Huertas comunitarias contra el hambre en la Alta Guajira, en el desierto colombiano
Ocho comunidades diversifican y mejoran su alimentaci¨®n gracias a paneles solares que impulsan agua hasta los cultivos
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Mar¨ªa Concepci¨®n G¨®mez se agacha sobre un huerto de casi una hect¨¢rea y recoge uno de sus frutos. ¡°Aqu¨ª comemos sabroso¡±, dice la mujer de la etnia wayuu. Con aqu¨ª se refiere a su comunidad, Apairao, ubicada en Nazareth, un corregimiento de la Alta Guajira colombiana, junto al Parque Nacional Natural Macuira y a casi ocho horas de desierto desde Riohacha, la capital. En su departamento, La Guajira, el ¨ªndice de pobreza es mayor al 50%, seg¨²n el departamento de estad¨ªstica nacional, el DANE. En su territorio, una de las zonas m¨¢s ¨¢ridas del pa¨ªs, es com¨²n o¨ªr hablar del ¡°problema del agua¡± y de all¨ª salen tambi¨¦n noticias frecuentes sobre la desnutrici¨®n en la infancia.
Pero lo que se ve a su alrededor podr¨ªa ser una ant¨ªtesis de lo que se dice sobre La Guajira. El lugar donde est¨¢ parada es una huerta comunitaria, con decenas de frutales y plantas, en la que trabajan nueve familias wayuu. All¨ª, el agua dej¨® de ser un problema. Llega desde un pozo subterr¨¢neo, bombeada por un motor alimentado por un panel solar y se distribuye a punta de riego por goteo durante varios minutos al d¨ªa a lo largo de la huerta. Lo que se produce es variado. Hay patilla, pl¨¢tano, arracacha, cilantro, tomate Cherry y aj¨ª, entre muchos otros. ¡°Cosas que antes no com¨ªamos¡±, asegura G¨®mez.
Su huerta se ha convertido en un laboratorio para la comunidad. ¡°Los tomates no nos crec¨ªan al sol y ahora lo hacen mejor a la sombra¡±, cuenta otra mujer refiri¨¦ndose a una recomendaci¨®n que recibieron de un equipo t¨¦cnico de la Fundaci¨®n Alpina sobre dejar los ¨¢rboles dentro de la huerta, y no tumbarlos para despejar el territorio. As¨ª evitan deforestar. La comunidad lleva un a?o experimentando a punta de prueba y error.
¡°La idea de este proyecto es lograr el fortalecimiento de los sistemas agroalimentarios locales¡±, explica Elver Garc¨ªa Rodr¨ªguez, coordinador t¨¦cnico de la Fundaci¨®n Alpina, organizaci¨®n que, desde hace un a?o, ha apoyado a otras siete comunidades alrededor de Nazareth, adem¨¢s de Apairao, para que creen estos sistemas cerrados, donde tambi¨¦n es clave que no se desperdicie nada.
En estas huertas, las plagas se atacan con una mezcla de hojas de picante y de tabaco. Y hace unos meses llegaron lombrices californianas que les ayudan a sus guardianes a convertir los desperdicios en abono. ¡°Al principio nos daba miedo meterle la mano, pero uno se acostumbra¡±, cuenta Helena Urinia, wayuu de la comunidad Santa Rosa, mientras mete descuidada su mano en el tierrero buscando alguna lombriz.
Seg¨²n cuenta, su trabajo en los velorios es llevar ¡°el aj¨ª, el piment¨®n y el cilantro¡±. Pero en esta huerta, la de Santa Rosa, que cuidan seis personas, tambi¨¦n hay un espacio para cultivar pasto para los burros y para los chivos. ¡°Los animales tambi¨¦n importan¡±, dice. Lo que no se comen las familias lo venden a los vecinos o lo intercambian por otra verdura a un equivalente de lo que est¨¦ en el mercado. A partir de marzo, adem¨¢s, empezaron a venderlo en un punto de venta que las ocho comunidades participantes abrieron en el centro poblado en Nazareth.
¡°Parte del proyecto implica crear modelos asociativos autogestionados de ahorro y cr¨¦dito¡±, comenta Garc¨ªa Rodr¨ªguez. Lo que les sirve, primero, para poder solicitar convocatorias del Estado colombiano que pone la condici¨®n de que exista la figura de asociaci¨®n. Y, segundo, para que puedan ser sostenibles a largo plazo. En Apairao, por ejemplo, el grupo de ahorro y cr¨¦dito guarda una peque?a parte de sus ingresos para hacerle mantenimiento al pozo de agua subterr¨¢neo. Adem¨¢s, entre las ocho comunidades crearon la asociaci¨®n Kottirawa¡¯a Wapushuaya, la due?a, precisamente, del punto de venta reci¨¦n estrenado.
Seg¨²n datos de la Fundaci¨®n Alpina, que ha venido monitoreando el proceso, estos sistemas han logrado que las ocho comunidades ahorren alrededor de nueve millones de pesos en siete meses (casi 2.000 d¨®lares) y que aumente el margen de ganancia por ciclo productivo en un 68%, beneficiando a 172 familias. ¡°En una zona como la Alta Guajira, estigmatizada por la desnutrici¨®n y el hambre, el tema clave es que se tenga acceso oportuno a alimentos nutritivos e inocuos¡±, dice Garc¨ªa.
Por eso, ya con un a?o de experiencia, la Fundaci¨®n entrar¨¢ a apoyar a tres comunidades m¨¢s, esta vez dentro del Parque Nacional Natural Macuira. Adem¨¢s, durante los pr¨®ximos meses, entregar¨¢n 80 bicicletas, junto a World Bicycle Relief, para que puedan sacar sus productos de las rancher¨ªas al mercado m¨¢s f¨¢cil. Sin tener que caminar por dos horas.
De lo que viene de las huertas, los galpones y el pastoreo, sale el almuerzo. Carne, chivo, arroz, zanahoria y remolacha. Como dice G¨®mez, un almuerzo en el que se come sabroso.
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