Eduardo Longoni, el ojo que vio la dictadura argentina
De las primeras manifestaciones de las Madres de Plaza de Mayo al juicio a la Junta Militar, el fot¨®grafo que retrat¨® como nadie el horror del Gobierno militar repasa su carrera con EL PA?S en un nuevo aniversario del golpe
El 11 de septiembre de 1985, tras casi cinco meses de audiencias, la Junta militar argentina se sent¨® por primera vez ante el tribunal. Durante todo ese tiempo, miles de argentinos hab¨ªan escuchado por primera vez los horrores de la dictadura que hab¨ªa gobernado Argentina hasta apenas dos a?os antes. Ahora, les tocaba a ellos escuchar la acusaci¨®n. Les esperaba la sala llena, los jueces, sus abogados y un solo fot¨®grafo sentado detr¨¢s del banquillo. Todos miraban una peque?a puerta lateral por la que entrar¨ªan Jorge Rafael Videla, Emilio Massera, Roberto Viola, Leopoldo Galtieri y otros cinco acusados. ¡°Se cortaba el aire¡±, recuerda ahora el fot¨®grafo Eduardo Longoni. ¡°No hubo aplausos ni gritos como el d¨ªa de la sentencia. Entraban estos tipos que hab¨ªan sido amos de Argentina. Cuando por fin se abri¨® la puerta, me puse a llorar¡±.
Esa tarde, como tantas veces durante los ocho a?os de la dictadura m¨¢s sangrienta de Sudam¨¦rica, Eduardo Longoni (Buenos Aires, 64 a?os) hizo la foto. Ten¨ªa solo unos segundos antes de que los hombres que hab¨ªan aterrorizado al pa¨ªs entre 1976 y 1983 se sentaran ante el juez y le dieran la espalda. Longoni, que se tropez¨® con el mundo de la fotograf¨ªa cuando solo ten¨ªa 20 a?os y so?aba con estudiar historia, hab¨ªa sido uno de los primeros en retratar a las Madres de Plaza de Mayo, hab¨ªa cubierto los atentados de la guerrilla de Montoneros en Buenos Aires, hab¨ªa estado en cada evento militar de la dictadura, en cada marcha y en cada protesta. Pero solo esa vez hizo la foto roto en llanto.
¡°Todos ten¨ªamos gente que no estaba, pero eran partecitas de lo que hab¨ªa pasado¡±, cuenta ahora, a 47 a?os del inicio del r¨¦gimen militar. ¡°Con el juicio se vio que la dictadura tuvo un plan, que no solo le hab¨ªa pasado al amigo de un amigo. Eran 30.000 desaparecidos en miles de centros clandestinos de detenci¨®n. El pa¨ªs hab¨ªa vivido con miedo, con amigos desaparecidos. Ese d¨ªa fue uno de los m¨¢s conmovedores de mi vida¡±.
Longoni ten¨ªa 26 a?os. La fotograf¨ªa que hizo del d¨ªa en que una incipiente democracia juzgaba a los cabecillas de su r¨¦gimen militar dio vuelta al mundo. Pero no fue la primera vez. Su carrera hab¨ªa comenzado apenas cumplidos los 20, en plena dictadura, cuando acababa de salir del servicio militar obligatorio.
Hijo de dos trabajadores de clase media, criado en un conventillo del centro de Buenos Aires, Longoni quer¨ªa estudiar historia y entonces buscaba un trabajo para mantenerse. Pens¨® ser mozo o atender un kiosco, pero ¡°hab¨ªa hecho un curso de fotograf¨ªa y era un caradura¡±, dice. Se le ocurri¨® tocar la puerta de la agencia Noticias Argentinas, que funcionaba a unas calles de su casa. Para entonces, la guerrilla de Montoneros hab¨ªa iniciado su contraofensiva tras el golpe militar y, en su primer d¨ªa como fot¨®grafo, atac¨® con ametralladoras al secretario de Hacienda del r¨¦gimen militar. Solo en la redacci¨®n, Longoni fue arrastrado por un redactor al sitio y su foto del coche destrozado fue portada. Juan Alemann, la v¨ªctima, sobrevivi¨®. Longoni fue contratado y, como el m¨¢s joven de la redacci¨®n, le toc¨® hacer el turno de primera ma?ana y asistir a cada acto de la junta militar.
Una de sus fotograf¨ªas m¨¢s ic¨®nicas, la de un grupo de oficiales amontonados que lo mira a los ojos, la tom¨® durante una celebraci¨®n por el d¨ªa del Ej¨¦rcito en 1981. ¡°Ese d¨ªa la agencia transmiti¨® una foto de alg¨²n general hablando¡±, recuerda. ¡°Pero me guard¨¦ ese negativo. Sab¨ªa que si hac¨ªa una foto con cierta iron¨ªa no pod¨ªa ser publicada. Pero mi fotograf¨ªa era mi militancia, y se comunicaba con el estudiante de historia que siempre hab¨ªa querido ser: sab¨ªa que hay ciertos documentos que no pueden salir a la luz en el momento en que se hacen, pero perduran¡±. Desde 1983, esa foto se convirti¨® en un s¨ªmbolo contra la dictadura. La mirada desafiante de los oficiales bajo sus gorras es uno de los murales que hoy decora el espacio de memoria de la Escuela de Mec¨¢nica de la Armada (Esma), uno de los centros clandestinos de tortura que la dictadura escondi¨® en una de las avenidas m¨¢s transitadas de Buenos Aires.
La iron¨ªa fue el arma de este fot¨®grafo durante esas coberturas. Ese mismo a?o, siguiendo a Videla en un viaje a la ciudad de Mar del Plata, retrat¨® al dictador de rodillas, rezando tras recibir la comuni¨®n en una capilla durante la misa. ¡°La foto puede ser la de un patriota luchador contra el comunismo¡ muchos diarios que la publicaron la vieron as¨ª¡±, recuerda. ¡°Pero yo entend¨ª que esa foto tambi¨¦n hablaba de la connivencia de los militares con la jerarqu¨ªa de la Iglesia Cat¨®lica, y sab¨ªa que iba a ser entendida de esa manera en alg¨²n momento¡±.
Los a?os m¨¢s crueles de la dictadura, antes de que el r¨¦gimen militar empezara a resquebrajarse tras la guerra de Malvinas en 1982, los recuerda con m¨¢s rabia que valent¨ªa: ¡°Sent¨ªa que deb¨ªa estar en la calle. Vivimos con miedo todos esos a?os, pero yo ten¨ªa esa rid¨ªcula sensaci¨®n de que la c¨¢mara te protege¡±. Longoni cumpl¨ªa con la agenda por la ma?ana y, cuando tocaba, se acercaba a la Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada, para acompa?ar a las madres que reclamaban en ronda por sus hijos desaparecidos. ¡°Las Madres de Plaza de Mayo le ganaron a una dictadura que desapareci¨® a 30.000 personas¡±, cuenta Longoni. ¡°Para m¨ª eran como mi mam¨¢, tal vez porque era el m¨¢s chico de los fot¨®grafos. Norita Corti?as, una de sus fundadoras, que hoy tiene 93 a?os, sol¨ªa llamar a la agencia despu¨¦s de las rondas para saber si hab¨ªa llegado, para asegurarse de que no me hab¨ªan chupado [secuestrado] en el trayecto. Eso era muy com¨²n, que te levantaran. Yo ten¨ªa la edad de su hijo desaparecido. Les hab¨ªa pasado eso y nos cuidaban a nosotros¡±.
De todas las fotos que hizo acompa?ando a las Madres, Longoni recuerda una en especial. En octubre de 1982, tras la derrota en Malvinas, unas 10.000 personas las acompa?aron en su marcha. La dictadura estaba por caer y el descontento se generalizaba. El Gobierno militar hab¨ªa decidido cerrar la plaza y la polic¨ªa a caballo corri¨® a las Madres. Longoni tom¨® la foto y se fue corriendo a la oficina. Al d¨ªa siguiente, una muy distinta sali¨® en los diarios: un polic¨ªa parec¨ªa abrazar a una de las madres y diarios como Clar¨ªn, que hasta entonces no hab¨ªa cubierto a las Madres, editorializ¨® la imagen como una se?al de reconciliaci¨®n. ¡°El polic¨ªa aprovech¨® una situaci¨®n porque sab¨ªa que estaba la prensa. Si no, le part¨ªa un palo en la cabeza¡±, opina Longoni, que no vio su foto en las portadas del d¨ªa siguiente, pero para entonces hab¨ªa enviado sus propias fotos a las Madres, que las sacaban del pa¨ªs clandestinamente para que se publiquen en otros.
¡°No es lo mismo haber vivido la dictadura que nacer en democracia¡±, reflexiona ahora, a 47 a?os del golpe y en el a?o en que Argentina conmemora 40 a?os del regreso a la democracia con elecciones en puerta. ¡°Cuando uno nace en democracia, le pide que solucione problemas cotidianos como la pobreza, el hambre, la inflaci¨®n, y el que plantea la soluci¨®n r¨¢pida lo hace desde el autoritarismo¡±, dice. ¡°Por eso yo intento insistir en que si te roban la memoria te roban el futuro. Lo que hay que hacer es guardar la memoria¡±.
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