Latinos exconvictos se hacen hueco en la industria del cannabis de Nueva York: de la c¨¢rcel a la venta legal
Los propietarios del 94% de los dispensarios en el Estado fueron previamente condenados por delitos relacionados con la marihuana. Son sobre todo latinos y afroamericanos, dos comunidades que sufrieron de manera desproporcionada los efectos de la guerra contra las drogas
La primera vez que un polic¨ªa le estamp¨® la cara a Coss Marte contra una acera, ten¨ªa 13 a?os. Eran los a?os noventa en el Lower East Side, un barrio al sur de Manhattan que en aquel entonces estaba inundado de drogas y, por ende, de polic¨ªas. Marte acababa de vender dos bolsitas de mar¨ªa a un amigo y caminaban por la calle, hablando y fumando, cuando la polic¨ªa los detuvo. ¡°No sent¨ª miedo¡±, recuerda. Ese arresto ¡ªel primero de ¡°diez en total¡±¡ª marc¨® el comienzo de una carrera de una d¨¦cada como traficante de marihuana y coca¨ªna. Un negocio multimillonario que lo coloc¨® en el punto de mira de la DEA y que a sus 23 a?os lo llev¨® a prisi¨®n durante cuatro a?os.
Hoy, a tan solo tres cuadras de aquella esquina donde lo arrestaron por primera vez hace m¨¢s de dos d¨¦cadas, Marte vende marihuana legalmente. Lo hace desde octubre del a?o pasado, cuando abri¨® ConBud, su propio dispensario de cannabis. Es uno de los 132 que actualmente operan en Nueva York, despu¨¦s de que el Estado legalizara el consumo de la marihuana con fines recreativos en marzo de 2021. ConBud existe gracias a un programa estatal de concesi¨®n de licencias para la venta de cannabis enfocado en individuos que hayan sido condenados anteriormente por delitos relacionados con la marihuana. Estas licencias ¡ªllamadas CAURD, por sus siglas en ingl¨¦s¡ª est¨¢n reservadas para solicitantes procedentes de ¡°comunidades afectadas de forma desproporcionada¡± por la prohibici¨®n del cannabis, en su gran mayor¨ªa afroamericanos y latinos. Sobre estos ¨²ltimos, la ley firmada en 2021 incluso especifica algunas nacionalidades: ¡°hispanos de origen mexicano, puertorrique?o, dominicano, o cubano¡±.
Son segundas oportunidades para personas como Marte, que sufri¨® en carne propia los abusos cometidos durante la guerra contra las drogas cuando, a finales del siglo pasado, las autoridades centraron sus esfuerzos en la posesi¨®n y distribuci¨®n de marihuana. Como ¨¦l, miles de latinos fueron detenidos arbitrariamente, por su color de piel y aspecto, y encarcelados de manera excesiva. Solo en la ciudad de Nueva York, entre 1997 y 2006, 112,000 latinos cayeron presos por poseer peque?as cantidades de marihuana. Se trata del 31% de los arrestos durante ese periodo, a pesar de que entonces los latinos solo representaban el 27% de la poblaci¨®n de la ciudad, seg¨²n datos de la ACLU de Nueva York. Marte fue uno de esos miles.
Del corner a ganar un mill¨®n de d¨®lares al a?o
Marte, cuya madre emigr¨® de la Rep¨²blica Dominicana estando embarazada de ¨¦l, naci¨® y se cri¨® en un Lower East Side gobernado por los due?os de los corners, los puntos o las esquinas donde se mov¨ªa la droga. A sus 11 a?os, ya fumaba marihuana. ¡°En este barrio, mucha gente ganaba mucho dinero vendiendo drogas. Hab¨ªa esquinas multimillonarias, donde la gente hac¨ªa fila para comprar, y yo viv¨ªa en ellas. As¨ª que de ni?o, ver 20 o 50 personas haciendo fila para pillar era una locura. Para m¨ª, esa era la imagen del ¨¦xito¡±, cuenta Marte. As¨ª que, de adolescente, se ¡°entreg¨® a la calle¡±.
Empez¨® vendiendo marihuana dentro de una bodega del barrio, en el cruce de las calles Broome y Eldridge. Eventualmente, hered¨® la esquina de su due?o anterior y se volc¨® en ella. ¡°No paraba. Estaba en esa esquina 24 horas al d¨ªa, dorm¨ªa ah¨ª¡±, recuerda. A principios de los a?os 2000, con la gentrificaci¨®n del barrio, Marte vio c¨®mo su producto pas¨® de venderse ¡°por 20 d¨®lares a casi 100¡å. Se multiplicaron sus ganancias y el negocio despeg¨®.
Ya no solo vend¨ªa en la esquina de Broome y Eldridge; lo hac¨ªa por toda la ciudad con su propio servicio de entrega a domicilio. Marihuana y coca¨ªna a la carta, 24 horas al d¨ªa, siete d¨ªas a la semana. Los pedidos que recib¨ªa eran tantos que lleg¨® a tener siete tel¨¦fonos m¨®viles para poder procesar todas las ¨®rdenes: ¡°Los celulares no paraban de sonar. A veces cog¨ªa llamadas en dos tel¨¦fonos a la vez mientras sonaban otros dos¡±. Con tan solo 19 a?os, cuenta Marte, ya estaba ganando un mill¨®n de d¨®lares al a?o.
Hasta el 2009. En marzo de ese a?o, Marte fue arrestado en el Bronx, frente a uno de los tres apartamentos que ten¨ªa en la ciudad. Seg¨²n un informe de la Oficina del Fiscal Especial de Antinarc¨®ticos para la Ciudad de Nueva York, las autoridades hab¨ªan intervenido uno de los tel¨¦fonos de su negocio como parte de una investigaci¨®n, y cuando lo detuvieron, ten¨ªa ese mismo m¨®vil consigo. En el registro de su residencia se encontraron aproximadamente dos libras de coca¨ªna, contin¨²a el reporte.
Marte fue sentenciado a siete a?os de c¨¢rcel, aunque sali¨® despu¨¦s de cuatro. Esa ¨²ltima detenci¨®n cambi¨® algo en ¨¦l. Se dio cuenta de que no pod¨ªa seguir con el ritmo que llevaba. ¡°Ca¨ª en la caja. Estuve en confinamiento solitario, en una celda durante 24 horas, solo. Y ah¨ª comenc¨¦ a pensar, ?sabes? Le¨ª la Biblia y cambi¨¦ la mente¡±, recuerda. ¡°Tambi¨¦n influy¨® el hijo m¨ªo, que me visitaba. Cuando ca¨ª preso, ¨¦l ten¨ªa casi 2 a?os. Cuando sal¨ª ten¨ªa 6. Ten¨ªa que tener otro futuro para ¨¦l, yo no quer¨ªa volver a lo que estaba haciendo antes¡±.
En la c¨¢rcel Marte tambi¨¦n recibi¨® una advertencia que le cambiar¨ªa la vida por completo. Ten¨ªa un gran sobrepeso y los m¨¦dicos de la prisi¨®n le advirtieron de que si no modificaba su estilo de vida, podr¨ªa acabar mat¨¢ndole. As¨ª fue como, a¨²n tras las rejas, concibi¨® un plan para perder peso y ponerse en forma. En solo seis meses perdi¨® 70 libras (unos 30 kilos) y empez¨® a entrenar otros reclusos. Cuando qued¨® en libertad en marzo de 2013, profesionaliz¨® el m¨¦todo y un a?o despu¨¦s oficialmente lanz¨® ConBody, un programa de ejercicios inspirados en su tiempo en la c¨¢rcel. En 2016, abri¨® las puertas de un gimnasio con el mismo nombre, instalaciones donde hoy tambi¨¦n est¨¢ el dispensario ConBud.
Reparaciones
¨C Despu¨¦s de todo lo que vivi¨®, ?alguna vez pens¨® que vender¨ªa marihuana legalmente?
¨C Hell, no (ni de co?a, en espa?ol).
Marte recuerda que cuando se enter¨® de que la ciudad iba a ofrecer licencias de cannabis a exreclusos como ¨¦l, pens¨®: ¡°Esta ley fue escrita para m¨ª, para darme una segunda oportunidad¡±. Uno de los requisitos para aplicar para una licencia CAURD era haber tenido un negocio rentable durante al menos dos a?os, lo cual ¨¦l ya ten¨ªa con el gimnasio ConBody. As¨ª que aplic¨® para la licencia en 2022 y el a?o siguiente recibi¨® la luz verde para abrir ConBud.
Seg¨²n datos de la Oficina de Gesti¨®n de Cannabis de Nueva York, el Estado recibi¨® m¨¢s de 900 aplicaciones para licencias CAURD entre agosto de 2022, cuando abri¨® el plazo de solicitud, y septiembre de 2023. Desde entonces, 463 solicitantes han obtenido una licencia de este tipo o al menos una autorizaci¨®n provisional. De los 132 dispensarios en el Estado, 124 operan gracias a este programa, el 94%.
¡°Para m¨ª, todo esto es una reparaci¨®n por lo que viv¨ª¡±, asegura Marte. Hoy, a sus 39 a?os de edad y despu¨¦s de m¨¢s de una d¨¦cada en libertad, vende el mismo producto por el cual fue arrestado tantas veces. Reconoce que todav¨ªa hay veces que va fumando marihuana por la calle y si ve un polic¨ªa, intenta esconder el porro. Hay reflejos de los que es dif¨ªcil librarse. ¡°Todav¨ªa siento ese trauma¡±, admite. ¡°Porque fuimos perseguidos por algo que ahora es legal. Pero ahora tenemos la oportunidad de recibir reparaciones, as¨ª es como yo veo esta oportunidad¡±, a?ade.
Despu¨¦s de su tiempo en prisi¨®n, Marte siempre tuvo claro que todo lo que consiguiera, lo compartir¨ªa con personas como ¨¦l, otras v¨ªctimas de las d¨¦cadas m¨¢s duras del prohibicionismo. Por eso es que sus negocios, tanto el dispensario ConBud como el gimnasio ConBody, son exclusivamente manejados por expresidiarios o personas cuyos familiares hayan tenido interacciones con el sistema de justicia penal de alguna manera. ¡°Queremos transmitir que las calles no tienen por qu¨¦ ser una amenaza para la sociedad¡±, se?ala. El 100% de sus empleados son latinos, negros o afrolatinos. ¡°Ninguno de ellos va a volver a la c¨¢rcel¡±, asegura Marte.
Cuando se le pregunta a Marte qu¨¦ tipo de apoyo necesitan personas excarceladas cuando salen de prisi¨®n y buscan una segunda oportunidad, como muchos de sus empleados, hace una pausa y suspira profundamente antes de responder. La primera respuesta que da es: ¡°Mucho¡±. Repite esa palabra tres veces para recalcar la magnitud del soporte que necesitan. Lo dice tambi¨¦n por experiencia propia. ¡°Todos vienen con problemas distintos, ya sea de vivienda, porque tienen hijos o porque est¨¢n bajo libertad condicional y tienen que lidiar con ese proceso. Hay veces que agentes probatorios vienen y quieren revisar todo el negocio porque alg¨²n empleado est¨¢ en probatoria¡±, cuenta.
ConBud es un espacio de apoyo mutuo, donde no hay ning¨²n prejuicio. ¡°Siempre le digo a mis empleados que si tienen alg¨²n problema o si est¨¢n pensando en hacer alguna locura, que me llamen. O que llamen al equipo, que llamen a alguien¡±, dice Marte. ¡°Es un proceso, pero todos se apoyan el uno al otro. Los que pasaron 10 o 20 a?os tras las rejas ahora son mentores de los m¨¢s j¨®venes. Y los m¨¢s j¨®venes les ense?an a ellos a manejar redes sociales¡±, cuenta, sonriente.
Romper el ciclo de encarcelamiento
Fernando Pen?a, otro titular de una licencia CAURD, considera que estos permisos son una forma de romper el ciclo de encarcelamiento por marihuana que durante tantos a?os asol¨® a las comunidades latinas y negras, en Nueva York y en todo el pa¨ªs. ¡°Fue un sistema construido sistem¨¢ticamente para destruir familias y dejarnos sin oportunidades¡±, se?ala. Ahora, en la era de la regularizaci¨®n y legalizaci¨®n, ¡°ni?os crecer¨¢n con sus padres¡± en vez de tenerlos que visitar en prisi¨®n. ¡°Estamos al principio de una ciudad nueva, un Nueva York distinto. Siento que va a haber un tipo de renacimiento, sobre todo para la gente de color, que ahora tendr¨¢ m¨¢s oportunidades¡±, a?ade.
A mediados del pasado abril, Pen?a abri¨® junto a su esposa, Suzanne Furboter, un dispensario en Ridgewood, Queens, llamado Late Bloomers. Lo hicieron gracias a una licencia CAURD que recibieron el a?o pasado, justo dos d¨¦cadas despu¨¦s de que Pen?a fuera encarcelado por posesi¨®n de marihuana. Este dominicano-americano fue detenido en 2003, cuando ten¨ªa 35 a?os, en Chinatown, un barrio de Manhattan no muy lejos de donde Marte fue arrestado por primera vez. Cumpli¨® una condena de seis meses.
¡°Es importante que estemos representados¡± en la industria del cannabis, ¡°especialmente porque, durante a?os, fuimos perseguidos simplemente por nuestra apariencia¡±, opina Pen?a. El propietario de Late Bloomers es consciente de que abrir un dispensario no est¨¢ al alcance de todos ¡ªtanto ¨¦l como Marte tuvieron que pagar una tasa no reembolsable de 2.000 d¨®lares para solicitar la licencia CAURD¡ª pero enfatiza que la industria del cannabis legal est¨¢ tan solo empezando y las oportunidades son inmensas. No solo en Nueva York: ya son 24 los Estados ¡ªdonde vive el 54% de la poblaci¨®n¡ª que han legalizado el consumo recreativo. Es un mercado que solo este a?o mover¨¢ m¨¢s de 40 mil millones de d¨®lares.
¡°En este barrio, muchos de los conductores de camiones de reparto que pasan a diario por esta calle probablemente son latinos, dominicanos¡±, se?ala Pen?a. ¡°Podr¨ªan estar trabajando en el servicio de distribuci¨®n de alg¨²n dispensario. No se trata solo de ser due?o de un negocio. Pueden trabajar en el lado de la contabilidad, del cultivo, del procesamiento...¡±.
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