¡®Tres luces¡¯, la pobreza desde la mirada de una ni?a
Con una prosa que prefiere la sugerencia al trazo expl¨ªcito, Claire Keegan narra el despertar al mundo de una chica que vive temporalmente con unos familiares
Siempre he mantenido que cuando la narrativa inglesa flojea, acuden en su auxilio los irlandeses, una tradici¨®n que empieza con Jonathan Swift y Laurence Sterne, sigue con Oscar Wilde, James Joyce, Flann O¡¯Brien, William Trevor, Edna O¡¯Brien y finaliza, por ahora, con Jamie O¡¯Neill, John Banville y la ¨²ltima aportaci¨®n: Claire Keegan; y s¨®lo cito a algunos nombres entre otros muchos.
Esta novela corta de Keegan, escrita en presente de indicativo, es un modelo de escritura de esa sensibilidad literaria esencial que apela a la imaginaci¨®n del lector por medio de la sugerencia. En su caso, la autora utiliza una variante de la t¨¦cnica de espejo, la de mostrar la vida en el medio rural de una situaci¨®n social de pobreza, de carencia y de dificultades a trav¨¦s de la mirada de una ni?a perteneciente a un hogar ahogado por las dificultades materiales y que es enviada a casa de unos parientes mientras la madre est¨¢ embarazada y necesitada de espacio y descanso. La chica habr¨¢ de permanecer una temporada en su nuevo hogar provisional, lejos de sus padres y hermanos menores. As¨ª es como accede al seno de una pareja de vida m¨¢s desahogada, unos parientes llamados Kinsella que viven en una localidad cercana.
All¨ª se encuentra con la otra cara de la moneda. Los Kinsella son una pareja sola y afectuosa y desde el primer momento se ocupan de adecentar a la ni?a medio salvaje que les llega. Edna Kinsella le explica enseguida que entre ellos no hay secretos, que puede expresarse libremente y as¨ª, por medio de las reacciones de la muchachita a la nueva forma de vida que conoce durante su estancia, la autora obra la magia de contarnos la realidad familiar, personal y social aut¨¦ntica de la ni?a desde su mirada sobre esa forma de vida distinta de la suya.
Claire Keegan conf¨ªa en la poderosa carga de sensibilidad de su relato apoy¨¢ndose en la diferencia de trato
Keegan conf¨ªa en la poderosa carga de sensibilidad de su relato apoy¨¢ndose en la diferencia de trato, aunque en el pueblo puede constatar tambi¨¦n que las comadres son unas cotillas invasivas y empeque?ecidas y la ni?a intuye que en este grato lugar donde es cuidada y acogida hay tambi¨¦n un secreto y un dolor: la del hijo perdido de los Kinsella que, si en estos momentos son dos luces que alumbran en la breve vida de la ni?a, ella es la tercera luz para ellos. Tres luces.
Los Kinsella la devuelven a su casa despu¨¦s del parto. La madre se preocupa por el fuerte resfriado que trae su hija. La noche en que se qued¨® sola mientras su t¨ªo acud¨ªa en ayuda de un vecino, ella se acerc¨® en medio de la oscuridad y la lluvia al pozo donde se ahog¨® el hijo de los Kinsella, y cuando se dispuso a recoger el balde de agua para hacer el t¨¦ a Edna, una mano como la suya surge del agua y trata de arrastrarla consigo. Dos d¨ªas m¨¢s tarde la llevan a su casa. Cuando los Kinsella se disponen a retornar a su pueblo, una serie de im¨¢genes recurrentes y decisivas en el relato acuden de una sola vez a la chica: ¡°El ni?o del empapelado, las grosellas, ese momento en que el balde me hizo caer, la ternera perdida, el colch¨®n chorreando, la tercera luz¡±, y corre a despedirlos. El lector descubrir¨¢ su sentido en el texto.
Y Claire Keegan, desde una admirable serenidad, llena la despedida con una descarga emocional que resume el paso a la vida adulta de una ni?a que a¨²n es una ni?a que empieza a comprender.
Tres cruces
Traducci¨®n de Jorge Fondebrider
Eterna Cadencia, 2022
96 p¨¢ginas. 17,10 euros
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