Mart¨ªn Caparr¨®s: ¡°Escribir sobre la violencia en Am¨¦rica Latina se ha vuelto un manierismo¡±
El autor argentino despliega en ¡®?am¨¦rica¡¯ el retrato coral de un continente marcado por los t¨®picos literarios, el manique¨ªsmo hist¨®rico y la desigualdad econ¨®mica
Iba a repetir, en un foro de periodistas en El Salvador, aquello de que ¨¦l no sab¨ªa realmente qu¨¦ era Am¨¦rica Latina, que no exist¨ªa, cuando pens¨®: ¡°?Y si en vez de decir lo de siempre trato de ir m¨¢s all¨¢?¡±. As¨ª explica Mart¨ªn Caparr¨®s (Buenos Aires, 1957) la g¨¦nesis de su ¨²ltimo libro en las propias p¨¢ginas, y lo repite una tarde de mediados de agosto, frente a un agua con gas en una terraza de la plaza de la Rep¨²blica Argentina de Madrid, no sin antes manifestar, con cierta sorna, su objeci¨®n a que la cita fuera concertada en esa glorieta.
¡ª?Por qu¨¦ ese empe?o en negar Am¨¦rica Latina?
¡ªNo s¨¦ si en negarla, pero soy argentino y nosotros no ¨¦ramos latinoamericanos hasta hace relativamente poco. Por un lado, che, por imb¨¦ciles, por fanfarrones, por creer que ¨¦ramos algo mejor; y, por otro, porque hab¨ªa muchos datos reales que diferenciaban Argentina: hab¨ªa una clase media importante, el Estado ofrec¨ªa salud, educaci¨®n y una serie de servicios que en los otros lugares no, y el ingreso per c¨¢pita era infinitamente superior al de los otros pa¨ªses de la regi¨®n. Yo pertenec¨ªa a una cultura muy urbana y, digamos, europeizada, frente a esta cosa tel¨²rica que se supon¨ªa que era Am¨¦rica Latina.
Infatigable viajero desde que a los 18 a?os dej¨® Buenos Aires y se exili¨® en Par¨ªs en 1976, al escritor y ensayista Mart¨ªn Caparr¨®s el estallido de la pandemia le sorprendi¨® en su ciudad natal a punto de ir a Chile, un viaje que lamenta tener a¨²n pendiente. Lleva un a?o y medio varado en Madrid, su base de operaciones desde hace unos a?os. Vestido de negro como acostumbra, y con su caracter¨ªstico bigote blanco, que en alg¨²n momento se acaricia como si le ayudara a pensar, no oculta su extra?eza de n¨®mada forzosamente asentado, aunque este par¨®n no ha frenado su inquietud creadora. Autor de una treintena de libros entre novelas, cr¨®nicas y ensayos, en estos meses sedentarios ha escrito cuatro libros que a¨²n tendr¨¢n que esperar para ser publicados. El que s¨ª saca ahora es ?am¨¦rica (Debate), su particular y extenso estudio sobre el continente latinoamericano.
Dice Caparr¨®s que en las ¨²ltimas d¨¦cadas Argentina se fue ¡°latinoamericanizando, en el mal sentido de la palabra¡±, y ¨¦l ¡°en el bueno¡±. Su trabajo con la Fundaci¨®n Nuevo Periodismo Iberoamericano, fundada por Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, le acerc¨® a la regi¨®n; empez¨® a recorrerla y a escribir. Calcula que lleva 30 a?os viajando por la zona y todo lo que ha visto en ese lapso le ha servido ahora para armar una especie de ¡°gran fresco¡±, que abarca su serie de cr¨®nicas sobre ciudades latinoamericanas publicadas por El Pa¨ªs Semanal, pero tambi¨¦n materiales que se remontan hasta tres d¨¦cadas atr¨¢s. Por ejemplo, aquel primer viaje a Bolivia en el que fue a ver a los cocaleros de Chapare y encontr¨® a su jefe, un joven sindicalista llamado Evo Morales, futuro presidente del pa¨ªs.
Sus cr¨®nicas urbanas ahora se remezclan con reflexiones y preguntas, como ya ocurri¨® en El hambre y Contra el cambio. ¡°Por decirlo de alg¨²n modo, vengo retrabajando mi propio g¨¦nero. Yo digo que son ensayos que cuentan y cr¨®nicas que piensan, pero no me satisface esta definici¨®n¡±, explica. ?Y el t¨¦rmino anglosaj¨®n de no ficci¨®n literaria? ¡°Es una derrota llamar a algo por lo que no es¡±, replica.
En el nuevo libro, del que excluye a Brasil ¡ª¡±porque es un fen¨®meno totalmente distinto, cuyos datos y din¨¢micas deforman las de todo el resto¡±¡ª, arranca con una reflexi¨®n sobre la artificialidad de las fronteras y las patrias. Caparr¨®s se?ala que, frente a los 200 a?os de independencia, hubo 300 en los que los pa¨ªses formaron parte de lo mismo, y acu?a un t¨¦rmino, ?am¨¦rica, que da t¨ªtulo al nuevo volumen. Esta palabra inventada a?ade la letra m¨¢s caracter¨ªstica del idioma espa?ol y redefine la regi¨®n por su habla hispana, su profundo mestizaje y su larga historia com¨²n. ¡°La ¨²ltima vez que se trat¨® de armar un retrato fue con Galeano y Las venas abiertas de Am¨¦rica Latina, cuando el 50% de la poblaci¨®n era rural. Hoy solo es el 20%¡±, se?ala. ?Quiso responder a Galeano? ¡°Es volver a mirar aquello que por alguna raz¨®n durante 50 a?os muchos se olvidaron de mirar y fue cambiando lo suficiente como para que aquella mirada ya sea solo pasado¡±.
Somos mezcla de mierda de todo tipo: azteca, de conquistadores, de curas y de independentistas, pr¨®ceres que se quedaron con todo
Desmonta mitos como el de la Arcadia preconquista: ¡°Los que estaban ah¨ª antes eran lo suficientemente sanguinarios como para que 500 desharrapados extreme?os consiguieran el apoyo de otras decenas de miles de indios que no quer¨ªan que los siguieran matando quienes estaban en el poder. Somos la mezcla de mierda de todo tipo: azteca, de conquistadores, de curas y de independentistas, pr¨®ceres que se quedaron con todo. Somos todo eso¡±. Y en esa ¡°cruza¡± entre cr¨®nicas y problemas que atraviesan la regi¨®n, subraya la desigualdad. ¡°Hasta que escrib¨ª ?am¨¦rica no hab¨ªa visto tan expl¨ªcitamente c¨®mo esto tiene que ver con que sea un lugar de conquista y de exportaci¨®n de materia prima¡±, expone. ¡°En Am¨¦rica Latina lo que hubo fue apropiaci¨®n: el tipo que se qued¨® con la mina o las 50.000 hect¨¢reas sigue explot¨¢ndolas y, para poder hacerlo, necesita poder pol¨ªtico¡±.
De ah¨ª la dificultad de que se produzca un cambio profundo y su escepticismo ante el crecimiento de las clases medias en el continente en la primera d¨¦cada del siglo XXI: el auge se debi¨® a la subida de precios de las materias primas. ¡°No es un proceso s¨®lido, y no puede serlo cuando se piensa en clase media en t¨¦rminos de ingresos y que con cuatro d¨®lares por d¨ªa por persona eres pobre y con tener cinco eres clase media. Es todo muy fr¨¢gil¡±, razona, y subraya que ¡°lo que ahora es clase media es la clase trabajadora¡±.
Caparr¨®s defiende la teor¨ªa marxista como herramienta de an¨¢lisis ¡ª¡±el que algunos hayan deducido de eso ciertos cursos de acci¨®n algo pat¨¦ticos es otro problema¡±¡ª, y no elude la decepci¨®n que supone Cuba. ¡°Mi padre hab¨ªa sido compa?ero de facultad del Che Guevara y lo llam¨®. De all¨ª mis padres me tra¨ªan cosas, como el primer disco de Bola de Nieve cuando ten¨ªa ocho o nueve a?os¡±, recuerda. ¡°Cuba era el modelo y la meta, y ver lo que pas¨® es muy deprimente¡±.
Tambi¨¦n se muestra cr¨ªtico con el creciente poder que se otorga a la identidad, y desmonta la idea de que una persona con pocos recursos, ¡°por ser mapuche o zapoteca, tenga necesidades o legitimidades distintas a las de su vecino criollo¡±. A golpe de cifras, ?am¨¦rica revela que los gobiernos de izquierda no recortaron la pobreza m¨¢s que los liberales en los ¨²ltimos a?os. ¡°Me llam¨® mucho la atenci¨®n ver que, efectivamente, en los pa¨ªses donde gobern¨® la derecha, como Colombia, Per¨² o Chile, hab¨ªa habido el mismo recorte de pobreza que en los que se reivindicaban de izquierda, como Argentina o Ecuador. El ¨²nico que mejor¨® m¨¢s que otros fue Bolivia porque part¨ªa de unos par¨¢metros ¨ªnfimos, y de todas maneras no tanto m¨¢s que Per¨²¡±, afirma.
M¨¢s all¨¢ de las carencias de los gobiernos de la regi¨®n, magnificadas por la pandemia, Caparr¨®s escribe que los Estados buscan m¨¢s contener que revertir la desigualdad. ¡°Siempre hay gente que dice: ¡®?Por qu¨¦ tengo que pagar impuestos?¡¯. Es la clase media-alta y alta, que manda a los chicos a la escuela privada, se costea seguro m¨¦dico, tiene seguridad en el barrio, y cuando usa la autopista paga. Consideran que el Estado no les da nada¡±, expone. ¡°Y bueno, s¨ª, hermano, lo que te da es que quienes no tienen no te coman las orejas, no se planten en tu casa y te la quemen. Por eso, hablo del Estado contenedor, que no es lo mismo que el Estado con cuchara o con cuchillo¡±.
Mi generaci¨®n luch¨® contra la injusticia en Argentina con un 3% de pobres. Ahora hay un 30%
Hay dos casos llamativos en los que la clase media se ha evaporado pr¨¢cticamente: Argentina y Venezuela. ¡°No s¨¦ c¨®mo hicimos en Argentina para fracasar de tal manera¡±, reflexiona. ¡°Mi generaci¨®n hab¨ªa tratado de cambiar el pa¨ªs porque era injusto, intolerable desde innumerables puntos de vista, y, sin embargo, hab¨ªa entre un 3% y un 4% de pobres y ahora entre un 30% y un 40%¡±. Cuando estudiaba en Francia visit¨® Caracas y vio c¨®mo corr¨ªan el whisky ¡ª¡±a su lado Par¨ªs era una aldea humillada¡±¡ª y las ¡°becas estrepitosas¡± de sus estudiantes en Europa. ¡°Yo pensaba, carajo, por qu¨¦ no invierten ese dinero en armar una buena facultad en su pa¨ªs¡±, recuerda. La debacle, sostiene, ¡°es un evidente fracaso del monocultivo; se sentaron en el petr¨®leo¡±.
Si en los sesenta el continente era realismo m¨¢gico, hoy se identifica con la figura del narco. ?La violencia es parte del folclore ?americano? S¨ª, contesta, y se?ala la responsabilidad de los medios: ¡°Tiene que ver con esa soluci¨®n de facilidad que consiste en escribir sobre violencia, que, aunque es algo importante, se vuelve manierismo¡±. Incluso en aquellas zonas donde la tasa de homicidios est¨¢ disparada, con 80 muertos cada 100.000 habitantes, ¡°hay otras 99.820 personas a las que no matan y deber¨ªamos abrir el foco¡±, insiste.
Casi termin¨® la charla y Caparr¨®s recuerda otro caluroso verano en que fue invitado a participar en unas jornadas sobre la obra de Carlos Fuentes en El Escorial. ?l era un joven novelista que a¨²n no firmaba cr¨®nicas, pero ya les dijo en una cena a los popes all¨ª reunidos que, aunque se hab¨ªan apropiado de los temas a lo grande, ¨¦l no pensaba renunciar ni conformarse, ni escribir sobre lo peque?o.
¡ªHace falta una cierta hubris para lanzarse a desentra?ar el problema del hambre en el mundo o a redefinir el continente latinoamericano, ?no?
¡ªEs mi karma. No s¨¦ qu¨¦ habr¨¦ hecho yo para merecer esto, pero se me ocurren libros totales.
?am¨¦rica
680 p¨¢ginas. 24,90 euros.
Se publica el 9 de septiembre.
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