El proceso constituyente de Petro es una oportunidad para la derecha autoritaria
Lamento la insistencia del presidente Petro en su idea de iniciar un proceso constituyente. No porque sea un fetichista de la Constituci¨®n del 91, sino porque creo que este es un p¨¦simo momento para embarcarse en semejante aventura
He votado por Gustavo Petro tres veces en mi vida. La primera, pr¨¢cticamente estrenando c¨¦dula, fue en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2010. En ese momento me sent¨ªa parte de una minor¨ªa pol¨ªtica en Colombia, y lo era. Eran los tiempos de la cuasi hegemon¨ªa del uribismo en la pol¨ªtica nacional. ?lvaro Uribe gobernaba el pa¨ªs desde 2002, hab¨ªa promovido exitosamente una reforma a la Constituci¨®n Pol¨ªtica de 1991 para habilitar la posibilidad de reelegirse en 2006. Y, de manera magistral, lo hab¨ªa logrado. Con trampas hoy bien conocidas, claro, pero en ese momento comprensiblemente tolerables e incluso moralmente defendibles para buena parte del pa¨ªs, que ve¨ªa en Uribe un l¨ªder carism¨¢tico bastante dif¨ªcil de resistir. Uribe, despu¨¦s de todo, representaba el orden, y el orden es un valor fundamental para cualquier sociedad. Sin embargo, representaba un orden no del todo democr¨¢tico, aunque tampoco abiertamente autoritario. Un orden h¨ªbrido, digamos. Una especie de impulso autoritario mediado, y contenido, por un sistema jur¨ªdico-institucional fuerte y resistente, como demostr¨® ser en 2010 el Estado de Derecho colombiano.
Petro destacaba entonces entre las minor¨ªas que disent¨ªamos del uribismo. Reconocido como valiente, riguroso e inteligente, el entonces senador y antes representante a la C¨¢mara, era una figura novedosa para el pa¨ªs. Creo que desde entonces su liderazgo ten¨ªa una dimensi¨®n simb¨®lica relevante: exguerrillero del M-19 y, en buena parte por ello, fiel defensor de la Constituci¨®n de 1991. De rebelde armado a defensor de la institucionalidad constitucional. De izquierda, sin duda, pero uno de los l¨ªderes m¨¢s pragm¨¢ticos de la izquierda. Un jodido, un zorro pol¨ªtico como pocos. Precisamente por ello, una esperanza para la construcci¨®n de una centro-izquierda amplia que pudiera so?ar con aspirar al poder en un pa¨ªs m¨¢s que reacio a votar a la izquierda. Por ello, la primera vez que ejerc¨ª mi derecho al voto, en primera vuelta de las presidenciales de 2010, vot¨¦ por Gustavo Petro. Y lo hice con orgullo.
La segunda y la tercera vez que vot¨¦ por Petro son m¨¢s recientes. Fue en 2022, en la primera y en la segunda vuelta de las ¨²ltimas elecciones presidenciales. Este par de veces vot¨¦ sin orgullo por Gustavo Petro, pero tambi¨¦n sin verg¨¹enza alguna. Ya me parec¨ªa una figura mucho menos renovadora y esperanzadora. Su estilo confrontacional de gobierno me disgustaba profundamente, as¨ª como su evidente arrogancia. No tengo ninguna duda de que Petro genuinamente representa a muchas personas, a sectores tradicionalmente excluidos de nuestro sistema representativo ¨Den el sentido amplio que ha explicado y construido cuidadosamente Felipe Rey¨D, pero tampoco tengo dudas de que sobreestima seriamente su representatividad. Ahora bien, esto ya lo sab¨ªa en 2022 y vot¨¦ a conciencia por ¨¦l. Lo hice porque, con sus infinitos defectos, representaba la promesa de materializar una de las promesas incumplidas de nuestra Constituci¨®n Pol¨ªtica: la democracia participativa.
Por esto, lamento profundamente la insistencia del presidente Petro en su idea de iniciar un proceso constituyente. No porque sea un fetichista de la Constituci¨®n del 91, sino porque creo que este es un p¨¦simo momento para embarcarse en semejante aventura.
Nuestra Constituci¨®n, como dije al principio, contribuy¨® a frenar los impulsos autoritarios de Uribe en 2010. Y es gracias a ella que no descendimos al autoritarismo de derecha con un tercer y cuarto periodo de quien en el fondo so?aba con quedarse por siempre en la Presidencia, as¨ª no lo admitiera. Y esto no es poca cosa: con la popularidad que entonces ten¨ªa Uribe, la opci¨®n de desobedecer a la Corte Constitucional no era para nada absurda. Se trat¨® de un caso de resistencia institucional a todas luces destacable y ese es un patrimonio que debemos cuidar.
Petro no lo est¨¢ cuidando, sino que parece empe?ado en destruirlo. ?Para quedarse ¨¦l en el poder? No lo s¨¦, pero quiero creer que no. Es m¨¢s, en gracia de discusi¨®n asumo que no, que lo que quiere es que su legado sea dejar iniciado un camino de reemplazo constitucional. Sin embargo, me pregunto si Petro no estar¨¢ cometiendo un grave error de juicio al subestimar seriamente las probabilidades de que ese reemplazo salga mal. Un proceso constituyente es un asunto muy serio, muy dif¨ªcil, muy arriesgado. All¨ª todo se puede poner en juego. Todo lo que est¨¢ mal en nuestro actual sistema institucional, s¨ª. Pero tambi¨¦n todo lo que est¨¢ bien, que no es poco.
No deber¨ªamos olvidar que ha sido la derecha m¨¢s dura la que hist¨®ricamente ha insistido en desmontar instituciones constitucionales tan importantes como la acci¨®n de tutela, en limitar el potencial de mecanismos participativos como la consulta previa, en resistir la garant¨ªa de los derechos civiles, pol¨ªticos y sociales de nuestras ¡°minor¨ªas insulares y discretas¡±, y un largo etc¨¦tera. Y hay una derecha local-global, bastante m¨¢s dura que la derecha tradicional colombiana, que se podr¨ªa ver sumamente beneficiada de ganar y asumir el poder en un sistema constitucional debilitado por un exceso de sacudones institucionales, parad¨®jicamente producidos por golpes provenientes desde la izquierda.
Es tiempo de que Petro aterrice en la realidad y vuelva al pragmatismo. Van dos de cuatro a?os, y se han hecho cosas importantes. Una reforma tributaria de inspiraci¨®n progresista, una terna impecable para la Fiscal¨ªa General de la Naci¨®n, una propuesta de reforma pensional en la que, hasta el momento, se han logrado acuerdos entre desacuerdos, una respuesta institucional no represiva y abierta frente a la protesta social. Y todav¨ªa se podr¨ªan lograr m¨¢s cosas. Pero para ello hay que tener humildad, grandeza y mucho pragmatismo pol¨ªtico. No se trata de renunciar al ideal de cambio progresista, sino de entender que la mejor manera de lograrlo, en el mediano y largo plazo, es demostrando que la izquierda puede gobernar para todos, de manera tal que en 2026 se logre la reelecci¨®n, no del presidente, sino de una coalici¨®n de centro-izquierda que profundice en la transformaci¨®n social, econ¨®mica y pol¨ªtica de Colombia. El riesgo de insistir en un proceso constituyente que le puede poner el pa¨ªs en bandeja de plata a un autoritarismo de derecha es demasiado grande como para seguir ignor¨¢ndolo.
La construcci¨®n de la democracia participativa es, como dir¨ªa Cristina Lafont, un largo camino por recorrer. Nadie, por s¨ª solo, puede recorrerlo en un periodo presidencial. A lo mejor a que se puede aspirar es a dejar sentadas las bases para el cambio incremental, que no requiere un reemplazo constitucional, y desde ah¨ª luchar para avanzar progresivamente. No existen atajos, y si Petro sigue busc¨¢ndolos, vamos a terminar devolvi¨¦ndonos en el camino. Digo todo esto no en contra de la izquierda, sino precisamente porque soy de izquierda. A ver si el fuego amigo sirve para algo.
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