A la b¨²squeda de la orqu¨ªdea perfecta con un m¨¦dico de 80 a?os
Carlos Uribe tiene en su casa un bosque y un laboratorio que albergan m¨¢s de 600 especies de orqu¨ªdeas, provenientes de varias regiones de Colombia
El bosque detr¨¢s de la casa de Carlos Uribe, en las afueras de Bogot¨¢, est¨¢ repleto de orqu¨ªdeas. Ni siquiera las ramas aparentemente desnudas est¨¢n libres de estas delicadas flores que en algunos casos son casi imperceptibles para el ojo humano. El due?o, un m¨¦dico retirado de 80 a?os, las ense?a a este peri¨®dico a trav¨¦s de fotograf¨ªas que toma con un lente especial, m¨¢s grande que su c¨¢mara. Las im¨¢genes revelan orqu¨ªdeas de todos los colores: desde el violeta intenso mezclado con negro de la Myoxanthus melittanthus hasta el marr¨®n m¨¢s discreto de la Platystele alucitae, que mide solo 0,7 mil¨ªmetros. Mientras Carlos salta emocionado de flor en flor para describir cada una, su chofer asegura que las orqu¨ªdeas m¨¢s peque?as son las m¨¢s impactantes. ¡°Es incre¨ªble que algo tan m¨ªnimo pueda ser, a la vez, tan hermoso¡±, dice Efra¨ªn M¨¦ndez.
Caminar por el estrecho camino de este jard¨ªn bot¨¢nico particular es como adentrarse en una galer¨ªa de arte: a un lado y a otro se suceden las distintas especies de orqu¨ªdeas, cuyos precios pueden rondar los cientos de miles de pesos o incluso los millones. Nada est¨¢ puesto al azar. Hay ca?os negros en altura que riegan las plantas cada dos d¨ªas, vasos de pl¨¢stico que albergan cultivos in vitro que a¨²n no est¨¢n listos para implantarse en una rama y laminas azules con forma de mariposa que atrapan insectos agresores. Las protagonistas son parte de una colecci¨®n privada en la que el due?o de la casa trabaja desde hace casi 30 a?os.
Es imposible calcular cu¨¢ntas orqu¨ªdeas tiene Carlos. ?l afirma que hace cinco a?os, cuando se mud¨®, se trajo 13.000 matas de su antigua finca en Mosquera y que ahora deben ser muchas m¨¢s. Se?ala que son al menos 600 especies y que solo 61 son nativas de los cerros en los que vive. El resto viene de otros ecosistemas de clima fr¨ªo como el P¨¢ramo de Berl¨ªn (Santander) y el Parque Nacional Chingaza (Cundinamarca y Meta). Algunas las ha comprado en mercados y exposiciones, mientras que otras las ha conseguido en los viajes que realiza tras la pista de ejemplares ex¨®ticos.
Carlos tiene una larga historia con estas flores. Hered¨® el cari?o por ellas de su padre y su t¨ªo, que las cultivaban en la finca La Orqu¨ªdea cuando ¨¦l era ni?o. Despu¨¦s, hubo una pausa de casi medio siglo. Su trabajo como ortopedista no le daba tiempo para nada m¨¢s que no fueran sus pacientes, entre los que se encontraban figuras como los expresidentes Alfonso L¨®pez Michelsen y C¨¦sar Gaviria. Reci¨¦n recuper¨® la afici¨®n en 1995, cuando se retir¨® de su puesto como profesor de tiempo completo en la Universidad Javeriana. Poco a poco dej¨® de ser un ¡°orquide¨®filo¡±, un aficionado a las orqu¨ªdeas, y se convirti¨® en un ¡°orquide¨®pata¡±, como se describe a s¨ª mismo, un aut¨¦ntico enfermo por la colecci¨®n de estas plantas. ¡°Me gustan tambi¨¦n otras cosas, como la pintura. Pero las orqu¨ªdeas mataron todo, no me dejaron tiempo para nada m¨¢s¡±, comenta.
La esposa de Carlos aparece tras la visita al bosque, mientras ¨¦l sube la colina de regreso a la casa junto a su chofer y su mayordomo. Se llama Mar¨ªa Cristina Samper y es familiar del expresidente Ernesto Samper, aunque no es algo de lo que hable con especial orgullo. No comparte la pasi¨®n por las orqu¨ªdeas. ¡°Carlos me pide que lo ayude porque tengo mucha memoria. Pero es mejor tener espacios diferenciados, que cada uno haga su vida¡±, afirma. Para ella, el estilo de vida de su marido no es tan distinto al que llevaba cuando trabajaba de sol a sol como m¨¦dico. Las orqu¨ªdeas son el centro, a todas horas. ¡°A veces no se acuerda de un nombre, pero s¨ª de una orqu¨ªdea¡±, enfatiza.
?l es consciente de las limitaciones que le impone su edad. Menciona varias veces que tiene problemas de memoria desde que se someti¨® a dos cirug¨ªas del coraz¨®n en 2022 y que tarda unos minutos en recordar algunas cosas. Pero su memoria para las orqu¨ªdeas no muestra fisuras. Identifica sin problema cada flor que aparece en Orqu¨ªdeas, tesoro de Colombia, una colecci¨®n de libros de fotograf¨ªas que arm¨® a partir de una idea que tuvo junto al padre Pedro Ortiz Valdivieso, fallecido en 2012. ¡°Esta es la Cattleya percivaliana, la compartimos con Venezuela¡±, comenta mientras se?ala la imagen de una flor con colores estridentes. ¡°Dec¨ªan que no la ten¨ªamos en Colombia, pero me tom¨¦ el trabajo de ir a la frontera y encontrarla de nuestro lado¡±, a?ade.
El pa¨ªs con m¨¢s especies del mundo
Colombia es el lugar ideal para los orquide¨®logos. Es el pa¨ªs con la mayor variedad de orqu¨ªdeas: tiene alrededor de 4.300 especies de un total de 30.000 identificadas en todo el mundo, seg¨²n el Real Jard¨ªn Bot¨¢nico de Kew (Reino Unido). Carlos explica que esto es gracias a la ubicaci¨®n entre los tr¨®picos y la presencia de tres vertientes de la cordillera de los Andes, que a su vez forman varios valles. La diversidad de microclimas posibilita que crezcan tanto las orqu¨ªdeas de climas c¨¢lidos como las que florecen a bajas temperaturas. El antiguo m¨¦dico, sin embargo, remarca que puede haber a¨²n m¨¢s orqu¨ªdeas de lo que se cree. ¡°Afirmaban que hab¨ªa 400 Lepanthes en Colombia. En mis libros hay 600¡±, ejemplifica respecto a las orqu¨ªdeas m¨¢s peque?as.
¡°La mayor¨ªa de la gente piensa que las orqu¨ªdeas son las Cattleyas porque son las m¨¢s grandes y fabulosas¡±, agrega Carlos. Se refiere al g¨¦nero al que pertenecen las Trianae, la especie que en 1936 fue elegida como la flor nacional de Colombia. ?l las admira, pero no tiene ninguna en su bosque porque son m¨¢s propias de los climas calientes. Sobresalen ejemplares pertenecientes a g¨¦neros menos conocidos, como las Trichoceros, Odontoglossum y Dracula. Tienen en com¨²n con las Cattleyas sus h¨¢bitos de epifitas, lo cual implica que crecen sobre otra planta que utilizan como soporte sin parasitarla.
El problema es que varias de estas especies se encuentran en riesgo de extinci¨®n. Est¨¢n ¡°extintas en su medio natural¡± por la tala indiscriminada de bosques, seg¨²n cuenta Carlos. La falta de vegetaci¨®n acent¨²a varias dificultades que tienen las orqu¨ªdeas para reproducirse, como la polinizaci¨®n a trav¨¦s de insectos ¡ªel polen que albergan es demasiado pesado para el viento¡ª y la necesidad de entrar en contacto con unos hongos espec¨ªficos. El mayordomo Jaime Triana acota que, en entornos naturales, puede que se fecunden solo ocho o nueve semillas de 4.000 que salen de un fruto.
El laboratorio
Las orqu¨ªdeas de Carlos no est¨¢n solo en el bosque. Un laboratorio en el s¨®tano de su casa alberga centenares de frascos en los que las semillas germinan in vitro. Unos tubos de luz artificial ayudan a las plantas a fortalecerse hasta que consolidan sus ra¨ªces. Despu¨¦s, pasan a unos vasos de pl¨¢stico que se distribuyen en un antiguo taller de instrumental m¨¦dico y en el bosque. Carlos, que no es bot¨¢nico, ha aprendido los procesos de la mano de sus amigos bi¨®logos. Ahora, por ejemplo, est¨¢ implementando la recomendaci¨®n que le hizo el estadounidense Ruben Primitivo Sauleda de utilizar m¨¢s pl¨¢tano en los procesos para nutrir las semillas.
No todos los orquide¨®logos est¨¢n de acuerdo con las t¨¦cnicas de fecundaci¨®n in vitro. Algunos prefieren enfocarse en encontrar las mejores flores ya presentes en la naturaleza. No obstante, Carlos es enf¨¢tico en que las orqu¨ªdeas m¨¢s perfectas pueden surgir de cruzar las que tienen mejor forma con las que tienen los mejores colores. El l¨ªmite para ¨¦l es que las combinaciones deben ser dentro del mismo g¨¦nero: juntar una especie de Odontoglossum con una de Trichoceros, por ejemplo, no le parece deseable. ¡°Las matas de orqu¨ªdeas son hechas por Dios. Los h¨ªbridos, en cambio, parecen de pl¨¢stico¡±, cuestiona.
Las orqu¨ªdeas de Carlos no son comerciales como las Phalaenopsis, un g¨¦nero proveniente de Asia que en los ¨²ltimos a?os ha consolidado el dominio indisputado que tiene sobre los mercados colombianos. El r¨¦dito, para los coleccionistas, no es econ¨®mico. ¡°No gan¨¦ un peso hasta ahora¡±, asegura el m¨¦dico. Puede que eventualmente venda algunas orqu¨ªdeas si en su laboratorio se acumulan demasiadas de una misma especie, lo cual no es ¨²til para embellecer su bosque. Pero los ingresos ser¨ªan marginales en comparaci¨®n a los gastos de los ¨²ltimos 30 a?os.
El ortopedista retirado, que entremezcla las orqu¨ªdeas con an¨¦cdotas de la medicina, afirma que su principal motivaci¨®n es la fascinaci¨®n que le producen las infinitas combinaciones de colores y formas. Siempre hay algo por descubrir y documentar, un nuevo ejemplar que lo sorprende tras florecer de un d¨ªa para el otro. Sin embargo, la orquideolog¨ªa no es necesariamente una afici¨®n de contemplaci¨®n solitaria. La ambici¨®n de tener la planta m¨¢s bella y visible en una exposici¨®n est¨¢ presente en muchos. Conseguir el mejor lugar, el m¨¢s destacado, no es un asunto menor. ¡°Somos todos amigos, pero pon una mata donde no es y ver¨¢s qu¨¦ pasa¡±, r¨ªe Carlos.
La extinci¨®n de las orqu¨ªdeas
Guillermo Angulo, que ha sido muchas cosas en sus 95 años de vida y que se define como un orquidiota, está convencido de que las orquídeas se extinguirán. “Están destinadas a desaparecer porque lo que llamamos ‘el progreso’ va a hacer que desaparezca el medio ambiente. La ganadería está barriendo los bosques tropicales”, dice por teléfono. Según él, los coleccionistas de orquídeas tendrán una función especial en conservarlas. “Se nos mira con difidencia como personas que acaban con las orquídeas. Pero es al revés, las estamos conservando”, añade.
El orquidiota, sin embargo, conoce bien la historia de su afición y señala que el coleccionismo también ha producido mucho daño. Cuenta que hubo casos en la historia en los que algunos exploradores encontraron una orquídea muy rara y después procedieron a quemar el bosque del hallazgo para evitar que otros la tuvieran también. Reconoce, además, que algunos orquieólogos le compran sus flores a los deforestadores de bosques.
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