Educaci¨®n sexual para saber que el porno es ficci¨®n
Ana Valero aporta su mirada de experta jurista para abordar las contradicciones de las doctrinas legales de las sociedades modernas a la hora de censurar y prohibir la pornograf¨ªa
El cuadro El origen del mundo, del pintor Gustave Courbet, tiene una apasionante historia. Desde su realizaci¨®n en 1866, pas¨® por subastas y tiendas, fue descubierto escondido bajo otros lienzos, fue requisado por el Ej¨¦rcito Rojo y estuvo a?os colgado en las paredes de la casa de campo de Jacques Lacan. Su historia es incierta y est¨¢ llena de zonas oscuras porque es la historia de un cuadro que deb¨ªa permanecer oculto de nuestra mirada. Esta representaci¨®n expl¨ªcita del sexo femenino en un primer¨ªsimo plano se puede ver hoy en el Museo de Orsay de Par¨ªs. Pero para justificar su permiso a estar al alcance de la vista de cualquiera, durante un tiempo la pintura estuvo acompa?ada de esta advertencia: ¡°Gracias al gran virtuosismo de Courbet y al refinamiento de una gama de color ¨¢mbar, L¡¯Origine du monde escapa al estatus de pornograf¨ªa¡±.
La distinci¨®n entre la pornograf¨ªa y el arte es, sin embargo, enormemente difusa y cambiante a lo largo de la historia; los museos est¨¢n siempre llenos de porno. El reciente libro de Ana Valero La libertad de la pornograf¨ªa (Athenaica), que tiene en su portada el cuadro de Courbet, analiza justamente el car¨¢cter difuso de los l¨ªmites de lo pornogr¨¢fico y la precariedad de los conceptos jur¨ªdicos que se han utilizado para regularlo. Para prohibir el porno, el derecho ha tenido que argumentar la distancia que separar¨ªa la pornograf¨ªa de esas cosas valiosas ¡ªel arte o el discurso pol¨ªtico¡ª que los poderes p¨²blicos tienen el deber de amparar a trav¨¦s de la protecci¨®n de la cultura o las libertades de expresi¨®n. Hay, sin embargo, arte pornogr¨¢fico, como hay pornograf¨ªa pol¨ªtica. Legitimar al derecho penal para poner en marcha leyes contra la ¡°obscenidad¡± ha posibilitado tanto la censura de obras de arte como la persecuci¨®n de discursos o representaciones sexuales disidentes o contraculturales. El Ulysses de ?Joyce; Las flores del mal, de Baudelaire, o la obra fotogr¨¢fica de Robert Mapplethorpe fueron en su d¨ªa prohibidos o sancionados por ser pornogr¨¢ficos. Valero, doctora en Derecho Constitucional, aporta la interesante mirada de una jurista experta que quiere criticar las extralimitaciones del derecho. Su libro expone con seriedad y rigor que hay una contradicci¨®n que recorre, desde dentro, a las doctrinas jur¨ªdicas de nuestras sociedades actuales. Se trata de la incongruencia que existe entre, por una parte, los principios liberales de los Estados de derecho contempor¨¢neos y, por otra, la persecuci¨®n de algo que el propio derecho identifica como peligroso por poner en riesgo unas determinadas costumbres y una determinada moralidad. El conflicto es especialmente evidente en el contexto anglosaj¨®n, con Estados Unidos como caso paradigm¨¢tico, un pa¨ªs tan orgulloso de su Primera Enmienda y su defensa de la pluralidad como pionero y avanzado en las leyes prohibicionistas.
La libertad de la pornograf¨ªa tiene tambi¨¦n una interesante perspectiva de clase. La obra relaciona el crecimiento de las leyes contra la pornograf¨ªa a partir del siglo XIX con la moral victoriana puritana imperante, pero tambi¨¦n con un proceso de democratizaci¨®n. Las revistas, la fotograf¨ªa y el cine permitieron que el porno saliera de los peque?os c¨ªrculos en los que hab¨ªa permanecido recluido. Las representaciones sexuales expl¨ªcitas, que siempre han estado al alcance de las ¨¦lites, ahora deven¨ªan algo masivo y popular. ¡°El miedo a que las mujeres y las clases trabajadoras fueran corrompidas con respecto al rol que la sociedad victoriana les hab¨ªa asignado¡± puso a funcionar la maquinaria legal contra la pornograf¨ªa y explica el surgimiento de una doctrina jur¨ªdica prohibicionista dominante hasta el d¨ªa de hoy.
Valero se distancia de las posiciones feministas que sostienen que cuando el porno representa la desigualdad, la dominaci¨®n o la violencia no hay una representaci¨®n, sino una producci¨®n de violencia real
Este libro es especialmente pertinente actualmente, como contribuci¨®n a los debates que han enfrentado a las feministas desde los a?os ochenta acerca de la pornograf¨ªa y que siguen hoy vivos. Valero se distancia de las posiciones feministas que sostienen que cuando el porno representa la desigualdad, la dominaci¨®n o la violencia (qu¨¦ duda cabe de que muchas veces lo hace) no hay una representaci¨®n, sino una producci¨®n de violencia real. Si el porno no debe ser juzgado como ficci¨®n, sino como acto, el Estado est¨¢ legitimado para criminalizar las representaciones ficticias del sexo. La sociedad no las tomar¨ªa como ficciones, sino que estar¨ªa siendo adoctrinada y abocada a una especie de reproducci¨®n autom¨¢tica y conductista. Esta perspectiva sobre la pornograf¨ªa nos lleva a una cuesti¨®n fundamental para el derecho. Porque una de las maneras de entender lo que significa la mayor¨ªa de edad es justamente esta: la posibilidad de distinguir entre la realidad y la ficci¨®n. S¨®lo un Estado paternalista que toma a sus ciudadanos como ni?os puede emprender la tarea de protegernos de las ficciones, sean estas las que sean. Ahora bien, esto tiene a la vez otra consecuencia. Los actuales formatos audiovisuales de la pornograf¨ªa mainstream y los canales por los que se accede a ella ¡ªes decir, internet¡ª posibilitan el acceso masivo a esos contenidos tambi¨¦n de los menores. La protecci¨®n de la infancia y la adolescencia, expuesta a empresas del big porno que buscan ese nicho de mercado, s¨ª nos obliga a poner en marcha una regulaci¨®n. El libro se cierra con una conclusi¨®n que me parece impecable. Por una parte, la importancia de que nuestras legislaciones intenten sortear las dificultades que implica la opacidad empresarial y financiera de este gigantesco negocio mundial. Por otra parte, que no hagamos descansar siempre todas las soluciones en lo penal y, por tanto, que no perdamos m¨¢s tiempo sin poner en marcha algo que da a los j¨®venes herramientas para aprender a leer el porno como una ficci¨®n, a menudo distorsionada e irreal; es imprescindible la educaci¨®n sexual.
La libertad de la pornograf¨ªa
Autora: Ana Valero Heredia.
Pr¨®logo: Erika Lust.
Editorial: Athenaica, 2022.
Formato: tapa blanda (208 p¨¢ginas. 18 euros).
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