La misi¨®n de la Universidad
La transformaci¨®n de la educaci¨®n no se sit¨²a en si se educa para el florecimiento humano o para el trabajo, porque ambas cosas son verdad, nos educamos para ser en todas nuestras dimensiones
La educaci¨®n es una creaci¨®n inspirada en la necesidad constante de desarrollar la capacidad humana del aprendizaje, una capacidad que nos hace seres con memoria, con facultades mentales y emocionales para vivir el presente y construir el futuro. Esta creaci¨®n se ha convertido en una de las tecnolog¨ªas humanas de mayor relevancia y, tambi¨¦n debe decirse, de las m¨¢s dif¨ªciles de evolucionar porque se asienta con mucha fuerza en el pensamiento de cada ¨¦poca. Hay aqu¨ª una gran paradoja: es la educaci¨®n la que permite que ideemos el futuro, pero, a la vez, cuando hemos creado ese futuro nos cuesta repensarla a ella -la educaci¨®n- en s¨ª misma.
Propongo que meditemos sobre la educaci¨®n, en particular, en este caso, desde la perspectiva de la Universidad, ese lugar que por siglos ha sido la casa de la reflexi¨®n y la tensi¨®n creativa, el escenario que da lugar a la pregunta y a la b¨²squeda de la verdad, el desarrollo de la ciencia y el cultivo de la humanidad. ?Ha llegado el final de la Universidad tal como la conocemos? ?Ha perdido su misi¨®n y prop¨®sito universal? En un tiempo en el que la polarizaci¨®n, la posverdad y las ideolog¨ªas le tienden trampas al entendimiento, estas preguntas sugieren que hay que defender, m¨¢s que nunca, el poder de la cr¨ªtica y la multiplicidad de pensamientos que es una Universidad.
La etimolog¨ªa siempre es ¨²til para recordarnos el sentido y la esencia: la palabra Universidad se deriva de universitas, utilizada para referirse a totalidad, reunido con un todo (universum), que se usaba para referirse a una comunidad. En el siglo XI se incorpora el concepto para nombrar la universitas magistrorum et scholarium, que era una comunidad de maestros y alumnos reunidos para aprender de manera compartida. Posteriormente se us¨® para universitas litterarum, refiri¨¦ndose a instituciones que integraban todos los saberes. Es as¨ª como estas instituciones nacieron para referirse al inter¨¦s leg¨ªtimo del aprendizaje y del descubrimiento de los m¨²ltiples saberes.
Quisiera pensar que este concepto contin¨²a vigente, que a¨²n queremos reunirnos para aprender y para reflexionar sobre el mundo, as¨ª como en la vieja Universidad de Jena se reunieron las principales mentes de la Alemania de su tiempo para conversar, discutir y entregarle a la humanidad el movimiento de los rom¨¢nticos, que tanto nos ha iluminado. Muchas universidades alrededor del mundo, en diversos momentos de la historia, han sido fuente de transformaci¨®n, ese impulso que lo ha revolucionado todo.
Como es obvio, en cada tiempo esa comunidad de saberes conversa sobre asuntos diferentes o as¨ª deber¨ªa ser. La pregunta ser¨ªa entonces: ?Sobre qu¨¦ debe conversar y crear la Universidad para el siglo XXI? ?A¨²n hay inquietos, deseosos de aprender, de descubrir? ?A¨²n hay ingenuos rom¨¢nticos que quieren ense?ar? La respuesta la encontramos todos los d¨ªas en miles de aulas del mundo, en bibliotecas, en centros culturales, en laboratorios¡ todos lugares que son parte de campus universitarios, dise?ados para la creaci¨®n y el encuentro. All¨ª sigue habitando la confianza en el poder del aprendizaje, en el mundo sorprendente de la f¨ªsica, en el lenguaje l¨®gico de las matem¨¢ticas, en el veloz desarrollo de la tecnolog¨ªa; nos sigue convocando el cultivo del liderazgo y la innovaci¨®n; y la cada vez m¨¢s dif¨ªcil tarea de comunicarnos en ese lenguaje complejo que es el humano. All¨ª aprendemos disciplinas, pero, sobre todo, nos preparamos para desarrollar competencias, resolver problemas y transferir conocimiento.
El final de la Universidad ser¨ªa el final de la reuni¨®n alrededor del saber, ser¨ªa pensar que se nos acab¨® la necesidad de descubrir y aprender; ser¨ªa olvidar que no hay una ciudad o un pa¨ªs que no se haya desarrollado alrededor de sus universidades, esos lugares m¨¢gicos desde los que se potencializan las capacidades de un territorio y el talento de las personas que lo habitan.
Con frecuencia, las polaridades entorpecen el pensamiento porque nos conducen a simplificar. Lo observo cada tanto cuando se habla de reformas a la educaci¨®n a partir de preguntas equivocadas, lo que nos conduce a respuestas limitadas. La transformaci¨®n de la educaci¨®n no se sit¨²a en si se educa para el florecimiento humano o para el trabajo, porque ambas cosas son verdad, nos educamos para ser en todas nuestras dimensiones. Transformar las universidades es permitirles que produzcan en su din¨¢mica creadora, sin estandarizarlas.
La Universidad es esa invenci¨®n de la humanidad en la que la conversaci¨®n se eleva para permitir la deliberaci¨®n, la contradicci¨®n y, tambi¨¦n, la ruptura de lo que ha sido y la pregunta por lo que vendr¨¢, para contagiarnos, entre todos, de las delicias de aprender. Nos equivocamos si creemos que la que llamamos educaci¨®n superior, por su valor de altura, dejar¨¢ de ser vital en la sociedad para ser reemplazada por una educaci¨®n solo virtual y m¨¢s r¨¢pida; y no porque esta ¨²ltima no sea cada vez m¨¢s com¨²n, pues, como lo exige cada ¨¦poca, viviremos lo r¨¢pido y accesible, y tambi¨¦n lo profundo y necesario. La Universidad deber¨¢ ser, entonces, el lugar en el que ocurran ambas cosas: un aprendizaje cada vez m¨¢s ¨¢gil y personalizado, propio de los tiempos del algoritmo; al tiempo que se dan las conversaciones esenciales con la extensi¨®n y profundidad que se requieren para debatir sobre los problemas de la humanidad. Y aqu¨ª traigo a Ortega y Gasset, que nos recuerda que la Universidad es sobre todo una comunidad dedicada a la transmisi¨®n de la cultura de su ¨¦poca, esto es, de un sistema completo e integrado de las ideas substantivas del saber de cada tiempo.
As¨ª que tal vez lo que cambia con los tiempos no es la misi¨®n de la Universidad, que est¨¢ all¨ª para iluminar el pensamiento y la vida; lo que cambia es la conversaci¨®n que desata y las preguntas que ofrece. La Universidad no puede sentir miedo a pensar, a preguntar, a habitar la contradicci¨®n de sus integrantes, a sentar postura sobre las demandas del entorno; ni tampoco a cuestionar la pol¨ªtica de los gobiernos e instituciones. Debe elevarse en la grandeza del debate, en el rigor de las razones. Por eso su autonom¨ªa es condici¨®n obligatoria para que genere valor. S¨®lo desde su libertad para pensar y crear, podr¨¢ construir un di¨¢logo de saberes entre ciencia y humanismo para acompa?ar a la sociedad en este camino estrepitoso del desarrollo, y en la dif¨ªcil tarea de evitar el monopolio de las ideas y el poder.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S sobre Colombia y aqu¨ª al canal en WhatsApp, y reciba todas las claves informativas de la actualidad del pa¨ªs.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.