¡®La monja¡¯ y ¡®La paloma¡¯ de Botero hablan de su creador
Alberto Casas Santamar¨ªa entabla un di¨¢logo imaginario entre las dos obras del pintor que est¨¢n expuestas en el Palacio de Nari?o
¨DEstoy muy triste, Paloma¨D dijo sor Palacio. ¨DHe rezado mucho, pero igual he llorado bastante. Sin nuestro padre no tendremos qui¨¦n se preocupe por nosotras.
¨DClaro que s¨ª ¨Dmanifest¨® Paloma¨D, nuestros hermanos Fernando, Lina y Juan Carlos se encargar¨¢n de que no nos saquen de aqu¨ª como en el pasado. Yo s¨¦ que salir de aqu¨ª fue una tortura para nosotras. Pasar largas jornadas sin poder volar y usted sin rezar el rosario... es como si hubi¨¦ramos pecado contra la paz y el sosiego de nuestros compatriotas. Y nosotras solo hemos cumplido con las condiciones que nos impuso el creador.
¨DRecuerde usted, Paloma, que mi padre me trajo al Palacio de Nari?o para acompa?ar al presidente Belisario Betancur por all¨¢ en 1983, en su pretensi¨®n de hacer la paz con los grupos subversivos y para recordarle la obligaci¨®n de proteger los derechos humanos que ¨¦l, Betancur, hab¨ªa preconizado desde el mismo d¨ªa de su posesi¨®n. Y para rezar el santo rosario por sus nobles intenciones. Las relaciones de mi padre con Belisario y su se?ora, Rosa Helena, fueron muy estrechas. Con decirle que le hizo una carpeta de dibujos que tienen como protagonistas situaciones del Gobierno entre 1982 y 1986. Se remonta a una vieja amistad de los a?os universitarios en Medell¨ªn. Yo no hago m¨¢s que rezar de d¨ªa y de noche. Sin embargo, por problemas pol¨ªticos en los que yo no tuve ninguna culpa, fui desterrada al Museo Nacional en condiciones que no se compadec¨ªan con mi condici¨®n de religiosa. Milagrosamente, el presidente Pastrana me rescat¨® y me regres¨® a Palacio escoltada por la guardia presidencial, como en tiempos de Piero della Francesca entrando al Vaticano. Ahora disfruto de las comodidades del Palacio de Nari?o, pero, sobre todo, como dec¨ªa mi padre: disfruto de la vida. Uno tiene que vivir enamorado de la vida, mi querida Paloma¨D, dijo la monja.
Con un profundo suspiro le confes¨® que le atormentaba las ma?anas un periodista muy reconocido, don Juan Pablo Calv¨¢s, quien repite todos los d¨ªas por la W que la ¨²nica salvaci¨®n que tenemos los seres vivos es la muerte.
¨D?Dios bendito! Ese se?or, por m¨¢s ilustre que sea, est¨¢ equivocado. No escuch¨® lo que dijo mi hermano Juan Carlos de mi padre: ¡°He dicho que el arte de mi padre ten¨ªa una finalidad esencial, y era, y es, recordarnos lo que Octavio Paz resumi¨® como el olvidado asombro de estar vivos¡±. Hay que rezar por ese se?or periodista antes de que sea demasiado tarde.
¨DYo soy m¨¢s joven¨D advirti¨® Paloma. ¨DMi padre me trajo en septiembre de 2016, de blanco hasta los pies, vestida para conmemorar la firma del Acuerdo de Paz. Usted podr¨ªa ser mi madre, pero mi Dios la hizo casta y pura. Rememore que yo tambi¨¦n tuve mi exilio en el Pan¨®ptico, hoy Museo Nacional¨D, balbuce¨® Paloma, con ir¨®nico gesto.
¨DFueron razones distintas. A m¨ª me llevaron para protegerme de la eventual persecuci¨®n que se podr¨ªa presentar por parte de un Gobierno que no apoy¨® el proceso de paz con las FARC, y bien sabe usted que mi creador me concibi¨® precisamente para celebrar el perfeccionamiento de esos acuerdos. De la misma manera que el presidente Pastrana la recuper¨® a usted, el presidente Petro me puso en mi sitio.
¨DLo que s¨ª me tiene muy orgullosa¨D proclam¨® la Monja ¨D, y eso no est¨¢ bien porque el reglamento de la Orden me obliga a la humildad, fue la forma en la que el mundo, pero en particular Bogot¨¢ y Medell¨ªn honraron la memoria de nuestro padre.
¨DY qu¨¦ tal¨D interrumpi¨® Paloma ¨Del comportamiento sobrio y elegante de nuestros hermanos Fernando, muy serio y bien puesto; Lina, con su voz seductora y convincente; y Juan Carlos, que con su elocuente pluma cerr¨® con broche de oro: ¡°Adi¨®s, pap¨¢¡±.
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