¡°Se torn¨® m¨¢s d¨®cil y obediente¡±: Ana Rosa y la feminizaci¨®n de las lobotom¨ªas
La directora Catalina Villar presenta un documental sobre c¨®mo las mujeres pobres o que romp¨ªan los moldes en el siglo pasado fueron v¨ªctimas de torturas m¨¦dicas
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En los antecedentes cl¨ªnicos de varias mujeres sometidas a lobotom¨ªas en Colombia, se puede leer en el antes: ¡°Notable da?o al buen servicio¡±; y ¡°se torn¨® m¨¢s d¨®cil y obediente¡±, en el despu¨¦s. As¨ª lo muestra Ana Rosa, el ¨²ltimo documental de Catalina Villar (Bogot¨¢, 59 a?os). El filme que lleva el nombre de su abuela paterna, inici¨® como una inquietud familiar y termin¨® en una impactante investigaci¨®n sobre c¨®mo los cuerpos femeninos que no se acog¨ªan a los roles de su ¨¦poca eran sometidos a cruentos procedimientos quir¨²rgicos. A las mujeres nos quisieron quitar la rebeld¨ªa haci¨¦ndonos pasar por locas. Desde Par¨ªs, en Francia, donde Villar vive hace m¨¢s de tres d¨¦cadas, cuenta que la chispa para filmar el documental inici¨® hace nueve a?os. Lleg¨® de manera inesperada luego de la muerte de su padre, cuando, entre cajones y recuerdos familiares olvidados del hombre, la cineasta encontrara una foto de su abuela, Ana Rosa Gaviria. M¨¢s all¨¢ de pocas an¨¦cdotas puntuales, la vida detr¨¢s de esa fotograf¨ªa era un completo misterio, uno que se dispuso a esclarecer.
¡°En ese momento, no era una pel¨ªcula. Yo quer¨ªa entender por qu¨¦ hab¨ªa quedado ese lapsus de mi padre, que hubiera dejado una foto, una tarjeta de identidad en ese caj¨®n, cuando jam¨¢s nos hab¨ªa hablado de su madre. Como cineasta, ver una imagen suya me la hizo existir¡±, rememora Villar, quien, parad¨®jicamente, decidi¨® instalarse al otro lado del continente tras renunciar a los estudios de medicina y decantarse por el cine.
A medida que preguntaba aqu¨ª y all¨¢ por qu¨¦ su abuela fue sometida a una lobotom¨ªa ¡ªuna cirug¨ªa donde se extirpa parte del l¨®bulo frontal del cerebro¡ª, lo que originalmente fue una duda personal y de curiosidad m¨¦dica se convirti¨® en un proyecto cinematogr¨¢fico con un enfoque claro. No era para menos luego de que Villar se estrellara con un dato estremecedor: m¨¢s del 80% de los pacientes que hab¨ªan sido sometidos a una lobotom¨ªa en el mundo eran mujeres.
Pero no fue lo ¨²nico que encontr¨® en su investigaci¨®n. Mientras revisaba historias cl¨ªnicas not¨® que hab¨ªa s¨ªntomas que solo registraban para ellas, no para ellos. ¡°Como enfermedad psiqui¨¢trica escrib¨ªan: ¡®Ya tiene 33 a?os y es soltera¡¯, y eso nunca se escribi¨® para un hombre. Tampoco llegaban a las cl¨ªnicas de la misma forma. Los hombres llegaban porque hab¨ªan hecho algo en el lugar p¨²blico, las mujeres porque alguien de su familia las llevaba¡±, explica.
Quiz¨¢ como una herencia que le vino de sus t¨ªos y primos dedicados a la psiquiatr¨ªa, la duda por la mente humana siempre ha estado presente para Villar. As¨ª lo muestran sus obras previas como Maux d¡¯enfants, mots d¡¯adultes y Camino. Pero aqu¨ª, adem¨¢s de eso, hab¨ªa un componente de g¨¦nero que le fue dif¨ªcil obviar. Desde que la directora empez¨® a notar que los antecedentes m¨¦dicos se escrib¨ªan en pasivo cuando se trataba de ellas, y en activo cuando se trataba de ellos, el caso de Ana Rosa se convirti¨® en algo que desbordaba un caso personal. ¡°Ah¨ª entend¨ª que la historia era m¨¢s grande que mi abuela y que, a trav¨¦s de ella, pod¨ªa contar otra cosa y me lanc¨¦ a escribir la pel¨ªcula¡±.
La cineasta visit¨® especialistas en Francia, cl¨ªnicas de Estados Unidos y consult¨® a expertos de muchos lugares del mundo, antes de regresar a su pa¨ªs natal donde estaban las respuestas que buscaba. All¨ª encontr¨® que la situaci¨®n para las mujeres y su salud mental empeoraba cuando se le sumaba otro componente: el de clase. La historia de la lobotom¨ªa inici¨® con pr¨¢cticas de prueba en mujeres trabajadoras sexuales en Estados Unidos y Portugal. En Colombia, los cuerpos de las m¨¢s pobres se usaron para experimentos psiqui¨¢tricos como el llamado ¡°Asilo de Locas¡±.
La investigadora y docente de la Universidad Nacional de Colombia, Luz Alexandra Garz¨®n Ospina, quien ha investigado el tema de la locura femenina en el pa¨ªs, explic¨® al peri¨®dico de esa universidad que las mujeres que remitieron a ese asilo ten¨ªan ciertas caracter¨ªsticas, y no necesariamente sufr¨ªan de alguna enfermedad mental. A veces, solo eran personas empobrecidas. ¡°Llegaron mujeres campesinas o tejedoras analfabetas de bajo estrato socioecon¨®mico, que en algunos casos eran consideradas criminales por tirar a sus hijos al r¨ªo luego de parirlos solas. Ingresaron mujeres que presentaban depresi¨®n posparto, que en la ¨¦poca se asociaba con el imaginario de la locura; y otras mujeres solteras que eran abandonadas por sus familias por no cumplir con los roles sociales de matrimonio, maternidad y el papel de la mujer¡±, esplic¨® Garz¨®n.
En el caso de Ana Rosa, por su condici¨®n social, no eligieron la hospitalizaci¨®n sino el olvido. Ese fue uno de los m¨¢s grandes retos que tuvo que enfrentar Villar. La directora inici¨® solo con una foto y un par de datos vagos. ¡°Construir un relato sobre una persona de la que no tienes nada es un desaf¨ªo grande¡±. Lo sorte¨® con agilidad, y, en ese camino, se encontr¨® con secretos familiares y espejos de s¨ª. No fue la ¨²nica. En la sala de proyecci¨®n, las reacciones daban cuenta que la documentalista pudo sembrar esa duda en otros y muchas nos pudimos encontrar en las descripciones de las mujeres que sometieron a esas torturas.
Sin irnos muy lejos, dentro del mismo equipo del filme sucedi¨®. Adriana Komives, la editora, montajista y amiga de Villar, atraves¨® un fuerte c¨¢ncer de seno durante la producci¨®n. Muri¨® poco despu¨¦s de dejar el proyecto listo. ¡°Dio mucho de ella a la pel¨ªcula porque su cuerpo tambi¨¦n fue atormentado como mujer. Le hicieron la ablaci¨®n de sus senos, que en algunos a?os vamos a pensar que es un horror como la lobotom¨ªa¡±, detalla. Para la cineasta, pareciera que interioriz¨® la importancia de la pel¨ªcula y eso la mantuvo viva. Delante y detr¨¢s de c¨¢mara, Ana Rosa es una obra conmovedora. Nos muestra todo lo que soportaron quienes nos antecedieron. El filme se estren¨® en Colombia en el Festival Internacional de Cine de Cartagena (FICCI) en abril de 2023, e inici¨® una gira en Europa. Sin embargo, al p¨²blico colombiano no lleg¨® hasta hace unas semanas y, seg¨²n relata la directora, Ana Rosa ha suscitado ¡°una liberaci¨®n de la palabra¡±. Lo que no es menor en un pa¨ªs donde todav¨ªa la salud mental sigue siendo un tab¨² y a la vez, un panorama en crisis. ¡°Cuando la gente se acerca y me dice: ¡®Yo tambi¨¦n tengo una mam¨¢ esquizofr¨¦nica, tengo un hermano y entonces tengo estas preguntas¡¯, me da bastante alegr¨ªa¡±.
En entrevista con Americanas y a lo largo del filme, Villar insiste en que buscaba que su trabajo impactara m¨¢s all¨¢ de un caso personal. Quiso que poner el dedo en la llaga de los dolores de su familia valiera la pena. ¡°La historia de mi abuela es muy importante para m¨ª, pero yo no habr¨ªa hecho una pel¨ªcula si ella no iba a representar a muchas otras mujeres que sufrieron y que, en cierta forma, siguen sufriendo de cosas parecidas y de tratamientos deshumanizantes¡±, sentencia.
Villar logr¨® poner nombre y humaniza, no solo a su abuela paterna, sino a cientos de mujeres que fueron condenadas al ostracismo por ser pobres o por no adaptarse al conservadurismo de la ¨¦poca. Sac¨® del olvido carpetas llenas de polvo e hizo visibles las injusticias que vivieron y la fortaleza que tuvieron. Por ahora, el documental sali¨® de las salas de cine comercial pero seguir¨¢ algunas semanas en la cinemateca de Colombia y rotar¨¢ por algunos festivales en Francia. Villar espera que pueda ser parte de alguna plataforma y llegar a muchos p¨²blicos para ampliar la conversaci¨®n sobre el papel que ha jugado la psiquiatr¨ªa para perpetuar los roles de g¨¦nero en la sociedad. ¡°Son preguntas que son actuales, la mujer sigue estando a veces con otro tipo de cargas emocionales y f¨ªsicas que hacen que se puedan enfermar o por lo menos calificar como enferma¡±. Un objetivo que logra de manera magistral en su obra, pues es inevitable salir de la sala de cine sin dudas. Incluso pensando qui¨¦nes de las mujeres que conocemos, de nuestras abuelas o t¨ªas lo sufrieron, e incluso si nosotras mismas hubi¨¦semos sido candidatas a una lobotom¨ªa hace un siglo.
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