Paneles solares contra los apagones: la insurrecci¨®n energ¨¦tica de Puerto Rico
A cinco a?os de Mar¨ªa, que dej¨® sin luz a la isla, un nuevo hurac¨¢n ha interrumpido el servicio el¨¦ctrico. Cada vez m¨¢s puertorrique?os miran al sol como alternativa para generar electricidad
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Las sesiones de di¨¢lisis diarias de Brenda Costa Torres duran entre 10 y 11 horas. Desde mediados de julio, se da el tratamiento en su hogar de Vegas Arriba, un barrio del municipio de Adjuntas, situado en la zona monta?osa del centro de Puerto Rico. Cada noche, sobre las siete, se conecta a la m¨¢quina y comienza el tratamiento que necesita para su insuficiencia renal. Una vez conectada, debe permanecer inm¨®vil hasta las cinco de la madrugada del d¨ªa siguiente, que es cuando suele acabar todo el proceso. Si por alguna raz¨®n el procedimiento se interrumpe por m¨¢s de media hora, se pierde todo. Hay que tirarlo y empezar de nuevo. ¡°Es drenante¡±, suspira la mujer de 35 a?os.
Este proceso ha sido a¨²n m¨¢s agotador debido a que Costa Torres vive bajo el temor constante de que se vaya la luz y se interrumpa el tratamiento. En los dos meses que han pasado desde que empez¨® a hacerlo desde su casa, se ha quedado sin luz seis veces. Seg¨²n cuenta, en ocasiones el apag¨®n ocurri¨® en plena di¨¢lisis, pero afortunadamente el servicio se restaur¨® r¨¢pido y pudo terminar. Pero eso fue suficiente para que su familia se desesperara y buscara alternativas. Acudieron a Casa Pueblo, una organizaci¨®n de autogesti¨®n comunitaria en Adjuntas que lucha por la conservaci¨®n e impulsa el uso de la energ¨ªa solar.
¡°El planteamiento inicial que yo les hice era que energizaran solamente el cuarto de mi hija, cosa que, si hubiese cualquier eventualidad, ella pudiera darse el tratamiento y darnos la tranquilidad a nosotros¡±, cuenta Domingo Costa Feliciano, el padre de Brenda Costa Torres. Pero la direcci¨®n de Casa Pueblo decidi¨® donar a la familia suficientes placas solares para la casa entera, un sistema valorado en entre 8.000 y 10.000 d¨®lares.
El pasado 17 de agosto, les instalaron seis paneles solares en el techo. El nuevo sistema complementa la red el¨¦ctrica tradicional. Es decir, la familia consume tanto la energ¨ªa que generan las placas como la electricidad de siempre. La energ¨ªa solar que sobra se almacena en un banco de bater¨ªas de respaldo que pueden usar m¨¢s adelante o en caso de que la red el¨¦ctrica falle y haya un apag¨®n. Como ocurri¨® este domingo pasado, cuando toda la isla se qued¨® sin electricidad dos horas antes de que el hurac¨¢n Fiona tocara tierra. El cicl¨®n de categor¨ªa 1 tumb¨® la red el¨¦ctrica el 18 de septiembre, y casi una semana despu¨¦s, buena parte de la isla contin¨²a sin servicio el¨¦ctrico y sin agua potable. Pero, en medio de la crisis causada por Fiona, Costa ha seguido d¨¢ndose su tratamiento desde su hogar, que se ha mantenido alumbrado gracias al sistema solar que recibi¨® el mes pasado.
El impulso de Mar¨ªa
La familia Costa Torres no es la ¨²nica que ha hecho este cambio. Cada vez son m¨¢s los puertorrique?os que est¨¢n instalando placas solares en sus hogares y negocios, convencidos de que el sol es la fuente de energ¨ªa m¨¢s resiliente, adem¨¢s de ser la opci¨®n m¨¢s barata, mejor para el medio ambiente y que est¨¢ al alcance de todos en la isla. Uno de los motores detr¨¢s de esta transformaci¨®n fue el hurac¨¢n Mar¨ªa. Hace cinco a?os, la tormenta de Categor¨ªa 4 atraves¨® la isla el 20 de septiembre y se llev¨® consigo el tejido el¨¦ctrico del pa¨ªs, causando ¡°el apag¨®n m¨¢s grande de la historia de Puerto Rico¡±, recuerda Fabio Andrade, ingeniero el¨¦ctrico y profesor asociado del recinto de la Universidad de Puerto Rico en Mayag¨¹ez. Entre otras cosas, el pa¨ªs se qued¨® sin electricidad, sin agua potable y sin sistemas de comunicaci¨®n. Algunas familias estuvieron m¨¢s de un a?o sin energ¨ªa el¨¦ctrica ni agua potable.
¡°En los ¨²ltimos cinco a?os, Mar¨ªa hizo que muchas organizaciones se juntaran, mucha gente se organizara, para alcanzar al menos un m¨ªnimo de energ¨ªa solar¡±, dice Andrade. El movimiento hacia esta fuente de energ¨ªa ha sido de abajo hacia arriba, encabezado por las comunidades y los barrios. Mientras que el pueblo ha estado en pie de lucha en la b¨²squeda de una fuente de energ¨ªa resiliente y limpia, el Gobierno ha hecho ¡°poco¡±, lamenta el ingeniero. La oficina del gobernador aprob¨® en 2019 una ley que requiere que el 100% de la electricidad provenga de fuentes renovables para 2050. No obstante, el 95% de la electricidad sigue viniendo de fuentes no renovables, al igual que antes del hurac¨¢n Mar¨ªa, seg¨²n los ¨²ltimos datos publicados en agosto por el Negociado de Energ¨ªa de Puerto Rico.
Por su parte, el Gobierno estadounidense ha aprobado 12.000 millones de d¨®lares en fondos federales desde 2017 para restaurar y modernizar la red. Sin embargo, el sistema contin¨²a igual: hecho pedazos y dependiente de fuentes no renovables. Puerto Rico es un territorio no incorporado de Estados Unidos, por lo que depende de Washington en muchos aspectos y cuando hay una cat¨¢strofe como Mar¨ªa, la isla mira hacia el Gobierno federal para que ayude a financiar la recuperaci¨®n.
Pero esta vez muchos han decidido no esperar y tomar cartas en el asunto. En gran parte, quienes se han pasado a la energ¨ªa solar, han sido inspirados por grupos y proyectos comunitarios como Casa Pueblo. Cuando la organizaci¨®n instal¨® cuatro paneles en su techo hace m¨¢s de 20 a?os, fueron los primeros en hacerlo en toda la isla. ¡°Cuando empezamos en el 99, la energ¨ªa solar era una idea que solo una minor¨ªa pod¨ªa entender o reconocer como una ruta de futuro. Pero ya no¡±, se?ala Arturo Massol Dey¨¢, director asociado de la organizaci¨®n. ¡°Ahora estamos en plena transformaci¨®n. La poblaci¨®n est¨¢, en t¨¦rminos generales, educada, consciente de la alternativa y la prefiere¡±.
Seg¨²n un estudio realizado por Casa Pueblo y la Universidad de Puerto Rico, hasta enero de este a?o, 42.199 sistemas solares de techo se inscribieron en el programa de medici¨®n neta de la isla, lo cual mide la cantidad de clientes que han conectado sus sistemas de energ¨ªa solar a la red el¨¦ctrica tradicional. Esa cifra supone un incremento de m¨¢s de 3.500% desde 2014. Y esos son solo los sistemas de los que hay constancia. Otros miles est¨¢n en funcionamiento, pero no est¨¢n conectados a la red y, por tanto, no se pueden contabilizar. Massol Dey¨¢ lo denomina la ¡±insurrecci¨®n energ¨¦tica¡± de Puerto Rico. ¡°Vamos en ruta de cambio¡±, sintetiza.
Una red el¨¦ctrica ¡°levantada a pedazos¡±
Al igual que la familia Costa Torres, muchos en la isla han recurrido a la energ¨ªa solar por necesidad y por hartazgo. Est¨¢n agotados de depender de una red el¨¦ctrica que el Gobierno ha sido incapaz de restaurar despu¨¦s de que el hurac¨¢n Mar¨ªa la destruyera en 2017. ¡°Las comunidades sufrieron m¨¢s por la falta de energ¨ªa que por el mismo hurac¨¢n. Mucha gente muri¨® por no tener la electricidad¡±, desarrolla Andrade. Un estudio de la Universidad de Harvard cifra en 4.645 el n¨²mero de muertes relacionadas con los efectos catastr¨®ficos de Mar¨ªa.
Costa Feliciano, el padre de Brenda, cuenta que su familia estuvo 183 d¨ªas sin electricidad tras el paso del hurac¨¢n. Eso es m¨¢s de seis meses. ¡°Durante Mar¨ªa, vivimos en carne propia la carencia, la necesidad y la desesperaci¨®n¡±, relata Costa. Dice que vio a amigos del barrio, de toda la vida, morir por la falta de electricidad. Algunos porque no pudieron darse la misma di¨¢lisis que hoy d¨ªa su hija necesita. Esos eran los recuerdos que corr¨ªan por su mente cada vez que, cinco a?os despu¨¦s, se tumbaba la corriente el¨¦ctrica en su casa durante el d¨ªa y pensaba que, si no regresaba antes de que anocheciera, su hija no podr¨ªa darse el tratamiento.
La destrucci¨®n que dej¨® Mar¨ªa ¡°fue a¨²n peor porque Puerto Rico ven¨ªa de una crisis econ¨®mica muy fuerte¡±, se?ala Andrade. ¡°La Autoridad de Energ¨ªa El¨¦ctrica estaba en ese momento y sigue en quiebra. El Gobierno estaba y sigue en quiebra, con una deuda de m¨¢s de 70.000 millones de d¨®lares. Entonces, no hab¨ªa manera de levantar el sistema el¨¦ctrico¡±, explica el ingeniero. Cuando se logr¨® restaurar el servicio por completo un a?o despu¨¦s, se hizo como se pudo: sin dise?o ni planeaci¨®n. ¡°Si hab¨ªa una subestaci¨®n que entregaba energ¨ªa a un sector, pues qued¨® modificada y ahora le entrega energ¨ªa a dos o tres sectores. O si un cable se cay¨®, pues se conect¨® con otra l¨ªnea¡±, detalla Andrade.
Se levant¨® en pedazos y as¨ª se ha quedado. ¡°Ahora el problema es que, si hay cualquier disturbio en la red, casi que tumba la red completa¡±, sintetiza Andrade. ¡°La red est¨¢ descontrolada, altamente lastimada y funciona con un balance que es bastante d¨¦bil. Por ejemplo, si todos prendemos el aire acondicionado en estos calores, la red no puede manejar la sobrecarga y se cae o coge fuego¡±, desarrolla. Esa inestabilidad es la causa de los apagones constantes que vive la isla.
La soluci¨®n del Gobierno fue privatizar el servicio de electricidad, que hasta entonces era operado por una agencia p¨²blica. Con la promesa de reconstruir la red, le otorgaron un contrato de 15 a?os al consorcio privado Luma Energy para que se encargara de la transmisi¨®n y distribuci¨®n de la energ¨ªa en la isla. La compa?¨ªa asumi¨® el cargo el 1 de junio del a?o pasado. Diez d¨ªas despu¨¦s, el 10 de junio, Puerto Rico vivi¨® el primer apag¨®n con Luma: una explosi¨®n en una subestaci¨®n de distribuci¨®n de energ¨ªa en San Juan dej¨® sin servicio a casi un mill¨®n de personas. Ocurri¨® otra vez el 22 de febrero de este a?o, cuando un fallo en una l¨ªnea dej¨® a 700.000 clientes sin servicio. Un d¨ªa despu¨¦s, otra explosi¨®n dej¨® a varios sectores sin electricidad. Hubo otro apag¨®n masivo el 6 de abril, cuando una aver¨ªa y otro fuego en la central el¨¦ctrica Costa Sur, en el sur de la isla, dej¨® al pa¨ªs a oscuras. Y el apag¨®n m¨¢s reciente comenz¨® este domingo, con la llegada del hurac¨¢n Fiona, y contin¨²a.
¡°El Gobierno trajo a Luma y eso fue peor. No sabemos qu¨¦ es lo que Luma quiere hacer ni cu¨¢l es su plan. Y aunque Luma quisiera hacer algo bueno, no conoce el sistema el¨¦ctrico. Entonces, est¨¢ tratando de apagar fuegos en alg¨²n lado y generando problemas en otro¡±, lamenta el ingeniero. ¡°El problema los ha sobrepasado¡±.
Las interrupciones constantes, junto a los siete incrementos consecutivos en el precio de la luz, que ha hecho que las facturas mensuales de los clientes se disparen un 58% en el ¨²ltimo a?o, han provocado protestas masivas. Los puertorrique?os consideran que Luma no ha sabido manejar el caos en el que se encuentra la red el¨¦ctrica desde Mar¨ªa y rechazan que siga a cargo de ella. La protesta m¨¢s reciente ocurri¨® el pasado 23 de agosto. Cientos de personas tomaron las calles del Viejo San Juan, en la capital, y se concentraron frente a las puertas de la mansi¨®n del Gobernador, Pedro Pierluisi, para exigir que el Gobierno cancele su contrato con la compa?¨ªa. Pierluisi, por su parte, no ha cedido a los reclamos del pueblo. Dice que Luma est¨¢ ¡°en probatoria¡±, pero que por el momento el consorcio seguir¨¢ a cargo de la red.
Un oasis de energ¨ªa solar en medio del apag¨®n del hurac¨¢n
Mientras tanto, distintas comunidades por toda la isla han encontrado en la energ¨ªa solar un salvavidas. Una de ellas es la de Adjuntas. Cuando el ojo del hurac¨¢n Mar¨ªa alcanz¨® este pueblo sobre las 10 de la ma?ana hace cinco a?os, el municipio entero se qued¨® sin luz. Menos un edificio antiguo, de color rosa, situado en el centro del pueblo, a unos 100 metros de la plaza principal y con un techo repleto de placas solares. ¡°En ese momento, Casa Pueblo verdaderamente se convirti¨® en la casa del pueblo¡±, cuenta Alexis Massol, quien hace 44 a?os fund¨® la organizaci¨®n. ¡°Aqu¨ª hab¨ªa energ¨ªa solar, algo que la gente necesitaba. Nosotros cogimos ese oasis energ¨¦tico y le dijimos al pueblo: esto es tuyo. La gente lo agarr¨® y se hizo de ellos¡±, a?ade con una sonrisa Massol, quien en 2002 fue galardonado con un Premio Goldman, considerado el Nobel de Medio Ambiente.
Los adjunte?os iban a Casa Pueblo a recargar sus equipos el¨¦ctricos, a recibir terapias de salud o art¨ªculos de primera necesidad y medicinas. Adem¨¢s, la entidad reparti¨® 14.000 l¨¢mparas solares. Esto hizo que la gente comenzara a verlos como ¡°un referente en el tema de la energ¨ªa¡±, cuenta Arturo Massol Dey¨¢, director asociado de la organizaci¨®n e hijo de Alexis. ¡°Reconocieron a Casa Pueblo como un lugar que tiene autonom¨ªa energ¨¦tica en un escenario de mucho sufrimiento y donde el Gobierno fue incapaz de responder¡±, a?ade el tambi¨¦n profesor de microbiolog¨ªa en la Universidad de Puerto Rico. Massol Dey¨¢ recuerda que antes del hurac¨¢n, la gente iba a Casa Pueblo a ver el sistema solar, que les parec¨ªa ¡°atractivo, pero como algo ex¨®tico, lejano e inalcanzable¡±. Pero, tras el paso de Mar¨ªa, hubo ¡°un salto cualitativo y de conciencia¡±. Empezaron a reconocer ¡°la alternativa solar como una ruta de cambio viable y necesaria¡±, apunta.
Entonces, Casa Pueblo lanz¨® su ¡°insurrecci¨®n energ¨¦tica¡± desde Adjuntas. A cinco a?os del hurac¨¢n, han liderado una transformaci¨®n solar pionera a escala comunitaria, con la colaboraci¨®n de distintas ONGs y universidades de todo el mundo. La iniciativa, llamada Adjuntas Pueblo Solar, tiene como meta que el municipio alcance la autosuficiencia energ¨¦tica mediante el sol para garantizar seguridad y estabilidad ante cualquier otro desastre natural en el futuro. Como parte del proyecto, Casa Pueblo ha donado cientos de sistemas solares para energizar negocios y hogares, especialmente aquellos donde residen personas con enfermedades cr¨®nicas, como la familia Costa Torres.
Adem¨¢s, la organizaci¨®n est¨¢ a punto de terminar dos microrredes que conectar¨¢n varios negocios del casco urbano del pueblo para que operen independientes de la red el¨¦ctrica tradicional. Una microrred ¡°es una peque?a red el¨¦ctrica que act¨²a como un ecosistema¡±, explica el ingeniero Andrade, quien dirige el Laboratorio de Microrredes de la Universidad de Puerto Rico. En el caso de Adjuntas, producen energ¨ªa a trav¨¦s de paneles solares colocados en los techos de los negocios para uso de cada comerciante.
La microrred tambi¨¦n permite la interconexi¨®n de varios generadores. Es decir, los negocios que generan su propia energ¨ªa tambi¨¦n pueden almacenarla en una bater¨ªa y compartirla con otros que est¨¦n conectados. Pero esta ¨²ltima fase a¨²n no est¨¢ en marcha en Adjuntas. Casa Pueblo espera recibir las bater¨ªas que conectar¨¢n los negocios a finales de este a?o, y una vez se instalen, las dos microrredes operar¨¢n como dos islas. Si la red el¨¦ctrica vuelve a fallar, esos comercios seguir¨¢n encendidos y podr¨¢n atender las necesidades b¨¢sicas del pueblo. Otros dos municipios de la isla est¨¢n dise?ando y construyendo sistemas parecidos al de Adjuntas.
Las microrredes de Adjuntas est¨¢n situadas al norte y al sur de la plaza principal del pueblo. Entre los dos sistemas, hay una panader¨ªa, una pizzer¨ªa, dos muebler¨ªas, una farmacia, una ferreter¨ªa, una tienda de venta y reparaci¨®n de computadoras, un contable, una tienda de celulares, una iglesia y un gift shop (tienda de regalos). Todos estos comerciantes forman parte de la Asociaci¨®n Comunitaria de Energ¨ªa Solar Adjunte?a (ACESA), la organizaci¨®n a la que pertenece la microrred. Aunque Casa Pueblo la dise?¨®, construy¨® e instal¨®, quiso que pasara a ser manejada por los comerciantes, quienes firmaron un contrato de 30 a?os con ACESA.
Al ser due?os de la infraestructura y la energ¨ªa que producen, los comerciantes esencialmente deben comprarse la energ¨ªa a s¨ª mismos. ACESA estableci¨® una tarifa fija de 25 centavos por kilovatio, que era el costo de la electricidad hace un a?o, cuando se fund¨® la asociaci¨®n (ahora ha subido a 33,4 centavos). Parte de ese dinero es para la operaci¨®n y mantenimiento de la microrred y otra para un fondo de emergencia, ¡°por si algo se da?a poder arreglarlo¡°, resume Massol Dey¨¢, de Casa Pueblo. ¡°El otro grueso es para un fondo de reinversi¨®n, para trabajar con otros comerciantes que se unan a esta ecuaci¨®n y para hacer instalar sistemas solares en casas de personas de bajos recursos¡±.
?ngel Gustavo Irizarry fue elegido presidente de ACESA. Su pizzer¨ªa, Lucy¡¯s Pizza, es uno de los comercios incluidos en las microrredes. Como a todos los comerciantes del ¨¢rea, a Irizarry el hurac¨¢n Mar¨ªa le pas¨® factura. Durante los tres meses despu¨¦s de la tormenta, gast¨® 17.000 d¨®lares solo en combustible diesel para llenar sus generadores y mantener abiertas las puertas de su negocio en pleno apag¨®n. ¡°En ese momento me di cuenta de que ten¨ªa que cambiar algo¡±, recuerda.
La necesidad que vio entonces se hizo m¨¢s palpable con la llegada de la nueva compa?¨ªa de electricidad, a?ade el joven comerciante. ¡°Cuando se avecin¨® Luma, fue como otro hurac¨¢n. Fue una inseguridad brutal. Entre los comerciantes pens¨¢bamos: ¡°Ah¨ª viene un hurac¨¢n, hay que estar pendientes, hay que estar preparados¡±. Y efectivamente, los pron¨®sticos no fallaron: apagones, bajones de voltaje. Cuando menos te lo esperabas, ?boom, boom! Se iba la luz¡±, cuenta Irizarry. ¡°Ahora, los que tenemos energ¨ªa solar ni nos damos cuenta cuando no hay electricidad. Estamos protegidos. Nos damos cuenta porque lo vemos en las redes o porque nos lo dicen los vecinos¡±. Una tranquilidad que demuestra que la insurrecci¨®n energ¨¦tica puede ser una alternativa real para iluminar la isla.
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