El regreso de las papas nativas a Cundinamarca
Las campesinas Marcela Pinilla y Consuelo Rinc¨®n trabajan para mejorar la calidad de las semillas de tub¨¦rculos nativos. Aspiran a que sus vecinos vuelvan a cultivar especies casi desaparecidas
Adriano Pinilla corta una papa en su finca de la vereda El Alisal, cerca de Ubat¨¦ (Cundinamarca). El interior del tub¨¦rculo revela un extra?o color viol¨¢ceo. El campesino, de 64 a?os, comenta entre risas que esto repele a los consumidores: algunos creen que les saldr¨¢ ¡°un caldo morado¡±. ?l no lo entiende. Le parece que son ricas de todos modos y tiene raz¨®n. La andina es seca y arenosa, mientras que la tocarre?a posee m¨¢s consistencia. No tienen nada que envidiarles a sus hermanas m¨¢s exitosas, la pastusa superior y la criolla.
Los Pinilla vivieron de las papas durante d¨¦cadas. Sembraron las especies nativas hasta que comenzaron a desaparecer en Cundinamarca, el departamento que concentra el 37% de la producci¨®n colombiana de ese tub¨¦rculo, seg¨²n datos del Ministerio de Agricultura en 2019. Despu¨¦s, ellos y sus vecinos continuaron con las variedades comerciales que se encuentran en todos los mercados del pa¨ªs, hasta que hace unos a?os los insumos se volvieron demasiado costosos y la finca de los Pinilla se pobl¨® con vacas lecheras para subsistir. La hija de Adriano, Marcela, cuenta que la familia sufri¨® por tener que comprar lo que antes produc¨ªa. ¡°Mi padre lloraba cuando volv¨ªa del mercado con p¨¦rdidas¡±, cuenta.
Ahora, sin embargo, estos tub¨¦rculos han vuelto a ocupar un lugar importante para la familia: Marcela, de 32 a?os, trabaja para recuperar las especies nativas a las que su padre tiene un cari?o especial. Ha vuelto hace tres meses a su trabajo en un laboratorio que funcion¨® entre 2014 y 2017. All¨ª fue donde aprendi¨® sobre reactivos, preparaci¨®n de medios, extracci¨®n de meristemos y otros t¨¦rminos cient¨ªficos de los que antes no ten¨ªa idea.
El laboratorio es parte de una iniciativa de la Universidad Javeriana y el Fondo Regional de Tecnolog¨ªa Agropecuaria (FONTAGRO). En 2013, Marcela y su prima, Consuelo Rinc¨®n, se formaron con investigadores universitarios para aprender a limpiar genotipos de papa. Es decir, en mejorar la calidad de las semillas y lograr que los peque?os tub¨¦rculos de los que crecen las papas no tengan hongos, virus o bacterias.
El objetivo de entonces se centraba principalmente en las variedades comerciales. La idea era que la comunidad pudiera producir sus propias semillas certificadas. Pero, en 2016, comenzaron los problemas econ¨®micos ante el aumento de los insumos. ¡°?Para qu¨¦ seguimos trabajando con las papas si nadie las quiere?¡±, se preguntaron. Donaron los tub¨¦rculos que quedaban y se pasaron a las orqu¨ªdeas. Siguieron dos a?os m¨¢s, hasta 2018, cuando el laboratorio cerr¨® y qued¨® abandonado.
Los cient¨ªficos de la Universidad Javeriana, no obstante, han decidido volver a apostar por las papas de la vereda El Alisal. Descubrieron en los primeros a?os que todav¨ªa algunos campesinos cultivaban estas especies para autoconsumo, pero que cada vez eran menos y que las que ten¨ªan eran v¨ªctimas de plagas y enfermedades. ¡°Pensamos que, si quer¨ªamos rescatar esas variedades, no ser¨ªa responsable distribuir semillas con problemas¡±, comenta por tel¨¦fono la investigadora Mar¨ªa del Pilar M¨¢rquez. Remarca junto a sus compa?eros que es importante evitar que las afecciones fitosanitarias da?en los lotes de los campesinos. Las enfermedades que se propagan hacen que se requieran productos qu¨ªmicos y se reduzca el n¨²mero de tub¨¦rculos que produce cada planta.
Las especies nativas de papa les importan a los cient¨ªficos porque poseen un legado cultural y biol¨®gico de siglos, con una gran diversidad de texturas, colores y sabores. Pero enfrentan a¨²n m¨¢s desaf¨ªos que las comerciales para subsistir. Seg¨²n una publicaci¨®n de la Universidad Pedag¨®gica y Tecnol¨®gica de Colombia (UPTC), algunos de los limitantes son la presencia de infecciones en los cultivos, el limitado acceso a semillas certificadas, el bajo rendimiento y el desconocimiento de la poblaci¨®n.
Un posible mercado son los restaurantes de alta cocina, que tienen cocineros con ¡°sensibilidad¡± a la diversidad de papas, seg¨²n comenta el investigador Wilson Ter¨¢n. No obstante, su compa?era Adriana Sanz enfatiza que hay que expandirse a mercados localizados en ciudades cercanas a los campesinos. Con los restaurantes no es suficiente y as¨ª lo reafirman por tel¨¦fono desde la Federaci¨®n Colombiana de Productores de Papa (Fedepapa). Los vol¨²menes que solicitan son peque?os y no logran generar la econom¨ªa de escala necesaria para hacer redituable la log¨ªstica de comercializaci¨®n.
Otros pa¨ªses, como Per¨², han tenido ¨¦xito. En Fedepapa consideran que el pa¨ªs vecino logr¨® posicionarse internacionalmente, con mercados diversificados. Colombia, en cambio, produce casi todo para el mercado interno.
Retorno al laboratorio
Marcela ha cambiado su rutina desde la reapertura del laboratorio: se levanta todos los d¨ªas antes de las 5.00, orde?a sus vacas a las 5.30, desayuna y se encuentra con Consuelo unos minutos antes de las 8.00. Caminan alrededor de 15 minutos hasta el laboratorio, una construcci¨®n cuadrada de ladrillo que parece solitaria en un entorno de alisos, tilos, vacas y caballos. El ¨²nico otro edificio visible desde all¨ª es la Escuela Francisco Jos¨¦ de Caldas.
El laboratorio sorprende en su interior con una limpieza impecable. Todo parece reluciente. Marcela y Consuelo, que llevan siempre tapabocas, se han vuelto expertas en desinfecci¨®n. Usan hipoclorito, alcohol y un compuesto bactericida de la marca Timsen. Tienen un autoclave, un artefacto a presi¨®n que sirve para esterilizar objetos. Una vez, cuando comenzaban en este oficio, casi llega a ¡°rojo¡± y explota como una ¡°bomba at¨®mica¡±. Ahora ellas tienen pr¨¢ctica y eso nunca sucede. Como tampoco ocurre que revisen constantemente las instrucciones. Ya las saben de memoria.
El espacio est¨¢ dividido en un ¡°¨¢rea gris¡± y un ¡°¨¢rea blanca¡±. En la primera, Marcela y Consuelo preparan los medios, unas mezclas de nutrientes con las que despu¨¦s crecen in vitro las plantas. Hay tres opciones: el 516, el 524 y el 561. El objetivo es ver con cu¨¢l crece mejor cada variedad. Despu¨¦s pasan al ¡°¨¢rea blanca¡±, que es donde los tejidos meristem¨¢ticos se desarrollan y se convierten en plantas. Cada recipiente tiene escrito la especie de la papa con la fecha en la que se incorpor¨®.
Tanto Marcela como Consuelo reconocen que se sintieron intimidadas respecto al regreso al laboratorio. Pero ahora est¨¢n entusiasmadas. ¡°Es una alegr¨ªa ver crecer a una planta que sale de una c¨¦lula tan peque?a¡±, dice Marcela. ¡°Un meristemo es m¨¢s peque?o que la cabeza de un alfiler¡±, acota Consuelo. Ambas tienen el ¡°sue?o¡± de conseguir en el laboratorio unos peque?os tub¨¦rculos sin enfermedades que despu¨¦s se propaguen y permitan llenar dos invernaderos cercanos.
Las campesinas admiten que es un proceso largo. Est¨¢n acostumbradas a descartar experimentos cuando las plantas toman un color caf¨¦ o las hojas se arrugan. ¡°A veces inicia con fuerza la plantica, pero luego vemos que el tallo est¨¢ muy d¨¦bil, que no crece m¨¢s¡±, cuenta Consuelo. De momento, una de las certezas es que el medio 561 es el menos eficiente.
La estimaci¨®n de los cient¨ªficos es que se tardar¨¢ un a?o en cosechar papas nativas con las semillas producidas en el laboratorio. Cuando esto suceda, Marcela y Consuelo enfrentar¨¢n el desaf¨ªo mayor: convencer a los vecinos de volver a cultivar este tub¨¦rculo. Ellas saben que es dif¨ªcil, pero tratan de ser optimistas. Cuentan que un vecino, Jos¨¦ Al¨ª Molina, les pregunt¨® una vez qu¨¦ era ¡°eso¡± que hac¨ªan en el laboratorio. Ellas le explicaron y ¨¦l se llen¨® de alegr¨ªa. ¡°?Son las que cultivaba mi pap¨¢!¡±, exclam¨® antes de prometer que iba a volver a sembrarlas.
Marcela muestra al regresar a su casa la selecci¨®n de papas nativas que ha obtenido de una cosecha de tub¨¦rculos provenientes de Boyac¨¢. Las plantaron en una parcela al lado del laboratorio y hace unas semanas las recolectaron. Son de todos los tama?os y colores. Adriano las observa, rodeado de casi una decena de familiares. Habla con ilusi¨®n del trabajo de su hija: espera que recupere ¡°las papitas antiguas¡± que ¨¦l sembraba con su padre.
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