El mundo elusivo de las part¨ªculas
La mec¨¢nica cu¨¢ntica es tal vez la teor¨ªa cient¨ªfica m¨¢s precisa, universal y sofisticada. Varios libros se acercan a ella tanto desde la ortodoxia como desde la heterodoxia
La falacia racionalista consiste en reducir el entendimiento a la raz¨®n. Podemos entender nuestras contradicciones, las contradicciones de los seres que amamos, la contradicci¨®n de nuestro tiempo. Podemos apreciar los colores de una selva oto?al, los quiebros de una sinfon¨ªa, la l¨ªrica de un poema. Todas estas actividades pertenecen al entendimiento y no son racionales. Sencillamente porque no se pliegan a la formalidad del silogismo ni a la l¨®gica simb¨®lica o matem¨¢tica.
La racionalidad es una facultad imprescindible pero limitada del entendimiento. Por eso el racionalismo como visi¨®n del mundo es falso (o mejor, limitante). Pero hete aqu¨ª que nuestra civilizaci¨®n lo asumi¨® como el modo en que la realidad se expresaba. La naturaleza habla el lenguaje de las matem¨¢ticas, hab¨ªa dicho Galileo. Y Descartes hizo con esa idea una propuesta radical, matematizar las ciencias: la ciencia es una y matem¨¢tica. Newton profundiz¨® en ese empe?o y, con los ¨¦xitos de la f¨ªsica, se empez¨® a confundir esta ciencia con la realidad. Pero esa simplificaci¨®n, aunque ¨²til, resulta inaceptable. Pas¨® el tiempo y, a principios del siglo XX, en el seno de la propia f¨ªsica, una ciencia convertida en determinista, surgi¨® una isla de oscuridad. Apareci¨® sin ser convocada, cuando un prusiano investigaba la radiaci¨®n del cuerpo negro. La constante de Planck cambiar¨ªa el mundo para siempre.
La mec¨¢nica cu¨¢ntica es la teor¨ªa cient¨ªfica m¨¢s precisa, universal y sofisticada de cuantas se han concebido a lo largo de la historia de las ciencias. Responde a muchas preguntas y, a su vez, plantea unas cuantas que no ha logrado resolver. Toda buena teor¨ªa, como toda buena narraci¨®n, deja un hilo abierto para que no se detenga la conversaci¨®n. Tres libros recientes nos acercan a ella. El primero, La ecuaci¨®n de Dios, repite, con cierto tono mesi¨¢nico, una vieja promesa de la f¨ªsica, la teor¨ªa del todo. Una teor¨ªa que ser¨¢ ¡°nuestra ¨²nica salvaci¨®n¡± y que permitir¨¢ leer ¡°la mente de Dios¡±. Como si una ecuaci¨®n fuera a sacarnos las casta?as del fuego. Una celebraci¨®n en toda regla de ¡°las maravillas de la tecnolog¨ªa moderna¡±, que ha descubierto las fuerzas fundamentales del universo (cuatro, en concreto) y que se ¡°acerca cada vez m¨¢s a desvelar los misterios fundamentales¡±: qu¨¦ sucedi¨® antes del Big Bang, qu¨¦ hay detr¨¢s de los agujeros negros o si hay universos paralelos.
Michio Kaku considera que el universo es un lugar bello, ordenado y simple. Las leyes que lo rigen caben en una sola p¨¢gina, aunque el modelo est¨¢ndar la complica con un muestrario un tanto farragoso de part¨ªculas. Siempre me ha fascinado el optimismo de la f¨ªsica. Por un lado, se asegura que m¨¢s del 90% del universo es materia y energ¨ªa oscura (no sabemos lo que es). Por el otro, se postulan cuatro fuerzas fundamentales que rigen en todo el cosmos.
Vivimos en un peque?o suburbio de una galaxia menor, somos en esencia provincianos, pero ello no nos impide (como hizo Kant con la ¨¦tica) postular leyes universales que se cumplen en lugares remotos que ni siquiera podemos imaginar. El delirio ilustrado tiene muchas variantes. A ello se a?ade que Kaku recurre a una ret¨®rica del avance acumulativo del conocimiento cient¨ªfico, que progresivamente ¡°descubre¡± todos estos misterios, que har¨¢ sonre¨ªr hasta a los historiadores de la ciencia popperianos.
Los otros dos son libros cu¨¢nticos. Uno ortodoxo y otro heterodoxo. El cu¨¢ntico ortodoxo, bien armado y explicado por Alberto Casas, comete el desliz (perdonable) de reducir la realidad a la f¨ªsica. Cuando un lenguaje tiene un gran poder, tiende a imponer sus significados m¨¢s all¨¢ de sus l¨ªmites razonables. En el heterodoxo, Wolfgang Smith considera que la f¨ªsica es solo un aspecto de lo real. El ortodoxo cree que la matem¨¢tica es el lenguaje de la naturaleza. El heterodoxo que solo un modo, entre otros muchos, de interrogarla. Y que ninguna matem¨¢tica podr¨¢ explicar la sensibilidad, como ninguna gram¨¢tica puede explicar la literatura. El ortodoxo cree que estamos a un paso de desvelar el enigma de lo real (cuando se unifique la relatividad general con la mec¨¢nica cu¨¢ntica). El heterodoxo, que ese enigma nos acompa?ar¨¢ siempre, que es la sal de la vida, que es bueno que as¨ª sea. Borges lo advirti¨®: la soluci¨®n al misterio es siempre inferior al misterio.
El principio de indeterminaci¨®n ha surgido como una peque?a parcela, ininteligible y oscura, dentro del dominio matem¨¢tico, que es un reino determinista. La nueva situaci¨®n no supone un menoscabo de la f¨ªsica. Al contrario, la ennoblece. La determinaci¨®n y la indeterminaci¨®n no se oponen en realidad, ni se excluyen, simplemente se complementan. La idea de un universo completamente determinista es quim¨¦rica, como tambi¨¦n lo es la de un universo completamente impredecible o ca¨®tico.
Ambas son las dos dimensiones, horizontal y vertical, del juego c¨®smico, por desagradable que pueda resultar esto para los racionalistas cartesianos. Desde la Ilustraci¨®n hasta Max Planck, la Weltanschauung mecanicista, la idea del universo como un reloj, ha sido dominante. Pero el asombroso hecho de que la libertad y la necesidad puedan coexistir, el hecho de que una no excluya a la otra, como ocurre en la pr¨¢ctica art¨ªstica, convierte al universo en un lugar mucho m¨¢s interesante.
Los objetos f¨ªsicos no son cosas en s¨ª (y esto vale tambi¨¦n para las estrellas y las galaxias), sino cosas con respecto a ciertos modos de indagaci¨®n emp¨ªrica. La f¨ªsica no habla de la naturaleza, sino de nuestras relaciones con ella. El universo no es un conjunto de objetos sino una red de percepciones. Todo est¨¢ conectado con todo, nos dice el teorema de interconexi¨®n de Bell. La idea de la separabilidad ha de revisarse. Las part¨ªculas no pueden, no saben, llevar una existencia independiente. Si alg¨²n d¨ªa estuvieron en contacto, la memoria de ese encuentro se conserva. Los fen¨®menos, como los dioses, son locales, pero la totalidad no lo es.
Smith escribe un libro audaz y, filos¨®ficamente, riguroso. Su lectura de lo real es aristot¨¦lica, y se propone recuperar el paradigma hilem¨®rfico, que audazmente conecta con la idea tao¨ªsta del yin y el yang. Hay una causalidad horizontal, sucesiva, que sucede en el tiempo; y una causalidad vertical, del aqu¨ª y el ahora, de la eternidad del instante (que dir¨ªan los poetas), que tiene una de sus manifestaciones en el llamado ¡°problema de la medida¡± de la teor¨ªa cu¨¢ntica. El hecho de realizar una medici¨®n colapsa el ¡°vector de estado¡±. La funci¨®n de ondas (una funci¨®n abstracta de probabilidad superpuesta) adquiere un significado f¨ªsico cuando se colapsa. Y ese colapso, suscitado por la percepci¨®n de un cuerpo vivo, es una manifestaci¨®n del principio que sostiene y crea, a cada instante, el mundo: el acto puro de Arist¨®teles. Suena muy loco, pero tiene una l¨®gica aplastante. As¨ª es como Smith resuelve el ¡°problema de la medida¡±, uniendo, en un mismo coro de voces, a Arist¨®teles, Prabhakara y Berkeley. La percepci¨®n es la luz del mundo. Ella tiene luz propia. Lo dem¨¢s, los objetos y los sujetos, luz reflejada.
La revoluci¨®n cu¨¢ntica
Ediciones B, 2023
336 p¨¢ginas, 21,90 euros
El enigma cu¨¢ntico
Traducci¨®n de Jos¨¦ Antonio Estarelles
Almuzara, 2023
192 p¨¢ginas, 17,95 euros
La ecuaci¨®n de Dios
Traducci¨®n de Francesc Pedrosa Mart¨ªn
Debate, 2023
208 p¨¢ginas, 20,90 euros
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