Mandrakismo
Los ilusionistas son maestros de la sugesti¨®n. Cuando sus poderes influyen en cientos de personas, se les conoce como magos. Si son millones, ll¨¢melos presidentes
Los presidentes son titulares con piernas. De hecho, lo son tambi¨¦n, y sobre todo en el tr¨®pico, todos los funcionarios de nivel¡ ?incluso los de cierto desnivel! Los presidentes son vallas m¨®viles, que se trastean de palacio a un congreso empresarial y de all¨ª a un ascenso de militares o a una inauguraci¨®n de obras; quiz¨¢s a ponerle el pecho a una monta?a que se hizo tragedia o a un acto protocolario que puede terminar convertido en nido de arengas. Donde quiera que se hallen, los mandatarios abren la boca y queda abierta la discusi¨®n.
Los presidentes, sobre todo si han llegado al cargo por v¨ªa de una ardorosa actividad pol¨ªtica, saben a la perfecci¨®n que la prensa corre tras cada palabra que se les escurre de la boca. Y que, si no hay periodistas a mano (o se les tiene por cultivadores de fake news), siempre podr¨¢ decirse algo en redes sociales que ponga dizque a pensar al pa¨ªs.
Aprenden los presidentes a manejar las palabras y darles una utilidad concreta: palabras se?uelo, para distraer a la opini¨®n; palabras kerosene, para meterle candela al establecimiento; palabras globo, para ver c¨®mo reacciona la opini¨®n p¨²blica a una idea; palabras garrote, para mortificar a sus cr¨ªticos; o palabras sirir¨ª, que van de rama en rama, como el pajarillo, y parecen estar en todas partes.
Primas hermanas de la cantaleta, las palabras sirir¨ª, por fuerza de la repetici¨®n, terminan calando. Son como la m¨²sica de dise?o que, machacada en emisoras y canales digitales, se le mete al oyente en la cabeza. Caso ya cl¨¢sico el del reggaet¨®n, donde comenzamos a percibir como algo natural, a punta de o¨ªrlas una y otra vez, barbaridades como ¡°vino ready ya, puesta pa¡¯ una cepill¨¢/me chupa la lollipop, solita se arrodilla, hey/?c¨®mo te atreve¡¯, mami, a venir sin panty?¡± (canta Bad Bunny).
Las palabras, como dicen los creyentes, tienen poder. Pero no siempre son lo que representan. Hablar de una constituyente no necesariamente quiere decir que se est¨¦ proponiendo su existencia. Si un candidato adelanta su campa?a asegurando que no se propone reformar la Constituci¨®n, mal le queda, una vez elegido, mencionar cualquier mecanismo que tenga ese fin. M¨¢xime si el camino elegido es abiertamente contrario a la ley o a la decencia. Diferencia, y mucha, hay entre un presidente recursivo y uno simplemente ma?oso.
En radio se habla de un curioso fen¨®meno que podr¨ªamos llamar mandrakismo, seg¨²n el cual, debido a una sugesti¨®n de or¨ªgenes inciertos, cada quien oye lo que quiere o¨ªr. Un periodista, o un entrevistado, dice una cosa y muchas personas creen haber o¨ªdo otra. Quienes trabajan en la radio saben que en ocasiones hay que buscar el audio con lo dicho y emitirlo para convencer a los incr¨¦dulos. Una especie de recreaci¨®n del episodio b¨ªblico en que Tom¨¢s es invitado por Jes¨²s a meter la mano en el costado donde el soldado hab¨ªa clavado su lanza.
Esa sugesti¨®n colectiva puede cobijar a miles o millones, que creen o¨ªr a un presidente proponiendo destazar la Constituci¨®n, cuando ¨¦l podr¨ªa estar diciendo que la va a proteger. La sugesti¨®n tiene un efecto m¨¢s valioso: posicionar en la mente del p¨²blico una idea, un concepto, un producto.
Probablemente en la presidencia de este mandatario imaginario del que hablamos no cuaje una asamblea de tal catadura, pero, con un par de a?os de juiciosa insistencia, podr¨ªa adquirir una calidad casi m¨¢ntrica. Y ser¨ªa de gran utilidad para que un futuro candidato, en plena sinton¨ªa con el presidente, la hiciera promesa de campa?a.
Qui¨¦n sabe, quiz¨¢s en un pu?ado de calendarios sea la gente la que exija con fervor que se convoque a una constituyente y venga el shu-shu-shu de una pieza tumbando a la siguiente, para echar abajo la estructura jur¨ªdica del Estado. Dominar algo tiene que ver con domin¨®.
Nota: Gustavo ha sido el mejor de los magos de este pa¨ªs. Gustavo Lorgia (1951-2024), a quien siempre recordaremos con inmensa admiraci¨®n.
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