¡®El silencio de la guerra¡¯, el alegato de Antonio Monegal contra la ¨¦pica de la guerra
El ensayo del fil¨®sofo y escritor es un necesario discurso sobre los peligros de la glorificaci¨®n de la violencia y del culto al hero¨ªsmo en tiempos de discursos b¨¦licos ante los nuevos conflictos
La guerra, que es consustancial a la humanidad, tiene un lenguaje que funcionaba antes y funciona ahora. Incluso tiene su estructura para ser contada. A lo largo de la historia, los c¨®digos para representarla no se han modificado tanto, como ya se fij¨® en la civilizaci¨®n cl¨¢sica y como explica Antonio Monegal en la aventura de saber que es El silencio de la guerra.
¡°Si estamos marcados para morir, somos bastantes para que nuestro pa¨ªs sienta la p¨¦rdida; y si es para vivir, cuantos menos hombres, m¨¢s grande la porci¨®n de honor¡±. Son palabras del mon¨®logo que el Rey pronuncia en el cuarto acto de Enrique V. Es el d¨ªa de San Crisp¨ªn, la batalla de Azincourt va a empezar y los franceses los superan clar¨ªsimamente en n¨²mero. El monarca ingl¨¦s asume su funci¨®n como l¨ªder del ej¨¦rcito y pronuncia una arenga que concentra toda la potencia de la ¨¦pica heroica, que es la forma tradicional y efectiva de la mejor propaganda b¨¦lica. ¡°Jam¨¢s pasar¨¢ el d¨ªa de San Crisp¨ªn y San Crispiano, desde hoy hasta el fin del mundo, sin que seamos recordados en ¨¦l nosotros pocos, felices pocos, nosotros, grupo de hermanos¡±. Son los valores patri¨®ticos y de camarader¨ªa masculina que movilizan al joven dispuesto a luchar y sacrificar su vida.
En 2002 Monegal ¡ªcatedr¨¢tico de literatura comparada y ganador del ¨²ltimo Premio Nacional de Ensayo¡ª public¨® un primer estudio sobre dos obras que abordaban la guerra de Bosnia: la pel¨ªcula Antes de la lluvia, de Mil?o Man?evski, y la novela El sitio de los sitios, de Juan Goytisolo. En 2004, comisari¨® la exposici¨®n En guerra junto a Francesc Torres y Jos¨¦ Mar¨ªa Ridao. Desde entonces ha acumulado un archivo ampl¨ªsimo de objetos art¨ªsticos ¡ªde la literatura a la pintura, del cine a la fotograf¨ªa, incluso los juguetes¡ª que le permite sustanciar una potente hip¨®tesis.
El discurso ¨¦pico, formalizado por la Il¨ªada y que tiene en esos versos de Shakespeare una de sus cimas, configur¨® un sistema para contar la guerra que es ideol¨®gico sin que lo parezca porque ya es un mecanismo cognitivo que tenemos arraigado a trav¨¦s de la tradici¨®n cultural a la que pertenecemos. Pero dicho sistema de representaci¨®n ha sido cuestionado por un corpus notable del arte moderno con el prop¨®sito de tomar conciencia, m¨¢s all¨¢ de los himnos, los hero¨ªsmos y las epopeyas, de qu¨¦ es la guerra. El an¨¢lisis de ese corpus es el n¨²cleo del libro.
Antes que el arte y la literatura impugnasen la ¨¦pica, la confusi¨®n de Fabricio en la batalla de Waterloo ya fue un aviso del advenimiento de una nueva ¨¦poca de la cultura. ¡°?Qui¨¦n antes que ¨¦l hab¨ªa descrito la guerra as¨ª, es decir, como realmente es?¡±, se preguntaba Tolstoi en sus diarios. La cartuja de Parma se public¨® en 1839. En 1874 F¨¦lix Philippoteaux pint¨® la batalla de Waterloo. A¨²n era una pintura historicista con la pretensi¨®n de mostrar la integridad de un combate. Con la Gran Guerra, como primera guerra moderna, ese paradigma cambi¨®. Hace m¨¢s de un siglo que las soluciones innovadoras para mostrarla coincidieron con el advenimiento de las vanguardias, pero tambi¨¦n con la posibilidad de fotografiar el frente por los soldados. Desde entonces no han dejado de explorarse estrategias para subvertir el orden de representaci¨®n ¨¦pico. El trastocamiento del lenguaje del Guernica ser¨ªa el mejor ejemplo de c¨®mo hacer sentir al espectador el sinsentido. Lo es incluso el silencio, como en Shoah de Lanzmann o en la tragedia Incendios de Mouawad.
La manera de contar la guerra es ideol¨®gico sin parecerlo porque es un mecanismo cognitivo arraigado por la tradici¨®n cultural
Uno de los principales atractivos de El silencio de la guerra es la conexi¨®n que Monegal establece entre distintos campos del arte. Las fotograf¨ªas de las torturas en Abu Ghraib, con resonancias cr¨ªticas, reaparecen en una exposici¨®n en Nueva York o en un mural en Bagdad. La fotograf¨ªa cl¨¢sica de la toma de Iwo Jima la recicl¨® Eastwood en el cine ¡ªel lenguaje que hoy m¨¢s ¨¦pica transmite¡ª, pero antes de la pel¨ªcula tambi¨¦n tuvo su estatua en un memorial y esa estatua, a su vez, fue objeto de una reinscripci¨®n ic¨®nica por parte de Ed Kienholz para denunciar la atrocidad de la Guerra del Vietnam, un momento fundamental en la evoluci¨®n del tratamiento art¨ªstico de lo b¨¦lico: ¡°El de traer la guerra a casa para provocar la toma de conciencia¡±. ?Cu¨¢l es nuestra conciencia hoy despu¨¦s del infierno de Mari¨²pol? ?Qu¨¦ ret¨®rica usar para defenderse cu¨¢ndo hay que batallar?
Ahora que el discurso de la guerra se vuelve a normalizar en nuestra conversaci¨®n p¨²blica, porque la tenemos m¨¢s cerca y no sabemos hasta qu¨¦ punto nos acecha, de alguna manera escuchamos el retorno del lenguaje de la ¨¦pica. Este lunes, el presidente Biden llam¨® a los soldados integrados en los escuadrones de cazas 335 y 494. La noche del s¨¢bado al domingo pilotaron sus F-15E Strike Eagley y F-16 Fighting Falcon y derribaron 70 drones lanzados por Ir¨¢n para atacar a Israel. ¡°Ey, chicos, sois lo mejor de este maldito mundo¡±, les dijo. No es tan f¨¢cil saber las palabras que deben usarse. No hay opci¨®n inocua. ¡°No ceder a la tentaci¨®n de la ¨¦pica, apartarse de ella, es tomar partido en contra de la glorificaci¨®n de la guerra y el culto al hero¨ªsmo¡±.
El silencio de la guerra
Acantilado, 2024
320 p¨¢ginas. 24 euros
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