Retrato de madre con fondo negro
La estadounidense de origen indio Avni Doshi recoge magistralmente en ¡®Az¨²car quemado¡¯ la cruda confesi¨®n de una hija que busca vengarse de su progenitora
?Qu¨¦ m¨¢s que hiel puede haber en un relato que se inicia con la aversi¨®n encerrada en la frase ¡°Mentir¨ªa si dijera que nunca he sentido placer cuando a mi madre le ocurre una desgracia?¡± Ning¨²n candor envuelve este relato en forma de confesi¨®n y de ¨ªntima y amarga denuncia de una tempestuosa relaci¨®n entre madre e hija. Y todo el rencor aflora, en cambio, cuando la narradora, Antara, rememora la infeliz infancia que le infligi¨® su madre, incapaz de cuidarla como ahora su hija la cuida a ella, debati¨¦ndose entre el deber filial que la atenaza y el desprecio visceral que la gobierna, cuando Tara, la madre que la pari¨®, desde el t¨²nel de la demencia senil es incapaz de recordar lo que su hija quisiera que recordase para redenci¨®n propia e infamia ajena.
Az¨²car quemado cuenta una dura historia de dolor a trav¨¦s de las acometidas del sentimiento, que se le hacen visibles al lector merced a una suerte de combate de esgrima entre la memoria y el olvido. Y ¡°la memoria hunde sus ra¨ªces en nuestra propia vida, por eso su elecci¨®n nunca es casual, sino siempre apasionada e imperiosa¡±, dice Natalia Ginzburg en el pr¨®logo a Familias. Tan oscura es esta historia de Antara y Tara como aquella que escribi¨® Toni Morrison en Beloved, la de una hija sacrificada en el altar del menoscabo, y la frase ¡°?Por qu¨¦ me abandonaste si soy t¨²? Nunca vuelvas a dejarme¡± podr¨ªa muy bien habitar en la mente de Antara. Tara es lib¨¦rrima como lo es Pelagia N¨ªlovna Vl¨¢sov, la protagonista de La madre, de Gorki, pero as¨ª como la segunda persigue la conquista de su libertad, la primera somete a su hija a una vida condenada al desapego nacido de una maternidad forzada. Reflejo asimismo de las desavenencias y frustraciones entre madre e hija son las memorias que la escritora Vivian Gornick revela bajo el t¨ªtulo de Apegos feroces, y Me llamo Lucy Barton, de Elizabeth Strout, es, en cambio, la novela que ejerce de contrapeso de la que nos ocupa, toda vez que la madre de Lucy acude en auxilio de su hija, ingresada en un hospital, y con anterioridad, en el extremo opuesto de la inmutable acritud grabada a fuego en Az¨²car quemado, el recuerdo de la eleg¨ªa que es El libro de mi madre de Albert Cohen. Y una mirada en el ¨¢mbito hispan¨ªcola proporciona Madres e hijas, la antolog¨ªa de relatos de Carmen Mart¨ªn Gaite, Ana Mar¨ªa Matute o Almudena Grandes.
La hija repara en el hecho inevitable de que los padres acaban siendo hijos de sus hijos
Esta ¨®pera prima de Doshi, finalista del Premio Booker 2020 y candidata del Women¡¯s Prize for Fiction, es la historia de un desencuentro irreparable, de un conflicto familiar cimentado en una indeseable e indeseada dependencia entre una madre que no quiso a su hija y una hija a la que le resulta insufrible, desde su maternidad, querer a su propia madre en una tesitura amarga en la que la hija repara en el hecho inevitable de que los padres acaban, con la debilidad del ocaso de la vida, no siendo sino hijos de sus hijos: ¡°En alg¨²n momento, el declive de tus padres hace que dependan de ti, los convierte en tus hijos. Igual que una vez t¨² estuviste a su merced, ahora ellos lo est¨¢n a la tuya¡±.
Como Else, aquella madre burguesa jud¨ªa que rompi¨® convenciones y quiso vivir ad libitum su vida en los felices veinte, protagonista de la historia de T¨² no eres como otras madres, de Angelika Schrobsdorff, narrada tambi¨¦n por una hija que se impone la imperiosa necesidad de entender las razones de una madre que reh¨²ye sus responsabilidades, Antara, que mir¨® el cielo brumoso y trat¨® siempre de sentirse feliz, relata la vida rebelde de su madre d¨ªscola, abandonada por el marido, inmiscuida en la secta de un gur¨² que se viste del algod¨®n blanco en el que ella busca su libertad y en el que su hija ve la mortaja que las cubr¨ªa ¡°como a muertas vivientes¡± sumidas en una suerte de c¨¢rcel, madre insensible a la servidumbre de su hija atrapada, que jam¨¢s olvidar¨¢ su desvalimiento ni querr¨¢ entender como atenuante las razones de la decrepitud de su progenitora.
¡°No hay forma de que se acuerde de lo que hizo en el pasado, no hay forma de ahogarla en la culpa¡±, ¡°durante un momento no ha sabido qui¨¦n soy y durante ese momento no he sido nadie¡±, ¡°?quiere que la convenza de que me importa, de que la necesito?¡±. Entre dolorosas evocaciones y arduas obligaciones, Antara recrea una desabrida historia familiar en la India aut¨®ctona pero poscolonial de la c¨²rcuma y la semilla de comino entre reproches y supervivencias, no en la de la exuberancia ex¨®tica de Amitav Ghosh, tampoco en la luminosa y esperanzada que transcribi¨® ?Arundhati Roy. La desoladora historia que cuenta Antara es demasiado atroz como para que su presunto costumbrismo sirva para nada m¨¢s que para subrayar su prodigiosa veracidad.
Esta es una novela atormentada e ¨ªntima que impugna con entereza la incontestable convenci¨®n de que los hijos les deben lealtad a sus padres m¨¢s all¨¢ de toda circunstancia, que expone una enmienda a la dudosa pero inquebrantable ley de la reciprocidad entre padres e hijos, aun cuando a estos ¨²ltimos no les haya sido dada la potestad de intervenir en la decisi¨®n de su propio nacimiento. ¡°Solo quisiera saber, dejando a una parte el delito de nacer, ?qu¨¦ m¨¢s os pude ofender, para castigarme m¨¢s?¡±. Poco importa si Calder¨®n o Doshi, la cuesti¨®n radica en las deudas contra¨ªdas por el simple hecho de nacer.
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Az¨²car quemado
Avni Doshi
Traducci¨®n de Raquel Vicedo
Temas de Hoy, 2021
320 p¨¢ginas. 18,90 euros
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