Marruecos a trav¨¦s de los libros: un territorio minado por la desigualdad y el desamparo
Autores como Binebine, Taia, Slimani o El Hachmi son los top¨®grafos de las injusticias que el terremoto ha puesto de nuevo en evidencia
Viajar a trav¨¦s de los libros puede ser tanto o a¨²n m¨¢s enriquecedor que recorrer sus calles; y nuevas generaciones de autores nos han puesto a Marruecos en un mapa literario nuevo que hoy es imprescindible para conocer el pa¨ªs. En general han pisado ya otros mundos, la emigraci¨®n, el exilio o simplemente la huida de la opresi¨®n que a¨²n respiran en su casa al desafiar la forma de vida estandarizada. Pero su pa¨ªs sigue siendo su material literario. Su mundo. Como el canario en la mina o la alerta temprana del tsunami, llevan mucho tiempo pintando el universo de la desigualdad descomunal que acaba de quedar de nuevo en evidencia con el terremoto que ha azotado la tierra del Atlas. Ver las casas de adobe aplastadas por los movimientos de tierras, ver a la poblaci¨®n inerme combatir sola las desgracias como si fueran designios divinos, la ayuda llegando en burra y el rey Mohamed VI visitando d¨ªas despu¨¦s a unas v¨ªctimas escogidas para la ocasi¨®n son im¨¢genes que estos d¨ªas nos trasladan a escenas que ya hemos le¨ªdo. Porque est¨¢n escritas.
La librer¨ªa ya estaba poblada por nombres consagrados que abrieron el camino, desde un cl¨¢sico como Tahar Ben Jelloun, nacido en Fez en 1947, premio Goncourt 1987, que ha retratado las grietas sociales y los a?os de plomo de Hassan II, a Mohamet Chukri (1935-2003), que encarnaba en su propia identidad de ni?o de la calle, analfabeto, la esencia de quien ha sobrevivido a la violencia y la miseria cotidianas del pa¨ªs.
Pero a ellos se han sumado otros top¨®grafos de este mapa en construcci¨®n que es la literatura marroqu¨ª contempor¨¢nea. En la l¨ªnea de Chukri, desde los recodos m¨¢s perdidos de las calles y las tripas del Marruecos m¨¢s pobre surgen por ejemplo la vida y la pluma de Abdel¨¢ Taia (Sal¨¦, 1973), que ha convertido sus libros en un golpe de conciencia sobre la violencia, el desamparo, la desigualdad y la lgtbifobia que vive una sociedad sin ninguna protecci¨®n a la vista. ?l mismo ha sufrido soledad y violaciones en una ni?ez de diez hermanos, de la que huy¨® para instalarse en Par¨ªs. Y su literatura, como ¨¦l, ha dado el salto mortal de alcanzar a narrar aquella descomposici¨®n junto al racismo y la exclusi¨®n que tambi¨¦n le esperaron en Europa. Con La vida lenta, Infieles, Mi Marruecos o El que es digno de ser amado (Cabaret Voltaire) ha puesto su lugar en ese mapa.
Uno de los m¨¢s pioneros y rupturistas de esta camada ha sido Mahi Binebine (Marraquech, 1959), un artista con obra reconocida en los mercados occidentales (est¨¢ expuesto en el Guggenheim de Nueva York) y que no solo ha agarrado la pluma para retratar a varias generaciones de marroqu¨ªes, sino que tambi¨¦n se ha convertido en activista en contra de la desigualdad. Binebine se vio tan vapuleado por los atentados en Casablanca en 2003 que regres¨® a su pa¨ªs para ponerse manos a la obra. En vista de que los cr¨ªmenes los hab¨ªan cometido chicos desarrapados sin oportunidades, ha ido creando varios centros culturales para acoger a cientos de ellos y escribi¨® Los caballos de Dios (Alfaguara), que vio su adaptaci¨®n al cine en 2012. Binebine supo retratar a esa generaci¨®n de chavales de arrabal, de calles sin asfalto, de cancha de f¨²tbol en el vertedero y ba?os en vertidos malolientes. La desigualdad en el Marruecos del siglo XXI se puso al descubierto de su mano para enfocar el fracaso de un Estado donde el PIB crece al ritmo de la riqueza de su soberano, Mohamed VI, mientras la poblaci¨®n no ha tenido apenas ayuda oficial para afrontar el terremoto.
Al igual que las vidas de Chukri o Taia rezuman la calle que han pisado y sufrido, Binebine ha encarnado en su propia historia familiar la realidad m¨¢s acuciante de Marruecos en todas sus etapas: su padre fue buf¨®n del rey Hassan II, lo que le ha dado un conocimiento del r¨¦gimen desde su interior; y su hermano pas¨® a?os en las mazmorras m¨¢s oscuras del r¨¦gimen por el intento de golpe que pretendi¨® precisamente derrocarle en 1971. Lo narr¨® en Yo, buf¨®n del rey (tambi¨¦n Alfaguara), donde desdobla su elocuencia entre un s¨¢tiro como su padre, capaz de re¨ªr las gracias al soberano y contarle cuentos para que conciliara el sue?o en sus momentos de mayor crueldad, y su hermano, que empeque?eci¨® literalmente en la prisi¨®n secreta de Tazmamart hasta el punto de que, cuando sali¨®, 18 a?os despu¨¦s, era tal despojo que la familia no pudo reconocerle. Hab¨ªa encogido 50 cent¨ªmetros.
A esa misma realidad se ha acercado tambi¨¦n, desde otros ¨¢ngulos muy diferentes, la mayor estrella del momento: Leila Slimani, nacida en Rabat en 1981, que ha ido alej¨¢ndose de unos libros iniciales m¨¢s parisinos para adentrarse en el retrato de su pa¨ªs de origen. El pa¨ªs de los otros y Miradnos bailar, las dos primeras entregas de una trilog¨ªa a¨²n pendiente de completar y que publica Cabaret Voltaire, conforman un verdadero manual de la vida de Marruecos desde los a?os cuarenta que atraviesa el rigorismo, la lucha por la independencia, la desigualdad brutal y, de nuevo, el desamparo ciudadano ante un status quo reinante del que conviene m¨¢s bien protegerse. Slimani acudi¨® a Par¨ªs para ir a la universidad y ha vivido en Francia hasta que se instal¨® recientemente en Lisboa, por lo que sus libros acogen tambi¨¦n ese doble desarraigo del magreb¨ª en Europa y del europeo en su regi¨®n. Ganadora del premio Goncourt de 2016 con Canci¨®n dulce, ha estado a la altura de una ambici¨®n hist¨®rica que borda los a?os de la independencia, el endurecimiento del r¨¦gimen de Hassan II y la creaci¨®n de una clase fr¨ªvola y rica que no tiene ojos para la pobreza de su pa¨ªs. En ese humus que ya ha consolidado est¨¢ rematando ese tercer libro de su trilog¨ªa que nos llevar¨¢ al presente y en la que todos los elementos de la dislocaci¨®n marroqu¨ª que contemplamos ya est¨¢n plantados.
A ellos se suman otras voces marroqu¨ªes ya crecidas en el exterior desde sus primeros a?os como Najat el Hachmi (Nador, 1979, instalada en Catalu?a desde los ocho a?os) o Mohamet el Morabet (Alhucemas, 1983, llegado a Espa?a en la adolescencia), que bucean en sus or¨ªgenes para ofrecernos en espa?ol una literatura que en esencia tambi¨¦n es marroqu¨ª. El Hachmi, premio Nadal 2021 con El lunes nos querr¨¢n (Destino) aporta sobre todo la mirada de una sociedad opresiva y patriarcal en la que las mujeres -las ni?as- sufren adem¨¢s de todos los problemas ya citados el sexismo de un mundo cl¨¢sico sin ventanas para prosperar. Aunque se hayan mudado a Europa. La desigualdad, en sus carnes, tambi¨¦n es de g¨¦nero.
Entre todos conforman esa cartograf¨ªa del Marruecos real que ha vuelto a ponerse en evidencia.
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