Cansancio narrativo
El abatimiento que muchos sentimos a estas alturas de la pandemia tiene que ver con la falta de expectativa de un final claro y cercano
No hace falta que un final sea feliz. Basta con que sea un final. Borr¨®n y cuenta nueva. Color¨ªn colorado, este cuento se ha acabado. Una de las muchas satisfacciones poco celebradas del cine cl¨¢sico era ese r¨®tulo muchas veces caligr¨¢fico que ven¨ªa acompa?ado de un crescendo en la m¨²sica y certificaba no sin solemnidad que la pel¨ªcula hab¨ªa terminado: ¡°The End¡±. El hechizo de la pel¨ªcula hab¨ªa terminado al mismo tiempo que las crudas luces de la sala cancelaban la oscuridad. Visto y no visto. El cerebro humano necesita pautas y l¨ªmites muy claros en el espacio y en el tiempo. Los l¨ªmites son el contorno de la forma. En el otro extremo del color¨ªn colorado est¨¢ el ¨¦rase una vez: tambi¨¦n el comienzo se anuncia a s¨ª mismo. El primer vers¨ªculo del G¨¦nesis es tan rotundo como debi¨® de serlo el Big Bang en los primeros milisegundos del universo. ¡°En el principio cri¨® Dios los cielos y la tierra¡±, dice la traducci¨®n gloriosa de Casiodoro de Reina. En La creaci¨®n de Haydn y en la Novena sinfon¨ªa de Beethoven los primeros compases sugieren un mundo que est¨¢ comenzando en un estremecimiento de tinieblas. El sentido del principio y el del final son tan cruciales en la m¨¢s formidable sinfon¨ªa como en una canci¨®n de tres minutos, en un poema ¨¦pico y en un haiku. El compositor Benet Casablancas, que ha hecho frente con maestr¨ªa a las largas duraciones orquestales y a la ¨®pera, escribe tambi¨¦n haikus para piano que empiezan y terminan en menos de un minuto, y que en su brevedad contienen una forma completa, como el ADN de una persona est¨¢ completo en un cabello o en una gota de saliva.
El cerebro humano exige simetr¨ªas: comienzos y finales n¨ªtidos, formas abarcables por la mirada o el o¨ªdo, historias que se abren en la promesa de un comienzo y encuentran m¨¢s pronto o m¨¢s tarde la resoluci¨®n, la absoluci¨®n del final. Es una manera de dar sentido a la confusi¨®n y a la incertidumbre del mundo, aunque sea al precio de ignorar la realidad, o de tergiversarla. Los misterios policiales siempre se resuelven, gracias a una inteligencia que ordena los datos fragmentarios y les da una forma completa, la flecha simple que une causa y efecto, v¨ªctima y culpable, enigma y soluci¨®n. Los misterios policiales nos gustan tanto no porque muestren facetas oscuras y descarnadas de la realidad, sino porque la falsifican otorg¨¢ndole una coherencia de la que carece. La desaparici¨®n de aquella pobre ni?a Madeleine McCann fue tan perturbadora porque las muchas pistas no conduc¨ªan a nada, porque pasaba el tiempo y cualquier apariencia de progreso se frustraba, y adem¨¢s se iba viendo que los polic¨ªas a cargo de la investigaci¨®n eran arbitrarios y m¨¢s bien incompetentes. Y ahora que parece que por fin se encuentra un culpable veros¨ªmil ha pasado demasiado tiempo, no para los padres de la ni?a, desde luego, sino para el p¨²blico que segu¨ªa la historia con grados distintos de curiosidad, de compasi¨®n o de morbo.
La vacuna es una promesa, pero a lo m¨¢s que nos autoriza es a pensar que podr¨¢ tener efecto hacia la mitad del a?o que viene
La pesadumbre insidiosa, el sordo abatimiento que muchos de nosotros sentimos a estas alturas de la pandemia, y que se detecta como la presencia de un gas da?ino en la atm¨®sfera colectiva, tienen que ver con el desconcierto ante la falta de expectativa de un final claro y cercano. La vacuna es una promesa, pero a lo m¨¢s que nos autoriza es a pensar que podr¨¢ tener efecto hacia la mitad del a?o que viene. Y adem¨¢s, visto el espect¨¢culo de la estupidez y la irresponsabilidad humanas al que venimos asistiendo en los ¨²ltimos meses, puede que la esperanza de la vacuna les sirva a m¨¢s gente todav¨ªa para saltarse fr¨ªvolamente las precauciones sanitarias, y tambi¨¦n que los negacionistas de la vacunaci¨®n (y del conocimiento racional) saboteen su aplicaci¨®n masiva.
Algo que nos sostuvo en alguna medida durante las semanas tenebrosas de marzo y abril fue la claridad del comienzo de lo que est¨¢bamos viviendo, y la expectativa de que llegar¨ªa un final as¨ª de indudable. Hubo una fecha exacta, el 14 de marzo, una divisoria clara entre el antes y el despu¨¦s. Lo m¨¢s riguroso del confinamiento tuvo unos plazos que aliviaban el encierro opresivo con la perspectiva de un final. En Nueva York dicen que la gente es descre¨ªda porque cuando se ve la luz al final del t¨²nel lo que indica es que se est¨¢ llegando a Nueva Jersey. Dejando aparte el usual espect¨¢culo macabro del Parlamento espa?ol, lo que est¨¢bamos viviendo, una vez pasaron los peores d¨ªas de angustia y mortandad en los hospitales, era el arco tranquilizador de un progreso narrativo, el principio de declive de una curva que hab¨ªa subido muy alto, incluso los episodios, numerados como cap¨ªtulos, del inmediato porvenir: fase cero, fase uno, fase dos. Despu¨¦s de la tempestad viene la calma. Dios aprieta, pero no ahoga.
Los que se ve que tuvieron m¨¢s claro ese ¡°sentido de un final¡± del que hablan algunos te¨®ricos de la literatura fueron los responsables pol¨ªticos, que desaparecieron de escena sin molestarse en llegar a ning¨²n acuerdo serio ni en poner en pr¨¢ctica ninguna de las medidas preventivas que habr¨ªan retrasado y aliviado el regreso de la pandemia. Bien es verdad que en ese empe?o amn¨¦sico del borr¨®n y cuenta nueva una parte de la ciudadan¨ªa estuvo a la altura de sus alegres dirigentes, y se lanz¨® al ejercicio de eso que algunos llaman ¡°nuestra idiosincrasia¡±, que al parecer consiste en la juerga alcoh¨®lica masiva y en las insensatas aglomeraciones familiares.
Lo que ha ocurrido, aparte del regreso del sufrimiento y la mortandad, es que a estas alturas ya hemos perdido cualquier noci¨®n de coherencia narrativa. El principio de todo queda ya tan lejos que no sirve como punto de partida. Lo que era el antes y el despu¨¦s ahora es una duraci¨®n sombr¨ªa en la que se vuelven confusas todas las referencias temporales. El tiempo anterior a febrero y a marzo ahora es una edad remota. 2019 no parece el a?o pasado. Muchos convalecientes de la enfermedad no han encontrado el punto final y el comienzo limpio de la recuperaci¨®n porque sufren secuelas dolorosas. El progreso del conocimiento no llega a disipar la incertidumbre. Ni siquiera la inmunidad del que ya estuvo contagiado es siempre segura. Ni los expertos ni las autoridades se arriesgan ya a definir plazos. Solo retrospectivamente, cuando todo esto haya pasado, descubriremos la forma de esta historia, la perfeccionaremos para hacerla inteligible.
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