Un d¨ªa ca¨®tico en la principal terminal de transportes de Bogot¨¢ con los ind¨ªgenas ember¨¢
M¨¢s de 130 miembros de esta comunidad salieron de Tad¨®, Choc¨® por la presencia de grupos armados. Llegaron este lunes a la estaci¨®n de Salitre en busca de refugio
La principal terminal de transportes de Bogot¨¢, Salitre, amaneci¨® m¨¢s ca¨®tica de lo normal este lunes. A las tres de la madrugada, cerca de 130 ind¨ªgenas ember¨¢ del resguardo La Meseta, la gran mayor¨ªa menores de edad, llegaron a la estaci¨®n en busca de refugio. Familias enteras dorm¨ªan en el suelo, cubiertas de cobijas de todos los colores imaginables. Madres en vestimenta tradicional amamantaban a sus beb¨¦s. Se?ores con bastones colgados sobre sus hombros buscaban un lugar para aguantar el fr¨ªo. M¨¢s de 12 horas antes, hab¨ªan dejado sus hogares en el municipio de Tad¨®, en el sur de Choc¨®. La raz¨®n: la presencia de grupos armados ilegales, explica un l¨ªder de la comunidad, Nelson Sintu¨¢.
¡°En agosto hubo un enfrentamiento entre el ELN [el Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n Nacional] y las Fuerzas P¨²blicas que caus¨® un gran susto¡±, sostiene Sintu¨¢. Seg¨²n ¨¦l, tras esa confrontaci¨®n, la comunidad tuvo una reuni¨®n con las autoridades nacionales en la que les dieron garant¨ªas de seguridad. ¡°Pero no cumplieron¡±, lamenta. Los grupos armados siguen activos en la zona, dice, y no es seguro estar all¨ª. Por eso, viajaron a Bogot¨¢.
Sintu¨¢ no es el ¨²nico que alerta del peligro en Tad¨®. El pasado 28 de noviembre, el ELN anunci¨® un paro armado indefinido en cinco municipios chocoanos ubicados justo al sur: Sip¨ª, Medio San Juan, Istmina, Litoral de San Juan y N¨®vita. Este s¨¢bado, la Defensor¨ªa del Pueblo advirti¨® que el paro, que se levant¨® el domingo, pon¨ªa en peligro a m¨¢s de 80 comunidades ¨¦tnicas en el departamento. Los ind¨ªgenas de La Meseta eran uno de los grupos mencionados.
¡°Vinimos porque est¨¢bamos asustados¡±, asegura Alfredo Zanap¨ª, de 53 a?os, sentado en una silla de pl¨¢stico negra suministrada por la administraci¨®n de la terminal. El grupo lleg¨® sin aviso previo y sorprendi¨® al personal, cuya reacci¨®n inicial, seg¨²n la comunidad indigena, fue negativa. Alegan que intentaron sacarlos de las instalaciones durante la fr¨ªa madrugada, pero no lo lograron.
Para las diez de la ma?ana, las relaciones se han vuelto mucho m¨¢s amigables. Ya llenos de energ¨ªa, decenas de ni?os corren por todos lados del pasillo que la terminal ha habilitado para ellos. Roc¨ªo G¨®mez, del equipo de comunicaciones de la empresa p¨²blica que maneja la estaci¨®n, explica que no falta con quien jugar. ¡°De las 134 personas que est¨¢n ac¨¢, 84 son menores de edad¡±, afirma. ¡°Muchos de ellos ni siquiera tienen zapatos¡±, agrega.
Para la mayor¨ªa de ellos, esto no parece ser m¨¢s que una aventura. Juegan a pelearse y saludan a los viajeros que pasan, confundidos, por la zona. Varios se tiran una y otra vez al piso: les divierte que sea tan resbaladizo. Uno, Juan Carlos, descansa en una de las numerosas sillas Rimax que pueblan el corredor.
¨D ?Por qu¨¦ vinieron anoche?
¨D No lo s¨¦ ¡ª contesta con una sonrisa t¨ªmida.
A la derecha de Juan Carlos, una mujer embarazada usa un vestido anaranjado y comparte comida de recipientes blancos con tres ni?os a la vez. Ocho personas gestantes llegaron a la terminal en la madrugada, de acuerdo con los datos de G¨®mez. Todas est¨¢n ocupadas con temas del almuerzo y prefieren no hablar con la prensa.
Edelmira Delgado, sin embargo, s¨ª quiere hablar. La se?ora de 60 a?os dice que dej¨® su casa acompa?ada de su nuera, Sandra y de la familia de ella, hace casi 24 horas. No sabe mucho espa?ol, pero est¨¢ m¨¢s informada sobre la situaci¨®n en Tad¨® que Juan Carlos. Con palabras sueltas, explica que ha visto a ¡°hombres armados¡± en su comunidad.
Mientras los peque?os crean caos jugando, Nelson Sintu¨¢ lleva varias horas en una reuni¨®n hablando de esos hombres armados. Poco a poco, personal de varias entidades ¨Dla Alcald¨ªa, la Defensor¨ªa del Pueblo o Bienestar Familiar, encargada de la protecci¨®n de los ni?os¨D se suman al encuentro a puerta cerrada. En el pasillo, la instituci¨®n encargada del cuidado de los menores habilita una mesa y empieza a apuntar los datos personales de los miembros de la comunidad. Una polic¨ªa de la Unidad de Infancia y Adolescencia se acerca y pregunta si lo que ocurre se podr¨ªa calificar como ¡°una toma¡± de la terminal; nadie le contesta.
De repente, un trabajador de una instituci¨®n, que prefiere mantener el anonimato, sale de la reuni¨®n. Est¨¢ en pausa. ¡°Esto es un tema de tierras¡±, dice. Explica que est¨¢n esperando a la Unidad de Restituci¨®n de Tierras, pero que no quieren venir. ¡°Ni siquiera contestan el tel¨¦fono¡±, lamenta.
¨D ?Cu¨¢l es la soluci¨®n?
¨D No hay una visible.
Pocos momentos despu¨¦s, Sintu¨¢ entra al pasillo y un enjambre de gente lo rodea. Es un hombre bajo que camina con buena postura y tiene un bolso de tejido colgado a su lado. Las reuniones no han avanzado mucho, parece. ¡°Lo que se requiere es el derecho del desplazamiento, pero eso no se ha cumplido¡±, declara. Por ahora, explica, la comunidad necesita un albergue ¡°para aguantar el fr¨ªo¡±. Y, ¡°despu¨¦s¡±, agrega, ¡°una mesa de di¨¢logo para discutir el procedimiento del retorno¡±.
¨D ?Cu¨¢nto tiempo se quedar¨¢n en Bogot¨¢?
¨D Hasta que nos atiendan.
No es la primera vez que los ember¨¢s llegan a la capital huyendo de las condiciones hostiles en su territorio ancestral, las monta?as de Choc¨®. En septiembre de 2021, un grupo grande de esta comunidad se asent¨® en el Parque Nacional, donde viv¨ªa en cambuches. Luego, Bienestar familiar los reubic¨® en una Unidad de Protecci¨®n Integral del Distrito (UPI) en la Rioja, en el centro de la ciudad. Seg¨²n la Secretar¨ªa de Salud, para mayo de este a?o, se encontraban 856 personas viviendo en esa UPI, que apenas ten¨ªa capacidad para 300.
Entre su llegada a la capital en 2021 y mayo de 2023, la entidad de salud report¨® que 18 ember¨¢s fallecieron en Bogot¨¢. Los l¨ªderes de la comunidad, sin embargo, elevan esa cifra a 39, incluidos 30 menores de edad. En octubre, m¨¢s de cien ember¨¢s se tomaron el Parque Nacional de nuevo.
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