Explosi¨®n sin c¨¢lculo
Petro ha provocado una especie de explosi¨®n, cuyo tama?o no calcul¨® y, por lo tanto, termin¨® lleno de esquirlas y con un pu?al en el coraz¨®n
En el ejercicio de gobernar y en el de las guerras, las mediciones est¨¢n inventadas. Los indicadores de la gesti¨®n del presidente Gustavo Petro por ahora pasan raspando, cuando no marcan negativo, y los de la guerra o confrontaci¨®n, para darle un calificativo m¨¢s ben¨¦volo, tampoco le favorecen. Lo sucedido hasta ahora en Colombia no ha sido un cambio. Petro ha provocado una especie de explosi¨®n, cuyo tama?o no calcul¨® y, por lo tanto, termin¨® lleno de esquirlas y con un pu?al en el coraz¨®n.
En los ¨²ltimos meses se han hecho m¨¢s visibles las estructuras de poder funcionales por a?os a la corrupci¨®n, a las mafias electorales y de todo tipo, con una derecha que, micr¨®fono en mano, se hace due?a de la denuncia sin medir siquiera el da?o que se imparte a s¨ª misma, quiz¨¢ acostumbrada a convivir con las culpas de sus complicidades.
Se le ha visto el rostro a la incapacidad de la institucionalidad para mantenerse en equilibrio, como ha ocurrido siempre con los fiscales de cada per¨ªodo, convertidos o en t¨ªteres de los gobiernos de turno o en cabezas de la oposici¨®n, con las consecuencias irreparables para la administraci¨®n de justicia.
El Gobierno celebra, entonces, ver al establecimiento sacudido, porque cree que as¨ª esconde sus pecados, que, por el contrario, se hacen m¨¢s evidentes. Lo que ha vivido esta naci¨®n ha dejado huellas obvias en el propio presidente de la Rep¨²blica y en su entorno familiar. La tentaci¨®n del dinero f¨¢cil y los propios dolores de la naturaleza humana, el desamor, le han cobrado venganza, a trav¨¦s de su hijo.
No se salv¨® de las mafias en las campa?as electorales, seg¨²n las denuncias de su propio hijo, Nicol¨¢s Petro, reconociendo el ingreso de dinero no reportado de Santander Lopesierra y del ¡®turco¡¯ Hilsaca. Que si Petro sab¨ªa o no, queda en tablas, como los anteriores que en su momento dijeron ¡°todo fue a mis espaldas¡±, y posiblemente la espalda de Petro no sea tan ancha, pero la sombra lo cobij¨® ya, como a sus predecesores. La salida no puede ser entonces explotarlo todo, para esconderse en la ret¨®rica de su discurso.
No es sino ver los trinos del primer mandatario al conocerse el acuerdo alcanzado con Estados Unidos, en el caso del Grupo Aval por el soborno pagado a Odebrecht, para entender la din¨¢mica que quiso plantear. Son los otros. Y eso explica la llegada de la izquierda, claro, pero la expectativa era por una izquierda capaz de cambiar lo da?ado de las estructuras de poder, no una que nadara en ellas por los lados y se quedara en el discurso revolucionario y los abusos de poder por los que es investigada su ex secretaria privada.
Los resultados de su mandato no son visibles, las importantes conversaciones en torno al cambio clim¨¢tico, la educaci¨®n, la tierra, de todo lo que debe cambiar, est¨¢n perdiendo contenido. De siete u ocho procesos de paz total, avanzamos en un cese al fuego por ahora con el ELN, pero seguimos bajo el terror de las organizaciones disidentes y del Clan del Golfo; 168 l¨ªderes han sido asesinados. La econom¨ªa transita por los claros oscuros de la inflaci¨®n y la amenaza del fen¨®meno de un Ni?o que puede dejarnos a oscuras; mientras tanto el presidente no aparece en los escenarios de los empresarios y los gremios, y se niega a explicar con transparencia las razones de sus repetidas ausencias, con lo cual pierde capital pol¨ªtico y sin duda incumple su funci¨®n constitucional.
No convence a nadie asumiendo la posici¨®n de la v¨ªctima frente a un establecimiento que se resiste al cambio, porque ser¨ªa absurdo negar la resistencia. Pero es que se hizo elegir para tramitarlas, no para escoger el m¨¦todo de atacarlas con la misma moneda. Para m¨¢s se?ales: el sistema de salud requiere cambios, ?pero es acaso justo hacerlos quebrando a las EPS para imponer el sistema que le dicta la ideolog¨ªa?
Ni al Gobierno ni mucho menos a los ciudadanos les sirve moverse en la narrativa de que todo lo que huela al sector privado es negocio y, por lo tanto, es corrupto. Esa estigmatizaci¨®n pareciera una forma de venganza que ni su ahora anunciada ley de reconciliaci¨®n nacional podr¨¢ sanar, de seguir abriendo frentes de confrontaci¨®n innecesarios.
Pero, adem¨¢s, no todo es resistencia u oposici¨®n pol¨ªtica. Negar los datos de la Defensor¨ªa del Pueblo y de la MOE cuando le advierten sobre los riesgos electorales en m¨¢s de 300 municipios del pa¨ªs, le impide la construcci¨®n de una pol¨ªtica p¨²blica y la toma de medidas para atender la situaci¨®n en los territorios, y adicionalmente crea en el ciudadano la incertidumbre de no saber qu¨¦ o a qui¨¦n creer, en momentos en que las reformas y los cambios propuestos est¨¢n estancados ante la p¨¦rdida de las mayor¨ªas en el Congreso y la inestabilidad empieza a convertirse en desesperanza.
El acuerdo nacional que propone el presidente que, dice, consiste en poner la franqueza de la sociedad encima de la mesa, pasa por poner la suya. Ya logr¨® la explosi¨®n, ahora debe responder c¨®mo establecemos una ruta de cambios constructivos, c¨®mo le vuelve a decir a la sociedad que crea, que conf¨ªe, al sector privado que invierta.
Los opositores lo quieren desnudo, claro, es el ejercicio pol¨ªtico, que tambi¨¦n ¨¦l llev¨® al punto m¨¢s alto, por eso deber¨ªa estar a la altura de abrir unos caminos distintos. Y no tener al pa¨ªs pregunt¨¢ndose hacia d¨®nde vamos. Petro tiene un triunfo en haberlo puesto todo boca arriba, pero no es un triunfo alegre y no lo ser¨¢ hasta que no salga de la trinchera a cumplirle a la gente que crey¨® en ¨¦l. Los d¨ªas cuentan, las elecciones regionales est¨¢n a la vuelta de la esquina, el margen se acorta.
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