Colombia, en el laberinto venezolano
El pa¨ªs, a diferencia de otros, no puede radicalizarse con Venezuela. Una ruptura de relaciones ser¨ªa contraproducente, y no solo en t¨¦rminos comerciales
Los estrechos v¨ªnculos hist¨®ricos entre Colombia y Venezuela hacen que para los colombianos sea imposible mirar lo que sucede en el hermano pa¨ªs como si fuese en tierra extra?a. Al fin y al cabo, hubo un tiempo en que fueron un solo proyecto, el que iluminara el libertador Sim¨®n Bol¨ªvar. Ahora bien: no es solo la historia la que ata a estos dos pa¨ªses, es tambi¨¦n la geograf¨ªa. La frontera binacional es m¨¢s formal que real, es una de las m¨¢s cr¨ªticas del continente: 2.200 kil¨®metros de l¨ªmites invisibles, que no controlan Bogot¨¢ ni Caracas, sino un amplio arco de poderes f¨¢cticos.
La falta de ocupaci¨®n y control del territorio es una vieja dolencia en casi toda la Am¨¦rica que fuese colonia espa?ola. No ser¨ªa equivocado afirmar que la Orinoqu¨ªa es casi un tercer pa¨ªs entre Colombia y Venezuela. La amplia franja de la cuenca del Orinoco, es una de las mayores sabanas tropicales del mundo. La porci¨®n colombiana tiene 326.855 km?, comprende cuatro de sus departamentos (Arauca, Casanare Meta y Vichada) y partes de dos m¨¢s, de transici¨®n con la Amazonia; la de Venezuela es de 142.900 km? en siete estados (Apure, Barinas, Portuguesa, Cojedes, Gu¨¢rico, Anzo¨¢tegui y Monagas). Un territorio casi tan grande como Espa?a y m¨¢s de 10 veces Suiza.
Debido a esto, Colombia, a diferencia de otros pa¨ªses, digamos Chile o Paraguay, no puede radicalizarse con Venezuela. Una ruptura de relaciones, como las experimentadas bajo los gobiernos de ?lvaro Uribe con Hugo Ch¨¢vez (2010), e Iv¨¢n Duque con Nicol¨¢s Maduro (2019), ser¨ªa contraproducente y no solo en t¨¦rminos comerciales. Hist¨®ricamente, el territorio venezolano ha sido utilizado por grupos colombianos al margen de la ley o por rebeldes pol¨ªticos. A finales del siglo XIX y principios del XX, durante la Guerra Civil de los Mil d¨ªas (1889-1903), los liberales se refugiaban en su territorio, con el apoyo del dictador Cipriano Castro (1899-1908), quien lleg¨® al poder tras una guerra civil tambi¨¦n. Los gobiernos de uno y otro pa¨ªs apoyaban a los respectivos opositores internos. As¨ª, los rebeldes libraban combates desde las orillas vecinas.
Actualmente, el ELN, la sexagenaria guerrilla, se mueve en Venezuela sin mayores limitaciones. A su vez, la delincuencia organizada venezolana (l¨¦ase Tren de Aragua) es un dolor de cabeza en Colombia. La cooperaci¨®n entre los dos estados es absolutamente vital. Esta es una lecci¨®n aprendida. La paz de las FARC con el Gobierno de Juan Manuel Santos (2016) fue posible gracias al r¨¦gimen chavista, lo mismo que los di¨¢logos con los elenos. A lo anterior, hay que sumar la cuesti¨®n migratoria: m¨¢s de dos millones de colombianos viven en Venezuela y casi tres millones de venezolanos en Colombia. Si la crisis pol¨ªtica del pa¨ªs petrolero se agudiza, una nueva oleada migratoria no se har¨¢ esperar.
El presidente Gustavo Petro camina sobre el filo de una navaja. No puede reconocer a Maduro, pero tampoco puede pelearse con ¨¦l y apoyar a Edmundo Gonz¨¢lez, pues ser¨ªa reeditar la desastrosa opereta de Duque con Juan Guaid¨®. De otra parte, la nueva Presidencia de Trump se insin¨²a m¨¢s imperial que la primera, y no se sabe qu¨¦ tanto pueda tensarse la situaci¨®n en Am¨¦rica Latina bajo su mandato. Ello le plantea un desaf¨ªo muy grande. Para Petro es un imposible pol¨ªtico guardar silencio ante los prop¨®sitos de querer controlar el Canal de Panam¨¢, apelando el uso de la fuerza militar, si fuese preciso, o si Trump desata en Venezuela acciones de desestabilizaci¨®n como en su primer mandato, bajo la coordinaci¨®n de John Bolton y Elliott Abrams. De otra parte, el Dari¨¦n, en la frontera paname?a, es cruzado por migrantes de todos los colores y nacionalidades, que van camino al norte, es otra patata caliente. Panam¨¢, al igual que Venezuela y Ecuador, fue parte de Colombia.
El tercer mandato de Maduro, cuestionado desde diversos confines del planeta, con la notable excepci¨®n de China, no augura d¨ªas tranquilos para Colombia, que contiene la respiraci¨®n. Marca el inicio de un proceloso cap¨ªtulo de una crisis ya cr¨®nica, y con pron¨®stico reservado. La negativa de Miraflores a mostrar las actas electorales dej¨® a Petro sin cartas en la mano. Por si hiciera falta, para hacer m¨¢s compleja la situaci¨®n, Colombia requiere gas venezolano. En los pr¨®ximos dos a?os, debido al fen¨®meno del Ni?o, necesitar¨¢ varios cientos de millones de pies c¨²bicos, para ello precisa una flexibilizaci¨®n de las restricciones impuestas por la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro de Estados Unidos (OFAC, por sus siglas en ingl¨¦s). La alternativa es seguir comprando gas a precios del golfo de M¨¦xico (perd¨®n, Mr. Trump, ¡°golfo de Am¨¦rica¡±).
La crisis venezolana ha alejado, a¨²n m¨¢s, la siempre esquiva y vana ilusi¨®n de la unidad latinoamericana. Frente a ella, cada pa¨ªs tiene su propia partitura, tal como qued¨® demostrado con el fallido intento de mediaci¨®n de L¨®pez Obrador, Lula y Petro, el a?o pasado, y con la posici¨®n asumida por Chile, Paraguay, Cuba, Argentina, Bolivia, Panam¨¢, Nicaragua y los dem¨¢s pa¨ªses.
Venezuela es un laberinto minado, y Colombia est¨¢ dentro de ¨¦l. Eso explica la ausencia de Petro en la toma de posesi¨®n y que su directriz sea mantener las relaciones diplom¨¢ticas, sin importar su apreciaci¨®n sobre el proceso electoral del 28 de julio pasado. Y ahora, esperar a la investidura de Trump, que sin duda terminar¨¢ de oscurecer el horizonte.
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