Vandalismo, terrorismo y justicia proporcional
Petro acert¨® en recibir a los manifestantes embera y apoyar simult¨¢neamente a los polic¨ªas heridos.
Las protestas que terminaron en disturbios nos ponen de presente una vez m¨¢s la complejidad de los problemas en Colombia y las opuestas miradas para entenderlos y enfrentarlos. Primero fue el caso de algunos ind¨ªgenas Embera que se manifestaban por las condiciones precarias en las que viven y agredieron con violencia inaceptable a la Polic¨ªa. Despu¨¦s vino el debate por la liberaci¨®n de unos j¨®venes que habr¨ªan participado en un episodio de vandalismo. Tambi¨¦n el carro del director de la Polic¨ªa fue atacado por manifestantes. No es tan sencillo como decir ¡°castiguen a los terroristas¡± o ¡°liberen a los manifestantes¡±.
Es claro que la protesta pac¨ªfica es un derecho ciudadano, pero la violencia no. Y para castigar los episodios de violencia que se puedan presentar hay normas administrativas o penales, hechas para castigar los desmanes con la gradualidad necesaria.
Como tel¨®n de fondo de los episodios violentos de los ¨²ltimos d¨ªas est¨¢ el debate por los art¨ªculos pol¨¦micos de la llamada Ley de Paz Total con los que buscaban indultar a personas acusadas de vandalismo. Finalmente no van all¨ª, pero vendr¨¢n en otros proyectos. Y sobre ellos, de nuevo un pa¨ªs dividido entre los que piden el camino de la fuerza y los que piden el del di¨¢logo y la conciliaci¨®n.
Creo que la salida no est¨¢ en los extremos, aunque sigamos insistiendo en ellos. No est¨¢ en permitir las manifestaciones violentas ni en criminalizar la protesta social. Est¨¢ en respetar a quienes se manifiestan y castigar adecuadamente los desmanes y el vandalismo. As¨ª como a veces hay uso desproporcionado de la fuerza tambi¨¦n se ha hecho frecuente el uso desproporcionado de la ley. Cuando al vandalismo se le da el tratamiento de terrorismo ponemos en el mismo nivel a quienes tiran piedra a una estaci¨®n de bus con quienes masacraron civiles en la iglesia de Bojay¨¢ o quienes cortaron con motosierra a decenas de v¨ªctimas para tomar control de territorios. Porque hay unos delitos m¨¢s graves que otros es que los c¨®digos contemplan penas diferentes y procesos diferentes.
El presidente Gustavo Petro, a quien se le pueden criticar y controvertir muchas acciones y opiniones, acert¨® cuando visit¨® a los polic¨ªas heridos por algunos manifestantes Embera y tambi¨¦n acert¨® cuando se reuni¨® con voceros de la comunidad que protestaba. Al solidarizarse con los polic¨ªas el mensaje que mand¨® es que la violencia no se puede tolerar y que la fuerza p¨²blica tiene el apoyo del Gobierno, como debe ser.
Voy m¨¢s all¨¢ y quiero aplaudir la templanza de los polic¨ªas que se mantuvieron dentro de lo que la ley les permite hacer. Eso evit¨® que una protesta salida de curso se convirtiera en una tragedia mayor como ha pasado. De haber reaccionado con las armas tal vez estar¨ªamos lamentando muertos, pero los muertos que nunca fueron no se ven y no celebramos a los que quedaron vivos.
Por eso no es f¨¢cil valorar el coraje y valent¨ªa de la Polic¨ªa cuando resiste y mantiene lo que la ley le ordena: que la respuesta de la fuerza sea proporcional al tipo de violencia que se genera. En otras palabras, no se puede responder con balas a un ataque con piedras y palos. Eso no significa aceptar o tolerar la violencia que es condenable de todas las maneras posibles. Es entender que la ley le pone l¨ªmites a la fuerza p¨²blica. Que los polic¨ªas los respeten no los denigra ni los minimiza, como algunos comentaron. Al contrario: cuando la Polic¨ªa cumple la ley y protege vidas, crece y se fortalece como instituci¨®n.
Y que el presidente se re¨²na con los ind¨ªgenas no significa que se justifiquen las agresiones a la Polic¨ªa. Es escuchar los motivos de la protesta, que no eran menores. La comunidad Embera arrastra siglos de discriminaci¨®n, violencia, desplazamiento y olvido. En la protesta se quejaban por las dif¨ªciles condiciones en el albergue al que fueron trasladados despu¨¦s de haber permanecido meses en el Parque Nacional de Bogot¨¢. Tambi¨¦n, hay que decirlo, se han conocido graves denuncias sobre desmanes y posibles delitos cometidos all¨ª. Todo se debe investigar y a ellos, en su condici¨®n de v¨ªctimas, se los debe atender. Algunos que se convirtieron en victimarios, deben responder ante la justicia. Lo que no se puede es calificar o tratar de criminales o terroristas a todos los miembros de una comunidad.
Pasa lo mismo con los j¨®venes. Muchos han sido v¨ªctimas de discriminaci¨®n, falta de oportunidades, estigmatizaci¨®n y en algunos casos tambi¨¦n v¨ªctimas de excesos de miembros de la fuerza p¨²blica. Otros se han convertido en victimarios ocasionales en las calles o han terminado en filas de grupos ilegales. Quienes hayan cometido delitos deber¨¢n responder por sus faltas ante la ley y a otros les debe responder la ley si fueron agredidos. De nuevo: estigmatizar, generalizar, pedir linchamiento no parecen ser los caminos adecuados.
Nos convendr¨ªa a todos, en especial a quienes participan en el debate p¨²blico, un poco de mesura y nos convendr¨ªa tambi¨¦n saber c¨®mo se incuban las violencias. Parte de los muchos fracasos que hemos tenido en la b¨²squeda de salidas al eterno conflicto es creer que basta con castigar la violencia y aumentar las penas. Se debe castigar, no debe haber impunidad, pero tambi¨¦n es bueno entender el origen de la rabia, la sangre, la muerte. En nuestros constantes debates el refugio deber¨ªa estar en las instituciones y las leyes usadas con la gradualidad con las que est¨¢n escritas. Y si queremos algo distinto cambiarlas en el Congreso donde se debe hacer.
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