Vestirse todos los d¨ªas con su tierra: la pol¨ªtica del vestido de Francia M¨¢rquez
La candidata a ser vicepresidenta de Petro tiene una conciencia profunda de su territorio, de su ser mujer y de que su presencia hace visible a los que siempre fueron invisibles
Cuando Francia M¨¢rquez naci¨®, -en la vereda Yolomb¨®, en el corregimiento La Toma, en el norte del Cauca-, las parteras que la recibieron le cortaron su cord¨®n umbilical y esa peque?a y viscosa conexi¨®n carnal de la madre con ella fue enterrada en la tierra. Tierra y madre quedaron convertidas desde ese mismo instante en una sola cosa. El propio cuerpo de Francia, una parte de ¨¦l, qued¨® mezclado para siempre con todo lo que debajo del suelo ha habitado por siglos. Este acto ritual¨ªstico, tradicional de esta zona del Pac¨ªfico colombiano, ha conjurado desde el inicio de todas las vidas esa relaci¨®n profunda, intensa y, para muchos, incomprensible, que siente la candidata a la vicepresidencia y activista ambiental Francia M¨¢rquez y todo su pueblo, por los territorios que les heredaron sus ancestros.
Lejos de ser este un relato fantasioso y m¨ªtico de infancia, la conexi¨®n con el lugar de origen es rememorada y honrada por Francia M¨¢rquez todos los d¨ªas, cuando en medio del ajetreo de la campa?a como f¨®rmula de Gustavo Petro, rompe el mutismo gris¨¢ceo de salas llenas de trajes formales y sale con sus vestidos hechos de colores inesperados como el rojo y el amarillo, de siluetas elegantes y faldas campesinas, de estampados africanos en telas cien por ciento algod¨®n. Francia todos los d¨ªas se pone su tierra. Se viste con ella.
¡°Lo que le falta comprender a este pa¨ªs es que el vestido es una de las expresiones m¨¢s sagradas, ancestrales e inmateriales de un territorio y de una naci¨®n. La noci¨®n de territorio involucra no solo la tierra, sino las m¨²ltiples maneras de ser, de comer, de orar, de vestirse y de proteger y conservar esa memoria cultural¡±, sentencia Jenny de la Torre C¨®rdoba, doctora en estudios de g¨¦nero y una de las mujeres afro que particip¨® en los decisivos procesos de reconocimiento ¨¦tnico inclu¨ªdos en la reforma constitucional colombiana de 1991.
¡°Cuando yo miro a Francia, desde mi ojo de etn¨®grafa, veo a ?frica tatuada en el cuerpo de una mujer que ahora tiene una vocer¨ªa pol¨ªtica. Vocer¨ªa en la que no quiere desdibujar su ra¨ªz del territorio, su ancestralidad africana, ni quiere desdibujar tampoco su visi¨®n de ser una mujer que, sin hablar, se est¨¢ ¨¦tnicamente autoidentificando¡±.
Para incursionar en la pol¨ªtica, (en realidad, para incursionar en casi cualquier esfera de lo social) las mujeres afrodescendientes han tenido hist¨®ricamente que recurrir a algo que la profesora de la Universidad de Georgetown, Nadia E. Brown, autora del libro Sister Style, llama ¡°respetabilidad¡±. Una t¨¢ctica, dice, ¡°de supervivencia¡±, que consiste en un ajustamiento a los c¨¢nones blancos y eurocentristas, que implica para las mujeres afro un distanciamiento de las formas de su propios cuerpos, de sus pueblos y de su propio pelo, tan proclive, por ejemplo, a crecer rizado y hacia arriba, en lugar de hacia abajo.
Esa t¨¢ctica de respetabilidad, ese cors¨¦ invisible que aprisiona las formas naturales de lo afro en los estrechos r¨¦gimenes de lo blanco y que hace mandato que las mujeres afro en espacios de decisi¨®n lleven el pelo siempre alisado, parece ser desconocida para Francia M¨¢rquez.
¡°La textura del pelo de Francia M¨¢rquez es 4c. La divisi¨®n de cabellos va del 1, liso, el 2, ondulado, el 3, crespo hasta el 4, afro. Cada n¨²mero va acompa?ado de las letras a, b y c, siendo el 1a, el pelo m¨¢s liso y el 4c el m¨¢s crespo. Este tipo de pelo, el 4c que Francia M¨¢rquez lleva al natural, ha sido tan invisible, tan negado, tan tachado de feo, que cuando yo le suger¨ª a Disney, como consultora de la pel¨ªcula ¡®Encanto¡¯, que ten¨ªan que aparecer las 12 texturas de cabello que existen, tuvieron que inventar un software para hacer ese nivel de rizo. Nunca hab¨ªa habido en su filmograf¨ªa alguien as¨ª de crespo¡±, asegura la experta en estudios afros certificada por la Universidad de Harvard Edna Liliana Valencia, quien fue consultora de la cinta inspirada en Colombia de Walt Disney.
Lejos de todos los mandatos de la est¨¦tica pol¨ªtica, la candidata por el Pacto Hist¨®rico ha decidido asistir a todos los m¨ªtines y entrevistas televisadas con su pelo afro natural, el m¨¢s africano que hay, a veces someramente recogido con una bamba (pieza el¨¢stica, muchas veces del mismo color de su traje) dici¨¦ndole a todas las mujeres afrocolombianas, palenqueras, negras y raizales que no hay nada de ¡°malo¡± con su pelo.
En consonancia con su peinado ensortijado, Francia ha decidido no matizar su acento, y usar vestidos de faldas amplias, tipo pollera, abajo de la rodilla, con telas ¡®kente¡¯, tejidos que evocan los canastos de los recolectores africanos, t¨ªpicas de Ghana.
¡°Las nuevas generaciones afro nos hemos dado cuenta de que tenemos un gran poder en las influencias y los acervos de la di¨¢spora africana. Ni mi madre, ni mi abuela usaban vestidos como los que hoy dise?o para Francia, parec¨ªa imposible para entonces. Ellas vest¨ªan para las necesidades que ten¨ªamos en el Pac¨ªfico. Pero nosotros hemos empezado a hacer esa conexi¨®n y hemos empezado a ver que nuestra ropa es bella y es formal y no tiene que estar condenada a los eventos folcl¨®ricos¡±, explica Esteban Sinisterra Paz, el joven dise?ador de Guapi, radicado en Cali, que Francia M¨¢rquez eligi¨® para que la acompa?ara, con sus creaciones, en los periplos pol¨ªticos.
¡°Francia me dice: ¡°Yo no quiero vestirme de saco negro en las presentaciones, quiero ser yo, quiero estar segura¡±. Qu¨¦ m¨¢s segura que llevar prendas que hablen de d¨®nde viene ella. Ahora que ella viste estos trajes azul marino con violeta, anaranjado con rojo, texturados, con olanes, veo que m¨¢s mujeres se arriesgan. Es como si fuera la ropa de la disidencia, les confiere a las mujeres afro un poder de ruptura¡±, a?ade Esteban.
La devoci¨®n de la candidata por el amarillo, su reticencia al verde, a pesar de ser el color que can¨®nicamente pigmenta una de sus mayores luchas, la ambiental, y de la insitencia de Esteban de que combina bellamente con su piel; el hecho mismo de que haya elegido a un joven que bautiz¨® su marca Esteban Afrika, en lugar de otros reconocidos dise?adores colombianos, son la evidencia de su devoci¨®n por la tierra de donde vienen sus ancestros, de su decisi¨®n de enunciarse como mujer que procede de una di¨¢spora.
¡°La ropa que usa Francia es la ropa que una mujer afro vestir¨ªa normalmente si nuestros antepasados no hubieran sido esclavizados. A nosotros lo primero que nos quitaron fue la ropa, esa es una de las primeras maneras de dominaci¨®n. Por eso, en las im¨¢genes de las conquistas solo vemos negros en taparrabo. Muchos de esos hombres y mujeres eran maestros, artesanos, guerreros, algunos abor¨ªgenes, pr¨ªncipes, princesas y gente de todas las categor¨ªas que estaba vestida, y a quienes desnudaron y alisaron el pelo con soda c¨¢ustica para torturarlos y quemar su identidad¡±, explica la activista y tambi¨¦n periodista Edna Liliana Valencia.
¡°Con Francia M¨¢rquez, las mujeres como yo en Colombia estamos recuperando algo que nos robaron. Estamos recuperando nuestro lugar en la est¨¦tica global. Estamos tan acostumbrados al referente est¨¦tico del esclavo, o de la empleada de servicio o del chofer, que no vemos que ?frica pueda tener una est¨¦tica digna¡±, concluye Valencia quien recuerda que, la poblaci¨®n afrodescendiente en Colombia alcanza los 15 millones de personas, es decir una poblaci¨®n equiparable a la de Senegal.
La pol¨ªtica de la ropa y su halo de protecci¨®n
Corr¨ªan las primeras semanas de noviembre. Era el a?o 2014. Las tensiones en el norte del Cauca parec¨ªan insostenibles. Un d¨ªa, Francia M¨¢rquez, para entonces una lideresa de renombre en la regi¨®n, decidi¨® convocar a 70 mujeres que, como ella, se hab¨ªan resistido a los m¨²ltiples proyectos extractivistas que quer¨ªan llevarse el oro de sus tierras, a las hidroel¨¦ctricas que quer¨ªan canalizar sus r¨ªos para darle fuerza a las represas, a los grupos armados que hab¨ªan querido, a punta de violencia y de miedo, deshacerse de todo su pueblo. ¡°?Nos vamos a ir caminando hasta Bogot¨¢!¡±, dijo M¨¢rquez ante la actitud at¨®nita de quienes la o¨ªan.
Necesitaban sacar su lucha de ese lugar rec¨®ndito del pa¨ªs. Salir del Cauca para hacerse visible y exigirle al Gobierno que cumpliera con las ¨®rdenes de la Corte Constitucional que hab¨ªa exigido la protecci¨®n de esos territorios ancestrales.
El 17 de noviembre emprendieron ¡®La Marcha de los Turbantes¡¯, como ellas mismas la bautizaron, un camino que les tomar¨ªa diez d¨ªas hasta alcanzar Bogot¨¢ y que hicieron justamente armadas de sus bandejas c¨®ncavas, sus bateas, con las que hist¨®ricamente han extra¨ªdo artesanalmente el oro de los r¨ªos y con sus turbantes, hechos de pa?uelos blancos y listones de colores africanos anudados en sus pelos.
Esos elementos simb¨®licos, diferenciales, est¨¦ticos pero fundamentales para sobrellevar el calor sofocante que se concentra en la cabeza y estrat¨¦gicos, les confirieron una especie de halo de protecci¨®n. Al hacerse altamente visibles, al inundar con color cuanta carretera atravesaban, la prensa colombiana las fue siguiendo, llenando p¨¢ginas de noticias con reportajes gr¨¢ficos. La exposici¨®n las hizo visibles, las protegi¨®, les sirvi¨® de eco de sus luchas.
Ese llamado de atenci¨®n visual, ese acto de protesta y valent¨ªa, fue para muchos colombianos la revelaci¨®n de la radical funci¨®n que han cumplido las mujeres en esta zona del P¨¢cifico. ?Por qu¨¦ eran ellas las que marchaban? ¡°En el norte del Cauca, son las mujeres las que han estado en la l¨ªnea frontal de la defensa del territorio. En estas comunidades, ellas han cumplido un papel social de ser el ombligo, el nudo, las que atan y tejen con el colectivo¡±, explica la periodista Carolina Guti¨¦rrez, autora de la tesis de maestr¨ªa de la Universidad Nacional de Colombia ¡®Violencias contra lideresas afro territoriales y ambientales del norte del Cauca, Colombia: la espiral que no cesa (2000-2020)¡¯, y quien desde 2016 le sigue de cerca la pista a Francia M¨¢rquez.
Las din¨¢micas del conflicto, en un inicio, se ensa?aron en esta zona del pa¨ªs contra los hombres, pero prontamente, los grupos armados se dieron cuenta, de que no eran ellos, sino las mujeres, quienes sosten¨ªan las comunidades. ¡°Son ellas las que protegen a sus hombres y se ponen al frente en el campo, porque ellos se tienen que esconder, porque los van a matar, a reclutar o porque ya est¨¢n muertos. Ellas son las que quedan ah¨ª en la primera l¨ªnea de la batalla hist¨®rica que se libra, por lo menos, desde hace 20 a?os¡±, a?ade Guti¨¦rrez.
Cuando Francia hace las elecciones estil¨ªsticas cada ma?ana, cuando toma la decisi¨®n de no elegir cualquier sastre pantal¨®n o una camisa de cuello blanco y blazer, sino que pondera colores tejidos en patrones ancestrales que pone sobre su pelo y sobre su piel, la candidata recuerda a esas mujeres que marcharon con ella y que hacen parte de lo que ella nombra ¡®los nadie¡¯, -los que nadie ha visto, ni reconocido- y les da una dignidad y hace que sus cuerpos sean menos vulnerables, porque con ella, sus ropas, sus cuerpos, sus luchas se hacen visibles. Es como si gritara, como cuenta la leyenda africana, ¡®?Ubuntu!¡¯: ¡®?Soy porque somos!¡¯. De eso habla su vestido.
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