La posguerra infinita
Durante d¨¦cadas el imaginario moderno espa?ol se ha movido entre el hundimiento y la redenci¨®n, es decir, entre la imposici¨®n de la dictadura en 1939 y la Transici¨®n democr¨¢tica. En medio, 40 a?os nebulosos en los que se mezclan historia, memoria y propaganda. Varios libros recientes arrojan nueva luz sobre ese periodo sin caer en el descargo de conciencia ni en el ajuste de cuentas
En los ¨²ltimos a?os ha aparecido un importante volumen de obras centradas, total o parcialmente, en la posguerra espa?ola. El dominio de la Guerra Civil se ha trasvasado al periodo inmediatamente posterior, consolidando la visi¨®n de una etapa nueva, mucho m¨¢s compleja que la fijada en su relato fundacional. Emerge, desde la literatura y la historia, como ya lo hab¨ªa hecho antes en el cine o en el c¨®mic, una posguerra infinita. El tiempo largo, de un pa¨ªs roto y deshecho, vuelve a ocupar, si al...
En los ¨²ltimos a?os ha aparecido un importante volumen de obras centradas, total o parcialmente, en la posguerra espa?ola. El dominio de la Guerra Civil se ha trasvasado al periodo inmediatamente posterior, consolidando la visi¨®n de una etapa nueva, mucho m¨¢s compleja que la fijada en su relato fundacional. Emerge, desde la literatura y la historia, como ya lo hab¨ªa hecho antes en el cine o en el c¨®mic, una posguerra infinita. El tiempo largo, de un pa¨ªs roto y deshecho, vuelve a ocupar, si alguna vez lo hab¨ªa dejado, nuestro imaginario colectivo.
Las razones de este fen¨®meno no son ¨²nicas y obedecen, como ya se?alara Tony Judt en Postguerra, a la necesidad com¨²n de reconstruir la memoria familiar por encima de la historia oficial. El pasado sirve a esa obligaci¨®n de reencontrarnos con nosotros mismos y reconfortarnos con nuestra sociedad. La diferencia en este punto resulta fundamental para entender el bum de la posguerra espa?ola, porque, en nuestro caso, seguimos buscando recuerdos comunes.
El anhelo de un punto de origen compartido trata de suplir las carencias de una historia que desemboca, forzosamente, en la dictadura como hundimiento o en la Transici¨®n como salvaci¨®n, resultados l¨®gicos de una etapa en la que perdimos el rumbo, el epicentro como sociedad. Se buscan, por tanto, rutas que tiendan puentes al conocimiento de un pasado al que seguimos sin querer mirar a la cara. Historias hermanadas, silenciadas por el hambre y la tragedia. Y por la censura. D¨¦cadas de investigaci¨®n en archivos, de remover monta?as de papeles, han sacado a la luz un aluvi¨®n de fuentes y un sinf¨ªn de preguntas. Una vuelta atr¨¢s, una b¨²squeda del grial, de un mundo perdido, prohibido durante a?os, que solo es posible realizar, en definitiva, a trav¨¦s de los libros.
Desde los comienzos de la democracia, el estudio de la Guerra Civil eclips¨® todo lo dem¨¢s, imponiendo la visi¨®n de un pasado atrasado y violento. Nuestra historia era una lucha de sucesivas guerras civiles. Su mayor reto, por ejemplo, a comienzos de los a?os ochenta, pasaba todav¨ªa por superar el debate, la guerra de cifras, de la naturaleza fratricida y violenta de los espa?oles. Los estudios locales y regionales, promovidos por las nuevas instituciones culturales auton¨®micas, siguieron centrados en el recuento de v¨ªctimas como base de memoriales o actos conmemorativos. Mantuvieron una historia de las dos Espa?as que hab¨ªa que equiparar para superar, pero, sobre todo, para no herir a nadie. Hab¨ªa una necesidad de sanar, de olvidar, de mirar hacia el futuro. Un discurso, originado en el franquismo y asumido durante la Transici¨®n, mantenido durante d¨¦cadas en el mundo acad¨¦mico. Era el tiempo de las condenas morales de un pasado violento, que, en realidad, no explicaban nada. Nadie quer¨ªa complicarse la vida con un tema tan espinoso.
Novelistas como Mart¨ªnez de Pis¨®n o Trapiello matizan en sus nuevos libros el relato heroico
Este guion, m¨¢s o menos preestablecido, se ha seguido respetando hasta hoy, aunque ya no se aplica como regla universal para entender la inmediata posguerra. La investigaci¨®n y los estudios comparados han explorado con ¨¦xito esas otras rutas del camino de vuelta al pasado. Lecturas que parec¨ªan imposibles hace tan solo unos a?os marcan la pauta. Castillos de fuego (Seix Barral), la novela de Ignacio Mart¨ªnez de Pis¨®n, es quiz¨¢s la advertencia m¨¢s reciente de que la distancia que separaba ambos mundos, guerra y posguerra, era solo artificial. Un drama coral del miedo, la soledad, de una sociedad hundida y separada por la tragedia del peor de los conflictos civiles; nada m¨¢s lejos que la memoria heroica del periodo que se alentaba hace tan solo una d¨¦cada. Sus personajes deambulan por el encierro permanente en el que se hab¨ªa convertido la sociedad espa?ola de vencedores y vencidos.
Un clima asfixiante recreado por un torrente de im¨¢genes de archivo que nutre tambi¨¦n Madrid 1945. La noche de los Cuatro Caminos (Destino), de Andr¨¦s Trapiello. Continuaci¨®n de un trabajo iniciado 20 a?os atr¨¢s, muestra la inutilidad del sufrimiento desde el ¨¢ngulo opuesto, desde la clandestinidad y su continua destrucci¨®n a manos de la Direcci¨®n General de Seguridad franquista. Qui¨¦n pod¨ªa pensar que los consejos de guerra, tan denostados hasta hace poco, se iban a convertir en una fuente inagotable para la reconstrucci¨®n de nuestra historia reciente.
La huella imborrable que esos a?os dej¨® en varias generaciones, el trauma de aquellos ni?os que crecieron escuchando historias terribles en voz baja, se ha transformado en una suerte de escritura creativa, donde su propia experiencia aparece como la verdadera terapia de grupo. Esos antiguos susurros cobran nueva vida en una lectura compartida contra el odio que recorre nuestros d¨ªas. Los libros de historia han llegado a la misma comprensi¨®n desde ¨¢ngulos distintos, realzando una nueva planimetr¨ªa de la posguerra.
Una generaci¨®n de j¨®venes historiadores, con una metodolog¨ªa renovada y un esfuerzo continuado, trabajan con una serie de hip¨®tesis que, poco o nada, tienen que ver ya con el marco historiogr¨¢fico de los a?os ochenta. Una mirada que deja atr¨¢s las querellas del fin de la guerra, las biograf¨ªas o las memorias pol¨ªticas que llenaron, durante mucho tiempo, el edificio pol¨ªtico de una posguerra hu¨¦rfana hoy de significados.
La ciudad aparece como un universo inabarcable que emerge, crece y se expande, a trav¨¦s del dolor. Madrid, esa ciudad de un mill¨®n de muertos por la que sangr¨® D¨¢maso Alonso en Hijos de la ira, revisitada desde La colmena a Tiempo de silencio, sigue siendo un escenario hist¨®rico inagotable. Del asedio, del heroico Madrid republicano, la Capital de la gloria, que describi¨® Juan Eduardo Z¨²?iga, pasar¨ªa, sin soluci¨®n de continuidad, a ser la gran metr¨®polis del fascismo. La obra de Pablo del Hierro Madrid. Metr¨®polis (neo)fascista (Cr¨ªtica), que abarca cronol¨®gicamente hasta principios de los a?os ochenta, analiza de abajo arriba las sucesivas capas, desde la arquitectura a las redes pol¨ªticas y financieras, que aseguraron ese paso trascendental de la mano del neofascismo de posguerra. El objetivo no es entender la victoria, que ser¨ªa m¨¢s bien un punto de llegada, sino la propia reconstrucci¨®n de posguerra y la consolidaci¨®n de la dictadura. Un proceso dual alentado por el mayor esfuerzo represivo de la Espa?a contempor¨¢nea, que no puede entenderse sin el peso espec¨ªfico que estas redes ocuparon dentro de las familias de un r¨¦gimen, oficialmente ya dirigido por ¡°t¨¦cnicos¡±. A pesar de que nada en el espacio p¨²blico lo recuerde hoy, ha dejado m¨²ltiples huellas en el paisaje urbano, econ¨®mico y social de la capital.
Un an¨¢lisis desde el subsuelo que tambi¨¦n utiliza Daniel Oviedo en El enemigo a las puertas (Comares), pormenorizado estudio de las pr¨¢cticas acusatorias, de las denuncias que presidieron la guerra y la posguerra. Su gran virtud, su enorme dificultad, pasa por convertir un minucioso trabajo sobre la figura de los chivatos, de los porteros, en un esfuerzo sostenido por la b¨²squeda de la supervivencia y del poder dentro de las clases populares. Una necesidad que ya advirtiera Baroja en la vida de los m¨¢rgenes de principios del siglo XX, que fue llevada al l¨ªmite durante los a?os treinta y cuarenta. Un libro que asume la necesidad, habitual en la historiograf¨ªa de otros pa¨ªses, de evaluar las rupturas y continuidades tanto en los aparatos coercitivos como en las denuncias y otras pr¨¢cticas acusatorias, m¨¢s all¨¢ de los periodos estrictamente dictatoriales.
La colaboraci¨®n, la profunda relaci¨®n con el Eje, ven¨ªa de lejos; part¨ªa, en realidad, de un mapa que nos iguala, nos acerca a procesos similares en todo al escenario europeo. Hasta el momento, la historia del fascismo espa?ol permanec¨ªa unida a la ef¨ªmera etapa azul del franquismo; etapa que se fue borrando, difuminando, como la conspiraci¨®n judeomas¨®nica o el saludo romano, a medida que los aliados avanzaban en todos los frentes. Marco da Costa, en La Espa?a nazi. Cr¨®nica de una colaboraci¨®n ideol¨®gica e intelectual, 1931-1945 (Taurus), analiza esa relaci¨®n desde el plano intelectual. Al igual que los trabajos anteriores, despliega una bater¨ªa de pruebas documentales para indagar en los or¨ªgenes de una relaci¨®n que era innombrable y qued¨® prohibida con posterioridad. Aquello nunca hab¨ªa ocurrido. M¨¢s all¨¢ de los pr¨¦stamos ideol¨®gicos o las adaptaciones del lenguaje pol¨ªtico que conoc¨ªamos, fomentadas, sobre todo, por el todopoderoso Serrano Su?er, el autor bucea en las negras y profundas aguas de los fantasmas patrios, a trav¨¦s de un sue?o totalitario m¨¢s arraigado de lo que parec¨ªa tras la fachada ideol¨®gica de un r¨¦gimen antipol¨ªtico por naturaleza.
Hasta la derrota alemana en Stalingrado, la Espa?a franquista fue claramente hitleriana
Uno de los grandes hallazgos de este trabajo es demostrar que, hasta la derrota alemana en Stalingrado, la Espa?a franquista fue claramente hitleriana m¨¢s que filonazi. A partir de esa fecha se inici¨® una nueva coyuntura en la que el r¨¦gimen espa?ol adoptar¨ªa otras etiquetas ideol¨®gicas, como la de ¡°democracia org¨¢nica¡±, que le permitir¨ªa pervivir en la posguerra europea, mostrar su neutralidad a toda costa e intentar olvidar su colaboracionismo con el Eje. Un lavado de imagen que fue llevado a cabo por la misma intelectualidad que, tan solo unos a?os antes, se hab¨ªa responsabilizado con orgullo de difundir el ideario nacionalsocialista entre la prensa y el mundo acad¨¦mico de la ¨¦poca.
Un papel, el del periodismo y la intelectualidad contrarrevolucionaria, falangista y tradicionalista, capaz de crear sus propios chivos expiatorios para asimilar, interpretar y propagar la ideolog¨ªa del Tercer Reich en Espa?a, a trav¨¦s de la literatura y el pensamiento en ese mismo marco de los a?os treinta y cuarenta. Un expurgo, una limpieza, que la depuraci¨®n de la ense?anza y del mundo universitario permitieron prolongar y profundizar. Sobre todo, para aquellos que, gracias a la Junta de Ampliaci¨®n de Estudios, hab¨ªan convivido con aquel ambiente cient¨ªfico alem¨¢n que dot¨® de normalidad, desde los m¨¢s diversos campos, como la pol¨ªtica racial, la defensa jur¨ªdica de la comunidad o la destrucci¨®n de los enemigos internos, el ascenso y la consolidaci¨®n del nazismo. Una relaci¨®n que se torn¨® m¨¢s que estrecha en el inmenso campo de pruebas t¨¢ctico y tecnol¨®gico que la guerra de Espa?a abri¨® para los planes de Hitler.
La historia de Espa?a que se ense?a en las aulas no termina de incorporar estos y otros aspectos demostrados en la investigaci¨®n reciente. La versi¨®n tradicional y heredada de la historia se ha resquebrajado, pero no se ha modificado del todo. La interiorizaci¨®n de esos cambios pasa por enfrentarnos a una memoria familiar heredada que, en realidad, desconocemos al completo. Al menos hasta mi generaci¨®n, lo corriente y m¨¢s habitual era escuchar que ¡°de eso entonces no se hablaba¡±. Poco a poco, con el paso del tiempo, ha crecido el inter¨¦s y se han ido llenando muchas de las lagunas sobre la posguerra y la vida cotidiana durante la dictadura.
A trav¨¦s de un relato que hemos hecho coincidir con la versi¨®n oficial, la menos dolorosa o interesada en cada caso, nos hemos convencido de una historia sin conocer nada, realmente, de nuestro pasado com¨²n. Ese ha sido, tal vez, el precio m¨¢s alto a pagar por el olvido, pero no ha sido el ¨²nico. El panorama ha cambiado pero la posguerra sigue siendo una completa desconocida para la mayor¨ªa de nosotros. Se impuso una reinvenci¨®n del pasado en todos los ¨¢mbitos, p¨²blico y privado, cuyas consecuencias siguen hoy latentes.
La mala memoria no es un mal solo del presente, es universal, y como demuestra la posguerra espa?ola contiene un elemento de supervivencia social. Cuando todo ese pasado desordenado aflora de manera interesada en el presente, las sociedades sucumben, vuelven a su lugar de origen, a sus tragedias m¨¢s hondas. Su an¨¢lisis ha necesitado muchas d¨¦cadas para regresar a la luz de las fuentes y del conocimiento hist¨®rico. Un mundo que, m¨¢s que nos pese, hasta el momento, no hab¨ªa sido estudiado desde su propio contexto y todav¨ªa se mov¨ªa entre el ajuste de cuentas y el descargo de conciencia de sus protagonistas. Por muy ver¨ªdicos y desinteresados que fueran sus testimonios, no ten¨ªan intenci¨®n alguna de analizar su ¨¦poca, sino de ordenarla retrospectivamente a su favor. Las guerras de nuestros antepasados, como ya advirtiera Delibes, arrasan las sociedades, imponen sus im¨¢genes, sus recuerdos, para dar forma a la posguerra. Sus restos afloran, hoy, a la superficie.
Gutmaro G¨®mez Bravo es historiador. Autor de libros como ¡®El exilio interior¡¯ o ¡®Geograf¨ªa humana de la represi¨®n franquista¡¯.
Castillos de fuego
Seix Barral, 2023
704 p¨¢ginas. 22,90 euros
Madrid 1945. La noche de los Cuatro Caminos
Destino, 2022
512 p¨¢ginas. 23,90 euros
Madrid. Metr¨®polis (neo)fascista
Critica, 2023
400 p¨¢ginas. 21,90 euros
El enemigo a las puertas
Comares, 2023
340 p¨¢ginas. 31,35 euros
La Espa?a nazi. Cr¨®nica de una colaboraci¨®n ideol¨®gica e intelectual, 1931-1945
Taurus, 2023
648 p¨¢ginas. 23,65 euros
Estuche: Episodios de una guerra interminable
Almudena Grandes
Alfaguara, 2023
3.264 p¨¢ginas. 49,95 euros
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