El gran teatro del poder
Un despliegue de guardaespaldas o una gigantesca mesa de negociaci¨®n forman parte de la escenograf¨ªa habitual de los l¨ªderes pol¨ªticos y econ¨®micos. Un ensayo analiza el modo en que la imagen transmite ideolog¨ªa en el mundo moderno
Perfecto como solo puede serlo un buen montaje. La imagen de la despedida de su presidencia podr¨ªa haber sido la de su rostro severo escuchando el discurso de Donald Trump que impugnaba su legado. Lo vemos serio e impasible y sabemos que no va a mostrar disgusto por respeto institucional. Mejor que no. Tambi¨¦n podr¨ªa haber optado por ese breve paseo de los dos matrimonios desde el Capitolio hasta el helic¨®ptero oficial que los llevar¨¢ a la base Andrews. Tampoco. Les habr¨ªa traspasado a los Trump una dignidad que no merec¨ªan. Barack Obama y su equipo prefirieron otra estampa que, sin que fuese necesario descodificarla, fuera la ¨²ltima escenificaci¨®n del fundamento ¨¦tico de su presidencia: la gravitas.
Solo han pasado unos minutos desde el discurso de Trump, apenas unos instantes desde el paseo de los dos matrimonios. Ya vuela. La fotograf¨ªa est¨¢ tomada desde dentro del Marine One, se titula Farewell y es de Pete Souza. A Obama le vemos sentado y de perfil, algo difuminado, porque el objetivo de la c¨¢mara no lo enfoca a ¨¦l sino a lo que ¨¦l est¨¢ mirando. Desde la ventana del helic¨®ptero, el ya expresidente, elegante, contempla la Casa Blanca. ?Qu¨¦ vemos nosotros? Im¨¢genes como esta, asoci¨¢ndolas con cuadros, series o pel¨ªculas, se diseccionan en el volumen El poder en escena coordinado por Alan Salvad¨® y Jordi Ball¨®. Son 42 motivos visuales analizados. La urna, la mansi¨®n, el despacho, el guardaespaldas, la mesa redonda, la patada en la puerta, el juicio, la producci¨®n de billetes, el entierro¡ O la escenificaci¨®n de la despedida del l¨ªder. Como en la fotograf¨ªa de Obama.
Vemos lo que vemos, pero algo que va m¨¢s adentro se desprende de la forma interior de la imagen. No puede verbalizarse, porque violentar¨ªa la conciencia democr¨¢tica de quien contempl¨® la escena en un tuit o en la p¨¢gina de peri¨®dicos. La imagen est¨¢ dise?ada para que la realidad pueda evidenciar un significado trascendente sin necesidad de explicitarlo. ¡°Este punto de vista vertical y elevado implica omnipotencia, control y dominio por lo que la ret¨®rica de esta fotograf¨ªa no hace sino dotar a Obama, de manera simb¨®lica, de un aura propia de los dioses¡±. Revela la trascendencia del poder ejercido desde el templo donde ese hombre ha gobernado la principal potencia del mundo.
Campana capitalista
Lo iluminador de este libro es c¨®mo desmenuza la liturgia de la religi¨®n del poder tanto pol¨ªtico como econ¨®mico en los Estados laicos contempor¨¢neos. Los motivos visuales, como escribe Ball¨® en la presentaci¨®n, son utilizados como mecanismos ¡°para poder transmitir un mensaje ideol¨®gico, ampar¨¢ndose en una forma que parece estar ah¨ª desde siempre, y que oculta la naturaleza de su construcci¨®n fictiva¡±. Parece confirmarse la hip¨®tesis de Agamben sobre la regeneraci¨®n de las estructuras de poder tradicionales en arcanos econ¨®micos. Signos, s¨ªmbolos y rituales que operan en el presente, tambi¨¦n transgresiones, como el asalto al Capitolio o las manifestaciones de mujeres contra el patriarcado, tambi¨¦n esferas invisibilizadas, y en los que la tradici¨®n occidental resuena sin advertirla mixtificada como propaganda indirecta.
Lorenzo de Medici se cubre la boca con el dedo ¨ªndice en la estatua esculpida por Miguel ?ngel de la bas¨ªlica de San Lorenzo en Florencia. Hay un secreto que ¨¦l conoce y nosotros no. El secreto de los cl¨¦rigos que juzgan a Juana de Arco en el filme de Dreyer, el de la segunda parte de El Padrino que comparten el mafioso y su abogado en otro juicio. ¡°El secreto implica un poder superior que no debe compartirse ni descubrirse¡±. Son c¨®digos que se repiten en reuniones entre l¨ªderes pol¨ªticos cuando hablan uno con el otro para que no escuchemos lo que se dicen, pero sin evitar que seamos conscientes de que dicen algo que no podemos saber.
Ta?e una campana. Es un sonido at¨¢vico, que hace siglos ahuyentaba malos esp¨ªritus o disipaba tormentas, y que ha ido mutando su funci¨®n social con los cambios de ¨¦poca. En tiempos de los romanos, anunciaba la hora de ir al ba?o p¨²blico. Resonaba en las iglesias cristianas ya en el siglo V. Su repique anunci¨® matanzas o victorias militares en la Edad Moderna. Siempre un s¨ªmbolo de poder. Por ello, para subvertir el orden, se destruyeron, fundieron o vendieron 50.000 toneladas de metal consagrado en las iglesias tras la Revoluci¨®n Francesa. Que nadie osase repicarlas. En los siglos XVIII y XIX la campanolog¨ªa lleg¨® a su c¨²spide en B¨¦lgica y Holanda y all¨ª y entonces el sonido de la campana adquiri¨® otra funci¨®n. ¡°No es de extra?ar que fuese en la Bolsa de ?msterdam, la m¨¢s antigua del mundo, donde se emplease por primera vez el sonido del gong para se?alar la hora de apertura y cierre¡±.
El ta?ido de una campana activa los dispositivos del capitalismo y oculta un misterio impenetrable
Antes de que Ronald Reagan hiciese la primera visita presidencial en 1985 y accionase la campana de Wall Street, antes de que Wall Street, de Oliver Stone, inmortalizase una ¨¦poca, Antonioni film¨® en El eclipse un minuto de silencio en la Bolsa de Roma. El ta?ido de una campana congrega a los br¨®keres alrededor de una mesa, empiezan a sonar los tel¨¦fonos de compra y venta y el dispositivo acelerado que el capitalismo ha activado a trav¨¦s de aquel sonido oculta un misterio que no puede ser dicho. Es el misterio que se transforma en farsa en una de las im¨¢genes m¨¢s ic¨®nicas de la gran crisis financiera: Rodrigo Rato, julio de 2011, salida de Bankia a Bolsa. La campana que suena hueca cuando la liturgia solo es la fachada de una estafa.
Ejercer el liderazgo
No es el ¨²nico cap¨ªtulo del libro donde Rato hace un cameo. Reaparece en el dedicado al ch¨®fer. Es una figura que aparece en pel¨ªculas por la intimidad que establece con las personas que lleva, porque dentro del veh¨ªculo su convivencia es un microcosmos de las relaciones y din¨¢micas de clase. Pero tambi¨¦n porque es parte necesaria de una escenificaci¨®n del poder pol¨ªtico. La escena la tenemos interiorizada: la visita de un gobernante a otro. Un coche negro conducido por el ch¨®fer que no vemos se para ante un edificio noble o palaciego, otro hombre de servicio abre la puerta y el mandatario desciende para saludar a su hom¨®nimo. La escena inversa es la del imputado por un delito econ¨®mico o de corrupci¨®n y que puede huir de la prensa porque su ch¨®fer le est¨¢ esperando. Y el caso extremo es Rato, anta?o todopoderoso, entrando en el coche de polic¨ªa y el agente apoya la mano en la cabeza para que no se golpee con el marco de la puerta.
La exhibici¨®n de la protecci¨®n es un elemento distintivo de la jerarqu¨ªa que ejerce el l¨ªder
Vinculado al coche oficial y primo hermano del ch¨®fer es el guardaespaldas. Innominado e invisible. En la ficci¨®n se nos hizo presente en En la l¨ªnea de fuego, conectado con el instante m¨¢s sacr¨ªlego de la historia pol¨ªtica norteamericana del siglo XX: el asesinato de Kennedy. Pero en la realidad el guardaespaldas no capta la atenci¨®n. Tampoco en su reciente evoluci¨®n funcional. Forman un grupo, de nuevo sin rostro, alrededor del coche o del hombre al que protegen, uniformizados seg¨²n una est¨¦tica que recuerda al agente Smith de Matrix. ¡°La presencia del jefe de Estado se agranda y se extiende en los cuerpos que forman su escudo¡±. Es la exhibici¨®n de la protecci¨®n como un elemento distintivo de la jerarqu¨ªa que ejerce el l¨ªder. La legi¨®n de guardaespaldas que acompa?a a Vlad¨ªmir Putin incluso adapta su vestimenta a la del presidente ruso.
La presencia de Putin en el libro es recurrente, como la de Trump, porque, como demuestra la excelente novela El mago del Kremlin, de Giuliano da Empoli, el presidente ruso ha milimetrado la escenificaci¨®n de su liderazgo para que comunicase fuerza y autoridad. Desde las fotograf¨ªas ecuestres con el pecho descubierto hasta las reuniones a dos en esas mesas interminables. En El poder en escena, donde texto e ilustraci¨®n van siempre de la mano, hay una serie de fotograf¨ªas en las que aparece oficiando otra liturgia donde los poderes se reconocen: la visita al centro de producci¨®n. Tenemos el imaginario tan sedimentado en nuestra memoria que hemos olvidado lo que se escenifica en estos paseos. El pol¨ªtico recorre la factor¨ªa mostrando que la pol¨ªtica se sostiene sobre la empresa y, al mismo tiempo, apareciendo como gran patr¨®n del pa¨ªs. Pero esa no es su aparici¨®n m¨¢s reveladora en el libro.
Caminar es pol¨ªtica
Pocas declaraciones de intenciones tan rotundas como la retransmisi¨®n de la primera toma de posesi¨®n de Putin. El cap¨ªtulo titulado ¡®Se hace camino al andar¡¯, memorable, analiza diversos paseos en solitario de l¨ªderes pol¨ªticos. De Jefferson andando hasta su investidura hasta Thatcher andando por un p¨¢ramo posindustrial. El canon de ese motivo visual seguramente lo configuraron las pel¨ªculas sobre Lincoln: ¡°El andar convertido en discurso ideol¨®gico¡±. En el caso del m¨ªtico presidente norteamericano, la ideolog¨ªa era la democracia que lleva de la ciudadan¨ªa al poder. Hay otro momento paradigm¨¢tico de ese motivo: Mitterrand emerge de la multitud para acceder solo y honrar a los mitos de la tradici¨®n pol¨ªtica a trav¨¦s de la que pretend¨ªa gobernar, el sindicalista y el resistente asesinados. No era el discurso que quer¨ªa imponer Putin.
Si la misi¨®n hist¨®rica que se impuso era la restituci¨®n imperialista de Rusia tras el fin de la Guerra Fr¨ªa y el colapso del pa¨ªs durante la d¨¦cada de los noventa, deb¨ªa refundar el honor nacional. La toma de posesi¨®n que lo hab¨ªa precedido, la de Yeltsin, hab¨ªa mostrado a un l¨ªder esperp¨¦ntico. Cuatro a?os despu¨¦s, en 2000, ¨¦l invertir¨ªa esa humillaci¨®n ic¨®nica. Se le ver¨ªa andando solo en el Palacio del Kremlin, con adem¨¢n de soldado recorriendo una alfombra roja, y su gesto transmitir¨ªa solemnidad imperial. Y, como advert¨ªamos en el arranque, tambi¨¦n el montaje es significativo. ¡°El ¨¦xtasis visual aconteci¨® durante la retransmisi¨®n con la inserci¨®n de diversos planos subjetivos (desde el punto de vista del futuro presidente) donde el espectador de las im¨¢genes andaba visualmente a trav¨¦s del pasillo de honor que recib¨ªa al l¨ªder ruso. Una imagen espectacular que acercaba el motivo visual a la ¨®rbita de los videojuegos¡±.
Otro buen cap¨ªtulo se dedica a la ca¨ªda de la estatua. En ese motivo resuena el pasado que se confunde con el arte. La adaptaci¨®n de Julio C¨¦sar de Mankiewicz o Mois¨¦s destruyendo el becerro de oro en Los diez mandamientos. Es una l¨¢stima que no pueda explicarse a¨²n la ca¨ªda de una estatua de Putin.
La subversi¨®n del meme
El repertorio de motivos visuales que disecciona El poder en escena configura la liturgia del poder. Y una de sus principales amenazas, adem¨¢s de desvelar el secreto que esconde todo simbolismo, es el humor y la s¨¢tira porque la carcajada es una forma de irreverencia. En el cap¨ªtulo final del libro se analiza la mec¨¢nica de este recurso subversivo adaptado al mundo de hoy: el meme. ¡°No cuida la est¨¦tica ni la integraci¨®n gr¨¢fica, y enaltece la aspereza del corta-pega puro y desautorizado¡±. El meme sabotea la liturgia y el montaje milimetrado por asesores de imagen de pol¨ªticos y gabinetes de imagen de grandes corporaciones. Es una variante del humor apropiacionista, como sintetiza Mery Cuesta, cuya efectividad se consigue al ¡°retar a la opini¨®n p¨²blica combinando banalidad e inteligencia, parodia y hast¨ªo¡±.
El af¨¢n de poder de Putin invita a la farsa y por ello los memes muestran en su mesa desproporcionada desde unos jugadores de curling hasta la sobreimpresi¨®n de las figuras del cuadro de la Santa Cena de Leonardo
Santiago Abascal en su despacho dio un enorme juego. Al repertorio simb¨®lico del nacionalismo espa?ol que ya ten¨ªa en la fotograf¨ªa original, se le fue acumulando el repertorio completo para extremar lo que en la primera imagen ya estaba. A la bandera, la escultura de Cristo o la escultura de la cabeza de un toro, se le sum¨® desde un toro de Osborne hasta una nevera donde se conservaba el cad¨¢ver de Franco. Y algo parecido se hizo en otra mesa de trabajo de un pol¨ªtico a la que ya hemos aludido: aquella en la que Putin se ha reuni?do con otros mandatarios. Es tan exageradamente enorme que su af¨¢n de poder invita a la farsa y por ello los memes muestran desde unos jugadores de curling hasta la sobreimpresi¨®n de las figuras del cuadro de la Santa Cena de Leonardo. Nadie se escapa y, en la pol¨ªtica espa?ola, nadie ha dado tanto juego como el Girauta meditabundo sentado en unas sillas, casi el paradigma de la desaparici¨®n de su partido.
El poder en escena
Galaxia Gutenberg, 2023
464 p¨¢ginas. 23,90 euros
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