Cambiar las narrativas para abordar eficazmente los feminicidios
En los dos nuevos casos de mujeres que murieron en Bogot¨¢ a manos de sus exparejas, el foco estuvo por momentos sobre ellas: qu¨¦ pudieron o debieron hacer, cuando la verdadera cuesti¨®n es qu¨¦ tendr¨ªan que hacer las instituciones para dejar de llegar tarde
Stefanny Barranco Oquendo y Natalia V¨¢squez Amaya fueron v¨ªctimas de feminicidio el 29 y 30 de mayo en la ciudad de Bogot¨¢. Stefanny fue asesinada por su expareja a pu?aladas en el Centro Comercial Santaf¨¦, en el local Imusa donde ella trabajaba. Natalia, tambi¨¦n a pu?aladas y tambi¨¦n a manos de su expareja, en la casa donde ella viv¨ªa con su pap¨¢ y hermano. Son dos v¨ªctimas m¨¢s de la violencia machista. Dos mujeres menos entre nosotras.
De c¨®mo ocurrieron los hechos, c¨®mo los resaltan algunos medios, las conversaciones que genera entre ciertos grupos de la ciudadan¨ªa y la narrativa utilizada por ciertos l¨ªderes, llego a dos conclusiones. La primera es que, a pesar de ciertos avances, seguimos sin saber por d¨®nde empezar a prevenir, a reducir la tasa de feminicidios, m¨¢s all¨¢ de la pura reacci¨®n ante cada crimen. La segunda es que las narrativas m¨¢s visibles, a las que damos m¨¢s atenci¨®n, nos desv¨ªan de las soluciones m¨¢s pertinentes o de entender mejor el problema. Nos llevan a hacernos las preguntas equivocadas y nos alejan de las respuestas necesarias. Y me temo que la segunda condiciona la primera.
Veamos el caso de Natalia. Ella estaba cobijada bajo medidas de protecci¨®n, e incluso estuvo alojada en dos casas refugio. Estos son espacios que ofrece el gobierno local a mujeres v¨ªctimas de violencia de g¨¦nero y que est¨¢n en riesgo de feminicidio. Estuvo en dos casas porque el agresor hab¨ªa dado con la ubicaci¨®n de una de ellas y fue a buscarla en varias ocasiones. Por eso la reubicaron. Y, de acuerdo con su t¨ªo, ella sali¨® de la ¨²ltima casa refugio presuntamente por cumplir con unas obligaciones laborales. Entonces radic¨® una carta, avis¨® que se iba a una casa familiar y las funcionarias de la casa refugio informaron de lo sucedido a la comisar¨ªa de familia encargada de hacerle seguimiento.
Al conocerse su asesinato, varios medios de comunicaci¨®n centraron la noticia en preguntar por qu¨¦ hab¨ªa abandonado la casa refugio. Es decir, estamos dejando a Natalia en el centro del escenario bajo una luz intensa, como de interrogatorio: ?por qu¨¦ te fuiste de la casa refugio? Pero, ?qu¨¦ tal si mejor nos preguntamos por qu¨¦ su agresor dio con la ubicaci¨®n de la primera casa refugio? La secretaria de la Mujer, en una de las entrevistas, dijo que aunque Natalia sab¨ªa que corr¨ªa riesgo al abandonar la casa refugio, de ninguna manera era su culpa. Yo hubiera preferido que la secretaria, al salir en tantos medios, reflexionara m¨¢s bien sobre la locura que es que, para que no maten a las mujeres, tengamos que alejarlas de su cotidianidad. Esconderlas. Que, por supuesto, son medidas urgentes que toca implementar, pero idealmente para lograr un tr¨¢nsito a un contexto en el que dejen de hacer falta. ?Est¨¢ eso sucediendo? Y si no, ?por qu¨¦? Son las preguntas que deber¨ªamos hacernos como sociedad.
Otra narrativa que salta cuando hay feminicidios es la solicitud de denuncia. ¡°Por favor denuncien¡± o, incluso en un tono m¨¢s acusatorio, ¡°es que no denuncian¡±. En el caso de Stefanny, se ha confirmado que ella no ten¨ªa medidas de protecci¨®n y, aunque el padre de la v¨ªctima afirma que s¨ª hab¨ªa una denuncia, desde la Alcald¨ªa de Bogot¨¢, el Comando P¨²rpura, las Comisar¨ªas de Familia y la Secretar¨ªa de la Mujer se?alaron que no hay registro de denuncias. Ni siquiera en Medicina Legal hay un registro bajo su nombre con riesgo identificado de feminicidio.
¡°Stefanny, ?por qu¨¦ no denunciaste?¡±, pueden pensar muchas personas al leer las noticias y escuchar las declaraciones de ciertas autoridades, nuevamente situando ese foco de luz en las mujeres. Pero lamentablemente, esto no es tan f¨¢cil como parece. Hace poco me encontr¨¦ con un trino de una mujer que cuenta su experiencia instaurando una denuncia por violencia psicol¨®gica contra su pareja en una comisar¨ªa de familia y otras muchas mujeres le contestan contando su experiencia: les piden llevar en persona las notificaciones a sus agresores porque no saben c¨®mo ubicarlos, les han dicho que como no hubo otro hecho violento no pueden seguir con el tr¨¢mite, o reciben respuestas como ¡°?qu¨¦ hiciste para que ¨¦l se pusiera as¨ª?¡±, ¡°esa pele¨ªta se resuelve en la cama¡±, ¡°t¨² puedes controlar la situaci¨®n¡±, ¡°?¨¦l le ha dicho expresamente que la va a agredir?¡±, ¡°no fue para tanto¡±. O el caso de Lina Gamboa, quien fue agredida gravemente en el cuello por un inquilino obsesionado con ella (¡°si t¨² no eres para m¨ª, no eres para nadie¡±). Ella inici¨® una denuncia judicial y despu¨¦s de cinco meses el agresor sigue libre. Adem¨¢s, la imputaci¨®n fue por lesiones personales, y no por intento de feminicidio, dado que el m¨¦dico forense consider¨® que las heridas no compromet¨ªan la integridad de su vida.
Claro que hay que denunciar, pero este proceso no puede ser un camino de ofensas, revictimizaci¨®n, banalizaci¨®n, desesperanza y desconfianza para las mujeres. Volquemos ese foco de luz hacia las instituciones encargadas de impartir seguridad y justicia y pregunt¨¦monos m¨¢s bien c¨®mo hacer para que haya confianza en el sistema de justicia, c¨®mo volverlo m¨¢s eficaz, c¨®mo lograr personal capacitado para que no hagan sentir rid¨ªculas o locas a las mujeres que denuncian violencia psicol¨®gica, si debemos examinar los criterios de los ex¨¢menes m¨¦dicos, y c¨®mo dejar de ser reactivos y solo perseguir al feminicida cuando ya cometi¨® su asesinato. Y lo m¨¢s importante: c¨®mo dejar de llegar tarde.
Otro foco de luz que encandila a las mujeres con cada homicidio es la narrativa de: ¡°es que les gustan los hombres violentos¡±. Claro, es que el sue?o de toda mujer es un hombre violento. Los escogemos sabiendo que son violentos desde antes. ?Por supuesto que no! Esa violencia ejercida por estos agresores es responsabilidad de ellos. No es de Natalia ni de Stefanny ni de las miles de mujeres v¨ªctimas de violencia de g¨¦nero. Adem¨¢s, los hombres no vienen con un sem¨¢foro en la frente que est¨¢ verde cuando no van a ser violentos y rojo cuando lo ser¨¢n. Por desgracia, la violencia de g¨¦nero es un fen¨®meno demasiado complejo como para parametrizarlo en algo que se puede conocer desde antes, y atribuirlo a la mujer que elige.
Tambi¨¦n es demasiado complejo como para usarlo como fin pol¨ªtico tras simplificarlo, como hizo el presidente. Hace algunos d¨ªas, en una ceremonia de ascensos, Petro relacion¨® el feminicidio de Stefanny Barranco con la aprobaci¨®n de la construcci¨®n de la Avenida Longitudinal de Occidente (ALO) en lugar de la construcci¨®n de la Ciudadela Educativa de Suba. Dio a entender que la falta de acceso a la educaci¨®n puede propiciar actos violentos como el feminicidio (¡°el hombre sin educaci¨®n retorna a la fuerza bruta¡±). La manera obvia de responder al presidente es que la relaci¨®n entre educaci¨®n y violencia es much¨ªsimo menos lineal que una correlaci¨®n inversa entre cupos educativos y feminicidios. Y que, por supuesto tambi¨¦n hay hombres con t¨ªtulo universitario, maestr¨ªa y doctorado que son agresores. Pero, a la vez y volviendo a las narrativas, el presidente no deber¨ªa usar nuestras vidas para un fin pol¨ªtico suyo. Porque sabemos que su verdadero inter¨¦s en esas declaraciones es criticar la ALO, no la defensa de nuestras vidas.
Los feminicidios no son hechos aislados, como pretend¨ªa el comunicado del centro comercial Santa F¨¦. Para el a?o 2023, de acuerdo con la fundaci¨®n Pares, se registraron al menos 630 feminicidios en el pa¨ªs. Espa?a, pa¨ªs de tama?o similar a Colombia, tuvo 52. Menos de una d¨¦cima parte. La Defensor¨ªa del Pueblo atiende un promedio diario de cinco mujeres v¨ªctimas de violencia de g¨¦nero y el a?o pasado atendieron casi 400 casos de tentativa de feminicidio. Por eso no podemos seguir permitiendo que los discursos desvirt¨²en la verdadera dimensi¨®n del problema, o que se siga culpabilizando a las mujeres. No olvidemos que muchas veces las narrativas condicionan las pol¨ªticas.
Nuestra victoria como sociedad no puede ser la captura, el suicidio o el linchamiento del agresor cuando ya cometi¨® el feminicidio. Tampoco una mujer viva, pero escondida y con miedo. Lo m¨¢s cercano a una victoria ser¨ªa, al menos por ahora, enfocar las luces a las medidas, las instituciones, los l¨ªderes, los medios, a nosotros mismos. En definitiva, hacer que las narrativas en torno a la violencia machista funcionen para inspeccionar lo que hacemos, y que eso nos ayude a dise?ar mejores pol¨ªticas contra ella.
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