?scar Naranjo: ¡°Pablo Escobar instal¨® la idea de que matar es leg¨ªtimo si soluciona un problema¡±
El reconocido general particip¨® en el cerco que llev¨® a la muerte del capo y luego, como comandante de la Polic¨ªa, enfrent¨® el legado del narco m¨¢s famoso de la historia de Colombia
?scar Naranjo Trujillo (Bogot¨¢, 66 a?os) es uno de los polic¨ªas m¨¢s conocidos de Colombia. No solo fue comandante de la Polic¨ªa en el Gobierno de ?lvaro Uribe, sino que fue vicepresidente de Juan Manuel Santos entre 2017 y 2018. Antes de todo ello, de tener encima los reflectores, fue uno de los miembros clave de la persecuci¨®n final a Pablo Escobar, como uno de los expertos en inteligencia del llamado Bloque de B¨²squeda.
A los 30 a?os de la muerte del capo, public¨® El derrumbe de Pablo Escobar, un relato de c¨®mo el Estado logr¨® vencer al narco que se le enfrent¨® y dej¨® decenas de miles de v¨ªctimas. Recibe a EL PA?S en el norte de Bogot¨¢, desde donde martilla una idea: no se puede pensar en Escobar sin centrar la mirada en sus v¨ªctimas.
Pregunta. Usted acaba de publicar un libro sobre la operaci¨®n que, hace 30 a?os, termin¨® con la muerte de Pablo Escobar. ?Por qu¨¦ ahora?
Respuesta. Este libro lo escrib¨ª pensando en las v¨ªctimas de Pablo Escobar, que se cuentan por miles y que han pasado al anonimato durante todos estos a?os. El pa¨ªs ha entrado en modo de reparaci¨®n a las v¨ªctimas. Gracias a Dios estamos trabajando por la verdad, por la justicia. Y, sin embargo, de las v¨ªctimas del narcotr¨¢fico poco se ha dicho.
P. Tambi¨¦n habla de los protagonistas del cerco al capo.
R. S¨ª. Despu¨¦s de 30 a?os, la gente recuerda a Escobar y no a personajes como el general Hugo Mart¨ªnez Poveda, que fue el arquitecto de la lucha para neutralizarlo. Tampoco a Jaime Ram¨ªrez G¨®mez, quien dio el primer golpe estructural contra el narcotr¨¢fico, en Tranquilandia. Ni a Valdemar Franklin Quintero, asesinado el mismo d¨ªa de Luis Carlos Gal¨¢n.
La idea, m¨¢s que hablar de Pablo Escobar, es poner en contexto esa historia y dejar unas reflexiones. Parecer¨ªa que en estos 30 a?os hemos estado andando en una bicicleta est¨¢tica: el narcotr¨¢fico sigue haciendo da?o muy a pesar de la pol¨ªtica prohibicionista. Han crecido el consumo, la producci¨®n, la violencia, la corrupci¨®n. Ahora crece la ingobernabilidad democr¨¢tica, ya que estructuras narcotraficantes ejercen una especie de gobernanza criminal en zonas de Colombia y de Am¨¦rica Latina.
P. Un panorama poco esperanzador...
R. Es un panorama duro, pero que no hay que negar. El mundo deber¨ªa motivarse a ampliar el debate. Como ha mencionado el Gobierno estadounidense en el ¨²ltimo documento de cooperaci¨®n con Colombia, hay que abordar este problema de manera hol¨ªstica. Esa mirada se funda en el reconocimiento de una realidad que no significa que la batalla que hemos librado contra el narcotr¨¢fico haya sido infructuosa. Nos salvamos de tener un narcoestado, que era la pretensi¨®n de Pablo Escobar, que se interrumpi¨® gracias a la fortaleza de los colombianos.
P. ?Qu¨¦ buscaba Escobar con un narcoestado?
R. Cuando me aproxim¨¦ a su figura como un objetivo a someter a la justicia, descubr¨ª que era un criminal que no solamente quer¨ªa lucrarse del narcotr¨¢fico, sino que ten¨ªa apetito pol¨ªtico. Nada m¨¢s peligroso que un delincuente que quiere incursionar en la pol¨ªtica. ?l lo hizo, fue representante suplente a la C¨¢mara por Antioquia, lleg¨® al Congreso de la Rep¨²blica. Su meta era arrastrar este pa¨ªs a un narcoestado. Eso qued¨® claro cuando, en una reuni¨®n en Panam¨¢, los narcos lograron convocar a un expresidente, Alfonso L¨®pez, y al procurador general Carlos Jim¨¦nez G¨®mez. Les ofrecieron pagar la deuda externa. Era un chantaje para comprar a los colombianos.
P. ?Una suerte de ¡°plata o plomo¡± a nivel macro?
R. Es correcto. Es la l¨®gica de Pablo Escobar, te mato o te soborno, con una aspiraci¨®n maximalista. Lo que hizo Colombia desde la institucionalidad, para proteger a los ciudadanos y al Estado, toma sentido si recordamos que no dejamos que el pa¨ªs transitara a una especie de Estado fallido, narcotraficante.
P. El libro recuerda que Escobar escal¨® la violencia al atacar a las familias de sus perseguidores ?Ese aumento se revirti¨®?
R. Pablo Escobar fue un criminal disruptivo. Hab¨ªa un c¨®digo t¨¢cito entre el delincuente y la autoridad, por lo que las familias de los funcionarios estaban a salvo de la confrontaci¨®n. ?l lo rompe, amenazando a las familias de quienes lo persegu¨ªan, como la del general Mart¨ªnez Poveda. Eso no se ha logrado superar. Hay organizaciones que se meten con las familias. Aunque no lo revel¨¦ en su momento, porque no me parec¨ªa correcto que el comandante de la Polic¨ªa saliera a victimizarse, en 2007 tuve que sacar de Colombia a una de mis hijas porque se descubri¨® un plan, no una amenaza, del Cartel del norte del Valle para secuestrarla y desaparecerla. La semilla que sembr¨® Escobar sigue viva.
Pablo dej¨® una herencia maldita: instal¨® entre los colombianos la idea de que matar es leg¨ªtimo si soluciona un problema. Despu¨¦s de su terrorismo indiscriminado, es observable que las llamadas guerrillas incrementaron su violencia contra civiles en el conflicto, porque les parec¨ªa que as¨ª lograban soluciones. El paramilitarismo lo hizo con operaciones de exterminio, cre¨ªan que la muerte de inocentes sumaba a su estrategia para derrotar la guerrilla. Esa herencia hizo da?o y, en t¨¦rminos de Antanas Mockus, empez¨® a restarle valor a la vida, que es el valor supremo.
P. El libro relata que Pablo Escobar desata esa violencia contra sus aliados. De all¨ª surge Perseguidos por Pablo Escobar, los Pepes, el grupo paramilitar creado para luchar contra ¨¦l.
R. Las estructuras de crimen hacen de la violencia un instrumento de poder y de la desconfianza un instrumento de supervivencia. Todo aquel que parezca que no es leal, es asesinado. Esas lecciones las hizo muy evidente la mafia siciliana, con sus purgas. Esa l¨®gica se mantiene y explica, por ejemplo, los choques entre el llamado Clan del Golfo y el ELN, que compiten por un mercado criminal y que victimizan a la poblaci¨®n civil. La tragedia colombiana es que los civiles han quedado en el medio de esa confrontaci¨®n. Es lo que muestran las cifras de confinamiento, de desplazamiento y de muerte.
P. A pesar de esa herencia, el libro recuerda que Escobar es una figura popular entre algunas personas.
R. Hay dos dimensiones para abordar ese tema. Una es emocional, es el desconcierto enorme cuando uno ve en una calle de Roma, Madrid o Londres a un joven con una camiseta con su imagen. Se siente tristeza porque ese joven fue instrumentalizado por una narrativa que distorsion¨® la realidad. ?Qu¨¦ pensar¨¢ que fue Pablo Escobar, un benefactor, un delincuente, un asesino?
Desde el punto de vista racional, cognitivo, en Colombia sufrimos un d¨¦ficit cultural porque se ha impuesto la narrativa de los narcotraficantes. En un proceso promovido por ellos para legitimarse. Una sociedad no solamente debe atrincherarse en la justicia penal para producir sanciones. Debe crear un movimiento cultural que fortalezca los valores y principios democr¨¢ticos. En muchos municipios de Colombia hay jefes delincuenciales que tienen injerencia en la pol¨ªtica y movilizan poblaci¨®n, por la idea de que el narcotr¨¢fico redime problemas. Ah¨ª hay un d¨¦ficit enorme en t¨¦rminos de sanci¨®n social. La cultura tiende a recrear episodios que impactan a la sociedad. Nuestro problema es que buena parte de la literatura sobre el narcotr¨¢fico tiene origen en exnarcotraficantes. Falta una mirada externa, nos falta el Mario Puzo colombiano.
P. ?Ser¨¢ porque el narcotr¨¢fico sigue ah¨ª?
R. Sigue, pero de una manera mucho m¨¢s dif¨ªcil de entender. Ya no son organizaciones que encabezan personajes muy n¨ªtidos, el mando y control es difuso. Hay tres niveles: quienes est¨¢n en la operaci¨®n del narcotr¨¢fico, quienes conforman los ej¨¦rcitos privados del narcotr¨¢fico, y quienes se lucran del narcotr¨¢fico y est¨¢n en zona de confort invisible. Estos son lavadores o financiadores que nadie persigue y se mueven como pez en el agua en la sociedad. Se suma un rasgo posmoderno, la globalizaci¨®n del delito. Las organizaciones tradicionales como los carteles de Cali y de Medell¨ªn ten¨ªan origen colombiano y un pie en el ¨¢mbito internacional. Hoy se observa una transnacional del crimen.
P. Se suele hablar de que llegaron los carteles mexicanos a Colombia y reemplazaron a los colombianos.
R. Hay una divisi¨®n del trabajo: qui¨¦n produce, qui¨¦n transporta, qui¨¦n distribuye, qui¨¦n lava los activos. Ahora: las organizaciones mexicanas son importantes. Han logrado subordinar a las colombianas y a las de otros pa¨ªses de Am¨¦rica Latina para que sean sus proveedores.
P. ?Eso cambia la lucha contra ellas?
R. El reto es ver de qu¨¦ manera el Estado le compite a las organizaciones criminales. El desaf¨ªo de Pablo era directo, por la toma del poder nacional. Hoy las organizaciones compiten en territorios en los que la ausencia del Estado es muy evidente y en los que las opciones de futuro de los j¨®venes giran alrededor del reclutamiento para estas organizaciones.
Para ese desaf¨ªo, el acuerdo de paz de 2016 abri¨® unas rutas; buena parte del recetario est¨¢ en implementarlo. Por ejemplo, la reforma rural integral est¨¢ concebida para transformar la vida en los territorios, para que el Estado sea un aliado y sea un garante de derechos y libertades. Eso incluye avanzar en la sustituci¨®n de cultivos, en acreditar la propiedad de la tierra, en la infraestructura local que hay que generar para que haya vivienda, educaci¨®n y condiciones para que crezca la econom¨ªa formal. Mientras eso no pase, la econom¨ªa ilegal va a seguir triunfando.
P. Cuando un Estado se enfrenta a un desaf¨ªo como el de Pablo Escobar y lo supera, suele fortalecer algunas de sus capacidades, ?eso ocurri¨® en Colombia?
R. Frente al crimen organizado, en t¨¦rminos convencionales, hoy la institucionalidad colombiana es muy competitiva y capaz. Baste recordar c¨®mo los jueces de instituci¨®n criminal, que eran los responsables de emitir las ¨®rdenes de captura o allanamiento al cartel, funcionaban debajo de escaleras en edificios p¨²blicos vetustos. Hoy hay una Fiscal¨ªa que, con todos sus defectos, es probablemente la m¨¢s poderosa de Am¨¦rica Latina en t¨¦rminos de sus capacidades investigativas y capacidad de acusaci¨®n. O la Polic¨ªa, que en esa ¨¦poca ten¨ªa tres o seis helic¨®pteros, hoy tiene decenas. Y el avance no es solo en equipos, tambi¨¦n en capacitaci¨®n.
P. ?Y qu¨¦ falta?
R. Lo m¨¢s dif¨ªcil es cambiar la visi¨®n. En la guerra de guerrillas, como la que vivi¨® Colombia, el territorio es un factor de debilidad, porque quien permanece est¨¢tico es aniquilado. Cuando se firma el acuerdo de paz, esa l¨®gica no se transforma para hacer control territorial permanente. Tenemos unas capacidades que no se han adaptado a esa nueva realidad. Las grandes operaciones contra el narcotr¨¢fico se producen desde el nivel central: fiscal¨ªas, polic¨ªas, militares, llegan a un lugar, hacen la incautaci¨®n o la captura, y salen. He recordado mucho la frase de que Colombia tiene m¨¢s territorio que Estado, m¨¢s Estado que Gobierno, y m¨¢s Gobierno que instituciones.
Sufrimos de incapacidad para adaptarnos a nuevas realidades. Por ejemplo, mientras en el mundo ¡ªespecialmente en Estados Unidos¡ª hay una regulaci¨®n cada vez m¨¢s flexible al consumo de marihuana, en Colombia hemos sido incapaces de transformar los territorios donde hay marihuana. Les seguimos dando tratamiento punitivo y eso impide cambiar la cultura de quienes han estado dedicados a esa siembra. Lo que est¨¢n esperando los campesinos es que se abran espacios no solamente de sustituci¨®n de cultivos, sino de una nueva l¨®gica para encarar los cultivos il¨ªcitos.
P. Cuando la amenaza era Pablo Escobar se sab¨ªa qui¨¦n era el enemigo, cu¨¢l era su fuente de financiaci¨®n, cu¨¢les sus bases. Hoy esto es m¨¢s disperso. ?Falta capacidad de adaptaci¨®n?
R. Hoy es m¨¢s complejo. El problema requiere sumar a las instituciones del Estado con la academia, las comunidades, la inteligencia y la cooperaci¨®n internacional, para entender qu¨¦ pasa. Normalmente veo un reduccionismo en el diagn¨®stico. Se piensa que una banda criminal que opera en el Catatumbo es igual a la que opera en el Putumayo, y resulta que la mentalidad es distinta, las motivaciones son distintas, los incentivos son distintos, las condiciones son distintas, as¨ª las dos sean del Clan del Golfo o del ELN. Sin embargo, la receta institucional es nacional. Hay que construirla de manera microterritorial.
P. ?Haber vencido a Pablo Escobar da esperanza de que se pueda repetir el ¨¦xito frente a esos retos complejos?
R. S¨ª. As¨ª como hay una herencia maldita de Pablo, tambi¨¦n hay unas lecciones aprendidas. Las de ¨¦xito son, primero, la necesidad de tener determinaci¨®n pol¨ªtica. Es clave que haya una dirigencia pol¨ªtica que tenga un consenso m¨ªnimo para enfrentar el problema, y sobre ¨¦l, exprese una voluntad. Uno desear¨ªa que fuera totalmente n¨ªtido en la lucha contra la pobreza o contra la delincuencia. La segunda es la necesidad de unas instituciones que respondan a esa voluntad pol¨ªtica y entiendan qu¨¦ fin no justifica los medios. La voluntad pol¨ªtica necesita tener como piedra angular el respeto por los derechos humanos. Pensar que se gana con el fin justificando los medios produce un da?o enorme. La tercera, que se necesita una participaci¨®n ciudadana que acompa?e esa voluntad pol¨ªtica. Por ¨²ltimo, se necesita capacidad de escrutinio, de veedur¨ªa, de fiscalizaci¨®n para corregir los errores.
Esas lecciones est¨¢n ah¨ª, pero Colombia no puede resolver sola este problema. La cooperaci¨®n internacional es necesaria, y pasa por saber que debemos entendernos con muchos, no solamente con quienes son afines con el Gobierno de turno. Hay que saber qui¨¦nes son los aliados estrat¨¦gicos que acompa?an la lucha que, en el caso del narcotr¨¢fico, han sido el Reino Unido y, sobre todo, los Estados Unidos. Cuando, tras el asesinato del ministro Rodrigo Lara Bonilla, hicimos el inventario de los carros blindados que ten¨ªa el Estado, eran seis o siete. A las pocas semanas la cooperaci¨®n americana nos envi¨® una flota de 30 o 50 para proteger los personajes m¨¢s amenazados. Eso refleja una diplomacia muy compenetrada con los aliados.
P. Esa an¨¦cdota muestra tambi¨¦n el cambio vivido en 40 a?os en la sociedad en general...
R. S¨ª, Colombia es muy distinta a la de la ¨¦poca de Escobar, en todo sentido. Por ejemplo, no exist¨ªan modelos de control financiero de lavado de activos. La legislaci¨®n era m¨ªnima y en el mundo no hab¨ªa los protocolos que hoy se imponen. La inteligencia colombiana en la lucha contra el crimen se ha instalado como una de las mejores del mundo, con una capacidad no solamente basada en tecnolog¨ªa sino tambi¨¦n en fuentes humanas. Hemos desarrollado un conocimiento admirable. De esa manera se lleg¨® a los campamentos impenetrables de las FARC, con fuentes humanas y constataci¨®n de inteligencia electr¨®nica despu¨¦s.
Hay avances. No hay que ser fatalistas, sino mucho m¨¢s abiertos en el debate de c¨®mo encarar estos problemas y m¨¢s propositivos en la formulaci¨®n de pol¨ªticas p¨²blicas. Por ejemplo, el Gobierno acaba de expedir la pol¨ªtica de drogas. Es un documento muy completo, no creo que nadie en el mundo le quite ni le agregue una coma. El problema es c¨®mo hacerlo realidad. Los colombianos somos muy buenos inspiradores, escribimos bien, hacemos excelentes leyes, pero no las cumplimos y no las ejecutamos. El acuerdo de paz es un ejemplo perfecto. Est¨¢ catalogado como el acuerdo m¨¢s completo para renunciar a un conflicto con una guerrilla, pero la velocidad con la que se implementa es insuficiente.
P. ?Ve otros grandes riesgos?
R. El mayor est¨¢ en que algunas econom¨ªas criminales parecen resguardadas, como la miner¨ªa ilegal de oro. All¨ª estamos como en los a?os setenta u ochenta frente al lavado de activos, sin herramientas. La gente compra y vende el oro por los canales oficiales y no se sabe de d¨®nde viene. Ha sido imposible que los gobiernos vuelvan a la figura en la que el Banco de la Rep¨²blica era el ¨²nico comprobador de oro, que pod¨ªa acreditar su origen. Hoy lo compran particulares, lo transportan, lo funden...
Hace a?os se quebr¨® el l¨ªmite entre el minero artesanal y el ilegal, industrial. Hoy son la misma cosa. Los artesanales tienen dragones, maquinaria amarilla. Mientras en el narcotr¨¢fico al final del d¨ªa un verde desplaza otro verde, con el oro es brutal la destrucci¨®n ambiental, la contaminaci¨®n con mercurio. Para m¨ª, es el problema m¨¢s desafiante del pa¨ªs.
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