y creemos, no s¨¦ qu¨¦ hacemos aqu¨ª¡±.
¡°El caso fue transformador¡±, recordaba el diario Haaretz tras el estreno de la serie, ¡°pero en un pa¨ªs que encuentra cada d¨ªa una forma de romper los corazones de sus ciudadanos, un ciclo informativo que nunca se detiene y una agenda generalmente de macho, el asunto Katsav ha tardado mucho en recibir la expresi¨®n cultural que merec¨ªa¡±.
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