¡®Japom¡¯. A 500 a?os de la Conquista: futuros posibles
La creaci¨®n del Estado mexicano tras la independencia no es la interrupci¨®n del orden colonial, sino su perfeccionamiento. Ahora ese Estado exige que le pidan perd¨®n en nombre de pueblos ind¨ªgenas que prefieren otras formas de justicia.
La conquista es un punto fundamental en la llamada historia de M¨¦xico. Lo sucedido hace 500 a?os es importante no solo por su inter¨¦s historiogr¨¢fico, sino porque resulta fundamental para explicar muchas de las din¨¢micas sociales y pol¨ªticas de la actualidad y, por lo tanto, nos permite vislumbrar futuros para quienes formamos parte de los distintos pueblos que se vieron involucrados en esos procesos hist¨®ricos.
Lo sucedido hace 500 a?os se inscribe dentro de un entramado de relatos al que hemos sido sistem¨¢ticamente expuestos, creado por una voz privilegiada: la del Estado mexicano. A trav¨¦s de la escolarizaci¨®n y de la propaganda, el Estado ha creado una historia oficial que funciona como un lente a trav¨¦s del cual miramos el pasado como una serie de acontecimientos que tienen como funci¨®n ¨²ltima justificar la existencia de un pa¨ªs como M¨¦xico, existencia que se narra como el resultado de un destino manifiesto.
El Estado ha creado un relato lineal dentro del que se inscribe lo que ahora se conoce como ¡°conquista de M¨¦xico¡±. El hecho de que sea el Estado el creador de los lentes con los que miramos la historia genera una serie de efectos muy concretos. La captura de la voz narrativa ha sido tan evidente que, incluso en la actualidad, ha sido el jefe del Estado mexicano el que hace unos meses realiz¨® una solicitud de perd¨®n al Rey de Espa?a por los hechos ocurridos durante la conquista a nombre de los pueblos ind¨ªgenas del pa¨ªs. La voz de los pueblos ind¨ªgenas ha sido tan silenciada que los efectos que las guerras de conquista tuvieron sobre ellos ha sido reclamada no por los pueblos ind¨ªgenas, sino por el representante del Estado mexicano.
?Qui¨¦nes fueron conquistados?
Uno de los principales efectos de la captura narrativa que ha hecho el Estado mexicano de la historia es que se realiza una conversi¨®n muy interesante: en el pasado, el pa¨ªs actual, M¨¦xico, se convierte en Tenochtitl¨¢n. Hace 500 a?os, en estos territorios exist¨ªa una red compleja de estructuras sociopol¨ªticas y culturales ¡ªmuchas de ellas en tensi¨®n permanente, pero en la historia oficial, el M¨¦xico actual renace hace 500 a?os convertido en una sola ciudad mexica¡ª. Lo que le pas¨® a Tenochtitl¨¢n se relata como algo que le pas¨® al M¨¦xico del presente. De esta manera, poco importa que, como diversos historiadores lo han se?alado, el ej¨¦rcito que tom¨® la ciudad estuviera conformado en m¨¢s del 90% por personas nativas: esas personas no son identificadas como la ra¨ªz del M¨¦xico actual.
Esta operaci¨®n ha implicado que las fuentes que evidencian diversas voces desde los pueblos ind¨ªgenas hayan sido silenciadas. En concordancia con esta narrativa, la independencia se narra entonces como el alivio a la condici¨®n creada por la conquista. Mediante este artificio se oculta que la creaci¨®n del Estado mexicano no fue un proyecto de los pueblos ind¨ªgenas, sino el de una minor¨ªa criolla que ignor¨® a las naciones ind¨ªgenas, a las que ha tratado de hacer desaparecer sistem¨¢ticamente sea por integraci¨®n, sea por eliminaci¨®n. La conquista ha servido para negar la responsabilidad del Estado en la pauperizaci¨®n y la opresi¨®n de los pueblos ind¨ªgenas en la actualidad.
La ca¨ªda de Tenochtitl¨¢n y el establecimiento del orden colonial
Es importante quitarse los lentes que nos ha colocado la historia oficial y diferenciar distintos sucesos. Por un lado, la ca¨ªda de Tenochtitl¨¢n como un hecho puntual que no signific¨® autom¨¢ticamente la derrota de todos los pueblos de estos territorios. Por otro lado, las sucesivas y complejas guerras de conquista por todo el territorio que hoy llamamos M¨¦xico. Y por otro m¨¢s, el establecimiento del colonialismo que paulatinamente fue ordenando y jerarquizando los cuerpos y determinando un mundo en el que la blanquitud como r¨¦gimen fue establecido como la medida del progreso y la civilizaci¨®n. Bajo este esquema, la creaci¨®n del Estado mexicano en ese periodo llamado la independencia ya no es la interrupci¨®n del orden colonial, sino su perfeccionamiento como elemento opresor de los pueblos ind¨ªgenas.
Un ma?ana m¨¢s all¨¢ del perd¨®n
Con la voz de los pueblos ind¨ªgenas sistem¨¢ticamente silenciada, ha sido la voz del jefe del Estado mexicano quien ha suplantado su voluntad y, como dijimos, ha enunciado por ellos una solicitud de perd¨®n al Gobierno espa?ol por los hechos ocurridos a Tenochtitl¨¢n (ese M¨¦xico en el pasado) hace 500 a?os. Esta suplantaci¨®n me parece terrible, pues perpet¨²a el silencio al que han sido confinadas las historias complejas y diversas de las naciones ind¨ªgenas. Por otro lado, llama la atenci¨®n el hecho de que se utilice la palabra perd¨®n cuando se habla de esta solicitud: no se puede obviar toda la carga judeocristiana que arrastra esta palabra, carga que se inscribe dentro de la misma tradici¨®n occidental contra la que pretende rebelarse.
Por contraste, dentro de los pueblos ind¨ªgenas se hallan otros principios ¨¦ticos sobre el reconocimiento de los agravios y los procesos restaurativos. Lejos de la tradici¨®n del perd¨®n y de la culpa, en las tradiciones de justicia de muchos de los pueblos ind¨ªgenas, restablecer el equilibrio roto por una afrenta, o una violencia, implica diversos elementos. El primero es el reconocimiento p¨²blico de que la violencia que rompi¨® el equilibrio fue cometida. Este paso es importante pues parte de la justicia implica nombrar la afrenta, quitar el velo de la negaci¨®n y sacar a la luz el dolor y los da?os causados. El segundo elemento se centra en entablar un di¨¢logo conjunto que determine la mejor manera de restablecer el equilibrio perdido, resarcir ¡ªen lo simb¨®lico y en lo concreto¡ª el tejido roto por la violencia.
Desde este otro punto de partida, si reconocemos que el orden colonial sigue ordenando el mundo y sigue teniendo efectos vigentes como el racismo y el extractivismo de los territorios de los pueblos ind¨ªgenas, es necesario nombrar estos sistemas y las violencias asociadas que siguen vigentes, quitar el velo bajo el que se ocultan las consecuencias actuales de aquello que comenz¨® a establecerse hace 500 a?os y que cambi¨® la historia no solo de Espa?a y de M¨¦xico, sino del mundo entero. Reconocer es un requisito primero que da cabida despu¨¦s a la promesa de no repetici¨®n, a crear las condiciones para que las violencias asociadas a esos hechos cesen. Una vez nombradas y enunciadas, el futuro podr¨ªa construirse por medio de un di¨¢logo que pretenda rearmar el tejido que fue roto.
En la construcci¨®n de ese entramado nuevo necesitamos voces distintas, escuchar las que han sido silenciadas. Y ante la crisis clim¨¢tica ¡ªefecto concreto del colonialismo capitalista¡ª plantear soluciones conjuntas que antepongan la vida digna de todos los pueblos. La justicia restaurativa que necesitamos no vendr¨¢ del perd¨®n judeocristiano enunciado por el Estado que sigue suplantando la voz de los pueblos ind¨ªgenas, sino de un di¨¢logo que tome en cuenta el reconocimiento del da?o y la construcci¨®n de ideas de restauraci¨®n que nos provean un futuro m¨¢s justo.
Y¨¢snaya Elena Aguilar es ensayista mexicana, autora de ¡®??: manifiestos sobre la diversidad ling¨¹¨ªstica¡¯ (Almad¨ªa).
¡®Japom¡¯ significa ¡®ma?ana¡¯ en lengua mixe.
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