Petro-Barbosa, una tensi¨®n perpetua
El presidente no tiene enfrente a grandes figuras de la oposici¨®n, pero mantiene un duelo diario con el fiscal Francisco Barbosa
Gustavo Petro lleva una vida dedicada a la confrontaci¨®n dial¨¦ctica. Puede ser muy contenido a la hora de hablar de sus enemigos, uno de esos momentos en los que a la gente se le seca la garganta y se le dilatan las pupilas. Los que lo conocen, sin embargo, saben que nombrar a Francisco Barbosa en su presencia resulta electrizante. El fiscal general de la Naci¨®n, a falta de opositores relevantes, es la figura p¨²blica que aglutina los deseos de confrontaci¨®n que el conservadurismo medi¨¢tico y empresarial tiene contra el presidente, que se queja a menudo del clima de opini¨®n que es capaz de generar en su contra.
Petro se ha movido poco ideol¨®gicamente desde que era un adolescente flaco y miope. Se uni¨® a la guerrilla con mucha voluntad pero con poca capacidad de acci¨®n, no fue un verdadero hombre de armas. Barbosa, en cambio, se trata de un liberal que se ha derechizado, lo que le ha puesto en un enfrentamiento directo con el presidente. Barbosa era acad¨¦mico de la Universidad del Externado, de talante progresista ¡ªPetro estudi¨® ah¨ª econom¨ªa¡ª. Lo era a pesar de haber estudiado Derecho en la conservadora Sergio Arboleda, donde trab¨® amistad con el hombre que moldear¨ªa su destino en los siguientes a?os, Iv¨¢n Duque.
Barbosa, de clase media, hijo de un contador, era estudioso y responsable. Trabajaba m¨¢s que nadie, escrib¨ªa ensayos, se preparaba los ex¨¢menes a conciencia. Se adivinaba en ¨¦l a un hombre de leyes notable. Duque, hijo de un pol¨ªtico, blanco, de la clase alta bogotana, no era precisamente un alumno brillante, de acuerdo a compa?eros que estudiaron con ellos ¡ªDuque acaba de publicar, a los 47 a?os, unas obras selectas que ocupan cinco tomos de buen grosor¡ª. Con los a?os, uno y otro tomaron caminos distintos. Duque integr¨® el partido de ?lvaro Uribe, el presidente que impuso la mano dura para enfrentar la violencia en el pa¨ªs. El uribismo era un duro cr¨ªtico de los procesos de paz con las guerrilas, al considerar la negociaci¨®n una rendici¨®n y una humillaci¨®n para la fuerza p¨²blica.
Barbosa, por contra, abraz¨® con entusiasmo el proceso de paz que inici¨® con las FARC el presidente Juan Manuel Santos. Casaba con su talante progresista y antiuribista. Se involucr¨® tanto en el armisticio que se postul¨® para ser magistrado de la JEP, la justicia transicional que juzga los delitos m¨¢s graves cometidos durante el conflicto. No result¨® elegido en un proceso p¨²blico en el que participaban expertos internacionales. Tiempo despu¨¦s se esfum¨® su ardor pacifista y empez¨® a criticar a la JEP y la implementaci¨®n de los acuerdos. En la universidad en la que trabajaba molest¨® mucho ese giro inesperado.
Sin embargo, era la clase de postura radicalizada que lo puso en ¨®rbita. Duque, elegido a dedo por Uribe, gan¨® las elecciones que constataron que una parte importante de la sociedad, influida por las noticias falsas que rodearon todo el proceso, no ve¨ªa con buenos ojos el acuerdo con la guerrilla campesina. Una vez investido presidente, se rode¨® de varios amigos de su juventud, entre ellos Barbosa. Lo nombr¨® alto consejero presidencial para los Derechos Humanos. Fue jefe de misi¨®n ante la CIDH, las Naciones Unidas y la Corte Penal Internacional. A mitad del mandato, Duque lo propuso como fiscal general y la Corte Suprema de Justicia lo acept¨®. Se trata, en teor¨ªa, de un cargo independiente y la l¨®gica de la Constituci¨®n colombiana es que cada presidente participe en la designaci¨®n de un fiscal que le tocar¨¢ al presidente siguiente durante dos a?os.
El destino ha querido que las vidas de Barbosa y Petro se crucen. El impacto para ambos ha sido considerable. Con la ley en la mano, Barbosa ha tratado de oponerse a todas las nuevas pol¨ªticas del Gobierno. En su ¨²ltimo choque directo, ocurrido la semana pasada, el presidente asume que el fiscal se dej¨® enga?ar cuando, hace quince d¨ªas, dijo que exist¨ªa un plan del ELN para asesinarlo a ¨¦l, a la senadora de oposici¨®n Mar¨ªa Fernanda Cabal y al general en retiro Eduardo Zapateiro. Los servicios de inteligencia, consultados por el Gobierno, han determinado que no existe ninguna informaci¨®n ni interna ni de agencias extranjeras que hayan detectado el plan criminal. Petro cree en su fuero interno que Barbosa quiere poner obst¨¢culos al proceso de negociaci¨®n con el ELN, en marcha desde hace ocho meses.
El fiscal ha sido considerado un enemigo de la paz total, el proyecto de desarmar por v¨ªa de la negociaci¨®n o de las armas a todos los grupos criminales del pa¨ªs. Uno de los alfiles de Petro que tiene esta misi¨®n encomendada, Iv¨¢n Cepeda, ha acusado a Barbosa de utilizar su cargo ¡°con fines pol¨ªticos y electorales, en un intento por desequilibrar al Gobierno¡±. Esas palabras podr¨ªan estar perfectamente en boca de Petro, pero entonces su respeto a la institucionalidad quedar¨ªa en entredicho. Sus encontronazos a veces parecen un juego de ni?os. Durante una visita a Espa?a, Petro record¨® que ¨¦l era el jefe de Estado y, por tanto, ¡°jefe de ¨¦l¡±, en referencia a Barbosa. El fiscal dijo que eran unas manifestaciones grav¨ªsimas contra la independencia judicial en Colombia y la divisi¨®n de poderes. Incluso fue m¨¢s all¨¢: ¡°Estas declaraciones ponen en riesgo la existencia del Estado de Derecho¡±. Ninguno quiso quedar por debajo del otro.
Los enredos judiciales del entorno de Petro no han sido pocos, por lo que la intervenci¨®n de la Fiscal¨ªa ha sido constante. La oficina de Barbosa investiga a Nicol¨¢s Petro, el hijo mayor del presidente, por lavado de activos y enriquecimiento il¨ªcito. Y tambi¨¦n a Juan Fernando Petro, el hermano menor del mandatario, por supuestamente haber cobrado a presos para asegurarles un hueco en las negociaciones entre el Gobierno y el crimen organizado. Petro actu¨® con prontitud nada m¨¢s conocerse que ambos estaban bajo la lupa de la justicia y asegur¨® que no entorpecer¨ªa las investigaciones. Antepuso el cargo al parentesco.
Hay un tercer caso en manos de la Fiscal¨ªa que ha dolido especialmente al presidente, el de su n¨²mero dos, Laura Sarabia, su mano derecha, la persona que le serv¨ªa de bast¨®n. La jefa de gabinete se vio apartada de su cargo tras enredarse en un caso que surgi¨® tras el espionaje que le hizo su equipo de seguridad a su ni?era, tras la desaparici¨®n de un malet¨ªn con dinero. Entre med¨ªas, apareci¨® un antiguo aliado de Petro y de Sarabia, Armando Benedetti, quien discuti¨® con Sarabia y lleg¨® a insinuar en unos audios filtrados que la campa?a del presidente hab¨ªa recibido dinero ilegal. El asunto es que Barbosa arm¨® todo ese caso ante los ojos estupefactos de todo el pa¨ªs, pero, sin ning¨²n ¨¢nimo de parecer contenido ni ecu¨¢nime, lo calific¨® como el peor proceso contra los derechos humanos ocurrido en el pa¨ªs en a?os ¡ªlo equipar¨® a las escuchas ilegales que hizo la extinta polic¨ªa pol¨ªtica del DAS a decenas de opositores, magistrados y periodistas durante el Gobierno de ?lvaro Uribe¡ª. Petro le pidi¨® entonces que actuara de forma profesional y no montara un juicio paralelo.
No hay d¨ªa que no se mencionen de una u otra manera. Sus enfrentamientos se han convertido en una constante, y durar¨¢n sin ninguna duda hasta que termine el periodo del fiscal, en febrero de 2024. En un pa¨ªs repleto de estudiantes de Derecho, el duelo judicial y pol¨ªtico que protagonizan ambos se sigue d¨ªa a d¨ªa con la jurisprudencia en la mano. Hay quien dice que despu¨¦s de abandonar el cargo, Barbosa arrancar¨¢ una carrera pol¨ªtica de vertiente conservadora. Est¨¢ por ver. Por el momento, a falta de otras figuras de mayor relieve, no hay mayor opositor a Petro que ¨¦l. Barbosa, criptonita para Petro.
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